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Cultură

Cosas que he aprendido con el nuevo programa de Bertín Osborne

La1 intenta modernizarse con una buena dosis de caspa.

Capturas de pantalla del programa "En la tuya o en la mía"

Ayer se estrenó en La1 de TVE "En la tuya o en la mía", nuevo espacio de entrevistas presentado por Bertín Osborne, señal inequívoca de que en TVE están por la labor de modernizarse. El primer invitado era el cantante Pablo Alborán, que visitaba la casa del presentador. En futuras entregas será Osborne quien visite las casas de otros invitados, supongo que en función de quién haya cobrado por entrevista y quién no o quién esté dispuesto a enseñarnos su hogar y quién no. Aquí va una lista de las 9 cosas que aprendimos ayer viendo el estreno del programa.

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Bertín Osborne tiene un casoplón en Madrid que parece sacado de una buena revista de decoración e interiorismo

Primera en la frente: con todo Cristo rasgándose las vestiduras por la pasta que ha cobrado el cantante y presentador por hacer el programa, el tipo no tiene reparos en enseñarnos de arriba abajo su residencia ya de inicio, en una clara declaración de principios que encaja con el mensaje que ha ido lanzando estos días en las presentaciones para prensa del proyecto: "las críticas me la soplan". Y los haters, claro, mutis.

Bertín Osborne no sabe encender ni el microondas.

Esto más o menos lo imaginábamos. Si has ido siguiendo más o menos la trayectoria personal de Bertín –y tampoco hace falta haber hecho una tesis doctoral– ya podías imaginar que el tipo no sabe –ni quiere– hacer la O con un canuto en todo lo que implique tareas domésticas. No solo no sabe, sino que se vanagloria de no saber. Y no solo se vanagloria, sino que además a mucha gente le hace gracia que sea un absoluto tuercebotas en casa. España no falla: sigue encantada con su herencia y sus tics del pasado.

Bertín Osborne es un tipo infiel.

Esta también la sabíamos. Entre él, Julio Iglesias, Pipi Estrada y el Conde Lecquio suman más conquistas que número de habitantes muchas capitales de provincia. Ayer, sin embargo, nuestro héroe rizó el rizo: en plena charla amistosa con Pablo Alborán sobre la infidelidad, y con la actual mujer de Osborne participando en la charla, el presentador no tuvo el menor reparo en hablar del tema como si fuera lo más normal del mundo. Por lo que decía y cómo lo decía entendí que aún pone en práctica estas infalibles tácticas de seducción; y que su señora, ahí mismo como si nada, lo tiene perfectamente asumido y consentido. Y vosotros empeñados en recordarle que ha cobrado mucho. Bravo.

El espíritu televisivo de Pedro Ruiz sigue vivo.

Recuerdo que hace unos cuantos años todos nos pitorreábamos sin piedad de las entrevistas que Pedro Ruiz orquestaba en "La noche abierta", y no solo era por el lirismo de mercadillo y la introspección de IKEA con el que las decoraba, sino también por el ambiente de masaje dialéctico y emocional con el que agasajaba a sus invitados. Sensación que se repite casi al dedillo en "En la tuya o la mía", donde el presentador evidentemente rema a favor del invitado ahuyentando la posibilidad de cualquier pregunta incómoda, comprometida o peligrosa y donde se genera un clima de buen rollo y camaradería, muy cercano a la revista del corazón con empaque, que por momentos flirtea con la cursilería. A mí me recordó a aquellos reportajes que hacía "Gente" años ha en que un famoso nos invitaba a su casa, impecablemente dispuesta para la ocasión, cuando necesitaba promocionarse por algún motivo.

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Nos fuimos como llegamos: sin titulares.

La llegada de propuestas menos entregadas con el invitado y la buena prensa que ha tenido en esta última década la entrevista agresiva y punzante ha propiciado una segunda juventud del género, en buena parte gracias a Ana Pastor y Risto Mejide, dos personalidades que muchas veces confunden contundencia e incomodidad con impertinencia y egolatría desaforada pero que indudablemente han ayudado a revalorizar popularmente este tipo de programas. Y en este contexto de desmedida tensión entrevistadora, que en ocasiones favorece el resultado global pero en otras lo entorpece e incluso lo sabotea, "En la tuya o en la mía" busca una vía mucho más conciliadora y amable. La cuestión, a fin de cuentas, no es cómo tratas y sometes a tus invitados, sino qué obtienes de ellos gracias a tu método: puedes torturarlo hasta sacarle lo que quieres o puedes darle un cheque en blanco si a cambio obtienes resultados, el mecanismo es lo de menos y uno puede ser tan válido como el otro. La cuestión es que ayer no sacamos nada nuevo, inédito o sorprendente de Pablo Alborán, y supuestamente ese debería ser uno de los objetivos del programa, más allá de plasmar momentos de complicidad y ternura.

Bertín Osborne es presentador, pero no entrevistador.

Esto no lo sabíamos a ciencia cierta, solo lo sospechábamos. Y ayer lo ratificamos. En televisión el ritmo es sagrado, la principal obsesión de directores, presentadores y guionistas. Un buen programa sin ritmo es un mal programa. Y un mal programa con ritmo a muchos puede llegar a parecerles un buen programa. Con Bertín Osborne haciendo las veces de presentador el equipo del programa ha de trabajar el doble pensando en cómo llenar y agilizar la escaleta. Inviable cederle cincuenta minutos solo para charlar; no habría forma humana de soportarlo. Así que el programa juega con recursos más o menos predecibles para tomar aire: ahora revisamos álbumes de fotos; ahora te traigo a un cocinero reputado –Dani García, dos estrellas Michelin– para que nos haga la comida, lo que nos permite cambiar de escenario; ahora que venga tu mujer; y ahora saca a los niños y que Alborán se cante algo. Aquí, pasando el rato.

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Pablo Alborán es la cobaya ideal para empezar un programa.

No solo porque el chico cumple y cumple bien, porque no le verás nunca una salida de tono y porque, en definitiva, esta imagen intocable e inquebrantable se la ha ganado a pulso en cientos de entrevistas, sino porque en realidad su presencia permitía que casi habláramos más del entrevistador que del entrevistado. Si invitas a tu casa a Julio Iglesias lo tendrás crudo para robarle protagonismo, los jefes son los jefes; pero si a quien traes es a un corderito degollado al que ya le vale disponer de una hora en prime time para un acto de promoción inmaculado, tienes todas las de ganar. Y así fue: al final acabó hablando más de su vida Bertín que Alborán (que nos contó lo que quiso contar, tonto no es), y en cierto modo ya nos vino bien que así fuera.

Las versiones folk de grandes hits pop son la nueva música de ascensor.

Esto es algo que hemos ido viendo con cierta sorpresa en los últimos meses: muchos creativos de televisión y productoras han creído entender que un síntoma de modernidad y buen gusto estético es emplear canciones de folk lánguidas, tristonas y a flor de piel para amenizar las transiciones y los highlights de sus programas. Y sobre todo, que sean versiones de canciones procedentes de otros ámbitos y/o géneros. En TV3 lo ponía mucho en práctica "El convidat"; y ayer "En la tuya o en la mía" dejó claro que alguien de la productora tiene a buen recaudo playlists de Spotify bajo el epígrafe "Música para escuchar con una taza de café humeante en la mano mientras miro por la ventana cómo llueve y cómo todo se llena de melancolía y pongo esta cara de gilipollas afectado y torturado".

La chozaca de Bertín

La estética es el nuevo contenido.

Otra corriente que vigilamos muy de cerca: la buena factura televisiva como mecanismo para disimular otras carencias. "En la tuya o en la mía" es como esas panaderías que de la noche a la mañana se han transformado en panaderías modernas de aires rústicos. Sabéis de qué os hablo. El mes pasado parecían panaderías franquicia de toda la vida, con su decoración 90s, los uniformes de las dependientas llenos de lamparones, cuatro mesas de metal y servilleteros de Cacaolat; hoy, en cambio, parecen sacadas de algún editorial de Kinfolk. Pero pese al cambio el producto sigue siendo el mismo de antes: baguettes congeladas que a las dos horas de salir del horno parecen hormigón y croissants con los que podrías jugar a bolos. Con "En la tuya o en la mía" tengo una sensación parecida: formalmente es un programa impecable, incluso brillante, pero el contenido me resulta sorprendentemente anticuado y revenido.