FYI.

This story is over 5 years old.

El número de la ciencia extraña

Reseñas de libros Noviembre

Nos hemos leído ibros de Shintaro Kago, Salvador Seguí y otro más.

REPRODUCCIÓN POR MITOSIS

Shintaro Kago

EDT

VICE se colgó la medalla de publicar aquí antes que nadie algunas páginas de Shintaro Kago, el último exponente destacable del manga llamado ero-guro, el que se interesa por los rincones más depravados del sexo y la violencia y se regocija ampliando los límites de la mostración. Ahora aparece en castellano un álbum recopilando quince historietas de este señor y con él se abre la espita de lo impensado no sólo en el campo de la pornografía y el horror, también en el del experimento narrativo. Porque las filias de Kago no se conforman con manejar heces, semen, sangre y larvas en contextos conductuales alucinantes sino que su atrevimiento llega al punto de internarnos en ejercicios metalingüísticos donde la página de cómic cobra –literalmente– cualidades panópticas, donde los personajes son perseguidos –literalmente– por sus recuerdos inmediatos, y donde sus experiencias se descomponen –literalmente– hasta sus partículas elementales. Kago rasga la realidad y de la brecha brota una simultaneidad grotesca y pormenorizada hasta la demencia que nos anega el ojo y, de algún modo extraño, nos completa.

Publicidad

RUBÉN LARDÍN

CT O LA CULTURA DE LA TRANSICIÓN

VV.AA.

DeBolsillo

Un término muy bien traído, el de “Cultura de la Transición”, que, sin amplificar, viene a dar acepción más específica a las dinámicas de gestión que el régimen en que vivimos aplica a la producción artística o creativa de sus súbditos y seguros servidores.

La intención que le comprendo a este libro colectivo es formular la atrofia perenne, la instrumentalización chocarrera y las restricciones naturales que impone nuestra estructura política y social, empleada en eclipsar la producción problemática y gestionar la que convenga en una única dirección, la de sus intereses y bolsillos. Al final siempre se trata de doma y buchaca, y aunque tal maniobra se da aquí como en los Países Bajos, en Finlandia y en Sebastopol, es cierto que los íberos siempre hemos ido a la vanguardia del primitivismo. La detención y secuestro de “la cultura” es especialmente cantosa en España, donde parece no haber lugar para la disonancia. Para enfrentar esa hegemonía tan plomiza de nachos canos, muñoces molinas, suplementos dominicales y toda la mediocridad complaciente, siempre estuvo disponible el bálsamo de lo que se llamaba contracultura o underground, pero desactivadas arteramente esas opciones (¡dónde está, no se ve, la tropa insubordiné!), hoy la cultura no sólo vive una flagrante relación de consuno con la actitud de estabulación brutal que se le aplica, sino que ella misma solicita que así sea, por ver si se pueden trincar unos cuartos.

Publicidad

Parcelado el volumen según disciplinas como la música, el cine o la literatura, la actitud beligerante o sarcástica de algunos artículos me parece la adecuada, en contraste con la ingenuidad de otros que parten con tesis bajo el brazo y se dan al silogismo para vislumbrar cambios de paradigma. La euforia y el ansia se entienden y hasta se comparten, pero resulta cándido pretender, esgrimiendo algarabías coyunturales como el 15M, que la comunidad entrópica de internet es quiebro o panacea, cuando la herramienta, reflejo y marasmo, se ha decantado ya como colaboracionista muy clara de la CT. El libro es sopa de ajo pero porfía, queriendo creer que el vulgo ha de estar preocupado cuando el vulgo bastante tiene con lo suyo. Ah, pero no seré yo quien condene esta lectura sino todo lo contrario, porque se pasa muy bien con ella y es verdad que no se entrampa en el discurso para conversos; de hecho, a más de uno le hará tomar conciencia y le ayudará a escupir con acierto.

RUBÉN LARDÍN

ESCUELA DE REBELDÍA

Salvador Seguí

Periférica

Al anarcosindicalista Salvador Seguí, el “Noi del sucre”, lo mataron un 10 de marzo de 1923 –seis meses antes de que Primo de Rivera nos montara una dictadura– pistoleros a sueldo de la patronal, por eso de librarse por la vía rápida de elementos subversivos y enviar un mensaje de aplícate el cuento a los del mono con grasa y herramienta en la mano, que a ver qué se han creído reivindicando panes y jornales. Qué tiempos aquellos, ¿eh? Cuando estas cosas se hacían con bula y asiduidad (523 obreros asesinados entre 1914 y 1921 sólo en Barcelona) y bastaban cuatro gritos, unos cuantos palos y una balita de vez en cuando para acallar a la colla de tuberculosos. Ah, pero los que lo rememoran con sonrisas no creo que estén leyendo esto; esos leen otras cosas. A los que atienden estos papeles les interesará saber que Escuela de rebeldía, publicada a título póstumo veinte días después de que a Seguí le dieran matarile, es novela de rápido leer y antes esputo que novela, arrebato puesto en palabras y soliviantado cabreo que compensa con ardor lo que le falta de literatura. Y es también una profecía, pues las andanzas del protagonista, andaluz en Barcelona al que se le muere la mujer y se erige en líder obrero por convicciones y por mitigar su dolor, devendrían autobiográficas de Seguí, y no creo que con esto le haya chafado la novela a nadie pues lo que importa en ella no es el final, sino la enseñanza.

JESÚS BROTONS