Fotos conmovedoras del genocidio rohinyá en Birmania

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Fotos conmovedoras del genocidio rohinyá en Birmania

El grupo étnico rohinyá de Birmania practica una variante del islam sunní y gracias a eso es sistemáticamente perseguido por la mayoría budista.

Anjuma en su choza. Todas las fotos por Mridula Amin.

Al llegar a casa de Anjuma, la encuentro sentada en un catre en un rincón de su choza de bambú con una tela que le cubre el rostro. Cuando Anjuma ve a un grupo de niños asomándose a su choza, empieza a gimotear. Se cierra la cortina y los niños tratan de escuchar lo que pasa dentro pero poco después se dan cuenta que no tiene caso. Anjuma ya no puede hablar por el cáncer que devoró su rostro durante los años que estuvo encerrada en el campamento no oficial de Dar Paing. Tiene apenas 22 años de edad.

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Anjuma pertenece al grupo étnico rohinyá de Birmania. La comunidad practica una variante del islam sunní, por lo que se ven sistemáticamente perseguidos por la mayoría budista. Cuando Anjuma tenía 18 años, la violencia estalló en el Estado de Rakáin y los habitantes budistas quemaron los pueblos rohinyá. La violencia dejó 192 muertos y 140 mil niños, mujeres y hombres encerrados en un campamento por cuatro años.


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Me disculpo un momento para salir a preguntarle a la hermana de Anjuma por qué nadie ha llevado a Anjuma al Hospital General Sittwe. La hermana responde que "los doctores de Rakáin van a terminar con su vida antes de tiempo".

Cuando regreso a la cama de Anjuma para confirmar esto, la veo sentada con las muñecas cruzadas. El ancho de sus muñecas es mucho menor que el de las mías, lo cual me recuerda que este campo en particular no está registrado en el Programa Mundial de Alimentos.

"¿Crees que los doctores de Rakáin te van a matar?".

Anjuma asiente con la cabeza y nada más. Está totalmente segura de que la llevan al hospital va a morir mucho antes que en la choza sin piso de cemento donde sobrevive con dos comidas al día.

El campamento para refugiados de Dar Paing se ubica a medio camino de la costa oeste de Birmania.

Los otros 140 mil rohinyá que viven en el campo comparten este sentimiento. Tras la suspensión de Médicos Sin Fronteras del campo en 2014, la comunidad empezó a creer que los funcionarios y los profesionales de la salud de Rakáin son cómplices en el genocidio. U Kyaw Hla Aung, ex abogado y prominente líder de la comunidad rohinyá dentro del campo, también lo cree.

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"Es cierto, en la noche aplican tratamientos erróneos para matar a los pacientes. En estos cuatro años, cerca de 100 pacientes murieron en el hospital. Nadie regresa a su hogar. Lo único que sale del hospital son cadáveres", dijo U Kyaw.


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Hay clínicas móviles que corren a cargo del departamento de salud y abren tres días a la semana. No obstante, las consultas de 20 minutos son insuficientes para tratar los padecimientos de los habitantes. Además, los pacientes normalmente rechazan los traslados al Hospital General de Sittwe por miedo a que los sometan a una eutanasia.

El número de enfermos sigue creciendo mientras que los refugios dañados por las tormentas esperan eternamente a que alguien llegue a repararlos. El campo se encuentra en un limbo entre la desconfianza y una angustia silenciosa que exige dignidad.

Una mujer rohinyá cargando a su hijo enfermo dentro de un camión que la va a llevar de regreso a través del campo para llegar a su choza de bambú, un trayecto de aproximadamente una hora.

Cuatro meses después de que la Liga Nacional para la Democracia, dirigida por la ganadora del premio Nobel Aung San Suu Kyi, arrasó en las elecciones nacionales, las peticiones de terminar con el maltrato del pueblo rohinyá no han encontrado respuesta. La Iniciativa Internacional de Crímenes Estatales publicó un informe en noviembre de 2015 donde declaraba que los rohinyá actualmente enfrentan la última etapa de un genocidio patrocinado por el gobierno.

En Australia, muchos de los refugiados en los centros de detención eran originalmente rohinyás que escaparon de Birmania. Como escribieron en 2015 los parlamentarios de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés), "La larga persecución del pueblo rohinyá ha provocado la mayor salida de solicitantes de asilo por mar [en la región] desde la guerra de Estados Unidos en Vietnam".

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Mientras que el gobierno de Birmania continúe con su política de exterminación discreta y Australia permanezca casada con su política de indiferencia, la gente como Anjuma va a seguir muriendo.

Por desgracia, Anjuma falleció en el campamento en marzo de 2016, dos meses después que le tomaran esta foto.

Si quieres saber más del pueblo rohinyá, ve nuestro documental Left For Dead: Myanmar's Muslim Minority.

Sigue a Mridula Amin en Instagram.

Los rohinyá no tienen derecho a recibir educación, organizarse políticamente o tener ciudadanía dentro de Birmania. El sistema de salud deficiente ha creado un pueblo privado de derechos que pierde rápidamente las ganas de vivir.

Hasina Begum, de 23 años de edad, está en su Segundo embarazo. Su primer hijo murió de hepatitis cuatro días después de nacer.

Hasina trae un Thabiss, un amuleto musulmán para la buena suerte.

Dar Paing no ha recibido ayuda alimentaria en ocho días. Como no está registrado en el Programa Mundial de Alimentos, dependen de los donadores y en las cosechas. Sin embargo, esta ayuda apenas alcanza para un máximo de dos comidas al día.

Rehena y sus cuatro hijos viven en esta choza donde dio a luz hace 14 días. Rehena perdió casi todas sus pertenencias en una tormenta hace unos meses. Está criando sola a sus hijos porque su esposo la dejó por otra mujer.

Sura Khati, de 65 años de edad, ya fue tres veces al Hospital General de Sittwe en los últimos seis meses por su infección en el cuello. A pesar de que ya le hicieron radiografías y le hicieron un diagnóstico, las tres veces fue dada de alta sin medicamento.

En 2012 encerraron a 140 mil hombres, mujeres y niños rohinyá en este campamento donde llevan cuatro años detenidos.

Saed Ahmed, de 70 años de edad, con su nieto Arfat Husain, de 4 años de edad. La casa de Saed quedó destruida tras una tormenta. “Hace frío”, dijo. “Perdimos toda nuestra ropa en la tormenta”.