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Cultură

“No debemos olvidar a quienes dieron su vida”: John Carlos a 50 años de su carrera en CU

“Se trataba de algo mucho más grande que las medallas olímpicas”.
Ilustración: @sinmuchasfotos​
Ilustración: @sinmuchasfotos

Artículo publicado por VICE México.

“Es como volver a casa”, John Carlos responde a un reportero que le pregunta cómo se siente volver a la Ciudad de México cincuenta años después de los juegos olímpicos de 1968. Hace exactamente medio siglo, el 16 de octubre, el atleta estadunidense aprovechó los breves segundos que tuvo sobre el podio, tras obtener la medalla de bronce en la carrera de 200 metros, para enviar un mensaje al mundo: el entonces joven de 22 años levantó su puño en alto con un guante negro envolviéndolo, como una muestra de apoyo al movimiento Black Power y por los derechos civiles en EU.

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Durante un evento organizado en la CDMX por la Universidad de Arizona llamado “El poder del activismo deportivo: del Black Power en México 68 a la era Trump”, John Carlos recuerda la trascendencia que tuvieron aquellos juegos olímpicos. Cincuenta años después, aquella imagen se ha convertido en un ícono de la resistencia y la lucha por los derechos humanos. John Carlos es ahora un activista que dedica su vida a compartir sus experiencias para alentar a otros a luchar por un cambio social.

“No sé si las personas en México se dan cuenta de la importancia que tuvieron esos juegos olímpicos, por el momento histórico en el que se desarrollaron”, recuerda John Carlos y agrega que la vibra que se sentía en aquella época era contagiosa. “Entrar al estadio era como entrar en un organismo viviente. Pero la vibra en la ciudad reflejaba el sentimiento de esa época. Se trataba de algo mucho más grande que las medallas olímpicas”.

Al terminar el evento, me acerco con John Carlos para hablar un poco más sobre su vida como activista.

John Carlos

John Carlos. Foto: @fixzion

VICE: Hablaste de una vibra especial que se siente en la Ciudad de México.
John Carlos: Cuando llegué, a los 22 años, había una vibra muy única en la ciudad. Todo el mundo estaba emocionado por los juegos. Los colores, los pájaros, gente de todos lados del país y del mundo. Esa era la energía que había en la calle. Mucha emoción. Pero en los estadios era un escenario completamente diferente. Había una combustión, de toda esa gente que veníamos de otras partes del mundo para reunirnos en un estadio. Cuando se junta toda esa energía, algo se pone a andar. Pero luego te das cuenta de que hay una energía más grande que tu energía. Y es la de la gente que está parada en las tribunas, porque no solo era la emoción, sino la manera en que cada uno estaba conectado con los demás y con todo su entorno. Se dieron cuenta que Dios escogió uno por uno a los individuos, de todas partes del mundo, para que formaran parte del movimiento de esos juegos olímpicos.

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No creo que haya habido unos juegos olímpicos antes o después de los que ocurrieron en la Ciudad de México que hayan tenido la energía que tuvieron esos juegos. Y creo que la energía hace que todos pongan lo mejor de sí mismos.

En aquellos momentos, tanto Estados Unidos como México vivían momentos difíciles con respecto a los derechos humanos y la represión.
Las mismas fuerzas contra las que estábamos luchando en EU —injusticia, desigualdad— eran las mismas cosas por las que esas personas en México dieron su vida en ese momento. Y mientras ellos dieron su vida, alguien trató de cubrirlo. Para empezar, tres cuartas partes del mundo ni si quiera se enteró que eso había ocurrido. Y después, aquellos que sabían, se enteraban de noticias rebajadas como que habían sido quince personas, cuando en realidad fue mucho más grande y grave que eso. No debemos olvidar a quienes dieron su vida en ese momento. No debemos dejar que el gobierno ni nadie tape lo que ha ocurrido. Porque si lo permitimos, estamos condenados a que se repita lo mismo.

En esos momentos, la carrera se vuelve secundaria. No se trata de balancear tu vida como atleta y el activismo. La causa es mucho más grande que el deporte en sí. Yo aprecio haber tenido la oportunidad de formar parte del mundo deportivo, porque eso me dio la oportunidad de tener una voz. Pero una vez que tienes la voz, el atletismo se vuelve secundario a las cuestiones que verdaderamente importan.

No piensas en tu carrera o en tu trabajo. Mucha gente en ese momento creyó, 'John Carlos destruyó su vida. Nunca va a ser nadie, lo van a matar'… Pero cincuenta años después no estoy tan mal, no he perdido la cabeza. Sigo hablando de las mismas cuestiones, y creo que hemos crecido gracias a que algunos individuos han logrado entender cuáles son esas cuestiones que realmente importan y han hecho algo al respecto, así que veo un crecimiento.

¿Te consideras un activista o un atleta?
Los deportes son como la música. Son ondas. Pero son ondas universales. El deporte es igual, es universal. Y viaja por el mundo. Relaja. Es un momento en el que las personas pueden meditar. Como cuando la gente baila, o toca el piano, o corre lo más rápido que puede, o salta lo más lejos que puede llegar… esas son las cosas que te mantienen vivo. Y eso motiva a otras personas, que piensan que si alguien más lo puede hacer entonces todos podemos hacerlo. No se trata de mí cambiando el mundo, se trata de nosotros cambiando el mundo.

Hay un ying y hay un yang. Y si las cosas estuvieran bien no habría necesidad de atletas protestando. Si no estuvieran matando a personas y cometiendo abusos sin que nadie haga nada para arreglarlo, entonces habrá personas que tomen esas decisiones. Aquellos que defienden la verdad, la justicia y la equidad están destinados a brillar por los siglos.