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Identidad

El Papa y lxs putos: ¿qué cambió?

Francisco, el Papa de la Iglesia católica, declaró en un documental estrenado el pasado miércoles en el Festival de Cine de Roma que está a favor de la unión civil de parejas gays y lesbianas.

Hoy, 21 de octubre de 2020, el mundo amaneció plagado de titulares que, como ya nos tiene acostumbradxs este año tan desconcertante, tarda unx en cerciorarse de su veracidad al punto de no saber si lo que se está leyendo es real, fake news o un mal chiste. “El Papa Francisco apoya las uniones homosexuales”, exclamaron diarios y portales alrededor del mundo, algunos con júbilo, otros con rabia. Con el estreno de Francesco, documental sobre la vida y obra de Jorge Bergoglio, actual Papa de la Iglesia católica, esta institución parece haber querido orquestar y asentar un cambio en cuanto a su postura sobre la homosexualidad y las parejas del mismo sexo. Pero, a pesar de estas últimas declaraciones y algunas otras que, esporádicas y ambiguas, Francisco viene haciendo sobre el colectivo LGBTQ desde su asunción en 2013, no podemos dejar de preguntarnos: ¿hay algún cambio tangible? ¿Cómo pasó Bergoglio a hablar de una “guerra de Dios” contra el matrimonio igualitario en 2010, cuando todavía era cardenal en Argentina, a respaldar la unión de parejas del mismo sexo una década después? Y por sobre todo, ¿importa lo que un Papa pueda opinar acerca de cosas que le resultan ajenas, lejanas y desconocidas, tales como el matrimonio, la familia o el deseo?

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“Las personas homosexuales tienen derecho a estar en la familia. Son hijos de Dios y tienen derecho a una familia. No se puede echar de la familia a nadie ni hacerle la vida imposible por eso. Lo que tenemos que hacer es una ley de convivencia civil. Tienen derecho a estar cubiertos legalmente. Yo defendí eso”, dice Francisco en el documental. Sus palabras, cuidadosamente elegidas, pueden malinterpretarse si se leen de sopetón, aunque este método no sorprende. ¿Qué dice precisamente? ¿Pueden las parejas homosexuales contraer matrimonio? No, pero podemos darles una ley hueca y con un nombre especial solo para que cuenten con los pocos beneficios económicos que el capitalismo le otorgó al casamiento. ¿Pueden las personas homosexuales formar una familia? ¿Pueden adoptar? Claro que no. Pueden tener su familia; es decir, a la que ya pertenecen: padre, madre, hermanxs, quienes no deben rechazar a sus hijos putos, a sus hijas tortas y a sus hijxs trans; pero de ninguna manera pueden ellxs formar una familia propia.

Para sumar ambivalencia, Francesco incluye una historia del Papa alentando a una pareja de hombres italianos para que lleven a sus hijos a la parroquia a la que asistían. Aunque aseguran que fue muy beneficioso para los niños, en el documental también uno de ellos aclara: “Francisco no mencionó cuál era su opinión sobre mi familia. Probablemente él está siguiendo la doctrina en este punto”. 

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Este es el modus operandi que tuvo su papado desde el principio con respecto a la comunidad LGBTQ: declaraciones ambivalentes y titulares vacíos que pueden ser tomados para un lado y para el otro, pero siempre acompañados de un asterisco, una aclaración por lo bajo que no suele repercutir demasiado, pero que quita toda duda y arrebata cualquier atisbo de progreso. Así mismo pasó con sus difusos dichos sobre la comunidad travesti/trans: mientras llama a no dejarlxs de lado y “acompañarlos como haría Jesús”, también aclara: “No digáis que el Papa canoniza a los transexuales. Quiero ser claro: Es un problema moral”. 

También fue claro cuando en 2010, todavía como arzobispo de Buenos Aires y mientras Argentina estaba al borde de ser el primer país de Latinoamérica en legalizar el matrimonio igualitario, dijo: “El pueblo argentino deberá afrontar en las próximas semanas una situación cuyo resultado puede herir gravemente a la familia. Está en juego la identidad y la supervivencia de la familia: papá, mamá e hijos. Está en juego la vida de tantos niños que serán discriminados de antemano. No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios". 

En ese entonces, la Iglesia utilizó su voz y su poder tanto fuera como dentro de las Cámaras de Diputados y Senadores, y ejerció un rol activo para intentar evitar que se legalizara el matrimonio igualitario en Argentina. Bergoglio incluso sacó un libro ese mismo año en el que dice que las leyes que asemejan las relaciones homosexuales al matrimonio son “una regresión antropológica”, y lo preocupado que está ante la posibilidad de que parejas homosexuales puedan adoptar porque “podría haber chicos afectados”. De todos modos, a pesar de su rechazo acérrimo al matrimonio y a cualquier cosa que se le acerque, presionaron para achurar la ley de matrimonio igualitario y convertirla en una ley de unión civil, sin el derecho a adoptar ni a llamar a las cosas por su nombre. 

Pero la ley salió como tenía que salir: completa y con fritas, ya que al poco tiempo Argentina aprobó además la ley de identidad de género, que también en vano intentaron boicotear. Desde entonces, la postura de Bergoglio, ahora Francisco, es la de la Iglesia misma: se limita a aceptar el mínimo indispensable, siempre a regañadientes. La Iglesia no está cambiando, simplemente se está adaptando a los cambios coyunturales que, a pesar de haber intentado con todas sus fuerzas, no logró evitar. Nada hay ahí que sea digno de aplauso. Lo único que se puede rasquetear del fondo de esta olla quemada es la posibilidad de que, incluso con estos dichos insignificantes que poco hacen para cambiar las prácticas discriminatorias y abusivas que sufre la comunidad LGBTQ en todo el mundo, haya alguna madre o algún padre a quien esas palabras insulsas le basten para aceptar a su hijx.