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Judo

La judoka que nació de las cenizas de la guerra y ganó el primer oro de Kosovo

Después de muchas negaciones, el COI reconoció a Kosovo como un país independiente y su mejor deportista, Majilinda Kelmendi, lo celebró consiguiendo el primer oro de la historia del país.

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Majlinda Kelmendi ya no puede ganar nada más. En casa tiene 23 medallas de oro que reflejan el total dominio que ha ejercido sobre la categoría de menos de 52 kg en judo. De estas victorias destacan cinco por encima de todas: dos campeonatos de Europa, dos victorias mundiales y la joya de la corona, el oro en los Juegos Olímpicos de Río.

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Cuando Kelmendi ya era la número uno del mundo explicó a VICE Sports que solo le faltaba ganar los Juegos, era su única misión. Antes de conseguirlo, sin embargo, ya hizo historia llevando la bandera de su querido Kosovo en la ceremonia de inauguración de Río. No eran sus primeras olimpiadas porque ya participó representando a Albania en las de 2012, pero eran las primeras en las que podía representar a su país.

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La historia de Kelmendi, sin embargo, no responde a la del típico deportista de élite que empieza a destacar de muy pequeño y en que, desde ese momento, su vida está entregada a ganar el oro olímpico. La suya es una historia de superar obstáculos, dificultades y prohibiciones. El último ejemplo, quizás, lo vimos en los Campeonatos del Mundo de judo de 2014 en Chelyabinsk, Rusia.

Majlinda Kelmendi ha logrado ser la mejor judoka del mundo y a la vez, hacer que el planeta entero conozca Kosovo.

Cuando la tenían que presentar, uno de los locutores habló de Kelmendi —ya entonces la número 1 del mundo en su categoría— de una forma, digamos, un poco críptica. "Esta atleta tiene muchas razones para ganar hoy y algunas de ellas son porque quiere hacerlo aquí en Chelyabinsk, Rusia".

Durante el combate por la medalla de oro, las razones que había mencionado el locutor se hicieron evidentes. Cuando Kelmendi saludó a su oponente rumana con la tradicional reverencia, mostró claramente al público y a las televisiones las letras que llevaba su judogi blanco —la vestimenta típica de los judokas—.

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Se vio claramente que las letras eran las mismas que las que adornaban las pancartas que rodeaban la zona de combate y que curiosamente coincidían con las iniciales de la Federación Internacional de Judo, FIJ. No era una coincidencia. Los organizadores —rusos— le habían prohibido usar y mostrar el nombre de su país durante toda la competición.

Después de la desintegración de Yugoslavia durante la guerra fría, Kosovo se separó de Serbia y esto llevo a dos décadas de conflicto armado, disturbios políticos y la intervención de las Naciones Unidas. Hoy en día Kosovo permanece aún en un limbo geopolítico: los Estados Unidos y muchos de sus aliados lo reconocen como un estado independiente, mientras que Rusia, Serbia y otros países —España incluida— no lo hacen.

Esta situación obligó a Kelmendi a luchar bajo una bandera que, a pesar de ganar ese Mundial, no subiría hasta lo más alto del podio. Tenía el oro pero el himno de su país no sonó y, mientras saboreaba el éxito conseguido en casa del enemigo, retó con la mirada a Vladimir Putin. El presidente ruso es un gran aficionado al judo, pero meses antes había reiterado que Rusia apoyaba a Serbia y que jamás reconocería Kosovo.

Esta situación, sin embargo, no se repitió más porque a finales de ese mismo año, el Comité Olímpico Internacional (COI) reconoció Kosovo como país y le permitió participar en todos sus eventos. Kelmendi no tendría que aguantar nunca más estar en un podio huérfana de país, bandera e himno, pero eso no era lo más importante. Quedaban dos años para los Juegos y podría representar, por fin, a su país.

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Kelmendi recibe instrucciones de su entrenador, que es el marido de su hermana. Imagen vía Youtube

Kelmendi se sintió aliviada. La joven luchadora —que ahora tiene 25 años— ya se había labrado un nombre en el mundo del judo, pero después de ganarlo todo como juvenil y senior, le seguía faltando algo. "He soñado durante muchos años poder competir, luchar y ganar por Kosovo. Vamos a convertir este sueño en realidad", comentó Majlinda cuando se supo la noticia.

"Cada segundo, minuto, hora, día, semana y mes de estos últimos 18 años hemos estado trabajando para que Kosovo fuera reconocida por el COI. Este 22 de octubre de 2014 es la respuesta a nuestro trabajo" explicó el presidente del Comité Olímpico de Kosovo (COK), Besim Hasani.

Para que un Comité Olímpico Nacional sea reconocido por el COI, el país en cuestión tiene que pertenecer a un "estado independiente reconocido por la comunidad internacional". Este lenguaje hizo enloquecer a Hasani.

"¿Qué entienden ellos como 'comunidad internacional'? Es algo que no logro comprender"

Bessim Hasani, presidente del Comité Olímpico de Kosovo

La manera más fácil era demostrar al COI que Kosovo respondía a esa descripción al ser miembro de la ONU, pero había un pequeño problema: Kosovo siempre ha tenido que enfrentarse a la permanente negación de Rusia, que siempre ha dejado muy claro que si Kosovo se convertía en estado miembro de la ONU recurriría a su poder de veto para zanjar el debate.

En la última década, solo dos estados —Sudán del Sur y Montenegro— se han convertido en miembros de la ONU de pleno derecho. El COK se dio cuenta que para conseguir el guiño de aprobación de la "comunidad internacional" tendrían que ser aceptados como país independiente por la mayoría de los países miembros de la ONU. Con la violenta y volátil historia de Kosovo, sin embargo, Hasani y sus colaboradores sabían que sería difícil movilizar a varias naciones a favor de esa ansiada independencia.

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El conflicto kosovar se remonta centenares de años atrás. Serbios y albaneses siempre han reclamado esta región y durante la caída de la Unión Soviética estalló una dura guerra civil en Yugoslavia que acabó afectando a Kosovo. El resultado fue que el movimiento independiente kosovar ganó adeptos.

Durante los años noventa, el presidente Slobodan Milošević, presidente serbio, empezó una limpieza étnica que tuvo como resultado la muerte de al menos 10 000 personas de etnia albanesa y el desplazamiento de cientos de miles de personas más. La ciudad natal de Kelmendi, Peje, situada en la frontera con Montenegro, fue fuertemente diezmada. Finalmente Kosovo pasó a estar bajo la administración de las Naciones Unidas.

Esta es la ciudad de Kelmendi, encastrada en el valle y dominada por las montañas Rugova. Imagen vía WikiMedia Commons

Kelmendi formó parte de una generación plenamente consciente que conseguir una identidad propia era el desafío más importante que tenían. Poco a poco, Kosovo fue dando pasos para conseguirlo gracias a un sistema paralelo de educación, un cuerpo de policía propio y la sanidad pública, por ejemplo. Además tenían una oportunidad de darse a conocer: los atletas kosovares podían explicar al mundo quiénes eran y de dónde venían.

El Comité Olímpico de Kosovo siempre intentó motivar a los jóvenes para empezar a entrenar y que formaran parte del equipo internacional pero las dificultades para competir bajo la bandera del país en las competiciones extranjeras no ayudaban a motivar a los jóvenes deportistas.

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Incluso cuando Kosovo se separó oficialmente de Serbia en 2008 y declaró su independencia, el presidente del COI, Jacques Rogge, imitó a la ONU y se negó a reconocer la soberanía de Kosovo. Los miembros del COK intentaron todo lo posible para que Kosovo pudiera participar como país en los Juegos de Londres pero el reconocimiento del COI no llegó a tiempo.

Kelmendi perdió su primera oportunidad real de representar a Kosovo y además le rechazaron la petición de competir como atleta independiente a pesar de que existía un caso parecido con cuatro atletas de Timor Oriental en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000.

"Solo los atletas saben lo que se siente al no poder competir en unos Juegos Olímpicos después de trabajar tan duro durante cuatro años"

Majlinda Kelmendi, judoka kosovar

Desde que la participación de Kosovo fue rechazada, Azerbaiyán intentó adoptar a muchos de sus atletas para las olimpiadas con la promesa de pagar todos los gastos del torneo y los viajes. Kelmendi, sin embargo, decidió añadirse al contingente albanés.

Ahora que es la atleta más conocida en el mundo del judo, Kelmendi quiere que todos vean que en su espalda aparece el nombre de Kosovo. Esta fue la razón principal por la que fue a los Europeos en Bakú. Este campeonato no era una prioridad, ya que las olimpiadas estaban a la vuelta de la esquina y la atleta se encontraba en medio de la rehabilitación de una lesión. Pesó más la oportunidad de escuchar por primera vez una frase con la que soñaba desde pequeña: "Mira, ahí está el equipo nacional de Kosovo".

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"Nunca he entendido por qué la política tiene que afectar también el deporte. Todos los atletas del mundo merecen el mismo trato y respeto", se queja Kelmendi.

La Bibliotca Pública Nacional en Pristina, Kosovo. Imagen vía WikiMedia Commons

Kelmendi es el icono deportivo más grande del país —de unos dos millones de habitantes— y es el ejemplo a seguir para muchos jóvenes. Ella lo sabe y se siente a gusto con está posición: "Están orgullosos de mí. Soy su héroe", admite Kelmendi. "Trabajo duro y no tengo tiempo para hacer nada más, simplemente entreno y me quedo en casa. Esta es mi vida. Lo doy todo para lograr éxitos", confiesa dejando claro que nada la distraerá de sus objetivos.

Su entrenador, Driton Kuka, también renunció a todo lo que tenía para que Kelmendi pudiese convertirse en la mejor judoka del mundo. Cuando la carrera de Kelmendi necesitó más inversión, Kuka comenzó a pagar sus facturas. Se encargó de su formación, de su dieta, de sus viajes y de todos los demás gastos. Quería que ella viviera la vida que él no había podido disfrutar.

La historia de Kuka también merece una mención. Antes que el conflicto de Kosovo se intensificara, ganó varias medallas como juvenil en Europa. Dejó el judo para luchar por la independencia de Kosovo y se unió al Ejército de Liberación. Después de la guerra, Kuka abrió un dojo —una escuela de entrenamiento de judo— y se marcó como objetivo dar a conocer este deporte entre los niños del barrio.

Kelmendi pasaba horas jugando cerca del dojo y un día su hermana la invitó a entrar. Al principio no le gustó y ni siquiera entendió qué clase de deporte era y por esto "todo el mundo pensaba que lo dejaría al cabo de un mes", recuerda Kelmendi.

Kelmendi recibe la primera medalla de oro olímpica en Río de Janeiro. Imagen vía IOC

Al cabo de pocos entrenamientos se dio cuenta de su propia fuerza y descubrió que era una buena manera de viajar y saborear el éxito. Ella, sin embargo, quería más que eso. A partir de entonces sacrificó la vida de adolescente y renunció a todo por el judo.

Llegó un momento en que todo el mundo les decía —a ella y a Kuka— que no tenía sentido luchar por un país no reconocido. Los dos decidieron seguir adelante y ahora son las estrellas de su país y del judo mundial.

Sigue a la autora de este artículo en Twitter: @SmritiSinhas