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Cuando tomar antidepresivos resulta peor que la depresión

Para algunas personas experimentar los efectos inesperados del síndrome de abstinencia después de años de estabilidad puede ser devastador.
Foto: Shutterstock.

Este artículo fue publicado originalmente en Motherboard, nuestra plataforma de ciencia y tecnología.

Cuando tenía 17 años mi padre murió de manera inesperada. No estaba enfermo ni era muy viejo; un día estaba con vida y al siguiente ya no. Yo era, comprensiblemente, un desastre. A pesar del apoyo incondicional de mis amigos y mi familia, de pronto me encontré en un lugar oscuro y desconocido. Seguía yendo a la escuela, pero no lograba aprender nada. Seguía saliendo con mis amigos, pero en realidad no me importaba lo que hiciéramos o de lo que hablaran. En las noches, hacía que mi novio pasara horas en el teléfono conmigo porque no quería estar sola. Mi sicólogo me dijo que estaba deprimida.

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La terapia no ayudaba con mi depresión. Mi sicólogo creía firmemente en la teoría freudiana, y al poco tiempo me cansé de tratar de evitar hablar de cualquier cosa que pudiera ser interpretada como un falo físico o metafórico. Acudí con el médico familiar para que me refiriera a un nuevo terapeuta y, mientras encontraba a alguien, me prescribió un nuevo tipo de antidepresivo llamado inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina (ISRS).

De hecho, nunca encontré a un terapeuta con el que me pudiera conectar, así que dependía del ISRS para sentirme bien. Amaba el ISRS. Me iba bien en la escuela, tenía una vida social, me sentía muy bien, y sólo hacía falta tomarme una pastilla antes de irme a dormir. Mi buen humor se prolongó durante una década.


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Cuando tenía 27 años, decidí que estaba lista para dejar los antidepresivos. Hablé con mi médico y estuvo de acuerdo. Tomaba la dosis más pequeña posible, estaba por salir de la escuela y tenía una relación de pareja estable. Por fin estaba bien.

El primer día que "bajé" mi dosis fue una pesadilla. No hubo ninguna advertencia de los efectos secundarios por dejar de tomar ISRS: simplemente me dijeron que redujera la dosis hasta que se me agotara el medicamento. Sin embargo, a las pocas horas de haber cambiado la dosis sentí los efectos, sin mencionar que la reducción de la dosis fue mínima: solo le quité un cachito de los veinte pedazos en los que partí la cápsula.

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A partir de ese día tenía que luchar para salir de la cama. A menudo tenía náuseas y sentía una especie de golpes repentinos en la cabeza cuando la movía, un fenómeno que algunas personas que dejaron de tomar ISRS describen como un zumbido eléctrico o un choque. No podía poner atención en el trabajo y cancelaba cualquier interacción social para poder dormir. Era casi como estar deprimida de nuevo, pero peor, porque quería regresar a los antidepresivos. No había nada que pudiera hacer para controlar los síntomas de abstinencia.

El síndrome de abstinencia de ISRS, también conocido como síndrome de descontinuación de ISRS, se discutió por primera vez en los años 90. La prevalencia del síndrome de abstinencia varía ampliamente desde un 20 hasta un 86 por ciento en los usuarios de ISRS, dependiendo del estudio y el ISRS en específico (las marcas populares son Prozac, Zoloft, Paxil y Lexapro). Al principio, se pensó que el dejar de tomar ISRS era algo fácil de tratar y con síntomas leves. Sin embargo, un estudio reciente de las investigaciones sobre el ISRS que se llevaron acabo en Italia y EU demuestra que el síndrome de abstinencia de ISRS es mucho más grave de lo que se pensaba.

El estudio mostró que el síndrome puede ocurrir independientemente del tipo de ISRS. Es más, la reducción gradual del medicamento no disminuye las posibilidades de padecer el síndrome de discontinuación. Los síntomas —entre ellos náuseas, taquicardia y alucinaciones— por lo general duran un par de semanas, pero pueden persistir hasta durante todo un año.

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Tal vez describir al ISRS como adictivo no es está nada mal. Un estudio de 2012 realizado por investigadores daneses señaló que descontinuar el consumo de ISRS es parecido a descontinuar el uso de la benzodiacepina (también conocida por las marcas Valium y Xanax).

El ISRS estimula la transmisión de la serotonina, un neurotransmisor que se cree genera felicidad. Los neurotransmisores como la serotonina se transmiten de neurona a neurona en el cerebro, como pequeños mensajes en un sistema de tubos. Pero en lugar de que todos los tubos estén conectados, hay pequeños huecos, llamados sinapsis. Cuando la primera neurona envía su cargamento de serotonina, no toda la carga va a llegar a la segunda neurona; alguna parte de la carga la vuelve a absorber la primera neurona en un proceso llamado recaptación. El ISRS aumenta el nivel de serotonina en la sinapsis, dándole una mayor oportunidad a la serotonina de unirse con la neurona receptora al bloquear la recaptación de la neurona emisora.

Las razones fisiológicas del síndrome de abstinencia no son claras. Algunos investigadores piensan que se debe a una disminución repentina de la serotonina en el cerebro, mientras que otros piensan que podría ser una respuesta al estrés debido a la genética. No hay estudios que proporcionen una respuesta definitiva.

Los síntomas que experimenté cuando me quitaron el ISRS duraron más de un mes, aunque me pareció mucho más tiempo. Comencé a desesperarme, buscaba frenéticamente en Google: "'choques eléctricos' de cabeza cuando dejas de tomar ISRS" y me preguntaba si debía volver a tomar ISRS en vez de esperar a ver en qué momento comenzaba a sentirme bien otra vez. Después de un tiempo pude volver a trabajar y mover la cabeza sin sentir esos "choques" repentinos.

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A pesar de los efectos secundarios del síndrome de abstinencia, no me arrepiento de haber tomado ISRS. En ese entonces, no sentí que tuviera otras opciones y el ISRS me permitió hacer cosas que no hubiera podido realizar de otra manera, como graduarme de la universidad y mantener mi trabajo.


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Pero me hubiera gustado que me hubieran informado sobre el síndrome de abstinencia del ISRS para poder saber qué era lo que me esperaba. En ningún momento el médico que me prescribió ISRS discutió conmigo los posibles síntomas de abstinencia, tampoco lo hizo el médico que me dijo que lo dejara de tomar. Sin esa información, el síndrome de abstinencia me agarró totalmente desprevenida, lo cual es potencialmente peligroso para una persona que ha tenido problemas de salud mental. Si no hubiera tenido tanto apoyo a mi alrededor y una buena habilidad para investigar en Google qué es lo que estaba pasando, probablemente hubiera asumido que vivir con los efectos del síndrome era lo normal o hubiera recaído en mis hábitos anhedónicos.

Para otros, el experimentar los efectos inesperados del síndrome de abstinencia después de años de estabilidad puede ser devastador. Recientemente, tuve la oportunidad de encontrar a un buen terapeuta y finalmente tengo el apoyo para tratar de resolver mis diferentes problemas en un contexto no freudiano y sin ISRS.