FYI.

This story is over 5 years old.

machismo

Acabo de darme cuenta: yo he sido machista

"Le dije a una exnovia que estaba engordando y que tuviera cuidado con eso. Había idealizado su cuerpo como algo solo para mí".
1524823893220-Nicolas-7
Fotografía de Nicolás Rodríguez Crespo vía VICE

El otro día comentaba con unos colegas una película en la que la protagonista sufre posesiones demoniacas una vez al mes. Uno de ellos, al que considero un tío muy comprometido con el feminismo, empezó a decir: "Bueno, si es una vez al mes, entonces como toda…" le interrumpí antes de que pudiera decir esa "s" final que nos englobaría a todas las féminas del globo terráqueo y me enfadé porque cayera en el cliché machista de las tías y su locura-transitoria-durante-la-regla.

Publicidad

Al rato me fui a casa sintiéndome culpable por haber reventado el "feminazómetro" y pensando que no era para tanto.

Pero claro que era para tanto. Que mi colega fuera feminista no había sido impedimento para que dijera aquello, probablemente sin pensar. Y ahí estaba el problema: en que no lo había pensado. Todos somos machistas en rehabilitación. Todos caemos en esos pensamientos automáticos, en esos comportamientos/comentarios machistas tan cotidianos que a veces pasan desapercibidos.


**LEE: **Qué puede pasarte si difundes un vídeo para denunciar un delito sexual


La diferencia radica en que algunos se dan cuenta y otros no. Algunos usan la palabra feminazi solo de manera irónica y otros como arma arrojadiza. Al primer grupo pertenecen estas chicas y chicos. Todos ellos reivindican la igualdad entre géneros y se declaran feministas pero, en algún momento, fueron conscientes de que no estaban actuando como tal. Estos son sus testimonios.

José M., 24 años

"No me ha pasado una sola vez, me pasa recurrentemente, que cuando me pongo a ver Ilustres Ignorantes y la invitada es una mujer, tiendo a pensar, de forma casi automática e inconsciente, que el programa no va a ser tan divertido como uno en el que los invitados fueran hombres".

Isabel, 25 años

"Durante toda mi adolescencia tuve como novio a un chaval de mi edad. Una tarde que estábamos enfadados no quise tener sexo con él y me forzó. No me forzó, supongo, como se fuerza a una extraña. Quizá yo no puse la resistencia suficiente: aunque apreté las piernas, no grité ni lloré, simplemente le repetí muchas veces y muy seria que no quería hacerlo e intenté que se me quitara de encima vagamente.

Después sí que lloré, y me fui automáticamente de su casa, pero no le di más importancia. Seguí con él. Ahora lo veo con perspectiva y sé que aquello ocurrió y no puse la resistencia que debería porque no lo consideré tan grave: asumía que podía hacerme aquello porque mi cuerpo le pertenecía de algún modo".

Publicidad

Foto vía usuario de Flickr simenon

Álvaro, 27 años

"Estando en pareja con una exnovia, siendo bastante más joven, le insinué, muy cabrón, que estaba engordando y que tuviera cuidado para que no fuera a más. En aquel momento me preocupaba su aspecto porque lo había idealizado, de manera egoísta, sólo para mí. Es una chica guapísima, y hoy yo no presionaría ni juzgaría de esa forma a nadie."

"Mi pandilla estaba formada exclusivamente por tíos y solía 'excusarme' en que las chicas eran mucho más coñazo, envidiosas y cotillas" — Belén

Belén, 27 años

"En mi adolescencia y primera juventud, mi pandilla era exclusivamente de chicos. Solía 'excusarme' por ello diciendo que las tías eran mucho más coñazo y hablaban de/hacían cosas que no me interesaban. A veces añadía la coletilla de que eran más envidiosas y más cotillas. Años después, sí tengo amigas mujeres".

Diego, 29 años

"Hace muy poco estaba en la oficina y le dije a una de mis compañeras de trabajo que era muy eficiente porque lo hacía todo muy bien. Automáticamente me surgió una especie de debate interno porque creo que lo que realmente era (y es) mi compañera es una tía lista. No sé qué le habría dicho si hubiera sido un tío, la verdad, pero sentí que estaba siendo machista al presumir que, como era mujer, no era lista sino eficiente".

Alberto, 25 años

"Recuerdo una noche en una discoteca en la que fui muy insistente con una chica. Después de pasar un rato juntos, se marchó y la perseguí hasta la puerta pidiéndole que se quedara conmigo. Al día siguiente y con la resaca me sentí muy mal y le escribí para disculparme, aunque a ella le pareció que estaba todo bien".

Imagen vía usuario de Flickr hdaniel

Publicidad

Daniel, 29 años

"Recientemente me sorprendí a mí mismo gritándole al coche que circulaba delante del mío y refiriéndome a su conductor o conductora en femenino, sin saber si era hombre o mujer. Aparte de ser un comportamiento agresivo al volante, sé que es —que fue— machista".

Juanjo, 27 años

"Es algo que me da mucho asco y que odio decir en voz alta. Cuando voy por la calle o veo en la televisión o en una revista a una tía que va con una falda muy corta o un escote muy pronunciado, sobre todo si estoy con otro tío —y esto me da más asco aún, porque es como reafirmar nuestra condición de "machos"— solemos hacer el comentario de "a esta le va el mambo". Como si nuestro criterio inútil fuera suficiente para juzgar la sexualidad de una tía. Es vomitivo, es putamente asqueroso, pero es una realidad".

Jimena, 26 años

"Mi problema viene cuando machismo y educación confluyen. Me peta la cabeza. Somos una familia de mujeres en la que mis tres hermanas, mis primas y yo hemos sido educadas para recoger y poner la mesa siempre. A día de hoy, mis hermanas y y yo seguimos siendo las pringadas siempre que nos reunimos. Y lo hacemos 'porque no nos importa'. Que es lo peor, lo hemos aprendido tan bien que es iniciativa nuestra. Y lo hemos naturalizado tanto que mis sobrinas nos imitan. Mis sobrinos no, claro. De igual manera, cuando se me rompe la persiana o la puertecica del lavavajillas ni me molesto en arreglarlo, llamo a mi cuñado y punto. Asqueroso".

"Somos una familia de mujeres en la que mis tres hermanas, mis primas y yo hemos sido educadas para recoger y poner la mesa siempre" — Jimena

Publicidad

Ana, 26 años

"Es una tontería pero hace poco fui a cenar a casa de una compañera de curro que tiene dos hijas. De camino pasé a un chino para comprarles un detalle a las niñas y elegí dos coronas de flores rosas y dos pintalabios de mentira. Las niñas no les hicieron ni puto caso en toda la noche y se pasaron la cena entera jugando con muñecos de Playmobil. Me sentí muy tonta. Mi yo-niña jamás jugaba con muñecas ni maquillajes y odiaba el rosa, y aun así asumí que a ellas les iban a encantar esos regalos únicamente porque eran chicas".

Pandora, 27 años

"Cuando me gusta un chico, hay un momento de pánico. Mejor dicho, dos. Uno es cuando noto que me estoy volviendo vulnerable, que empieza a tener un peso importante en mi optimismo, mis planes y mis ganas de irme a dormir para fantasear y montarme esa —casi siempre dañina—película.

El segundo, consecuencia del anterior, cuando noto que empiezo a amoldar mi discurso a lo que creo que espera o le gustará. Ahí es cuando me fallo, no solo porque pierdo mi espontaneidad, esa que tanta gente destaca en mí, sino porque mi feminismo cae en picado.No predico con mi propio ejemplo. Y, lo peor, no sé hasta qué punto está en mis manos controlarlo. Un amigo me dijo: 'con todo lo que eres, el amor es tu criptonita'. No sé bien qué significa porque nunca fui muy fan de las películas de superhéroes ni de cómics y creo que la cosa va por ahí, pero me lo puedo imaginar. Mierda de mito el del amor romántico".