Futuro drogas
Ilustración por Tiffany Bazán. 
Edición 7: FUTURO

El futuro de las drogas llegó hace rato

La humanidad cada vez perfecciona más la química de la percepción. Y la brújula que guía las investigaciones y las regulaciones sobre las drogas es y será política.

Este texto hace parte de ¿Hay futuro?, nuestra séptima edición. Desde el 17 de marzo hasta el 26 de marzo estaremos publicando contenidos de este especial. Encuéntralos dando clic aquí.

¿Neuropolicías que anulan el efecto de las drogas recreativas? ¿Pastillas inteligentes que revelan a un juez que no continuaste con el tratamiento de desintoxicación que te ordenaron? ¿Bloqueadores neuronales que desactivan el cosquilleo del éxtasis? ¿Qué tal una cerveza que no emborracha pero es igual de efectiva para el relax? ¿Qué te parece un tratamiento contra el uso o abuso de drogas que te prive del placer? ¿Voluntario o involuntario? ¿Lo decidirás tú, la familia o el Estado? 

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El futuro de las drogas, ilegalizadas o no, es promisorio en preguntas y escurridizo en respuestas. La tecnología y las investigaciones aplicadas están abriendo un mundo de interrogantes por momentos fascinante, por momentos aterrador. 

Bloqueadores neuronales para drogas de abuso

Con el apoyo financiero y discursivo del National Institute on Drug Abuse (NIDA), el gobierno de Estados Unidos invierte en una farmacoterapia para inhibir los efectos de las drogas de tráfico ilícito en el sistema nervioso central desde los años 90.

Las investigaciones buscan bloquear los receptores cerebrales con agonistas y antagonistas químicos o alterar ligazones moleculares de los neurotransmisores. La principal línea de investigación intenta frenar la comunicación celular entre drogas de tráfico ilícito y los centros de activación neuronales, modulando artificialmente los neurotransmisores como la serotonina, dopamina, noradrenalina, el glutamato o el ácido γ-aminobutírico (GABA). Es decir, alterando el conjunto de señales químicas que desprenden y regulan nuestra actividad motora, la memoria, la cognición, el deseo y casi todo lo que pasa en el cerebro.

Vacunas contra cocaína, marihuana y alcohol

La vacuna Rimonabant SR141716 bloquea los receptores endocannabinoides CB1 y los científicos que aún la estudian en animales prevén que podría frenar el deseo de usar alcohol, cocaína y nicotina. Ya se estudió que su administración en humanos disminuye sensiblemente el colocón de la marihuana

La vacuna TA-CD, que corta el deseo de usar cocaína, es una de varias que está en fase II de ensayo clínico. Cuando alguien tiene una sobredosis de cocaína y llega al hospital es inyectado con anticuerpos para salir de la crisis. Esos mismos anticuerpos aplicados regularmente podrían tener un efecto contra la compulsión y el deseo de usar cocaína. 

“Este enfoque es teóricamente posible para casi todas las drogas (ilegales), pero las técnicas para que el cuerpo genere su propia respuesta inmune a una droga actualmente no funcionan tan bien como la vacunación contra un virus como la poliomielitis. Sin embargo, es probable que esto cambie a medida que haya más esfuerzos en el desarrollo de vacunas", advierte el neuropsicofarmacólogo inglés David Nutt en su libro Drugs without the hot air: Minimising the harms of legal and illegal drugs, publicado en 2020. 

El NIDA, referencia obligada para miles de especialistas en todo el mundo que trabajan en la terapéutica de las adicciones, insiste en reformar leyes para permitir el tratamiento químico contra el uso de drogas en sus cárceles, ya que estiman que solo el 20% de los prisioneros recibe terapia contra las drogas.

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Alcohol psicotrópico sin malestar

Nutt y su equipo estudian la manera en que ciertos neurotransmisores interactúan con el alcohol. Examinan cómo el receptor GABA Alpha-1 controla el efecto sedativo de esta sustancia y cómo, al consumirla, el Alpha-5 hace perder la memoria y el Alpha-3 regula la euforia y la felicidad.

El neuropsicofarmacólogo trabaja con benzodiacepinas y saborizantes artificiales en una bebida sin alcohol de similares efectos a los espirituosos comerciales y semejantes propiedades organolépticas. También proyecta una “píldora de la sobriedad” que acabe con la borrachera y la resaca

“Podríamos hacer que el alcohol sea más seguro combinándolo con una variedad de agonistas inversos que contrarresten sus efectos negativos sobre los otros tipos de receptores GABA (que ligan la señal química del alcohol a efectos corporales)”, explica Nutt. 

Antibiótica adicción

La farmacología encontró en el antibiótico D-cicloserina un “potenciador cognitivo”. Actúa como agonista parcial de un tipo de receptores de glutamato, por lo que baja la ansiedad o los síntomas de los trastornos obsesivo compulsivos. “En el futuro, quizás usemos drogas como la D-cicloserina para hacer ‘fóbico’ a quien haya abusado de una droga”, conjetura Nutt.

“Incluso podríamos tratar a esas personas con el tipo de virus utilizado para cultivar más receptores de dopamina (neurotransmisor corresponsable del placer) en ratas, protegiéndolas del desarrollo o recaída en la adicción”, opina el miembro del Royal College of Physicians del Reino Unido.

El profesor inglés también se pregunta en qué circunstancia el Estado podría inocular a alguien que usa drogas —o a un niño— para evitar el uso futuro de las drogas de tráfico ilícito. Y si alguien con el prestigio y el conocimiento del profesor Nutt se lo pregunta, la cuestión es seria. 

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Revelaciones de tu ADN contra las drogas

Uno de los puntos que enfatiza Nutt es el futuro de la secuenciación de nuestro ADN. En algunos países se secuencia el ADN de los recién nacidos para prevenir enfermedades. Mapear nuestra genética podría anticipar una disposición a desarrollar enfermedades congénitas.

La técnica puede ayudar a crear una estrategia terapéutica de prevención gracias a un diagnóstico temprano. Sus adalides dicen que estados y compañías de salud ahorrarán millones de millones por día. 

Sin embargo, Nutt advierte que habrá conflictos sobre “confidencialidad y protección de libertades civiles” con esta técnica que excede un simple diagnóstico médico. 

Secuenciar el ADN permitirá tener nociones cada vez más claras del perfil de los neurotransmisores encargados del placer y el displacer. Ya se conoce que ciertas formas de serotonina pueden hacer que los usuarios de éxtasis tiendan a sufrir depresión con más intensidad o que variantes en ciertos genes harían más fácil una adicción a la nicotina o el alcohol.

Al secuenciar tu genoma, podrían indicarte que con un bajo nivel de serotonina no deberías usar estimulantes porque al consumirlos la satisfacción será tan grande que existe un riesgo potencial de desarrollar un hábito. Es probable que tal sea el discurso médico/legal en los próximos tiempos.

El futuro de las drogas: una discusión política

¿Cómo se combinarán las variables farmacológicas en nuestros receptores cerebrales? ¿Quién controlará la base de datos de secuenciación genómica y cómo se asegurará la inviolabilidad de esa información? ¿Quién dispondrá el tratamiento químico para alejarte de las drogas? ¿Será una autoridad, serás tú?

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En un escenario distópico, abiertas las puertas de la comprensión a cómo funcionan ciertas sustancias en el cerebro se las bloquea. O por el contrario se las alienta para que alguien sea más eficaz trabajando, por ejemplo. Algo que ya sucede si sumamos la cantidad de analgésicos, ansiolíticos, supresores de los síntomas de la gripe, moduladores gástricos, pastillas para dormir o calmar la ansiedad. Todos estos productos podrían tener un boost importante con píldoras inteligentes o digitales que prometen un control absoluto por parte del cuerpo médico sobre el cuerpo individual.

Evolución de los criptomercados de drogas

Los criptomercados de drogas son las plataformas de Internet en la Deep Web que permiten adquirir sustancias como quien compra zapatillas en Ebay. Aunque tienen muchos problemas de confiabilidad están logrando captar cada vez más clientes. Su forma de vender drogas de tráfico ilícito tiene muchas ventajas: aleja usuarios de entornos hostiles, el producto y su calidad son escogidos leyendo reseñas y el paquete llega a casa. Sigue teniendo riesgos, como ser descubierto. 

Las drogas de síntesis diseñadas en garajes seguirán encendiendo la imaginación y es probable que aprovechen estas plataformas digitales además de los nuevos conocimientos farmacológicos para potenciar los legal highs o Nuevas Sustancias Psicoactivas, como las califica la ONU.

Alexander Shulgin, inventor del MDMA, predijo las múltiples formas de los legal highs en 1975. “Enumerar todas las posibles drogas de abuso en el futuro sería una empresa desesperadamente laboriosa y enumerar las familias generalizadas comprometería muchas de las drogas que se utilizan clínicamente”, escribió.

Son tantas, que si la policía parece lenta para acabar con su uso y tráfico, los farmacólogos tienen la batalla perdida de antemano. 

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El crecimiento de los criptomercados supone un estímulo adicional para los legal highs. Luego de que las autoridades de Estados Unidos cerraron Silk Road en 2013, pionera en centralizar la venta de drogas de tráfico ilícito en la Deep Web, se multiplicaron otras plataformas que vienen siendo más exitosas.

Libertad cognitiva en América Latina

Asociada a la libertad de Internet (también amenazada) cabe proyectar un escenario alentador donde la ética pública del bien común prevalezca sobre la opaca moral de la industria farmacéutica o de gobernantes que toman decisiones sin evidencia científica o con corazonadas con las que arrullan a la opinión pública conservadora.

En ese escenario las libertades individuales serían las máximas posibles con marcos normativos y tecnológicos garantistas sobre el uso de nuestro ADN y sobre decisiones individuales como tomar un tratamiento o no, usar un fármaco o drogas por puro narcisismo, pasatiempo, necesidades espirituales, cognitivas o terapéuticas. Además la información sobre lo que hay en nuestro cerebro y cómo se altera sería pública y comprensible para todos.

En ese mundo ideal las píldoras digitales no serían una condena (o un capítulo de Black Mirror) sino que potenciarían la salud de las personas. Mediante impresión 3-D, un doctor podría recetar tales y cuales dosis de varias drogas importantes para la vida de personas con problemas cardíacos, metabólicos, etc. Sería un futuro donde pequeños laboratorios locales trabajen a pequeña escala y a bajo costo en América Latina.

A través de tecnologías colaborativas, enfoques alternativos a la propiedad intelectual y medicamentos genéricos, algunos grupos de trabajo internacionales buscarían un sistema farmacéutico alternativo de código abierto basado en las necesidades de los pacientes a precios accesibles.

Un escenario donde el hackeo de drogas recreativas permita decidir el viaje, la intensidad y su duración en función del set biológico individual.

Sería un mundo donde la experimentación con drogas como la psilocibina, el LSD o el MDMA sería respetada y tenida en cuenta por terapeutas. Probablemente bajo algún marco regulatorio, que no va a ser perfecto pero sí perfectible. Y esa búsqueda de un presente y un futuro mejores será competencia de la sociedad civil latinoamericana. Hoy día, los únicos capaces de hacer contrapeso y lobby. 

Pensemos en la historia de violencia política de América Latina. ¿Qué pasaría si un Jair Bolsonaro tuviera la capacidad de entrar a la base de datos del ADN de cada persona? ¿Si pudiera bloquear o administrar drogas más o menos según su voluntad autoritaria con impresoras 3-D de fármacos y píldoras inteligentes funcionando en los hogares?

Aldous Huxley, el escritor de Un mundo feliz, podría haber incluido algo de esto en su pionera novela distópica. En su trama las cualidades de sus personajes eran desarrolladas químicamente para ser engranajes eficientes y sonrientes.

En un ensayo posterior decía de las drogas que “la felicidad es uno de los derechos tradicionales del hombre, desgraciadamente, su hallazgo puede resultar incompatible con otro de los derechos, la libertad”. Lo escribió en 1959 para Sur, la revista dirigida por Victoria Ocampo.

“Tarde o temprano —y cuanto antes, mejor— los diversos especialistas interesados tendrán que reunirse, discutir y decidir (…) haciendo uso de la previsión más imaginativa”. Huxley pedía decisiones políticas hace sesenta años.

Desde entonces hasta hoy la oferta de drogas creció como nunca. Esa discusión que pedía Huxley se escucha en América Latina hoy con países iniciando tímidas regulaciones. El tiempo pisa los talones para dirimir el futuro antes que sea demasiado tarde, una vez más.

Sobre todo, teniendo en cuenta que la norma de los estados latinoamericanos ha sido la punición. Y no la discusión en términos democráticos o prospectivos, sino en términos de tener la menor cantidad de costos políticos en el cortísimo plazo para no asustar a la sociedad. 

Hablar del futuro de las drogas es pensar la regulación de los sentidos, la tristeza, la felicidad, la calma y también aquellas actividades indispensables para la vida como trabajar, dormir o bajar el colesterol.

La sociedad nunca ha entendido tanto cómo funcionan los circuitos cerebrales del placer y el displacer. Hablar del futuro y el presente de las drogas es asumir lo inevitable: la humanidad cada vez perfecciona más la química de la percepción. Y la brújula que guía las investigaciones y las regulaciones es y será política. El futuro de las drogas llegó hace rato con más preguntas que respuestas.