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Mojados, enfermos y atrapados: miles de niños, víctimas de la crisis fronteriza europea

VICE News sigue en el campamento de refugiados de Idomeni, en Grecia, donde se cree que un tercio de los 13.000 migrantes y refugiados atrapados en su insalubre lodazal son niños. Lo peor del caso es que todo apunta a que la situación va a empeorar.
Photo par Harriet Salem/VICE News
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Para los miles de migrantes y refugiados atrapados en la frontera de Grecia y Macedonia, el sueño de alcanzar Europa se está convirtiendo en la peor de sus pesadillas. El cierre de las fronteras, el mal tiempo y el hacinamiento de la muchedumbre han convertido el campamento de Idomeni, en Grecia, en el escenario de una palmaria crisis humanitaria.

Aliyah Hussein envuelve a su bebé entre sus brazos para apaciguarla. "Se pasa la mayor parte del día llorando. Y luego, al caer la noche, en el interior de la tienda, puedo escuchar un sonido que proviene de su pecho, cada vez le cuesta más respirar", relata a VICE News. La pequeña, que tiene solo 13 meses, padece una infección ocular y respiratoria. "Los médicos le han dado medicinas, pero está empeorando a cada día que pasa. Nada hace pensar que vaya a mejorar".

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Se estima que alrededor de una tercera parte de los 13.000 migrantes y refugiados atrapados en el campamento son niños. Y entre estos, se cree que el 20 por ciento de los mismos son menores de cinco años. Así lo atestiguan desde Médicos Sin Fronteras (MSF).

"No existe la manera exacta de saber cuánta gente hay aquí, pero de lo que no cabe duda es de que la cifra aumenta a cada día que pasa. Y que las condiciones están deteriorando a marchas forzadas", confiesa a VICE News Cristian Reynders, vicecoordinador del destacamento de urgencia de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Idomeni. "Esto jamás fue concebido como un campamento en el que quedarse. Es simplemente un campamento de tránsito y hay gente que lleva aquí atrapada varias semanas".

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Mujeres y niños esperan junto a la frontera de Macedonia en el campamento de Idomeni, con la esperanza de convertirse en alguno de los pocos admitidos en el siguiente paso fronterizo. El bloqueo de Europa apunta a que muchos de ellos no lo conseguirán. (Imagen por Peter Kiehart)

Por la noche cientos de personas se acurrucan junto a las hogueras en busca de calor. El problema es que la escasez de madera ha provocado que la gente esté empezando a quemar lo primero con lo que se encentra. Y eso está generando una humareda tóxica que se está desplegando de noche por todo el campamento. "Aquí la gente quema cartón, plásticos, ropa, cualquier cosa que caiga en sus manos. Y eso está disparando los problemas respiratorios. Especialmente entre los niños", cuenta para VICE News Nick Sarchet, un enfermero de primeros auxilios que colabora como voluntaria en los exigidos servicios de ambulancias del campamento.

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"La gente que había llegado enferma está viendo cómo sus problemas de salud se multiplican. Lo más preocupante es el riesgo cada vez más extendido de que personas jóvenes, viejas o con problemas de asma puedan llegar a experimentar complicaciones que les dejen a las puertas de una neumonía".

'Es abominable y totalmente inaceptable que alguien en Europa deba vivir en estas condiciones'.

Durante la última semana dos niños del campamento han sido trasladados de urgencias al hospital más cercano. Uno presentaba un cuadro agudo de insuficiencia respiratoria, mientras que el segundo se electrocutó mientras jugaba en las vías del tren.

Habida cuenta de que el campamento está completamente desbordado, hay siete veces más personas de las que puede absorber, las colas para recolectar comida serpentean ahora la carretera principal del asentamiento y hay que aguantar alrededor de tres horas a la intemperie para hacerse con una taza de sopa y con un sandwich.

Los migrantes reciben su porción de comida en la furgoneta desde la que los voluntarios distribuyen los escasos alimentos que quedan en Idomeni. (Imagen por Harriet Salem/VICE News)

"A mí me resulta muy duro hacer estas colas. Me desmayo", relata Manal Yesin, una mujer de 37 años que lleva a su hijo en brazos. Yesin está embarazada de cuatro meses y huyó del campo de refugiados palestinos de Yarmouk, una provincia Damasco, que ha sido escenario de algunas de las batallas más sangrientas de la devastadora guerra de Siria. Su marido fue asesinado en enero. Ella viaja sola con dos niños.

Apenas le queda dinero y tiene a dos pequeños a los que sustentar, así que no le queda otra, tiene que hacer la cola de la comida pase lo que pase, por muy larga que sea. "Tengo muchos dolores [provocados por el embarazo] y los médicos dicen que si no hay hemorragia, pues que entonces no hay nada que puedan hacer por mí aquí", relata.

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Las mujeres embarazadas suman alrededor del 2 por ciento de los casos con los que lidian los servicios médicos de MSF. Algunas de ellas han sido enviadas al hospital urgentemente después de ponerse de parto en pleno campamento. "Es extremadamente preocupante que las mujeres se vean obligadas a dar a luz en estas condiciones y que lo tengan que hacer casi a diario", explica Reynders. "Las estamos derivando a los hospitales, pero el caso es, después de ser atendidas allí, regresan al campamento con recién nacidos entre los brazos. Resulta abominable y completamente inaceptable que alguien en Europa deba vivir en estas condiciones — es simple y llanamente vergonzoso".

El temporal de lluvia y de viento que se cierne sobre Idomeni ha exacerbado las deplorables condiciones del campamento. Las lluvias torrenciales que han caído durante las noches han inundado el campo, que se ha convertido en un dantesco lodazal en el que las ropas y las mantas de los migrantes han quedado completamente empapadas. Un puñado de los insalubres refugios desplegados en los campos de los alrededores son resistentes al agua, pero apenas sirven para cobijar a unos cuantos. En el principal asentamiento muchas tiendas han sucumbido al aguacero, así que ahora se ven muchas de ellas concebidas para dos personas en las que están viviendo hacinadas familias enteras con un frío que les cala los huesos.

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Los campos de Idomeni han quedado inundados después de la fuertísimas lluvias. (Imagen por Peter Kleheart)

"Al principio el agua se filtraba por las rendijas y las oberturas de la tienda, así que intentamos contenerla con mantas. Después de una hora en la que llovió de manera ininterrumpida, la tienda se convirtió en un enorme charco", relata Hassan Abdullah, de 37 años, a VICE News, a la mañana siguiente del gran aguacero. Después de intentar mover la tienda en mitad de la noche y fracasar, su familia se vio obligada a embutirse en la tienda de un vecino. "No teníamos espacio para estirarnos, así que al final nos quedamos los adultos sentados durante toda la noche con los niños durmiendo en nuestros regazos — se pasaron la noche temblando de frío en nuestros brazos".

'Me fui de Siria porque pensaba que allí encontraría la muerte… Ahora me pregunto si no la encontraré aquí'.

Rand Lamiyah tiene 34 años, padece parálisis cerebral y viaja en una silla de ruedas. Haber dormido en un suelo húmedo y con este frío le ha dejado extremadamente dolorido, y ahora apenas puede caminar. Así que ahora depende de sus amigos, los únicos que pueden desplazarle por el lodazal. "No puedo utilizar ni los baños ni las duchas", cuenta a VICE News. "Me fui de Siria porque pensaba que encontraría a la muerte allí….Ahora me pregunto si no la terminaré encontrando aquí".

Los migrantes secan la ropa mojada y los zapatos empapados tras el aguacero caído de madrugada. (Imagen por Harriet Salem/VICE News)

Cuando sale el sol los migrantes intentan secar sus pertenencias. Algunos despliegan sus zapatos boca abajo en lo alto de los palos que sostienen las tiendas, otros cuelgan sus ropas en los árboles y en el alambrado que circunda el campamento. La incertidumbre planea como un masivo interrogante sobre el futuro de casi todos los presentes.

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El pronóstico meteorológico ha anunciado más lluvias en los próximos días y parece que el ejecutivo europeo planea un violento plan de choque para contener una crisis humanitaria de la que parece que ya no quiere hacerse cargo. El martes por la noche, Europa dio algunos pasos más para convertirse en un inquietante proyecto de fortaleza inexpugnable.

Serbia y Eslovenia ya han anunciado que también prevén incrementar las restricciones y la seguridad en sus respectivas fronteras y que no lo van a poner nada fácil. Aseguran que solo dejarán pasar a aquellos que tengan los documentos en regla y que estén manifiestamente necesitados de ayuda humanitaria, un rasero que resulta casi grotesco aplicar en situaciones como esta. Basta con echar un rápido vistazo al campamento de Idomeni, para detectar a cientos de miles de personas manifiestamente desesperadas por sobrevivir. Aquí, en Idomeni seguirá lloviendo y la gente seguirá arrastrándose por el lodazal sin apenas nada que llevarse nada a la boca, sin siquiera la miserable garantía de poder dormir con los pies secos.

"Las condiciones de Idomeni son miserables, calamitosas. La ayuda humanitaria es casi nula, las condiciones son cada vez más insalubres y los campos están inundados", cuenta Peter Bouckaert, director del programa de situaciones de emergencia de Human Rights Watch (HRW). "Contemplar escenas tan agónicas en Europa resulta devastador. Esto no es un desastre natural, esto es algo provocado por el hombre y sus dirigentes".

Sigue a Harriet Salem en Twitter: @HarrietSalem

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