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Sobre cómo la industria aplasta a los jugadores de videojuegos profesionales

Son jóvenes, han jugado más de lo que han vivido y sueñan con ser campeones del mundo en sus disciplinas: si fueran deportistas convencionales quizás tendrían la vida solucionada, pero en el mundo de los eSports las cosas están crudas.
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James "Clayster" Eubanks lleva jugando competitivamente a Call of Duty desde 2007. Una ojeada a sus ingresos basta para demostrar exactamente lo poco rentable que es su profesión.

En 2011 recaudó 12 500 dólares, en 2012 consiguió 36 000 y en 2014 apenas 38 000. Podrías jugar cada día, viajar para participar en cada torneo, perfeccionar alambicadas estrategias e incluso ganar un par de competiciones… y seguirías llevándote el mismo dinero que un librero.

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Esa es la regla general para la mayoría. Juegos como League of Legends son lo suficientemente populares como para haber merecido la formación de federaciones específicas, donde se tipifican las normas y las regulaciones en materia de salarios. Sin embargo, en Call of Duty —que no tiene ni de cerca los mismos seguidores, a pesar de los obscenos ingresos que obtienen sus franquicias— los jugadores tienen que pelear por cada pixel y por cada centavo.

James Clayster Eubanks durante la final de CoD que le dio estabilidad económica. Imagen vía Youtube

La mayoría de las competiciones en las que se juega a Call of Duty desembolsan alrededor de 50 000 dólares entre sus ganadores y los mejor clasificados. Basta con dividir esa cifra por cuatro jugadores para dar con el promedio de precio por cabeza: 12 500 dólares. No está mal, aunque compensa por los pelos el duro trabajo que se ha invertido para llegar hasta allí.

Solo existe una enorme excepción a esta regla: el campeonato mundial de Call of Duty, que organiza anualmente Activision. Allí se reparte un millón de dólares en premios, de los cuales 400 000 son destinados al equipo ganador.

"El campeonato mundial de Call of Duty es el campeonato por el que juegan todos los equipos, el único al que todos llegan con estrategias trabajadas y el que justifica los maratonianos entrenamientos de sus jugadores", cuenta Clayster. Por mucho que te pases el año arrasando y te lleves todos los campeonatos, si no ganas el campeonato mundial de Call of Duty, el equipo que lo haga habrá obtenido mayores beneficios que tú. Y esa es la razón por la que existe tanta presión para jugar bien entre los equipos".

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El equipo de Clayster, Denial eSports, fue uno de los 32 que participaron en el campeonato mundial del año pasado. Tanto él como el resto de sus compañeros jugaron a un nivel excepcional durante la fase de clasificación. Eran los cabezas de serie número 2. Superaron la clasificación por grupos sin despeinarse, dominaron las eliminatorias y se aseguraron un lugar en la gran final contra el formidable equipo Revenge. Después de 90 minutos agotadores, Clayster y el resto de sus Denial desarticularon una bomba en la fase 10 de la partida número 5. Fue el movimiento que les llevó a ganar la serie y el título por un ajustado marcador de 3-2.

Y en aquel momento, Claystser se embolsó más dinero en premios del que había ganado durante toda su carrera como jugador profesional de eSports. Fue un conmovedor momento de redención —siete años de trabajo compensados en un solo fin de semana. Claro que, en el fondo, se trata de una sistema perverso, que castiga a jugadores como Clayster y beneficia a las grandes plataformas como Activision.

La franquicia Halo es un de las muchas que ha granjeado enormes beneficios y solo un puñado de precios irrisorios para los deportes virtuales. Foto de Jason Vinlove, USA Today Sports.

Se trata de un fenómeno que se extiende mucho más allá de Call of Duty. Hoy en día la industria de los deportes virtuales está muy bien considerada. Es una industria en que las corporaciones que producen los videojuegos desean su parte del pastel y han diseñado la estrategia necesaria para que nadie les arrebate el mayor bocado. Una de las claves para hacerlo consiste en financiar sus propios torneos: ello les asegura llevarse una buena tajada.

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Sucede que cuando mayores son los premios en metálico, mayor es la exposición y la promoción del programador, lo que se traduce en un mejor nivel de competidores —y en una mayor presencia, igualmente, de jugadores menos dotados.

"Hemos discutido la posibilidad de celebrar cuatro campeonatos anuales con una dotación en premios de 250 000 dólares cada uno. Sin embargo, Activision adora el prestigio y el glamour exclusivo del acontecimiento único", explica Clayser. "De manera que es improbable que nos vayamos a encontrar con una solución real".

Y resulta fácil desentrañar por qué los programadores prefieren este sistema. A pesar de los apoteósicos ingresos, se trata de un sistema completamente desequilibrado en el que los jugadores son la parte más perjudicada —pesar de que sean la columna vertebral que sostiene a la industria. Los jugadores se ganan la vida decentemente jugando a juegos a los que dedican muchísimas horas y cada año tienen la oportunidad de multiplicar sus ganancias de una sola tacada.

El problema es que se trata de una única competición que convoca a los mejores jugadores de todo el planeta. Sería como si el Masters de Augusta repartiera el 90 por ciento del dinero en premios que se mueven en todo el circuito profesional del golf. "Tu sustento depende de una sola competición", apunta el joven de 23 años Carlos "Cratos" Ayala, un jugador profesional de Halo que quedó subcampeón en el campeonato mundial del videojuego celebrado el año pasado. "Es un sistema estresante: no hay día de tu vida en que no pienses en ello".

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Cratos se embolsó 125 000 dólares como subcampeón. En todo 2016 solo ha ganado 250 dólares.

@Enigma6Group @Life2thaStyle my bestest pic.twitter.com/VcvBtIildj
— E6 CRATOS (@CarlosAyalaJr) 12 de agosto de 2016

"Durante el torneo pasan muchas cosas y los candidatos a llevarse el gato al agua se suceden constantemente. Nosotros estuvimos al borde de la eliminación. Y en ese momento sientes que tu vida se ha ido al carajo. "Iba perdiendo 2-0 y entonces tuve que darlo todo para remontar y ganar. Y después de rebasar todas las series y ser consciente de la cantidad de dinero que había ganado me derrumbé. Rompí a llorar ante todos los amigos que me habían apoyado. No es que todo se reduzca al dinero, pero eres consciente de lo mucho que puede cambiar tu vida en una sola partida".

Los problemas, sin embargo, siguen estando presentes. Existe toda una industria consagrada a impedir que los deportistas profesionales se arruinen, pero en los eSports la cosa es más complicada. Si en los deportes convencionales existen contratos garantizados, en los deportes virtuales no existe tal garantía. Nadie sabe si el actual campeón podrá revalidar el título, ya que la competencia y el potencial de la misma está mejor repartida que en el fútbol, donde ciertos clubs dominan el panorama año tras años.

También es verdad que los premios no son la única fuente de ingresos del profesional virtual —los equipos dan sueldos a sus jugadores, y muchos cobran un dinero extra gracias a los patrocinios y al streaming—. A pesar de todo es un mercado tan insostenible y tan impredecible que muchos jugadores no tienen la menor idea de cómo administrarse.

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"Muchos jugadores jóvenes se funden el dinero tan pronto como lo cobran", asegura Clayster. "A mí me pasaba lo mismo en la universidad. Iba cobrando un cheque cada mes y la tentación estaba ahí. '¿Que me he levantado 5 000 dólares este mes? ¡Pues parece que los colegas y yo nos lo vamos a pasar bien!'"

Clayster, que ya ha cumplido 24 años terminó sentando cabeza. Y por mucho que todavía invierte el cinco por ciento de lo que gana en salir de fiesta, ha aprendido a invertir y a ahorrar el resto de sus ganancias. "Cuando finalmente obtuve mi cheque, fui de cabeza a reunirme con un asesor financiero", asegura Clayster, que tiene claro que cuando se retire se dedicará a la propiedad inmobiliaria.

"Todavía soy joven, así que no tenía ninguna duda de que me convenía contratar a un profesional para gestionar mis ganancias… Mi mayor miedo a día de hoy tiene que ver con lo volátiles que son los eSports. El hecho de ser consciente de que cada día pueda ser el último me ha hecho mucho más responsable en la gestión de mis ingresos y de mis cuentas. Tengo que procurarme un estilo de vida saludable tanto para mí como para los hijos que tendré".

Son muy pocos los que se pueden permitir el lujo de planear su futuro. Hace solo un año Derek "DunkTrain" Arabian ganó el campeonato mundial de Heroes of the Storm en Blizzcon. Se llevó una tajada de 48 000 dólares por su formidable actuación.

"Básicamente demuestras que eres un profesional en toda regla", explica. "De alguna manera sentí que la victoria me quitaba un peso de encima. A fin de cuentas, la conquista del campeonato fue una recompensa a todas las horas que había invertido en el juego. Me pasé el año jugando, y eso me granjeó la negatividad de mucha gente, por no estar estudiando una "carrera real". La victoria disolvió la amargura durante un tiempo.

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Cloud 9, el antiguo equipo de Dunktrain, se disolvió el pasado mes de junio. Imagen vía Wikimedia Commons

Tras el premio su carrera se vino abajo tan deprisa como había ascendido. El equipo de Dunktrain, Cloud 9, jugaría varias competiciones más en 2016, pero ninguna ofrecía ni remotamente una cifra comparable a los 200.000 dólares en premios que repartía Blizzcon. Para junio de este año, Cloud 9 y otros equipos que jugaban profesionalmente al Heroes of the Storm, como EdGgemini y G2eSports se habían disuelto. Dunktrain se encontró sin ningún estímulo para seguir jugando y sin un lugar en el que aterrizar. A día de hoy está retirado. Y tal es una trayectoria que solo se da en el mundo de los deportes virtuales: pasas de ser campeón mundial a ser un jugador retirado en menos de 6 meses.

"En noviembre era el rey del mundo. Y a partir de entonces todo cayó en picado", relata. "Ahora mismo entiendo que el dinero del premio fue la manera en que fui compensado por trabajar ininterrumpidamente entre 2014 y 2016. La verdad es que si pasé tanto tiempo sin dinero hasta que gané el premio fue gracias a la generosidad de mis padres".

Dunktrain no descarta regreso al deporte virtual. No duda en admitir que "sería improbable volver a ganar semejante suma de dinero". Después de la victoria se compró un ordenador y un escritorio y metió el resto del dinero en una cuenta de ahorros. Ahora mismo, no tiene ninguna otra fuente de ingresos, de manera que lo siguiente que tendrá que hacer será ponerse a trabajar. "Mi plan es sostenerme con el dinero ganado durante este transición hacia la nueva pantalla de mi vida, sea cual sea. "No tengo ninguna intención de quedarme de brazos cruzados ni de vivir del cuento más de lo necesario".

Dunktrain no tiene un mal recuerdo de su experiencia. Logró ganar dinero suficiente y ya tiene batallitas que contar para el resto de su vida. Sin embargo, ha sido una víctima más de la perversa industria de la que malviven los jugadores virtuales profesionales. Allí ningún trabajador es compensado cuando las cosas se ponen feas, y menos aún existe ningún plan para rescatar a los arruinados. No debería de ser así, sin embargo los programadores se aprovechan de la gran cantidad de jugadores jóvenes dispuestos a asumir el desafío a cambio de nada.

"Yo quiero seguir jugando todo lo que pueda", concluye Cratos, jugador profesional de Halo. "Muchos jugadores pierden su amor por el juego y la motivación. Pero para mí Halo es todo lo que tengo. Es mi vida. Mi talento. Mi futuro".

Sigue al autor en Twitter: @luke_winkie