FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Cómo 'Mean Girls' arruinó a toda una generación de gays

¿Gay y millennial? Seguro prefieres ser una Regina George que una Cady Heron.

El 30 de abril de 2004 se estrenó Mean Girls, ese microcosmos juvenil lleno de rosa y glitter que marcó a toda una generación. La responsable de escribir semejante joya de la cultura pop no podía ser otra que la siempre genial Tina Fey, quien también actúa en la cinta. Sólo un par de meses después, el 25 de junio del mismo año, la cinta llegó a México tropicalizada bajo el nombre de Chicas Pesadas. De inmediato la película cautivó a su target primario, que eran las teenagers. A pesar de que la realidad de las high schools gringas se parecían muy poco a las preparatorias mexicanas, el encanto aspiracional hizo lo suyo y en un parpadeo la historia se posicionó como una de las grandes favoritas de las adolescentes.

Publicidad

Pero algo que tal vez ni sus creadores esperaron, ocurrió después: otro sector se apropió de la historia hasta convertirla en una película casi de culto, extrayendo de ella a sus role models. Algo había en Regina, Karen, Gretchen —y bastante menos en Cady, hay que admitirlo— que de repente un buen porcentaje de la comunidad gay quería asemejarse a ellas. Si los gays treintañeros de aquellos ayeres aún discutían por ver quién era la Carrie, Miranda, Samantha o Charlotte de su grupo de amigos, los más jóvenes estaban disputándose cuál sería su papel dentro de Las plásticas.

Han pasado ya 14 años desde que la película llegó México, pero algo se asentó sin visos de querer moverse: el deseo de los hombres homosexuales de parecerse a esas adolescentes. Regina George, con su lacio perfecto y su figura de impacto, pero sobre todo su mala leche, sigue siendo modelo a seguir. Sólo ella, una perra sin rival a la vista, tendría todo el derecho de llamarle “inventada”, “churpia” o “básica” a la comadre de junto y nadie la cuestionaría. Porque poderosa.

El bufe, el primo gay del albur, se apoltronó como una forma muy popular de jugar con las palabras en nuestra comunidad. Mientras en el albur el objetivo es sodomizar en sentido figurado al contendiente, en el bufe quien triunfa no se chinga al otro sexualmente: así qué chiste, si a ambos les gusta la verga. La que bufa aprovecha, mediante una gran agilidad mental, las debilidades de su contrincante hasta que logra minimizarla, ridiculizarla, clavarle el tacón entre ceja y ceja. La reina del bufe se convierte en una Regina George, mientras que la bufada, sobajada y humillada, se retira con la cola entre las patas. Pobrecita: no te falta mucho, te falta todo.

Publicidad

El Burn Book, La Escuela del Bufe y PorPuta

Millennials como somos, la generación gay marcada por Mean Girls nunca terminó de crecer. Marcados por el Síndrome de Peter Pan como nuestro signo de Caín, nuestro hedonismo y superficialidad adolescente saltaron de las películas para materializarse y vivirse en 4DX. Páginas como La Escuela del Bufe, En Perra y muchas otras, cuyo humor podría parecer inofensivo, muchas veces se sirven de este deseo de ser la más perra para mofarse del gay de junto. Pero esto, hasta cierto punto, es "bufe sano". Vaya, el humor es un escape necesario y forma parte de nuestro carácter "festivo". El problema es cuando este tipo de páginas comienzan a cobrar un matiz más escabroso.

Hace tiempo, numerosas cuentas en Twitter que se hacían llamar Burn Book (como el libro en el que Las plásticas escriben cosas horribles de sus compañerxs de escuela) proliferaron como hongos en tiempo de lluvia. La moda se esparció rápidamente y prácticamente cada escuela contaba con su cuenta de Burn Book, en el que primero comenzaron a escribirse difamaciones y más adelante, la cosa subió de tono: en los tuits de esas cuentas comenzaron a rolarse los packs (paquetes de desnudos) de adolescentes que, engañados por diferentes medios, enviaban fotografías íntimas. ¿El objetivo? Hacer honor a su nombre y “quemar” socialmente a los implicados. Así fue cómo muchos adolescentes gays salieron del clóset a empujones y sólo gracias a que Twitter tomó cartas en el asunto, estas cuentas fueron eliminadas.

Publicidad

Pero la situación no se detuvo ahí. Los “quemadores” sólo migraron a otras cuentas y pronto abrieron perfiles geolocalizados en diferentes ciudades, bajo el nombre de Por puta. @PorPutaDF, @PorPutaGDL, @PorPutaVer, entre otros. Estos nuevos usuarios de Twitter comenzaron a subir nudes obtenidas de redes de ligue como Grindr, Hornet y Scruff. Su modus operandi era sencillo: creaban perfiles falsos y con ellos convencían a los usuarios de mandarles fotografías de desnudos o teniendo sexo. Una vez que las tenían en su poder, las divulgaban con mensajes sarcásticos: "miren a esta puta golosa que cayó hoy", “este dice que es activo pero con sus fotos demuestra que es bien pasiva”.

Sobre este deporte enfermizo de querer quemar al otro, en algún momento fui "víctima" de una de las páginas de Por Puta. Y entrecomillo la palabra "víctima" porque si bien, una de esas cuentas roló mis nudes sin mi consentimiento, en realidad no me reconocí como una víctima. Comenzaron a caerme followers y ligues. Acostumbrado al trolleo en redes sociales gracias a mi labor como DJ en antros gay, lo vi más como algo divertido y publicidad gratuita que como una tragedia que me arruinara la vida. Me la pelaron, aprendices de Regina George.

Al igual que las cuentas de Burn Book, las cuentas de Por puta fueron eliminadas, pero lo que se quedó fue la actitud malsana de querer “quemar” desde el anonimato.

¿Cady o Andy? ¡ Bitch, please, queremos ser Regina o Miranda!

Algo que resulta curioso es cómo en el universo de Mean Girls las antagonistas se convirtieron en figuras dignas de admiración, mientras que las otras, las chicas que podrían representar algún valor positivo, casi siempre resultan relegadas. ¿Por qué nuestra fijación con ser una Regina y no con ser una Cady? ¿Por qué no mejor ser incluso una Janis, con toda su actitud rocker, con su talento artístico y su sexualidad ambigua? ¿Pues no que muy queers? ¿Por qué nos resulta a los gays más atractivo sumarnos al lado oscuro? Acudamos a los números: basta con abrir Facebook para ver que la fanpage de Cady Heron suma apenas 92,000 likes, cuando la página de Regina cuenta con ya cerca de 3 millones de seguidores.

Cuando se hacen memes de Mean Girls por lo general aluden a Las plásticas y no a Cady. Aparentemente resulta más divertido ser una chica despiadada que no tiene empacho en decirle a su amiga que deje de decir “fetch” porque es algo idiota y nunca va a funcionar, que ser una chica que rompería su corona y le daría un trocito de ella a cada uno de lxs asistentes al baile. Resulta más memorable y atractivo decirle a tu amiga “¡bu, zorra!” que recordar que al derivar funciones en las que x tiende a 0, el límite no existe.

Pero esta fascinación de los gays por adorar a las villanas superficiales no se queda sólo en Mean Girls. En The Devil Wears Prada la figura a seguir no es Andy, la escritora y periodista, sino su tiránica, déspota y todopoderosa jefa Miranda. Se prefiere el glamour y la actitud altanera de la odiosa editora de Runway que el talento y la diligencia de su subordinada. Por supuesto habrá quien diga que mucho de esto se debe también al excelente trabajo actoral de Meryl Streep (icono gay), que se encuentra muy por encima del de Anne Athaway.

Sin embargo, ambas películas tienen rasgos comunes: la protagonista es un buen ser humano que entra en conflicto y casi es devorada por la vorágine de un mundo brillante y falso. Y su triunfo sobre este mundo, el final de la fábula, resulta olvidado por el espectador. Casi nadie se queda con la figura de una Andy que persigue su sueño de escribir, o con la figura de Cady Heron instando a las plásticas a dejar de serlo y pulverizando el sistema de castas de la escuela. Se prefiere, por mucho, ser una Regina George o una Miranda Priestly en su momento más bitchy. That’s all.

¿Por qué los gays olvidamos que estas películas son eso; ficción y mero entretenimiento, y tomamos lo más negativo y retorcido de ellas para llevarlo al plano de lo real? ¿Por qué no nos importa crear Burn Books virtuales y con ello joder vidas —esas sí reales—, con tal de ser populares? No, no queremos ser la talentosa o la correcta, la que supera la adversidad o la que se redime a pesar de sus errores. En esta generación en la que la virtud es una moneda devaluada y el verdadero valor de las personas se mide por likes, los homosexuales tristemente no aspiramos a la bondad o la generosidad, sino a ser la más bonita, la más cabrona: la más perra.

@PaveloRockstar