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Javier Báez y la búsqueda del último unicornio

Javier Báez era un prodigio, y uno de los jugadores prospecto con más fama en el beisbol, pero los ponches de la vida le quitaron esa fama. Ahora Báez busca regresar a la cima.
Photo by Mark J. Rebilas-USA TODAY Sports

Javy Báez se encontraba acomodando sus ideas en Tennessee cuando Jason McLeod lo vio por primera vez. El día era caluroso y soleado, y el mejor jugador en el campo tenía 18 años, flacucho, enérgico, y brillante. Los Apaches jugaban una doble cartelera bajo el sol de mayo, y Báez conectó dos cuadrangulares. Después del partido, se quedó un rato y armó todo un show para los cazatalentos que se habían reunido: más y más home runs. Fue en ese momento que McLeod, en ese entonces con los Padres y ahora directivo con los Cubs, se dio cuenta de algo raro: Javier Báez, bateador diestro, estaba bateando cuadrangulares con el perfil izquierdo.

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"La bola sonaba diferente cuando dejaba el bate", dijo Jaron Madison, un ex pupilo más de los Padres que vio a Báez ese año y quien, al igual que McLeod, ahora forma parte del equipo de Theo Epstein en Chicago. De hecho, fue su reporte inicial lo que obligó a su jefe a ver al niño jugar en Tennessee. El informe: velocidad de bateo explosiva, swing ultra agresivo, y deseo competitivo extraordinario. "Lo que me atrajo fue su confianza", recordó McLeod la semana pasada. "Quería mostrarle a la gente lo bueno que era." En efecto, fue muy bueno, dijo Madison. "Era uno de esos jugadores especiales que podría jugar en todo el campo." Cinco años después, ese mismo atleta sigue atorado entre el desastre y el sueño de las grandes ligas, esperando hacer erupción.

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Otras organizaciones se habían percatado de Báez. Los Padres seleccionaron en novena ronda ese año, y a McLeod y Madison se les negó la oportunidad de seleccionar a Báez cuando los Cubs, en el último año con Jim Hendry en el cargo como general manager, se quedaron con el joven puertorriqueño en la novena ronda global del draft de 2011. Pronto, Báez atraería la atención de la liga. Jason Parks, en ese entonces trabajando para Baseball Prospectus y ahora cazatalentos profesional para los Cubs, apodó célebremente a Báez "unicornio" por ser el mejor jugador prospecto en el sistema de Chicago. Lo que quiso decir es que jugadores así de buenos probablemente no existían.

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Pero había preocupación por sus defectos a la hora de jugar. Siempre habían estado ahí. El violento swing que hacia tantas cosas indescriptibles a las bolas cuando conectaban el bate también limitaban la habilidad de Báez para hacer contacto en primer lugar. En contra del pitcheo de preparatoria, esto no importaba mucho. En contra de un pitcheo profesional, tal vez sí. Y la increíble confianza que los ejecutivos de los Padres vieron en Tennessee —la misma confianza que obligó al joven jugador a tatuarse el logo de la MLB en la parte trasera de su cuello antes de si quiera haber tomado un turno al bate en las mayores— dio a entender que Báez sentía que podía batear cualquier cosa que le lanzaran. Conforme fue subiendo de nivel, esto se tornó cada vez menos verdadero.

Algo está a punto de suceder. Foto por Matt Kartozian-USA TODAY Sports

Aún así, los resultados siguieron llegando porque recuerden que Báez es un unicornio descabelladamente talentoso, incluso entre sus talentosísimos compañeros de beisbol profesional. En la Single-A de 2012, bateó .333/.383/.596 a los 19 años, cuando la edad promedio para esa liga era de 22, y después conectó .294/.346/.638 en la Double-A a los 20 años, donde la edad promedio era de 25. Las señales de advertencia que lo había perseguido desde la preparatoria —los altos índices de strikeout y el poco contacto— siguieron estando ahí, pero de alguna forma no importaron. Los Cubs lo convocaron a principios de agosto de 2014. En su debut con el equipo grande, frente a los Rockies en el Coors Field, Báez conectó un cuadrangular en la décimo segunda entrada para ganar el juego. Típico de unicornios.

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Pero ese sería su punto más alto de la temporada. Los pitchers de grandes ligas pronto aprendieron a explotar que extraordinaria explosividad, y comenzaron a lanzar la bola donde Báez simplemente no podía conectarla, por más que lo intentara. Una y otra vez. Para el final del año, Báez tan solo había conectado .169, con escasos 9 home runs y preocupante cifra de 95 strikeouts en 229 apariciones sobre el home. Entre los jugadores con el mismo número de apariciones, su porcentaje de 41.5 en 2014 fue el peor en la historia de las grandes ligas.

Pero este tipo de cosas suelen pasar, incluso a los unicornios. El 2015 debió ser el año de la redención —el año en que Báez aprendió a poner su cabeza donde sus herramientas físicas siempre habían estado, y cuándo no hacer un swing—. No fue así: Báez regresó a las menores al inicio del año, y apenas vio minutos de juego por una fractura en la mano —ocasionada por aventarse, con su característica agresividad, hacia la base con la cabeza primero— que lo dejó fuera un mes.

Cuando la gente reconoce tu esencia de unicornio. Foto por Jerry Lai-USA TODAY Sports

Apenas se había recuperado de aquella fractura cuando recibió otro tipo de golpe: su hermana, severamente discapacitada desde nacimiento por su espina bífida, y el centro de su mundo, falleció el verano de 2015, provocando en Báez una profunda depresión y tumbando su universo. Conforme el 2015 finalizaba, nunca sintió realmente que había encajado, y nunca sintió que había tenido una oportunidad para redimirse por completo de aquel horroroso 2014.

"Creo que los últimos dos años lo hicieron más humilde", dice Madison, "y le hicieron darse cuenta de lo afortunado que es por estar en donde está." Esos problemas le ayudaron un poco a ajustar su juego mental, y ser más listo a la hora de hacer un swing y cómo se aproxima al juego. El consenso es que Báez ahora es, en efecto, diferente y más maduro. Los Cubs tiene la certeza que será capaz de llenar el papel que le tienen preparado este año. "El viejo Javy habría tenido serios problemas con la idea de no ser el shortstop todos los días", dice Madison. "No habría aceptado la idea de moverse por todo el campo y jugar en diferentes posiciones." Ahora lo tiene claro.

McLeod también ve el cambio. "A veces tengo que recordarme lo joven que aún es", dijo para VICE Sports la semana pasada. "Le importa ser bueno, y quiere ser grandioso". Báez aún tiene una oportunidad —es joven, y talentoso—. Ahora, su desafío es más humano: luego de pasar toda su joven vida siendo muy talentoso en lo que hace, necesita aprender a ser cauteloso en los partidos difíciles más allá de lo que le indiquen los altos mandos.

Javy Báez ha pasado toda su vida conectado bolas de beisbol más lejos que la mayoría de los humanos, y tan solo en los últimos dos años se ha dado cuenta que el mundo tiene una forma de regresarte los golpes. El niño que Jason McLeod vio aquel día de mayo hace cinco años sigue ahí, esperando para sorprender al mundo que lo creó. No será fácil, como bien lo sabe, pero el 2016 puede que sea el año en que finalmente el unicornio emerja.