El Mobilem World Congress, esa cita anual que reúne a los profesionales de la telefonía móvil, cuna y punto de partida de las nuevas y revolucionarias tecnologías que impregnarán nuestras vidas digitales durante los próximos años. Edición tras edición, el MWC sirve de escaparate para el progreso humano, un paisaje en el que las “nuevas tecnologías” se solapan con las “viejas tecnologías” y las aniquilan, creando un juego de supervivencia y asesinato que deja desterradas a todas aquellas antiguas novedades que antaño sorprendieron al mundo entero. Es un cementerio para todos esos viejos inventos que ahora resultan mediocres y arcaicos, como esos primeros móviles con melodías polifónicas o los que tenían la brillante capacidad de hacer fotos, cacharros novedosos que ahora se perciben como basura tecnológica.
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Lejos de interesarme las novedades que acontecían en este MWC19, decidí pasarme por la Fira de Barcelona para rendirle homenaje a todos esos viejos móviles olvidados, esos que unos años atrás fueron la gran novedad del certamen. De este o de algún otro. Me hice con un Nokia 5220 equipado con una cámara de dos megapíxeles para retratar el futuro desde el pasado. Lanzado en 2008, estaba preparado para retratar este 2019.
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