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Identidad

Estudiantes cuentan cómo fueron humillados por sus profesores

Racismo, acoso sexual y abusos por parte de gente que debería educar y proteger a los estudiantes.

Artículo publicado originalmente por VICE Alemania.

Además de la vergüenza y el desamor, mucha gente guarda recuerdos dolorosos de la escuela. Algunos de estos están relacionados con el acoso escolar o sexual, la violencia o el racismo. Los niños pueden ser muy crueles e inocentes. Pero los profesores también juegan un papel importante en estos casos.

En muchos colegios, se encuentran profesores que promueven una atmósfera de miedo en el aula, acosan a los niños y abusan de su poder. Y a menudo no se hace nada al respecto. Los niños tienen miedo de hacer algo, de que sus quejas no se escuchen o de que la situación empeore. Para algunos, cambiar de escuela es la única vía de escape.

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Hablamos con seis estudiantes alemanes de los abusos que sufrieron por parte de profesores en la escuela y sobre cómo les ha afectado.

Felicia*, 19 años: “Mi profesor le contó a toda la clase que yo tenía depresión”.

Siempre había disfrutado de una relación normal con mis profesores. Era diligente y nunca me metía en problemas. La única queja que podían tener era que había faltado muchos días porque tenía depresión e insomnio. Mi madre tuvo que llamar a mi profesor y decirle lo que me pasaba. En vez de mantenerlo en confidencialidad, me avergonzó en frente de toda la clase, haciendo hincapié en que en realidad “solo era vaga”.

Mi amiga me contó lo que había hecho y yo estaba muy avergonzada. Me culpé a mí misma. En vez de criticar al profesor, me convencí de que la depresión no era tan mala y que simplemente yo era débil. El año siguiente, cambié de colegio. El nuevo profesor fue increíblemente comprensible, me ayudó a estudiar e incluso llamaba a casa para ver cómo estaba. Si no hubiese cambiado de escuela, nunca hubiera dejado de odiarme a mí misma.

Jana*, 18 años: “Mi profesor dijo que debería ponerme una minifalda para que todo el mundo tuviera algo de lo que reírse”.

Mi profesor de matemáticas acosaba a las chicas. Nos miraba de arriba abajo durante las clases, nos tocaba en el hombro y acariciaba los muslos. Cuando tenía 16 años, tuvimos que correr escaleras arriba para un experimento. Alguien se tropezó y yo empecé a reír. Cuando me tocó a mí, el profesor me dijo que debería ponerme una minifalda, para que “todos tuvieran algo de lo que reírse”.

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Hacía comentarios sobre mi ropa constantemente, tanto que empecé a llevar pantalones grandes para no llamar la atención. Pero él siempre encontraba algo que mencionar. Durante los exámenes, tenía que darle mi teléfono en la mano y decía: “Me gustaría ver las fotos que tienes”. Lo denunciamos varias veces al colegio, sin éxito. Cada vez que nos quejábamos, nos castigaban.

Sama*, 17 años: “Me humillaba porque se me daba mal el inglés, ‘aunque soy negra’”.

Uno de mis profesores aprovechaba cualquier oportunidad para humillarme. Era la única estudiante negra de mi clase y la gente me acosaba. Cuando alguien decía algo racista, me quejaba al profesor. Sin embargo, nunca hacía nada porque él pensaba igual que mis compañeros.

A menudo me gritaba, me llamaba “refugiada” y decía que debía considerarme afortunada porque él pagaba impuestos por mí y por mi familia. Cuando estábamos en clase de inglés, decía en frente de toda la clase: “Eres negra, ¿por qué ni siquiera puedes hablar inglés?”.

Fueron años difíciles para mí. Llamaba a mi madre y lo usaba como excusa para acosarme. Nos gritábamos el uno al otro, pero nunca hice nada más. No quería molestar a mis padres con ese tema.

Lina*, 18 años: “Mi profesor convertía todo en indirectas sexuales”.

Uno de los profesores más mayores era conocido porque siempre lanzaba indirectas sexuales. Siempre decía groserías cuando enseñaba cualquier tema. Si veía una chica mascando chicle, preguntaba: “¿Te lo tragas o lo escupes?”.

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Una vez enseñó una estatua de Venus desnuda a los chicos de la clase y preguntó: “Bueno, chicos, ¿creéis que tiene unas tetas terribles?”. Cuando hablábamos de algún caso de violación que había salido en los periódicos, decía a algún chico: “Sé sincero, tú también violarías a una mujer, si te apetecería”. Puse una queja al colegio, pero nunca recibí respuesta.

Sandra*, 18 años: “Una profesora me encerró en un cuarto oscuro porque llevaba puesto un pantalón pirata”.

Voy a un colegio muy religioso. Hay una norma que prohíbe a las chicas llevar pantalones cortos o faldas. Es muy molesto, especialmente en verano cuando hace calor fuera. Cuando tenía 14 años, me salté la norma un día y llegué a la cafetería del colegio con un pantalón pirata. Una profesora me cogió del brazo y me sacó a rastras. Intenté suplicar, pero me llevó a un cuarto de limpieza y me encerró allí hasta después del almuerzo.

Lloré todo el tiempo. Mis amigos estaban horrorizados, pero no quisimos reportar el incidente porque era una profesora popular y teníamos miedo de que nos bajara la nota. Echando la vista atrás, ojalá hubiera hecho algo.

*Se han cambiado los nombres y detalles para mantener el anonimato.