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Música

El único Dios verdadero es el Dios del metal

El metal es la verdadera iglesia universal.

La mayoría de los seres humanos pasamos gran parte de nuestras míseras y efímeras vidas intentando darle sentido a nuestra existencia. A veces levantarse cada mañana significa un cumulo de angustias, generadas porque no sabemos qué carajos estamos haciendo en este mundo cruel. De repente, nos damos cuenta que cada jornada es la misma pendejada: levantarse, trabajar, respirar, comer, regresar a la casa y dormir para mañana estar listo para otras 24 horas de sin sentido. Pareciera que no hay escape a nuestro absurdo paso por el universo. Por eso, durante siglos, los humanos nos hemos roto el cráneo analizando e intentando encontrarle una solución a la eterna incógnita de por qué estamos aquí. Ahí, cuando más atormentados y desnudos estamos ante la fútil existencia y la inevitable fatalidad de la muerte, es cuando llega la religión al rescate.

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Entonces aparecen los krishnas con sus batas anaranjadas, los católicos con sus Biblias, los budistas con su meditación y hasta los cienciólogos con esa pendejada toda extraña que se inventaron para quitarle plata a la gente. Todos llegan con la solución para sacarte de ese oscuro hueco en el que sobrevives a punta de jadeos y noches de excesos.

Pero ¿qué pasa con aquellos que le dimos la espalda a la religión y adoptamos como única fe verdadera la senda de los sonidos pesados?

Ya sabemos bien que el metal es uno de los mayores frentes de lucha contra la religión, debido al hecho de vivir en una sociedad que no respeta el laicismo y que está oprimida por una serie de creencias que uno no comparte. Es una caca y despierta rebeldía. Pero varios antropólogos creen que no puede existir una sociedad completamente atea. La propia naturaleza humana nos obliga a creer en algo, en algún ser o fuerza cósmica/natural que está sobre nosotros y tiene las respuestas a todas nuestras incógnitas. De alguna forma, cuando uno deja el camino de la doctrina religiosa, tiene que remplazarlo con algo: trabajo, yoga, licor, lo que sea. Necesitamos algo en que creer y los amantes de la distorsión creemos en el metal.

Piénselo bien hermanos de negro. Para empezar el metal ha clavado su bandera en todo el planeta. Es un especie de lenguaje universal arquetípico que se adapta a cualquier realidad. La palabra del metal es capaz de ser transmitida en varias lenguas, y los ritos y símbolos se aplican o adaptan a todo contexto. Además cuando uno está en el penumbroso valle de la incertidumbre, no hay nada mejor que poner un disquito y bolear mecha un ratico. Es sublime, es repetir ese mantra que llamamos letra una y otra vez para entrar en un trance sagrado que le da sentido a nuestra existencia.

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En general la cosa con las religiones es bastante simple, solo debes entregar tu voluntad a un sistema de creencias y símbolos que le darán fin a tus noches de insomnio. A través de una extensa y compleja mitología se crea un sistema de comportamientos, ideologías, pensamientos y verdades que le dan un molde a tu vida, una razón y un rumbo fijo.


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Una vez firmas el acuerdo con tu deidad de confianza  ya no hay vuelta atrás. Tu vida se vuelve tu religión. Los códigos morales que unos ancianos se inventaron hace miles de años rigen tu día a día y las nociones de bien o mal las dictamina un libro que todavía nadie acaba de entender. Pero pasa que la cosa se vuelve extrema y la religión pasa de ser una luz al final del túnel a ser un organismo de control físico y mental. Entonces la gente se mama de creer en milagros, seres mágicos y rituales complejos que a la larga no responden nada, y dejan de lado toda esa mística y espiritualidad, para simplemente vivir en lo que se denomina una sociedad secular o laica. Como supuestamente es la nuestra.

Pero resulta que uno se jode y vuelve al principio. Cuando decides ya no creer en nada, quedas ahí, abandonado a tu suerte, perdido y sin saber en qué gastar tus mundanos días.

Ahí entra el metal al rescate.

Pero al principio igual sigues perdido porque el todo poderoso Dios del metal todavía no te besa la frente con sus labios sagrados. Primero tienes que ver el enorme panteón de posibilidades y elegir tu congregación ¿Será el heavy, el death, el grind, el progresivo? Cada uno tiene su santo patrono.

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Después tienes que pasar los ritos de iniciación y entender la dinámica de la sagrada ceremonia de sudor, cerveza, gritos y golpes. Lo primero es reconocer la iconografía. En la mayoría de las religiones es una cruz, una estrella, un Ying Yang. Pero para los rockeros es la capacidad de diferenciar los logos de las bandas. Esas letras a veces inentendibles que llevamos en nuestros cuellos cuales crucifijos, que colgamos en nuestras paredes como las imágenes de los santos y que estampamos en nuestras camisetas como símbolo de nuestra fe y devoción.


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Después tienes que ir a la sagrada ceremonia, o concierto, y sumergirte en los rituales. Allí debes procurar lucir tus mejores galas metaleras para demostrar respeto por el templo y por los sacerdotes que esparcirán el evangelio que fuiste a escuchar. También debes interactuar con tus hermanos feligreses, ya sea golpeándooslos en el pogo, compartiendo el embriagados néctar sagrado, menando las greñas con euforia al son de la predica o entrando en ese éxtasis colectivo en el que todo el mundo alza su voz al unísono. Y así, a través de un grito, un solo de guitarra o un golpe de batería sientes cómo la divinidad te toca por un segundo.

Finalmente hay que aprender el génesis, los dioses y los mártires del movimiento. Es esencial rendirle culto a Black Sabbath, Motörhead, Judas Priest y Led Zeppelin, quienes nos dieron la luz. Hay que tener en un pedestal a los caídos como Chuck Schuldiner, Cliff Burton, Euronymous y el todo poderoso Ronnie James Dio. Y es importante siempre transmitir las leyendas. Como la vez que el Diablo se le apareció a  Geezer Bluter, bajista de Sabbath, o la vez que se quemó el casino Montreux durante un concierto de Frank Zappa y eso inspiró "Smoke On The Water". Pero sobre todo siempre hay que recordar el mayor milagro de toda la historia del metal, cuando Tony Iomi se voló la punta de los dedos. Una bendición extraña que creó ese sonido que ahora guía nuestros caminos.

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La gran mayoría de las mitologías religiosas tienen una gran batalla. La rebelión de Lucifer; la guerra entre los dioses hindúes descrita en el Bhagavad Gita; la batalla entre los dioses del olimpo y los titanes. En el metal está la pica entre Ozzy y Dio que nos dio como regalo ese cuerno que todo el mundo alza. El cual nace de un símbolo contra el mal de ojo que Dio usó para protegerse y diferenciarse de Ozzy que hacía el clásico símbolo de la paz con los dedos. También existe el odio entre Varg Vikernes y Euronyous, y las cruzadas épicas que gestó Manowar para defender el purismo del metal de la falsedad glamera. Pura mitología sagrada pasada de generación en generación.

Que muchos metaleros no seamos religiosos no significa que no seamos espirituales.

Grupos como Inquisition hablan de una serie de fuerzas más grandes que nosotros y se encuentran en lo profundo del espacio. Grave Miasma se inspira mucho en el misticismo para hacer sus música. Nile toma sus letras de la mitología egipcia. Y Arckanum del ocultismo. Es la misma búsqueda de cualquier culto. Cultivar el alma, darle un sentido a la vida y evangelizarlo.

Toda banda cumple la función de un misionero. Llevar un mensaje a tierras remotas y conseguir adeptos para el culto sagrado. Gracias a todos eso héroes que se han lanzado al camino para compartir su música, en todos los rincones suena una guitarra eléctrica. Nuestro credo es tan fuerte que muchos están dispuestos a hacer lo que sea por mantenerlo. Sino sigan el ejemplo de From The Vastland el proyecto en solitario de un blakero iraní llamado Sina al que literalmente pueden matar por tocar su música en su país.

Y ha pasado que el metal se vuelve un verdadero culto. Así es el caso del black metal y el Inner Circle, donde la música fue mucho más de las notas y se alzó como una verdadera convicción y una ideología de lucha que debía defenderse a capa y espada. Es que metal se defiende con toda porque para muchos es un estilo de vida. Es la fuente de códigos, símbolos que marca una conducta y un pensamiento. Es algo a lo que todos los días se le rinde tributo, porque es nuestra razón de ser. Nuestra vida. El pozo del que uno bebe cuando no encuentra consuelo. Igual que cualquier religión.

Alabado sea el todo poderoso Dios del metal. Quien rige nuestros caminos, nos conduce al corazón y nos enseña que la importancia de siempre buscar la libertad. Alcen sus copas y boleen sus mechas en señal de cariño a nuestra toda poderosa deidad.