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Espías rusos intentan detener que Suecia y la OTAN se acerquen

Según relatan las fuerzas de seguridad suecas, los espías del Kremlin estarían intentando prevenir activamente que Suecia ratifique el acuerdo que fortalecería sus vínculos con la OTAN.
Fuerzas suecas participan de un ejercicio de la OTAN 2016. (Imagen por Rebecca Floto/DVIDS)
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La policía secreta sueca (SAPO) está cada vez más preocupada ante la dramática escalada del espionaje ruso en su territorio. Así lo revelan algunas filtraciones publicadas por la prensa del país escandinavo. Y según confesarían las mismas fuentes del SAPO la presencia se explicaría con motivo de la proximidad de una fecha que los rusos consideran clave para Suecia: el 25 de mayo.

Entonces el hemiciclo escandinavo someterá a votación la ratificación del acuerdo Host Nation Support Agreement, en virtud del cual, Suecia aumentaría su colaboración con la Alianza Atlántica. En realidad, el acuerdo significaría que en adelante, las tropas de la OTAN puedan campar relativamente a sus anchas por el territorio sueco, y que tengan derecho a utilizar sus puertos y sus bases militares durante sus ejercicios o, incluso, en caso de emergencia.

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Las fuentes de la SAPO han comunicado a la prensa sueca que "Rusia está intentando alterar el debate sobre las políticas de seguridad suecas a través de comunicados públicos", y que esta actividad abierta habría estado acompañada por un incremento de la actividad encubierta. A pesar de que la SAPO está evitando deliberadamente dar más explicaciones de las necesarias — las acusaciones de espionaje son extremadamente sensibles en el ámbito de la política internacional — ha asegurado que ha detectado la presencia de personal afiliado a los servicios de inteligencia del Kremlin participando en conferencias cuyo objetivo no sería otro que intentar impedir que la colaboración de Suecia con la OTAN sea interrumpida.

Habría que leer el alambicado movimiento como un paso más en el aumento de las hostilidades diplomáticas con que Rusia pretende castigar al país escandinavo. El pasado 19 de marzo, dos días después de que la SAPO publicara su informe anual desclasificado, en el que detallaba las campañas de desinformación orquestadas por Rusia y su velada guerra psicológica, los medios de información suecos padecieron un severo ciberataque; el "ataque de interrupción del servicio" fulminó los portales de los siete mayores periódicos del país.

Este año, el informe de la SAPO también asevera que los miembros de la inteligencia secreta rusa en el extranjero (SVR) y los servicios de inteligencia militar (GRU) han llevado a cabo un exhaustivo y agresivo trabajo de exploración de las infraestructuras civiles y militares suecas. El año pasado, el informe identificaba a 10 agentes del SVR y del GRU entre la delegación de 37 diplomáticos con los que Rusia cuenta en Suecia; este año el informe advierte que la delegación del Kremlin habría tendido puentes entre las organizaciones radicales de extrema derecha suecas.

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Tales intercesiones se suman al extenso número de denuncias de incursiones rusas en el espacio aéreo sueco y en las aguas territoriales del país escandinavo.

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El comportamiento de los rusos encajaría con un estilo muy concreto de conflicto, acuñado por el general ruso Valery Gerasimov, jefe de personal de las Fuerzas Aéreas Rusas. Gerasimov se ha referido al movimiento como a una "guerra híbrida", o "como una guerra de nueva generación". O incluso como "la doctrina Gerasimov".

Cada uno la puede llamar como le venga en gana, pero la verdad es que los argumentos de Gerasimov son de peso; "en el siglo XXI hemos observado una tendencia cada vez más generalizada a disolver cada vez más las proverbiales fronteras que separaban los estados de guerra y paz. Sucede que las guerras ya no se declaran. Y sucede que, una vez arrancan, no siguen ninguna hoja de ruta conocida".

Es más, de hecho, asegura que gran parte de lo que el mundo ha presenciado de la Primavera Árabe o de las llamadas Revoluciones de Colores son formas de guerra como cualquier otra, y asegura que toda esta dinámica podría estar siendo orquestada en frente de nuestraS narices de manera deliberada para derrocar gobiernos e incautarse de tierras.

Las guerras son violentas y los países despilfarran enormes cantidades de sangre, de tiempo y de fondos para destrozar a sus enemigos. Claro que a diferencia de lo que dictaría la experiencia de los muchos que han luchado en ellas, para que exista una guerra no siempre tiene que existir la violencia. Una guerra consiste, básicamente, en un bando empleando toda la violencia que pueda para obligar a un segundo bando a hacer lo que el primer bando quiere. Las guerras estallan cuando la diplomacia entre dos o más países resultan insuficiente. Así lo corrobora el dicho: "la guerra es otra forma de política".

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Y el juego al que Gerasimov y otros han estado jugando es exactamente el contrario. Gerasimov se pregunta si sería posible emplear la presión subversiva policial para conseguir los objetivos de una guerra. Para decirlo de una manera más fantástica, sería como reconocer que "los juegos mentales de los Jedis serían una manera de hacer la guerra de otra manera, precisamente".

Y con ello no pretendemos decir que Rusia planee hacer en Suecia lo que ya hizo en el este de Ucrania. Sin embargo, durante los dos últimos años, cada acción militar rusa cercana al territorio ruso — también conocido como El Gran Robo de Crimea — ha venido precedida por esta clase de sucias jugadas. Y dicho esto, hay que reconocer que los rusos también se han dejado arrastrar por tonterías similares. Es decir, por estrategias consistentes en irrumpir en este u otro país por la cara, de manera violenta, aunque no utilizando armas abiertamente. En otras palabras, si el presidente Vladimir Putin puede conseguir lo que quiere sirviéndose de jugarretas mentales de Jedi, ¿por qué se molestaría en declararle la guerra a nadie?

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Durante la Guerra Fría, Suecia se postuló como país neutral y se abstuvo de participar en el Pacto de Varsovia o con la OTAN. Poco después de la caída de la antigua Unión Soviética, Letonia, Lituania y Estonia — las tres repúblicas exsoviéticas a las que se conoce como los países bálticos — se convirtieron en miembros de la OTAN.

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Aquel movimiento estaba destinado a cambiar las consideraciones estratégicas de Suecia. En realidad tampoco es que el antiguo mapa de la Guerra Fría implicara que Suecia estuviera sujeta a comerse ningún masivo movimiento de fuerzas en el vestíbulo de su pacifismo. Pero ahora el mapa ha cambiado. La OTAN no lo tendría tan fácil para defenderse en los países bálticos en caso de un hipotético ataque de Rusia. Lo cierto es que son países muy débiles que solo resistirían si la OTAN lo diese todo por ellos. Y para ello, las fuerzas de la OTAN deberían de cruzar Suecia y dependerían extremadamente del acceso al mar Báltico — bordeado por la frontera sueca.

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Además, algunas de las fuerzas más poderosas que Estados Unidos emplearía para defender a los países bálticos están en Noruega — o, en última instancia, sus vehículos están ahí. El cuerpo de marines de Estados Unidos ha destacado un buen número de tanques, de artillería y demás artilugios en una cueva en Noruega, en el interior de una formidable reserva "de emergencia en caso de guerra".

La idea sería que un buen número de marines saltarán a un puñado de aviones, se subieran a sus tanques, se lanzaran a la pista de aterrizaje y salieran rumbo a la batalla. El único problema sería que para ir de Noruega a los países bálticos habría que cruzar gran parte de Suecia.

De tal forma, el pedazo de terreno estratégico en todo el tinglado báltico, no sería otro que la isla de Gotland que flota, precisamente, en mitad del mar, a mitad de camino entre Suecia y los países bálticos. La isla, que durante mucho tiempo fue una fortaleza inexpugnable está hoy desprovista de toda seguridad. En los últimos años las fuerzas rusas han orquestado numerosos simulacros en la isla de Gotland. Lo cual, para esclarecérselo un poco a todos aquellos que no tengáis un doctorado por la universidad Militar de Estados Unidos, es un pista muy poco sutil.

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Y todo ello redundaría en una necesidad de vigilarlo todo desde muy cerca, por mucho que, nada de todo esto, debería de ser, necesariamente, un motivo de alarma. Pese a todo, deberíamos de contemplar al menos dos escenarios que podrían provocar que más de uno arqueara las cejas en señal de asombro. El primero consistiría en que los juegos mentales de Jedi de los rusos aumentarán, especialmente en el Báltico. El segundo podría terminar convertido en un auténtico diálogo de besugos en el que cada uno empiece a delirar y a revindicar para sí tierras que le pertenecen históricamente aquí y allá por todo el norte de Europa.

Claro que ahora mismo es demasiado temprano para anticipar si toda la operación de espionaje encubre alguna clase de operación mucho más grande. A fin de cuentas, la mayor parte del tiempo, la mayoría de las cosas no son síntoma de guerra alguna. Hasta que lo son.

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Imagen vía DVIDS