Las mujeres de los campos de brujas de Ghana
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Identidad

Las mujeres de los campos de brujas de Ghana

Durante décadas, las mujeres ghanesas han sido encerradas en campamentos aislados bajo la sospecha de brujería. El campamento de brujas de Gambaga es uno de los más famosos del norte de Ghana.

Las carreteras del norte de Ghana son polvorientas y abrasadoras. Nos encontramos en medio de la estación seca y con cada respiración tengo la sensación de estar inhalando papel de lija. Nos dirigimos hacia Gambaga, una pequeña localidad situada en el distrito Mamprusi Este, donde vamos a visitar un tristemente famoso campamento —uno de los seis que existen en esta zona— que aloja a aproximadamente a 100 mujeres que han sido repudiadas por sus familias y comunidades tras ser acusadas de brujería.

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Sin embargo, la tarea no es tan sencilla como pensamos en un principio: no se permite visitar a las brujas sin permiso del Rana de Gambaga, el jefe local. Nos dirigimos hacia el palacio del jefe, donde nos hacen esperar y esperar.

Finalmente aparece un hombre alto que se presenta como representante del jefe y nos explica que nos escoltará por el pueblo. Nos asegura que las brujas carecen de poderes mientras están en el campamento porque el jefe las despojó de ellos y, mientras vivan allí, no podrán hacer daño a nadie con su magia.

A pesar de ser un país en su mayoría cristiano y profundamente religioso —en 2013, el 'Índice de Religión y Ateísmo' de WIN-Gallup International declaró a Ghana como el país más religioso del mundo, ya que el 96 % de sus habitantes se declara creyente—, la mezcla de creencias que pueden encontrarse en el país es asombrosa. La zona norte reúne una mezcla especialmente colorida de cristianos, musulmanes y animistas. El espectáculo de ver iglesias, mezquitas y altares paganos de sacrificio, en ocasiones todos en la misma aldea, resulta mareante.

Lo que todas ellas tienen en común, no obstante, es su creencia en la brujería. En Ghana puede culparse a la magia negra de cualquier infortunio: muerte, enfermedad, alcoholismo, enfermedad mental (un tema muy incomprendido), una mala cosecha o pérdida de ganado. Desde este punto de vista las mujeres son objetivos fáciles, especialmente las mujeres mayores o viudas que ya no están bajo la protección de ningún hombre, o las que comparten el mismo marido.

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Este campamento de brujas no está tan aislado de Gambaga como yo esperaba. Se encuentra justo en medio de la población, entre las casas de los demás habitantes del pueblo. No está rodeado por una valla ni custodiado de ninguna otra forma, se trata sencillamente de un pueblo tradicional del norte de Ghana, un laberinto de casas circulares de adobe con techos de paja, alguna que otra cabaña de madera, aves de corral y cabras deambulando libres alrededor de las viviendas.

Casi de inmediato un grupo de niños descalzos, todos curiosos y alegres, detecta nuestra presencia, pero aparte de ellos el pueblo parece vacío. Pasa un buen rato hasta que empezamos a ver los rostros de las famosas brujas, al principio espiando desde las ventanas y tras los muros de barro, y después saludándonos educadamente y siguiendo adelante con sus tareas diarias. Son tímidas, pero aceptan ser fotografiadas. Algunas de ellas incluso me ofrecen una leve sonrisa. La mayoría son mujeres mayores y algunas llevan más de treinta años viviendo en el campamento de brujas, dejaron atrás a sus maridos y trajeron a sus hijos con ellas. A diferencia de lo que sucede con la mayoría de mujeres en África, no tienen otros hombres en su vida aparte de los niños que están criando solas.

La portavoz de las brujas, la bruja más anciana del pueblo y su líder, se reúne conmigo mostrándose bastante escéptica, pero acepta que la entreviste. Me explica que, de hecho, son libres de irse cuando quieran, pero que eligen no hacerlo (a no ser que sus familias les pidan que vuelvan) por temor a la reacción de la comunidad: "Nuestras familias vienen a visitarnos y nosotras vamos a casa de visita, pero no nos quedamos allí. Si nuestra gente viene aquí y nos pide que volvamos a casa lo hacemos, pero si no nos quedamos en el campamento. Aquí nos sentimos seguras y libres".

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La portavoz de las brujas y miembro más anciana de la comunidad (centro).

Quiero saber más cosas acerca del ritual mediante el cual el jefe determina si una mujer es una bruja o no. Por mis conversaciones con otras personas de Gambaga ya sé que implica lanzar una gallina al aire, pero nada más. Ella evita la cuestión y trata de cambiar de tema.

Pero, ¿qué pasa si, a través de este misterioso proceso, se descubre que una no es una bruja? "Su gente viene al campamento y ruega al jefe que deje marchar a la mujer. Y entonces ella puede irse".

Le pregunto cómo se ganan la vida aquí. "El jefe nos da de comer y la gente de aquí no nos teme, así que trabajamos para ellos: ayudamos en las granjas, acarreamos leña y vamos a recoger agua. La Iglesia Presbiteriana también nos ayuda".

¿Se considera ella una bruja? Duda por un momento, intercambiando miradas con nuestro guía, el representante del jefe. "Si estamos aquí es que debemos de ser brujas".

No consigo arrancarle una respuesta directa, lo cual no resulta sorprendente teniendo en cuenta que durante todo el tiempo que permanezco en el campamento se me prohíbe interactuar con ninguna de las mujeres sin que la mano derecha del jefe esté presente. Y además tiene prisa, no deja de achucharme, limitando mi interacción con las mujeres a unos pocos minutos, incluso segundos. Me muestra los techos de las cabañas y me explica que hay que cambiarlos, pero que no cuentan con los fondos necesarios; a continuación me muestra con orgullo el centro de entretenimiento del campamento, un edificio grande y vacío con ventiladores y un televisor. "¿Lo ves? ¡Hasta tienen televisión!".

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Otro habitante de Gambaga intenta arrojar una luz algo más pragmática sobre el asunto: "A veces, un marido toma más esposas de las que puede cuidar. En ocasiones las esposas no se llevan bien entre sí y ven a las otras como obstáculos para el bienestar de sus hijos, de modo que se acusan unas a otras de brujería. Si alguien de la familia o del pueblo se pone enfermo, o si alguien experimenta algún tipo de desgracia, pueden acusar a sus adversarias de haber usado magia negra, un juju, para provocar su mala suerte.

Ha habido varios intentos de cerrar los campamentos del norte de Ghana, el último de ellos en diciembre de 2014, cuando el gobierno cerró el campamento Bonyasi, donde estaban alojadas más de 50 mujeres.

Sin embargo, clausurar los campamentos no acabará con el motivo que envía a las mujeres allí. Las mujeres que viven en este laberinto de casas de barro no son prisioneras sino rehenes de la superstición, la pobreza y la falta de educación. A pesar de ello, permanecer en el campamento de brujas es la mejor de las alternativas para muchas mujeres. Tal y como me explica uno de los habitantes de Gambaga, "En Ghana la gente teme a las brujas y las que son acusadas ya nunca más vuelven a ser aceptadas en sus pueblos. Alguien acabaría haciéndoles daño si se quedaran allí".