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Comida

‘Un pequeño plato para el hombre, un gran paso para la humanidad’: Probé comida de astronauta

Decidí visitar la sede de una de las compañías que hacen comida espacial para probar la comida que consumiremos cuando el turismo espacial sea una realidad.

Menú del día. Fotos por Chiara Esposito

En agosto de 1961, el cosmonauta soviético Gherman Titov se convirtió en el primer humano en vomitar fuera de la atmósfera terrestre, a bordo de la cápsula Vostok II. Los astronautas de entonces se alimentaban a base de carne homogeneizada envasada en tubos como los de la pasta dentífrica. Según los historiadores, la reacción de Titov obligó a un replanteamiento en la investigación sobre la alimentación en el espacio.

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Las cosas han cambiado mucho desde entonces, y no solo porque el año pasado la astronauta Samantha Cristoforetti se convirtiera en la primera persona en hacerse un café en el espacio. Inicialmente, los esfuerzos de investigación se centraban en aspectos técnicos como el peso, el volumen y la vida útil de la comida, pero ahora que esos objetivos pueden alcanzarse con mucha más facilidad, la meta de los creadores de alimento espacial ha pasado a ser otra: conseguir que se parezca más a la comida de verdad.

Dicho de otro modo, están empezando a ver la comida como una forma de contrarrestar la inevitable sensación de alienación que genera la duración de las misiones espaciales, la distancia que separa a los astronautas de su hogar y la convivencia forzada de un grupo de desconocidos en un espacio reducido. Esa es la razón por la que actualmente, además de los alimentos que les proporcionan sus respectiva agencias espaciales, los astronautas tienen la posibilidad de solicitar una determinada cantidad de comida extra a otros fabricantes. Es el equivalente espacial a la comida que te prepara tu madre cuando vuelves a casa después de una semana comiendo platos precocinados.

Interior de la sede de Argotec en Turín

La comida espacial se prepara en un autoclave. Debe tener una caducidad de dos o tres años y poder consumirse sin ningún tipo de preparación y en condiciones de gravedad cero. Asimismo, debe cumplir con una serie de normas muy restrictivas impuestas por la NASA, entre las que se incluye la facilidad para su transporte y almacenaje —no olvidemos que la estación espacial es muy pequeña y cada centímetro que se puedan ahorrar es un centímetro más de espacio habitable para los astronautas—. A partir de estas restricciones, se toman una serie de medidas para lograr conservar el sabor, que pasan por la selección de los ingredientes y la combinación, el tratamiento y el aprovechamiento de sus propiedades químicas.

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Argotec es una de las principales productoras de este tipo de alimentos. Esta empresa italiana lleva trabajando en este campo desde 2011. Rememorando mi sueño infantil —como el de tantos otros niños—, decidí visitar la sede de Argotec en Turín con mi amigo Federico, quien ya me acompañó en sendas catas de comida militar y futurista. La idea era probar la comida que consumiremos cuando el turismo espacial sea una realidad.

Tras una breve introducción a los métodos de producción y los principales problemas que presenta la fabricación de comida para su consumo en el espacio, pasamos a la mesa.

Aperitivo / Cebada con gambas

En el espacio no se puede cocinar nada, por lo que la comida espacial debe estar lista para el consumo. Las raciones van envasadas en bolsas selladas al vacío, de forma que quepa tanta cantidad como sea posible, y los astronautas la toman directamente del envase con una cuchara.

Pese a la variedad de ingredientes utilizados, toda la comida espacial tiene más o menos el mismo aspecto granulado, como de migas. Desde luego, no es muy agradable a la vista, pero es el formato más apropiado para su consumo en ausencia de gravedad. Como pudimos comprobar, en cuanto abres la bolsa, los gránulos se adhieren a las paredes de la bolsa en lugar de salir despedidos.

De primero, comimos ensalada de arroz, gambas y calabacín. Estaba un poco sosa, peor nos explicaron que el sentido del gusto cambia mucho en el espacio. En gravedad cero, los fluidos se concentran entre la nariz y la garganta, lo que causa alteraciones del sabor, como cuando estás constipado. Un mismo plato puede resultar insípido para un astronauta y delicioso para otro; por eso es importante ofrecer una amplia variedad de sabores.

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Lo primero que me llamó la atención fue la consistencia del plato: los ingredientes conservaban su textura natural, algo que no me esperaba de una comida preparada en un autoclave.

El paquete contenía una ración para una persona, pero como íbamos a probar otros platos, solo comimos un poco. Aunque no me volvió loco, aquel aperitivo sirvió para derribar mis prejuicios sobre el sabor de la comida de astronautas.

Me había preparado para lo peor, pero más que un plato pensado para un paseo espacial, lo que comí se asemejaba más al aperitivo que uno podría llevarse a un picnic.

Primer plato / Arroz con pollo y verdura

Tras el aperitivo, pasamos al primer plato: arroz con pollo y verdura, una mezcla de risotto y pollo al curry.

También de este plato me sorprendieron las texturas: el arroz estaba al dente, la carne tenía la consistencia de la carne y la verdura mantenía el mismo color que tiene aquí, en la Tierra.

El sabor era muy intenso. El exceso de cúrcuma eclipsaba el resto de sabores. El uso de especias para la conservación de los alimentos es una tradición que se remonta a la Edad Media, y no deja de ser curioso que este método siga utilizándose en la era de la exploración espacial.

Plato principal / Sorgo con ternera

Probablemente este fue el mejor plato de los que catamos. En cuanto lo probé, se me pasó por la cabeza que no sería tan descabellado pensar que la venta de estos platos en supermercados normales podría ser todo un éxito.

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Al fin y al cabo, la mayoría de las innovaciones civiles y militares han surgido de la investigación espacial. La comida no es una excepción, y ya se han encontrado diversas aplicaciones: lo usan los deportistas que se embarcan en expediciones en entornos extremos, como el Ártico.

Si bien las raciones anteriores venían ya servidas en un plato, este en concreto lo consumimos directamente del envase de plástico para hacer la experiencia más real.

Cuando abrimos el envase, comprobamos que el alimento permanecía agolpado contra las paredes. Nos explicaron que uno de los aspectos más importantes de este proyecto era el de lograr este efecto, ya que de otra forma, la comida saldría despedida del envase en gravedad cero.

Acompañamiento / Ensalada de quinoa

Al parecer, este era el plato favorito de Samantha Cristoforetti durante su estancia en la Estación Espacial Internacional. Los chicos de Argotec nos dijeron que ella fue la primera astronauta que "cocinó" en el espacio, en el sentido de que no solo consumió comidas precocinadas, sino que combinó ingredientes en distintos envases para prepararse lo que le apeteciera en cada momento. Dicho así no parece nada especial, pero no olvidemos que en la estación espacial no se puede cocinar, y poder escoger qué quieres comer es un gran paso hacia una mejor calidad de vida de los astronautas.

En cualquier caso, por lo que respecta al sabor, este plato era similar al arroz, solo que en lugar de la cúrcuma, el sabor predominante aquí era el del arenque. A Federico le gustó especialmente, tal como nos hizo saber.

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Postre / Barrita de fruta y chocolate y zumo de fruta

Era la hora del postre: una barrita de chocolate y bayas de goji y un smoothie de manzana, pera y fresa. El aspecto entre verde y marrón de la barrita no invitaba demasiado a probarla, pero lo hice de todos modos, ya que las catas anteriores habían sido positivas en general.

Pese a que se suponía que llevaba chocolate, yo solo noté el sabor de las bayas de goji. Pensé que este postre le habría encantado a mi tía, que prácticamente se alimenta de estos frutos.

El zumo estaba bueno, aunque tampoco tenía nada de especial. Puestos a criticar, diría que hay combinaciones de frutas más acertadas que la de manzana, pera y fresa, pero poco más.

Si no hubiera sido porque me costaba digerirlo —lo dejé después de unos cuantos sorbos porque empezaba a encontrarme mal—, no me importaría tomarlo a diario.

Cuando uno oye hablar de comida del futuro, inmediatamente piensa en batidos de proteínas que sustituirán para siempre las comidas. Lo cierto es que hay dos escuelas de pensamiento: por una parte, tenemos la visión funcional de los creadores de Joylent, centrados en el resultado, mientras que por otro están quienes procuran buscar un punto medio entre estas soluciones poco satisfactorias y la comida de verdad.

Las misiones espaciales serán cada vez más largas, por lo que es importante encontrar soluciones que sea eficaces y que no hagan que a los astronautas les entren ganas de salir por la escotilla al espacio profundo. Aunque sea por la perspectiva de que tarde o temprano el turismo espacial puede ser una realidad, y en ese caso será agradable tener algo rico para comer por el camino.

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Traducción por Mario Abad.