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¡Pacifista!: Del fusil a la manguera

Hasta hace muy poco, Héctor, Ronal y Luis cargaban ametralladoras M60, diseñaban estrategias de rescate en la selva y planeaban la captura de los cabecillas de la guerrilla. Pero un día, por azar o por hastío, decidieron cambiar de uniforme y apagar...

Héctor Díaz

Héctor se "regaló" al Ejército porque quería obtener la libreta militar. Fue asignado al Batallón de Infantería No. 19, General Joaquin Paris, en San José del Guaviare. Corría el año de 1995 y hacía parte del segundo contingente. Fueron 18 meses en el Ejército. Se especializó en el manejo del mortero "tipo comando" (una especie de lanza granadas), que posee un peso aproximado de 28 kilogramos. El 6 de octubre de 1995, y gracias a su pericia en el manejo de aquella arma, combatió en la toma de Miraflores Guaviare. Fue su primer contacto con la guerra y motivo suficiente para alistarse como soldado profesional.

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Todo estaba dado para seguir ascendiendo dentro de las Fuerzas Militares. Su vida estaba en el Guaviare, zona de guerra, pero la angustia de su mujer y sus padres en Bogotá lo hicieron desistir. Renunció y gracias a un documental sobre bomberos decidió que su vida, de ahí en adelante, seria empuñar una manguera.

Rónal Alberto Méndez Doncell

Ingresó al servicio militar para obtener la libreta en 2001. Después de nueve meses prestando servicio, decidió ser soldado profesional. Pertenecía a la Brigada móvil N.12 y al Batallón de Comandos de Fuerzas Especiales, en Puerto Toledo, La Macarena y Vista Hermosa. Su fuerte eran las ametralladoras M60. Fue controlador de fuego en ataque y fue catalogado, por sus superiores, como uno de los mejores enfermeros de combate. Fue premiado, además, con la medalla al valor por las Fuerzas Armadas de Colombia. En 2009 el Ejercitó de los Estados Unidos buscaba contratistas en Colombia con ciertas habilidades para que combatieran en Irak y Afganistán. Escogieron a Rónal quien, estando en terreno, hizo el curso de "Combat Medic" (paramédico avanzado en medicina táctica) y francotirador. Fue un época en la que se sentía un héroe indestructible.

Pero se cansó de tanta muerte y, además, se sentía en una guerra ajena. Regresó a Colombia e intentó como instructor de Paintball y como conductor de Transmilenio pero sentía que le hacía falta más adrenalina. Un día un amigo lo invitó a hacer el curso para bombero y se sintió como en casa. Tenía la adrenalina que buscaba y podía seguir siendo héroe, "no con un arma -aclara-, pero sí con mis palabras, mis acciones y mi manguera".

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Luis Carlos Bernal Deaza

Entró al Ejército en 1990. Viene de tradición militar: su abuelo fue coronel del Ejército en la época de Jorge Eliécer Gaitán y su padre permaneció cuatro años en las filas armadas. Luis Carlos entró como soldado regular y terminó en las fuerzas especiales de Tolemaida. Luego, lo trasladan al Putumayo, Caquetá y Meta con una misión específica: matar a los cabecillas del Estado Mayor del Bloque Oriental de la guerrilla de las Farc.

En 1994 lo enviaron para el Sinaí con la misión de cuidar la base especial El Gorah, que hoy en día es la sede de la Fuerza Multinacional de Paz y Observadores. Antes de regresar a Colombia en 1996, se unió a la Unidad de Rescate del Ejército de los Estados Unidos y trabajó en Somalia y Ruanda.

Una vez en Colombia, lo asignan como uno de los 52 escoltas del General Harold Bedoya y se aburrió. Se había terminado su pasión por el servicio militar, por las armas, las estrategias y las emboscadas. "En el Ejército me sentí parte de un circo -dice- pero ahora, siendo bombero, siento que tengo credibilidad ante la gente y me respetan por lo que hago".

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Este artículo hace parte de ¡Pacifista! Una plataforma para la generación de paz: un proyecto de VICE enfocado en contenidos sobre la terminación del conflicto armado y la construcción de paz en Colombia.