FYI.

This story is over 5 years old.

transas

El hombre que escapó de Nueva Acrópolis

Nos infiltramos durante tres meses en esa secta, y obtuvimos el testimonio de quien fue jefe de seguridad de este grupo en México.

Foto por Mauricio Castillo.

Durante casi diez años, Esteban fue el orgulloso jefe de seguridad de una secta escondida bajo la fachada de una organización filosófica, en la colonia Roma, de la Ciudad de México. Recibió un entrenamiento paramilitar en los bosques del Estado de México, fue humillado constantemente y castigó a sus propios discípulos con baños de agua fría; pero sobre todo, estuvo dispuesto a dar su vida por la organización religiosa Nueva Acrópolis. Se sintió amado por sus compañeros, encontró un propósito en su vida e intentó hacer de este mundo un lugar mejor, hasta que la realidad lo alcanzó.

Publicidad

Después de descubrir las denuncias que pesan contra la agrupación filosófica Nueva Acrópolis (NA) en Francia y en España, decidimos infiltrarnos en la sede de la organización en México y tratar de verificar la historia de Esteban.

En su página de internet en español, el grupo se autodefine como una “escuela de filosofía a la manera clásica. Filosofía, cultura y voluntariado”. El grupo que fue fundado en Argentina, por Jorge Ángel Livraga Rizzi, en 1957, tiene su sede en Bruselas y sus filiales se extienden en más de 56 países, en los cinco continentes.

Tanto el Informe Cottrell del Parlamento Europeo, difundido en 1984, como el Acta 2468 de la Asamblea Nacional Francesa de 1995, catalogaron al NA como una agrupación fascista de origen paramilitar, de corte sectario. Y aunque en su página de Wikipedia dice que esos dos informes fueron derogados en años posteriores, el presidente del organismo gubernamental francés, Misión Interministerial de Vigilancia y Lucha contra las Derivas Sectarias (Miviludes), Serge Blisko, nos contestó lo contrario cuando solicitamos esa información, y precisó que la agrupación se encuentra bajo su estrecha vigilancia debido a “su contenido doctrinal, su organización […] y el hecho de que difunde entre sus miembros más asiduos un mensaje antidemocrático y totalitario”.

La primera vez que Esteban trató de denunciar a NA, recibió una amenaza de muerte como respuesta. Cuando quiso interponer una demanda ante el ministerio público contra el grupo, el agente del ministerio público en turno trató de hacerlo desistir a base de intimidaciones veladas y trámites burocráticos infinitos. Al ver que Esteban no se iba a retractar, procesó el archivo junto a otros miles de casos irresolutos que reposan en el limbo del sistema jurídico. En México, la legislación laxa en materia de cultos —abarcada por la ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público— hace del país un verdadero paraíso para el desarrollo de este tipo de organizaciones.

Publicidad

Cuando llamamos a la Secretaría de Gobernación para que nos explicaran a quién se tenía que acudir en casos de abuso por parte de una secta, nos pasearon por diferentes conmutadores, hasta que en la Subsecretaría de Asuntos Religiosos nos aclararon que no existía un área dedicada “al tema de la filosofía”. Por si acaso, nos dieron el número de la Procuraduría General de la República, quien nos aconsejó de nuevo llamar a Gobernación, a ver si ellos sabían de un área que pueda encargarse del caso…

Llevamos varias horas tratando de convencer a Esteban de que acepte revelar su verdadera identidad al público; su testimonio como alto mando de la secta es fundamental, pero el ligero nerviosismo en sus reacciones, la tensión que se advierte a momentos en sus diminutos ojos y la forma en que sus dedos bailotean sobre el borde de la carpeta que trajo consigo nos hacen entender que no lo vamos a lograr y que lo tendremos que identificar con el pseudónimo de Esteban durante todo el reportaje. Es un hombre precavido, y tiene buenas razones de serlo.

“La paranoia y la depresión son los síntomas más frecuentes que afectan a los ex miembros de una secta cuando logran salir de un grupo agresivo”, relata Miguel Perlado, director de la Asociación Iberoamericana para la Investigación del Abuso Psicológico, quien ha atendido varios casos de ex miembros de Nueva Acrópolis en España. Con su voz grave y clara explica que los grupos sectarios en general son organismos que manejan un doble discurso: por un lado presentan una fachada humanitaria, mientras que detrás se rigen en función de un sistema piramidal jerárquico, en el que los miembros de base son explotados por sus altos mandos hasta que no les queda más patrimonio o fuerza laboral que ofrecer.

Publicidad

A Esteban lo conocimos hace casi dos años en un evento sobre sectas en la Ciudad de México, mientras perseguíamos el caso de un gurú que decía ser la reencarnación de Jesucristo, y en varias ocasiones nos encontramos con él, siempre en el mismo Sanborns de Plaza Insurgentes. Su cabello es negro y su nariz aguileña perfila unos lentes de monta oscura y fina. Lleva diez minutos mirando sus uñas, concentrándose en no olvidar ningún detalle de su historia. Poco a poco, mientras hurga en su memoria, recuerda que la primera vez que escuchó hablar de Nueva Acrópolis fue a mediados de los ochenta, poco antes de la caída del muro de Berlín.

“Imagínate escaparte de una burbuja de mentiras a los 30 años, sin trabajo, amigos ni familia a la que puedas acudir en busca de ayuda”, suelta de pronto. “Ni modo de regresar y decirles: ‘Hola, familia, he estado perdido durante años porque fui miembro de una secta, ¡pero ya volví!’ El miedo y la vergüenza son demasiado fuertes. A eso añádele las llamadas de los ex miembros del grupo que llenan tu buzón de saludos y luego de amenazas, y tendrás una idea de lo perdidos que estamos cuando logramos escapar”, concluye, mientras termina su segundo café. Sus manos ya casi no tiemblan.

Cuando decidimos infiltrarnos en el grupo, nos preguntamos durante mucho tiempo cómo hacerlo bien. Supusimos que tendríamos que crear un falso perfil de Facebook, comprar otro chip de teléfono y guardar una simple mentira frente a los tipos con los que quisiéramos convivir. Pero cuando nos dimos cuenta de que la idea era adentrarse en una secta en la que “algunos miembros están dispuestos a morir para la causa”, según nuestro testigo principal, la cosa se complicó de repente.

Publicidad

Ya apurados por la cercanía de la primera clase que encontramos en internet, decidimos que uno de nosotros encarnaría el personaje de una joven estudiante fresita y guapa interesada en cambiar el mundo; e intentamos permanecer en este universo durante los tres meses de clases sabatinas a las que asistimos religiosamente.

Llegamos un sábado por la tarde a la sede de la colonia Roma, en la avenida Álvaro Obregón. Afuera del edificio, escondido entre tiendas de moda y restaurantes bohemios, nos encontramos con una parvada de chavos repartiendo folletos de colores e invitando al evento de filosofía. La conferencia duró dos horas y fue de una hueva absoluta, salvo para la morrita sentada delante de nosotros, quien anotó todo lo que dijo el orador en una libreta italiana. Al final, sólo dos de los 15 asistentes terminamos pagando los 500 pesos de la primera mensualidad y la inscripción.

Lo más interesante de la publicidad repartida afuera fue la posibilidad de cambiar el mundo a través del cambio personal —como en la mayoría de las escuelas de autosuperación— y del voluntariado.

“Claro que cuando me adentré en Nueva Acrópolis, no existían los celulares, ni Google para buscar más información sobre el grupo”, se defiende Esteban, cuando le contamos nuestra primera experiencia en NA. “Toda esa onda de las sectas apenas comenzaba a conocerse en México.

“Mi primer recuerdo”, dice ahora con una sonrisa, “es el de una sensación de bienestar. Me acuerdo que al interior del edificio todo el mundo estaba siempre feliz, hasta la bonita secretaria de escolástica de sastre azul que me recibió y cogió los cien pesos de inscripción al curso de filosofía. Entré al salón y después de una lección de casi dos horas, aprendí que el imperativo categórico de Kant consiste en abandonar conscientemente la propia libertad a una causa mayor como muestra máxima del libre albedrío; y que la caverna de Platón es más que una metáfora de la ceguera del hombre ante la realidad. Y la verdad es que me parecieron grandes lecciones a un precio muy módico, así que el sábado siguiente, volví.

Publicidad

“Durante varios meses me sentí feliz en el interior del grupo. Asistí a las clases sabatinas y al cabo de un tiempo dejé la escuela y me puse a trabajar en una pequeña casa editorial para solventar mis gastos crecientes ahora que iba a vivir solo”, continúa. “Me alejé un poco de mis padres, pero como lo hace cualquiera que se compromete con un nuevo proyecto, y me sentí a gusto en el seno de mi nueva familia. Fuera de unos percances menores, no pasó nada que me hiciera arrepentirme de estar allí”. ¿Qué percances? “Pues recuerdo que poco antes del fin de semestre, dos de mis compañeros abandonaron la institución sin mayor explicación, y que cuando preguntamos por ellos, un miembro del staff nos explicó en voz baja que habían sido corridos por su homosexualidad. Nos pareció extraño, pero repito, en ese momento no fue nada tan grave como para abandonar esa sensación tan placentera de haber encontrado por fin mi lugar en la vida”.

Y en efecto, desde que entras a Nueva Acrópolis eres acosado por una horda de miembros afectuosos que te preguntan cómo estás, qué has hecho en la semana, cómo se llama tu perro y cada jodido detalle de tu vida, hasta ahogarte en medio de tanta asquerosa bondad desinteresada. Aunque no deja de ser extraño el cuchicheo que se le escapó a un alumno, cuando a un lado de nosotros, sopló a su camarada: “Ahorita va a comenzar la reunión para los miembros avanzados del grupo", en voz suficientemente alta para que lo escuchemos.

Publicidad

Después de casi tres meses de clases sabatinas y de varios descalabros, no recibimos ninguna invitación a ser parte de las Fuerzas Vivas, como llaman a los miembros avanzados de la organización —un grupo de élite cuya existencia niega NA, pero que está confirmado en diversos reportes gubernamentales— así que nos dirigimos de nuevo con Esteban, para preguntarle su opinión al respecto.

“Para acceder al círculo interno de Nueva Acrópolis hace falta pasar más de un año. Aunque varía según las épocas y la necesidad de nuevos miembros y dinero fresco de la secta”, aclara nuestro testigo principal. “Cuando yo entré, todavía se hacía un rito iniciático intenso. Durante varios meses nos entrenamos en cuevas del Estado de México, hicimos rappel, nadamos en lagos y fortalecimos nuestra mente con pruebas como mantener un fuego prendido durante toda la noche sin dormir, y nuestro cuerpo con clases de defensa propia, y sólo después de eso recibimos nuestra invitación a la brigada de seguridad de las Fuerzas Vivas”.

¡Eso suena a película de Hollywood!, lo interrumpimos, ¿Alguna vez usaron armas?

“Sí, aprendimos a disparar en tres ocasiones con pistolas de balines, pero luego yo me compré un arma real que siempre cargué en el cinto. Incluso cuando se hizo la Convención Internacional de Nueva Acrópolis en el Hotel Camino Real del DF, todos íbamos armados para proteger a los líderes presentes en el encuentro”, contesta con toda tranquilidad.

Publicidad

No pareces una persona muy violenta a simple vista.

“Ahora me ven medio gordito, y antes era peor, era un enclenque”, retoma Esteban, “pero no hace falta estar demasiado mamado para ser un kamikaze. Yo estaba dispuesto a dar mi vida por la lideresa y casi lo hice un día en el que unos rateros trataron de robar su carro en frente de la escuela. Los tipos estaban armados, pero un amigo y yo les gritamos hasta que se fueron. Recuerdo que un ladrón le dijo al otro: ‘Ya dispárale a ese pendejo’, pero no lo hizo y en ese momento nos sentimos como héroes. Eso también es Nueva Acrópolis, te hacen sentir como una persona diferente al resto de la sociedad; aunque si te pasa algo, no responderán por ti, negarán haberte conocido”, concluye el ex jefe de seguridad del grupo.

La verdad es que la cagamos algunas veces como para aspirar a recibir una invitación al círculo avanzado de Nueva Acrópolis al cabo de tres pequeños meses de infiltración. La operación se fue revelando cada día más complicada, y después de algunos errores como poner nuestro nombre real en la hoja de registro y luego borrarlo para reescribir otro; la mirada severa de la mandamás del lugar y la invasión cada vez mayor de nuestra privacidad por los miembros del grupo nos dieron a entender que era tiempo de retirarnos antes de ser descubiertos.

Cuando le explicamos que en otra ocasión nos dimos cuenta de que la dirección que le dimos al grupo correspondía en Google Maps a la de un Burger King de la colonia Del Valle, Esteban sólo se río un poco y añadió: “No se apuren, tienen demasiado trabajo en ese tipo de lugares controlando a los miembros de los círculos internos, como para poner atención a esos detalles”.

Publicidad

La cuestión financiera es otro tema complicado en el grupo; en el tiempo que duramos adentro, no recibimos ningún recibo o factura del pago de nuestras clases, y nunca vimos el material de apoyo que nos prometieron. En total pagamos cerca de 900 pesos por tres meses de clases sabatinas, más los 50 pesos que tuvimos que dejar de “depósito” en su cafetería improvisada.

Hasta el momento, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público no ha contestado a nuestra solicitud de información sobre el estado financiero de Nueva Acrópolis. Sólo sabemos que es una asociación civil y que por lo tanto está exenta del pago de algunos impuestos, como el IVA y probablemente el IETU. Aunque según la definición legal, “las asociaciones civiles estén exentas del impuesto a las ganancias, en la medida que tales ganancias y su patrimonio social se destinen a los fines de su creación y en ningún caso se distribuyan, directa o indirectamente, entre los socios”. Lo que en este caso quedaría por verificar.

De acuerdo con Elío Masferrer, un antropólogo especializado en religiones que también ha trabajado el tema de las sectas en México, el dinero es el motor fundamental de estos grupos. Las sectas explotan al máximo sus miembros, los despojan de su patrimonio y de su fuerza laboral hasta dejarlos secos. Y cuando ya no son útiles para el grupo, los desechan, precisa el experto. Elío fue invitado a la inauguración de la vieja sede de Nueva Acrópolis en México, frente a la antiguo Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI, donde entre otras personas, se encontró con el subsecretario de asuntos religiosos de la época. La relación del gobierno con estos grupos de poder siempre ha sido bastante ambigua, precisa por último el especialista.

Publicidad

Esteban, por su parte, recuerda que uno de los primeros eventos que lo sacó de quicio en el grupo fue la rifa obligatoria de un nuevo auto lujoso para la maestra Lidia Pérez, —directora de Nueva Acrópolis en ese entonces— donde los sujetos que no lograron vender todos sus boletos tuvieron la obligación de comprarlos con su propio dinero. “Y nunca se regaló el otro coche que compramos como premio principal”, agrega, con una pequeña sonrisa resignada. Cuando la quisimos consultar al respecto, Nueva Acrópolis rechazó sistemáticamente nuestras solicitudes de entrevista, a pesar de que en varias ocasiones nos solicitaron volver a llamar en horarios diferentes o mandarles correos que especificaran nuestras preguntas.

Antes de hablar de su iniciación en NA, Esteban aspira una buena bocanada de aire, como si necesitara un nivel de descompresión antes de hablar del tema; cierra los ojos, sonríe de una forma que da miedo, y recuerda.

“Un día, cuando según ellos estás ‘listo’, recibes una invitación para adentrarte más a fondo en la organización. Te citan en un templo —un pequeño espacio en el interior de la sede— a una hora extraña y tú sabes que tu gran momento se acerca. El día D entras en una sala repleta de estatuas romanas, antorchas y los estandartes de los tres grupos de Fuerzas Vivas, y frente a la lideresa del grupo, comienzas el rito de iniciación.

“Hincas una rodilla en el suelo, levantas el brazo derecho en ángulo de 45o, los dedos firmemente extendidos y unidos y recitas el juramento sagrado de todo nuevo miembro de las Fuerzas Vivas de Nueva Acrópolis:

Publicidad

“Ante el ave solar/ Ante el estandarte del cuerpo de [su nombre]/ Ante el fuego sagrado [o agua sagrada, si es Brigadas Femeninas]/ Yo, conocido en el mundo actualmente como [nombre]/ Me comprometo a servir con lealtad y eficacia como miembro integrante del cuerpo de seguridad y si así no lo hiciere que mi alma, el destino, mis jefes de Fuerzas Vivas y mi Mando Nacional así me lo demanden. ¡Ave!

“Terminas con el saludo que quieren hacer pasar por romano, aunque todos sabemos que es nazi, y te sientes bien. Sabes que eres parte de algo secreto que los otros no entienden”, recuerda Esteban, exhalando todo el aire que contuvo durante el relato.

“No es que estemos completamente pendejos” —replica de pronto— “ni nos demos cuenta de nada de lo que ocurre, pero todo ese chorro filosófico del que te llenan la cabeza cada sábado te da a entender poco a poco que la causa que persigues es un bien mayor que requiere algunos sacrificios, y que un poco de orden y de disciplina son necesarios para poder organizarse más eficazmente.

“Hay incluso manuales para los líderes de la secta que explican cómo se debe tratar a los miembros para poder dirigirlos hacia el ‘buen sentido’, firmados por el propio fundador del grupo”, expone finalmente Esteban. “Por eso es que me volví jefe de seguridad del grupo durante tantos años y llegué a castigar con golpes y baños de agua fría a mis discípulos, porque creía en lo que hacía, hasta que me di cuenta de que todo fue una gran mentira”.

Para entender cómo se pueden usar doctrinas filosóficas para manipular a una persona, nos dirigimos con Myrna García, psicóloga de la organización Red de Atención a Víctimas de Sectas (Ravics), quien nos advirtió en seguida: “Uno de los errores principales cuando se habla de sectas es pensar que sólo enganchan a personas en estado de vulnerabilidad. En realidad, la mayoría juega justamente con la necesidad del ser humano de superarse y buscar nuevos retos en la vida, como el de encontrar su felicidad ayudando a la demás gente. Hemos visto de todo en el mundo de las sectas mexicanas: albañiles, estudiantes, amas de casa aburridas, abogados, empresarios ¡y hasta periodistas! Lo que hace Nueva Acrópolis es escoger ciertos pedazos de filosofía relativa al orden y la obediencia, y los manipulan a su gusto, escondiéndolos dentro de doctrinas filosóficas más vastas”.

Un sistema piramidal, como el que emplean la mayoría de las empresas de venta a domicilio, es una estructura en donde cada persona que inscribe a un nuevo miembro gana un porcentaje de lo que éste venda; y así sucesivamente, hasta alcanzar la base del triángulo. Salvo que un grupo sectario agresivo, los únicos que ganan dinero son los altos mandos de la secta.

Según la Miviludes, el corazón de Nueva Acrópolis es el grupo de Fuerzas Vivas, del que Esteban fue miembro durante casi una década, “un organismo internacional, militarmente jerarquizado, compuesto de los cuerpos de trabajo, las brigadas femeninas y de seguridad, dirigidas por líderes locales, regionales e internacionales”. “El problema no son las sectas per se, sino los organismos peligrosos y depredadores” precisó por su lado Myrna García, cuando le preguntamos sobre la diferencia entre estos grupos y las religiones tradicionales.

Hace poco, al parecer hubo una pequeña fisura en el mundo perfecto y harmonioso de Nueva Acrópolis en México. De acuerdo con otro ex miembro del grupo que entrevistamos y que pidió anonimato total, la ex lideresa Lidia Pérez decidió separarse del grupo internacional hace casi un año, después de haber querido aumentar las cuotas de los miembros y fundó su propio grupo llamado Inspira, en la zona de Polanco en la Ciudad de México.

Pérez, quien durante varios años fue una reconocida locutora del Grupo Radio Centro, también se negó a contestar nuestras preguntas sobre sus actividades en el organismo. Varias veces intentamos contactarla a través de Nueva Acrópolis (antes de la presunta separación) pero ella nunca nos devolvió la llamada. Entre otras cosas, es autora de varios libros de auto superación personal como Para que te amen, y doctora en psicología por la Universidad de Newport. Cuando investigamos esta escuela, descubrimos que es uno de los diez institutos nacionales registrados en la lista de los que “no cuentan con reconocimiento de validez oficial por parte de la Secretaría de Educación Pública”.

Al cabo de tres meses de clases sabatinas, lo que pudimos comprobar fue la impresionante insistencia con la que los miembros de Nueva Acrópolis inundaron nuestro buzón y nuestro Whatsapp de mensajes cuando desaparecimos; al punto que tuvimos que apagar definitivamente nuestro falso chip.

Para Esteban, el exilio fue mucho más complejo. Cuando le preguntamos qué lo motivó a escaparse del grupo, a sabiendas de lo que le vendría encima, vuelve a contemplar sus manos fijamente durante unos cuantos segundos, ajusta sus lentes y relata: “Después de un enésimo encontronazo con un discípulo al que casi golpeé porque se atrevió a reclamarme las constantes humillaciones que les hice sufrir, decidí aislarme en mi casa, dejar de contestar las llamadas y cortarme completamente del mundo. Estuve llorando durante varios días sin salir apenas y adopté la técnica del avestruz, en espera de que las cosas se resuelvan por si solas y que al despertar me dé cuenta de que todo había sido un mal sueño. Pero hay cosas que no se pueden borrar”, evoca con una sonrisa amarga. Ahora sus puños aprietan a su carpeta con fuerza y ya no tiemblan para nada.

Durante casi un año siguió recibiendo llamadas de sus ex compañeros y entre depresiones crónicas y veleidades de denuncia, recibió una amenaza de muerte por persona interpuesta y varias llamadas, presuntamente de miembros de las brigadas internacionales de Nuevo Acrópolis, con acentos de distintas nacionalidades.

Ahora, mientras cae la noche sobre el Sanborns de Insurgentes, y se prepara para volver sólo a su casa —cuya ubicación nunca nos quiso revelar— Esteban admite buscar alentar a otras personas a denunciar la agrupación con su testimonio. “También quiero que en caso de que me pase algo, este testimonio sirva como base para que sepan a quién culpar” remata, sonriente, el hombre que escapó de Nueva Acrópolis.