Imanol en un telo en el Barrio de Recoleta
Artículo publicado por VICE ArgentinaLos telos y las enfermedades de transmisión sexual tienen algo en común: están presentes en nuestras vidas pero preferimos hacer como si no existieran. Además, ambas cosas están vinculadas con el placer. Quizás por eso las ocultamos. Somos más cristianos de lo que pensamos. Sin embargo los telos vuelven a estar en agenda: la Legislatura de Buenos Aires aprobó un proyecto del legislador porteño Sergio Abrevaya para permitir que ingrese más de una pareja por habitación y así revertir la baja en la rentabilidad que están teniendo los moteles. Esta crisis económica es la crisis del placer.Esta idea de Abrevaya surgió luego de que la Cámara de Propietarios de Alojamientos señalara una pérdida de la rentabilidad en el último tiempo superior al 60 por ciento. Le adjudican esa baja al aumento de las tarifas y a la inflación galopante. La entidad estima que los telos generan más de dos mil puestos de trabajo en la Ciudad. Sin embargo, algunos ya empezaron a cerrar, como el famoso Jota Jota, ubicado en el barrio de Núñez.La ley sancionada viene a reinventar a la institución telo. La finalidad del proyecto fue modificar la regulación vigente, que responde al Código de Habilitaciones y Verificaciones, sancionado en 1978 durante la última dictadura militar.
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El punto fuerte del texto es el siguiente: “La cantidad de personas debería adecuarse al espacio mínimo de la habitación, y no limitarla a dos personas sin considerar las cuestiones espaciales de las habilitaciones". Bienvenidos los swingers.Otro punto interesante del proyecto es que buscará permitir que los telos puedan colocar publicidad en la vía pública y también en los medios de comunicación ¡afuera el ocultismo!. Además, van a poder ofrecer comida (“minutas”, más precisamente).La persona que impuso la vieja legislación del 78 que limitó la actividad de los moteles fue el intendente de facto Osvaldo Cacciatore. Pero, ¿qué era lo que le preocupaba? Una respuesta rápida: la revolución. Durante los dos años anteriores a que se produjera el golpe del 76 (o sea, en el 74 y el 75) militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo ocuparon diversos telos en Córdoba para planear el copamiento de la Fábrica Militar de Villa María, una localidad de esa provincia, y también para organizar uno de los enfrentamientos más grandes de la guerrilla argentina contra los militares: el terrible asalto al Batallón de Arsenales de Monte Chingolo.Probablemente el legislador Abrevaya no estuvo interesado en la revolución socialista al momento de presentar este proyecto, pero igual fue consultado para saber qué lo motivó a redactar este proyecto. El legislador dijo: “El problema de la actividad de los moteles es que antes se los estigmatizaba porque se los consideraba, en la legislación de la dictadura, como actividades tolerables, o sea, no honorables e inútiles”. Para revertir esa idea negativa Abrevaya piensa que los telos “tienen que ser pensados como un hotel normal, donde pueden entrar más de dos personas por habitación”.
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El legislador también señaló que ya hubo una modificación en la regulación de los albergues transitorios: en el 99 se permitió que puedan ir parejas homosexuales, ya que en la legislación de la dictadura sólo podían ingresar dos personas de sexo diferente. Pero en esa modificación no se trató la posibilidad de que ingresen más de dos personas por cuarto.A Abrevaya también le preocupó la situación económica de los telos, que son fuente de trabajo para muchas personas. El legislador señaló que “en los últimos diez años cerraron 50 telos, ahora quedan solo 130 de los 180 que había en la Ciudad”.Si bien a los albergues transitorios se los empezó a regular a fines de los 70, los telos ya tenían una historia bastante larga en la Ciudad. El libro Telos, un mapa de la sexualidad porteña, de Juan Pablo Casas, recopila la historia de los albergues en la ciudad: su edad de oro fue a mediados de los años 30, luego de que se prohibiera por ley los prostíbulos. En ese momento, para poder coger tranquilas, las personas pagaban por hora para usar habitaciones de casas particulares o posadas.A partir de ese momento el negocio se fue refinando y para los 50 y los 60 ya existían telos más similares a los que conocemos hoy en día. Sin embargo, los tabúes de la época (aún presentes) generaban que aquellos que querían ir a coger tranquilos les diera vergüenza ser vistos. ¿Cómo se resolvió el problema?: permitiendo el ingreso con autos.
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La institución del auto que transporta a los amantes para que la pasen de perlas en la cama se oficializó rápidamente, incluso llegó a nuestros días. Consulté a una amiga, nacida y criada en el Conurbano, sobre su experiencias como adolescente en los telos y me dijo que “cuando salías del boliche te subías a un remis que te llevaba hasta el telo”, incluso “el remisero podia pedirte el turno y después llevarte hasta la habitación”. Los telos quedaban por la autopista Panamericana y la ruta 202. “Los más chetos tenían una cochera privada pegada a la habitación”, contó mi amiga. Para despejar dudas: no hay evidencia de que alguna vez alguien haya metido a un tercero en el baúl. O al menos ella no lo hizo.En los últimos años los telos dejaron atrás su estética trash y bizarra, muy típica de los años 90 ya que en ese momento aparecieron las habitaciones temáticas: pirámide egipcia, ateneo griego, jungla tropical, entre otras opciones. Por supuesto que también dejaron de ser centro de operaciones revolucionarias. El emblemático Jota Jota, que será demolido, fue insignia de una nueva estética que buscó reinventar lo hoteles de alojamiento: luz natural, colores claros, decoración con arreglos florales.Al indagar sobre los nuevos usos de los albergues transitorios encuentro la siguiente historia: una pareja de amigas, que llevan casadas un poco más de dos años, festejan sus aniversarios pasando la noche en un telo. “Vamos a pasar la noche a los telos que tienen pernocte con desayuno”, cuentan. También dan detalles de lo que hacen: “Llevamos comida en un taper y a veces también tintura para el pelo, entonces cenamos y nos teñimos”. Después cogen.La primera vez que visité un telo fue por error. El plan original era pasar la noche con un amigo en el Hotel Sheraton, uno de los más caros de la ciudad. Llegamos al Sheraton después de una fiesta, pero la recepcionista no nos dejó registrarnos porque no teníamos tarjeta de crédito para dejar como garantía. Eso fue lo que ella dijo, pero quizás no nos dejó entrar porque cuando nos acercamos al mostrador nos miró a los ojos: no dábamos con el perfil (ni con el estado óptimo) para estar en ese lugar.De ahí nos fuimos en un taxi hasta un telo de Recoleta. No nos juzgaron. Pudimos entrar y hacer el after en una habitación con jacuzzi y con botellas de cerveza que aparecían, como por arte de magia, en un placarcito que se iluminaba cada vez que llegaba una nueva. Un último detalle: los moteles son los únicos albergues que están en cada uno de los barrios de la Ciudad. En definitiva un telo es diversión democrática, accesible para todos, todas y todes en cualquier lugar donde uno esté.Sigue a Imanol en Twitter
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El punto fuerte del texto es el siguiente: “La cantidad de personas debería adecuarse al espacio mínimo de la habitación, y no limitarla a dos personas sin considerar las cuestiones espaciales de las habilitaciones". Bienvenidos los swingers.Otro punto interesante del proyecto es que buscará permitir que los telos puedan colocar publicidad en la vía pública y también en los medios de comunicación ¡afuera el ocultismo!. Además, van a poder ofrecer comida (“minutas”, más precisamente).
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