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Armas bajo el sol

Me gustan las armas. Me gusta dispararlas en un campo de tiro o contra las dunas de arena en un día nublado. Me gusta la sensación del metal curvado a las órdenes de mi mano, y saber que el mundo podría cambiar para siempre con sólo jalar el gatillo.

Me gustan las armas. Me gusta dispararlas en un campo de tiro o contra las dunas de arena en un día nublado. Me gusta la sensación del metal curvado a las órdenes de mi mano, y saber que el mundo podría cambiar para siempre con sólo jalar el gatillo.

Mis amigos más sensibles dicen que soy así porque soy de Florida. Y hasta hace poco, pretendía no estar de acuerdo. Pero después de aventurarme a las turbias aguas de la legislación sobre armas de fuego en mi estado natal, ya no puedo negar que mis amigos han tenido razón todo este tiempo. Claro que, mis amigos más sensibles, no crecieron en Florida.

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Ahora, para los fervientes antiarmas allá afuera, les presento el siguiente reto: pónganse en una situación en la que su vida o seguridad, o aquélla de un ser amado, está en grave peligro. Después imaginen que ese lugar es una península soleada hecha de ciudadanos trabajadores, viejos autosuficientes pero seniles, autodenominados “crackers” (término que se desprende de los blancos que solían azotar a los esclavos negros en el siglo XVIII), criminales ultraviolentos y come-caras, sociópatas asquerosamente ricos, el condado de Miami-Dade, y los cabrones más escalofriantes y raros del planeta. Bienvenido a Florida. Población: 19 millones. A juzgar por mi experiencia con algunos de lo residentes más interesantes, valientes y despreciables del estado, te puedo asegurar que muchos habitantes honestos y productivos de Florida tienen armas. Y sí, los cerdos las tienen también, y las usarán contra ti sin pensarlo dos veces sólo porque les da la gana.

Uno de los chicos buenos es Eddie Cacciola, un ex marine de 32 años, nativo de Filadelfia. Eddie se mudó a Florida hace cinco años. Antes de eso, sirvió como ingeniero de combate condecorado, como los güeyes de The Hurt Locker, durante la primera ola de la Operación Libertad Iraquí.

Eddie se unió a los marines el 18 de septiembre de 2001. Ya había considerado enlistarse, pero los eventos del 11 de septiembre lo hicieron dar el paso final. Dejó el trabajo de sus sueños, dirigiendo un equipo de carreras en motocicletas e importando MVs, Ducatis y otras motos exóticas, para pelear en Irak.

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En 2005, Eddie regresó a Filadelfia, cada vez más desencantado con la Guerra contra el terrorismo. “Podríamos estar atrapados largo tiempo. La gente dejó de apreciar nuestra presencia”, me dijo mientras manejábamos a un Walmart para comprar municiones baratas. “Fue decepcionante para algo que empezó siendo algo bueno”.

Dos años después de regresar a Filadelfia, Eddie se mudó a Sarasota, Florida, con su novia de aquel entonces, una nativa de la zona. Entre las impecables playas de arena blanca de la ciudad está Siesta Key, considerada la mejor playa de Estados Unidos en 2011 por el “más grande experto estadunidense en playas”, el Dr. Beach. También es mi pueblo natal, y conocía a Eddie a través de un amigo en común que sabía que quería escribir una historia desde la perspectiva de los propietarios de armas responsables y conscientes.

Eddie me contó que antes de su tiempo con los marines, las armas no le llamaban tanto la atención. Había disparado rifles y escopetas varias veces en Filadelfia, pero después de regresar de Irak empezó a ver estas armas como herramientas de vida y medios recreativos. Igual que muchos residentes de Florida, cree en el derecho del público a portar armas en cualquier momento. Pero aunque Eddie defiende, o es indiferente a muchas de las leyes de armas de fuego en el estado, hay una que le causa conflictos.

Eddie Cacciola, veterano de guerra condecorado y entusiasta de armas, parado frente a una bandera estadunidense firmada por los marines con quienes sirvió en la primera ola de la Operación Libertad Iraquí.

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“En Florida, puedes comprar, vender e intercambiar cualquier cosa; siempre y cuando no sea un arma ilegal”, me dijo. “Puedes encontrar a alguien o algo que quieras, llegar a un acuerdo con esa persona, verla en un estacionamiento y hacer el intercambio de armas y dinero. No necesitas nada más”.

Antes de mi visita, unas semanas antes de la elección presidencial de 2012, le pregunté a Eddie si estaría dispuesto a organizar un viaje al campo de tiro con algunos de sus amigos. Me dijo que lo haría con gusto, pero con una advertencia: “Llega lo más rápido que puedas, porque la gente se está abasteciendo. Creen que Obama podría resultar reelecto. Si esperamos demasiado, será más difícil conseguir municiones para ciertas armas”.

Era la misma historia de 2008, tras la victoria de Obama. Muchos vendedores de armas en Florida y en todo el país reportaron un incremento masivo en el número de chequeos de antecedentes, un número que pasó de 11.2 millones en 2007 a 12.7 en 2008; una señal de que la venta de armas iba en aumento. Esto resultó en una escasez de municiones que, para febrero de 2009, dejó a muchos dueños frustrados porque las tiendas no podían con la demanda. Ese mes, el Orlando Sentinel reportó que las balas de 9mm y calibre .45 para pistolas semiautomáticas y las balas calibre .38 para revólver eran escasas, y que los Walmart en Apopka y Kissimmee habían confirmado que las municiones antes mencionadas, así como las balas calibre .22 (las municiones más comunes en todo el planeta), se habían agotado. Los residentes de Florida, según parecía, estaban listos para el rock ’n’ roll.

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En octubre, un mes antes de la elección, los chequeos de antecedentes para posibles compradores de armas en todo el país aumentaron un 18.4 por ciento en comparación con el mismo mes del año anterior y, igual que en 2008, la venta de rifles de asalto como el AR-15 y AK-47 aumentaron de forma significativa tras la victoria de Obama. Muchos de los vendedores y propietarios de armas citados en los medios dijeron temer que Obama reintrodujera la Ley Federal de Prohibición contra Armas de Asalto, uno de los aspectos más controversiales de la ley sobre control de los delitos violentos, aprobada bajo la administración de Clinton en septiembre de 1994. La prohibición se basaba en un complicado organigrama para determinar qué tipo de armas y accesorios deberían ser ilegales para su venta al público general.

Gracias a las disposiciones de revisión por extinción, la ley expiró en 2004. Desde entonces, legisladores como la senadora Dianne Feinstein, de California, y la congresista Carolyn McCarthy, de Nueva York, han intentado en vano restituir la prohibición. Estudios realizados por la Universidad de Pensilvania, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, e investigadores independientes, han mostrado que el efecto de la prohibición en crímenes violentos fue pequeño, incluso insignificante. El Instituto Nacional de Justicia del Departamento de Justicia publicó una evaluación en 2004 sobre la primera década desde la prohibición, en la que aseguraba que si ésta se reinstituía en el futuro, sus “efectos en la violencia con armas de fuego sería pequeño en el mejor de los casos, y quizá demasiado pequeño para poder medirse. [Las armas de asalto] rara vez se utilizaban en crímenes con arma de fuego, incluso antes de la prohibición”. Otro estudio realizado por el Centro Brady para la Prevención de la Violencia con Arma de Fuego asegura que los datos proporcionados por la Oficina de Bebidas Alcohólicas, Tabaco y Armas de Fuego (ATF) demuestran que la proporción de crímenes violentos con armas de asalto se redujo de 4.82 a 1.61 por ciento durante la prohibición. Un vocero de la ATF después dijo que su organización “no puede avalar la validez de dicha afirmación”.

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Aunque durante los últimos ocho años ha sido perfectamente legal comprar un AR-15, que con una culata especial de 350 dólares se puede convertir en un arma prácticamente automática, los defensores del derecho a portar armas tienen una buena razón para temer a la reintroducción de la prohibición por parte de Obama. El demócrata sirvió como senador de Illinois, hogar de las leyes de armas más estrictas en el país. Durante su primera campaña presidencial, dejó clara su opinión de que algunas armas no deberían estar disponibles al público, aunque lo hizo con cautela. Una encuesta de 2009 realizada por Gallup, reportó que hasta 41 por ciento de los norteamericanos creían que Obama, en algún momento, “intentaría prohibir la venta de armas en Estados Unidos durante su presidencia”; es decir, prohibir todas las armas. Y en agosto, el vocero de la Casa Blanca, Jay Carney, dijo a los reporteros que el presidente apoyaba ciento por ciento la renovación de la prohibición.

Cuando se le preguntó sobre las leyes de armas federales durante el segundo debate presidencial de 2012, Obama dijo que parte de su estrategia para reducir la violencia en las calles de Estados Unidos “es ver si podemos lograr que las armas automáticas que matan a las personas en número impresionantes, queden fuera del alcance de criminales y enfermos mentales”. Este tipo de discurso no tiene ningún sentido para los propietarios responsables de armas; hombres trabajadores y determinados que creen que el derecho a portar armas es inalienable, al menos en Estados Unidos. Pero, sin importar si la nueva prohibición [de rifles de asalto] ocurrirá o no, la acumulación ya ha comenzado.

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El autor con una Sig Sauer 522.

Mientras nos dirigíamos a comprar municiones, Eddie me advirtió que quizá tendríamos que hacer varias paradas para conseguir lo que necesitábamos. En la sección deportiva de Walmart, analizamos las cajas de balas guardadas con llave en casilleros de vidrio. Ya no tenían un solo cartucho para escopeta ni Remingtons calibre .233, estas últimas para los dos rifles AR-15 que queríamos disparar esa tarde. Los activistas antiarmas defienden su negativa a vender armas de asalto al público general citando el caso de James Holmes, quien en julio pasado utilizó un Smith & Wesson M&P15 (la versión de un AR-15 de la compañía) para matar a 12 personas y herir a otras 58 durante la proyección de la película El Caballero de la Noche Asciende en Aurora, Colorado. El alboroto resultante ha dado a los propietarios de armas otra razón para hacerse de rifles de asalto y otras armas similares.

El empleado de Walmart pronto nos advirtió que la política de la tienda sólo permitía la compra de seis cajas de municiones por cliente, por día. “Esto no es nada nuevo”, nos dijo el empleado. “Tenemos que tenerlas en el inventario. Esto ha sido así desde 2008, y ahora está ocurriendo de nuevo porque todo mundo cree que Obama les va a quitar sus armas”. Eddie me dijo que nunca había escuchado del límite de seis cajas, y que muchas veces había salido de esa misma tienda con muchas más.

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Habíamos comparado 900 dólares de municiones, pero Eddie y yo todavía no teníamos todo lo que necesitábamos para un día completo en el campo de tiro, así que manejamos hasta otro Walmart. Muchos propietarios de armas odian tener que comprar municiones de una tienda especializada, porque suelen ser mucho más caras que en Walmart. El segundo local, del otro lado del pueblo, tenía algo que la primera no: cartuchos de escopeta; pero seguían sin tener el número necesario de balas calibre .233. Sin embargo, habíamos logrado comprar cientos de dólares en municiones a precios de oferta en una de las cadenas comerciales más grandes del mundo. ¿Realmente había una escasez? Con el tiempo en nuestra contra, decidimos probar suerte con un nuevo vendedor, High Noon Guns, cerca de casa de Eddie.

High Noon tenía lo que necesitábamos: mil balas calibre .233, y a un precio razonable. El dueño de la tienda, un hombre de mediana edad, fornido y directo, de nombre John Buchan, estuvo feliz de hablar conmigo cuando le comenté que estaba en Sarasota para escribir un artículo sobre las leyes de armas de fuego en Florida. Fue algo sorprendente porque, antes de mi viaje, muchos de los dueños de tiendas de armas a los que había intentado entrevistar me habían rechazado (“¿Quieres saber cuál es el problema con los medios? Yo te lo diré…”) o tenían miedo de hablar, y me sugirieron que los contactara cuando llegara a la ciudad. John era justo el hombre que había estado buscando, y me mostró su amada Colt 1879 Storekeeper y su réplica, hecha cien por ciento de piel de castor, del sombrero que usa Russell Crowe en el remake de 3:10 to Yuma, a los pocos minutos de conocerme. Le pregunté como entró al negocio de las armas.

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“Mi compañero y yo dirigimos el circuito de armas durante unos 18 meses”, me dijo John. “Desarrollamos un cartucho de cien balas para una 9mm que podría entrar en una Glock, y la patente está en proceso. También desarrollamos imanes para armas, con los cuales puedes guardar tu pistola bajo tu escritorio o en otros lugares. Después de montar exhibiciones por todo Florida, decidimos abrir un local fijo para educar a los consumidores y ayudarlos a comprar armas”.

John se ofreció a mostrarme el video de ventas que él y su socio habían hecho para el cartucho de cien balas. En la presentación junto al lago, enseñaban el megacartucho con un rifle semiautomático común y corriente, y una Glock 18, una pistola automática desarrollada a petición de la unidad antiterrorismo austriaca, EKO Cobra, la cual puede disparar 1,100 balas por minuto. El gatillero de mediana edad en el video sostiene el arma con una mano mientras dispara las cien balas al agua en menos de seis segundos, temblando cual paciente con Parkinson. Por suerte, los civiles necesitan contar con una licencia federal de armas de fuego (FLL) para adquirir este tipo de armas.

Por supuesto, John es uno de los siete mil portadores de esta licencia en Florida. El proceso para obtener una FLL, y el tipo de armas que se pueden comprar y vender con esta licencia, quedó definido en la Ley Federal de Armas de Fuego de 1938 y la Ley para el Control de Armas de 1968. Desde 1968, la ATF ha emitido y supervisado los criterios de licenciamiento para vendedores, casas de empeño y otras personas con un negocio de armas, pero la vigilancia de la agencia acaba en el mostrador de licencias. Una vez que el vendedor es aprobado para una FFL, la responsabilidad de mantener esas armas fuera de manos de psicópatas asesinos y esposos abusivos, es de la persona aprobada, y así funciona en Florida y muchos otros estados.

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“Primero que nada, cuando abres una tienda de armas, la ATF te otorga el derecho a negarle la venta a cualquier individuo por cualquier razón”, me dijo John. “Eso hacemos aquí. Hemos negado compras sólo porque sentíamos que había algo mal. Como con este niño que llegó y traía la gorra volteada, un montón de joyas encima, y decidió agarrar una de las escopetas y jugar con ella a la altura de la cintura como si fuera Al Pacino en Caracortada. No en mi tienda. La persona que se ve sospechosa cuando está llenando el cuestionario días en muchas preguntas técnicas y responde ‘Sí’ a una de las preguntas. No en mi tienda. Alguien que entra a probar un arma, y sabes que la pistola no es para ella porque su novio está parado ahí afuera. Y él fue quien eligió la pistola, y la quiere, pero ella va a llenar el formulario. Completamente ilegal. No en mi tienda”.

Eddie, Mike Gatz y "Big Nick" Colella preparan sus armas para un día de tiro al aire libre en el campo Knight's Trail, en Sarasota, Florida.

John dijo que muchos de sus clientes son de mediana edad, igual que muchos de los residentes de Sarasota. Los “coleccionistas” y los novatos conforman el resto de sus clientes. Le pregunté si había notado un aumento en la venta de armas y municiones en vísperas de la elección presidencial.

“Hemos vendido más de las dos”, me dijo. Y agregó que cada vez más personas están comprando armas para “protección personal, o porque tienen miedo de que las regulaciones del gobierno prohíban las armas o ciertos tipos de armas, o que se prohíban municiones o aumenten los impuestos”.

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Mencioné a Trayvon Martin, el joven de diecisiete años, desarmado, que murió en febrero pasado a manos de un tal George Zimmerman, miembro del cuerpo de vigilancia comunitario de Sanford, Florida. El incidente y los cargos resultantes llegaron a los titulares de todo el mundo e incitaron críticas contra la ley “defiende tu posición” en el estado, basada en un aspecto de una ley de autodefensa inglesa del siglo XVII, conocida como la doctrina castillo, la cual se basa en el dicho: “El hogar de un hombre es su castillo”. En 2005, Florida fue el primer estado, obviamente, en aprobar lo que ahora se conoce como las leyes castillo, promovidas por la NRA (Asociación Nacional del Rifle). Desde entonces, más de la mitad de los estados en el país han adoptado leyes similares. Pero la gente en Florida se toma las cosas de forma muy literal, y supongo que por eso decidieron pretender que todos siguen viviendo en mansiones de piedra gigantes en medio de terrenos de 20 mil hectáreas, para así extender el alcance de las leyes castillo para abarcar el uso de fuerza letal contra cualquier atacante en cualquier lugar donde la víctima tenga el “derecho a estar”. John está a favor de “defiende tu posición”.

“Antes, si tenías la oportunidad, primero te retirabas”, me dijo. “En otras palabras, tu casa es tu castillo, y ahora eso se extiende a cualquier lugar donde tengas el derecho a estar. Me gusta la ley como está ahora. No creo que Trayvon Martin tenga nada que ver con la ley ‘defiende tu posición’. Creo que tiene que ver con la falta de educación, una falta de conocimiento. Creo que las dos personas tomaron malas decisiones esa noche, y todo terminó en tragedia”.

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En gran parte de Florida, si tienes más de 18 años y no tienes un historial de “crímenes peligrosos”, puedes entrar a Walmart o a una tienda de armas, comprar una escopeta o un rifle, y llevártelo tu casa el mismo día. Si deseas comprar una pistola de manos de un vendedor con certificado FFL, es un poco más difícil, pero no tanto. Sólo debes tener más de 21 años, someterte a un chequeo de antecedentes del departamento de policía de Florida y, si recibes la aprobación, esperar tres días hábiles. Después, te puedes llevar tu nuevo juguete a casa. También te puedes saltar todo ese papeleo y aplicar directamente para un permiso para portar arma oculta (CWP).

En julio pasado, cinco meses después de la muerte de Trayvon, se reportó que Florida estaba en camino de convertirse, para finales de 2012, en el primer estado en emitir más de un millón de permisos para portar un arma oculta. Aplicar para, y obtener, un permiso de arma oculta en Florida permite a los residentes cargar con una pistola de mano en casi cualquier lugar, siempre y cuando esté cubierta por una camisa, chamarra, pantalón, bolsillo, bolso, mochila o sombrero; en cualquier lugar, siempre y cuando el arma no sea visible para otros transeúntes. Igual que en muchas situaciones de la vida real, los bultos y las siluetas son aceptables bajo un criterio razonable.

Esto quiere decir, que en un día cualquiera, aproximadamente el cinco por ciento de la población del estado del sol brillante camina por Disneylandia o los campos de golf, o quizá incluso en el Stuckey de Yeehaw Junction (con una población de 240, y un excelente lugar para recibir un balazo), con una serie de armas compactas y subcompactas. La gran mayoría, como es de esperarse, cargadas. Esto podría ser una bendición si terminas junto a una de estas personas en medio de una mala situación, o una maldición si la persona detrás del gatillo resulta ser un psicópata asesino obsesionado con el efecto de una bala expansiva en el esternón.

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High Noon, igual que muchas tiendas de armas en el estado, ofrece clases de certificación para permisos de portación de arma oculta. La gran mayoría están dirigidas por Tom Dusseau, un ex marine que ha estado involucrado con las fuerzas de seguridad locales durante casi 23 años (incluyendo ocho años con el equipo SWAT y cinco como francotirador). Hace un par de años, comenzó a trabajar como contratista privado en Irak, donde trabajo durante un año antes de regresar con la policía. No cabe duda que sabe cómo manejar un arma y está orgulloso de trabajar como un instructor certificado por la NRA, Lo que le permite dar clases para CWP, además de otros cursos más avanzados. Le pregunté por qué los candidatos a CWP en Sarasota deberían elegirlo a él por encima de otros instructores en la zona.

Un Bushmaster Predator AR-15 modificado, similar al que se usó en los tiroteos de Newton, Connecticut, el 14 de diciembre.

“Lo que muchos instructores no tienen”, me dijo, “ por falta de un mejor término, es experiencia en la vida real en términos de confrontaciones; los cambios fisiológicos que ocurren en tu cuerpo bajo estrés, y las cosas que te mantendrán con vida y te darán la oportunidad para usar las herramientas a tu disposición para sobrevivir esa confrontación. Esto implica mucho más que simplemente enseñarles sobre el manejo seguro de un arma de fuego en términos generales”.

Durante sus dos décadas de trabajo policiaco, Tom dice que sólo una vez se ha encontrado con una persona con arma oculta a la que ha tenido que regañar; y ni siquiera fue por una actividad ilegal. Agregó: “Las personas que salen a conseguir un permiso no tienen planeado cometer un crimen. Las pistolas que se recogen en las calles no fueron compradas en tiendas de armas. No atraviesan por ese proceso. Estas son armas que se roban de almacenes, y estas armas, una vez que llegan a las calles, pasan de una persona a otra”.

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Tom después agregó que, al igual que John, él cree que el problema principal con las leyes para regular las armas en Estados Unidos es la falta de educación y entendimiento por parte del público general. Es un círculo vicioso: cuando los legisladores antiarmas están en el poder, dijo Tom, la gente acumula armas y aplica para más permisos para portar arma oculta porque temen que sus derechos serán violados si no actúan pronto. Esta puerta giratoria de confusión ha hecho que el mercado de las armas de fuego sea mucho más redituable que antes. El papel de Tom en el negocio no es la excepción.

“Después de la primera elección de Obama, yo daba clases de portación de arma oculta en el estado de Florida para otra tienda de armas”, me dijo. Antes de la elección, las clases más grandes eran de ocho o diez personas. Después de la elección, cada que entraba a clase había 25 o 30 personas. La gente corre asustada; se vuelven acumuladores de municiones. Si creen que las restricciones se avecinan, salen y compran un gran número de armas de fuego y simplemente las guardan en una caja fuerte".

Tom fue uno de los múltiples propietarios y vendedores de armas con los que hablé en Florida y cree que los políticos que escriben las leyes para regular el uso de armas de fuego tienen muy poco, o ninguna experiencia con armas letales. Me puso el ejemplo de la prohibición del ‘94.

“Es percepción”, me dijo. “Cuando tienes a una serie de personas, políticos o a quien sea, recogiendo armamento para una Prohibición de Armas de Asalto sólo porque se ven diabólicas, es ridículo. Yo tengo un arma de asalto. La compré durante la prohibición, lo que implicaba que no podía tener una culata colapsable (la cual sólo se colapsa diez o 15 centímetros) y que no podía tener un adaptador para bayoneta. ¿Cuándo fue la última vez que leíste de alguien que fue atacado con una bayoneta? Así que el funcionamiento de un arma [bajo la prohibición] no cambió; lo que cambio fue la bayoneta y la culata. Todo lo demás era exactamente igual que antes. No tiene ningún sentido. No estamos diciendo que no debe haber regulaciones, sólo que éstas deben ser más inteligentes”.

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Pensé en lo que Eddie me había dicho antes sobre la venta privada de armas de fuego en Florida, sobre lo fácil que es comprar una pistola, de forma legal, en un estacionamiento sin el debido proceso. Le pregunté a Tom qué podía hacer un policía si él, o ella, sabía que un arma de fuego utilizada para cometer un crimen fue adquirida de esta manera; si había alguna especie de cargo que se pudiera levantar contra el vendedor.

“Por ahora, es legal”, me respondió. “Así que el vendedor no será acusado de ningún crimen. Si a través de una investigación resulta que tú la compraste, conocías a esta persona y le vendiste el arma, y pueden probar que fue una venta ilegal o una venta straw [cuando alguien compra un arma de fuego por alguien más], entonces, sí, puede ir tras de ti”.

El autor dispara un Bushmaster Predator AR- 15. Muchos legisladores cuestionan la venta de rifles semiautomáticos estilo AR al público general.

Cuando salimos de High Noon rumbo al campo de tiro, me di cuenta de que Eddie estaba ansioso por disparar los 1,500 dólares de municiones que habíamos recolectado por todo el pueblo. Yo también. Me hizo pensar en las personas allá afuera que dicen odiar las armas pero nunca han disparado una, o al menos no como adultos en un ambiente controlado. Si lo has hecho y aun así aborreces las armas, lo respeto pero no lo entiendo. Disparar armas es divertido, siempre y cuando no actúes como un completo idiota.

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Veinte minutos después llegamos a Knights Trail, un campo de tiro público al aire libre en las afueras de Sarasota. Los campos de tiro cerrados pueden ser claustrofóbicos, y cuando Eddie y sus amigos salen, necesitan mucho espacio para sus treinta y tantas armas. Hay mesas de madera vieja y una línea roja que dice “no pasar” para delinear el interior de la zona de tiro, desde donde la gente dispara contra objetivos de todos tamaños y materiales. Los “ojos” (lentes protectores) y “oídos” (tapones para los oídos) son obligatorios en todo momento.

Nos encontramos con tres de los amigos de Eddie en el campo de tiro: “Big Nick” Colella, Steve Norton, y Mike Gatz. En varias ocasiones durante mi viaje, Eddie y otros amigos míos habían hecho referencia a Big Nick, un hombre jovial de 29 años, dueño de una compañía de mudanzas y de un impresionante arsenal casero. Le pregunté qué había traído al campo.

“Veamos”, dijo Big Nick y respiró profundamente mientras desempacaba sus armas. “Bushmaster Predator AR-15, HK mp5 .22 LR, Springfield Armory XD-S .45, Smith & Wesson Governor .45 ACP/.45 LC/.410 GA, 1911 .45 personalizada, y una escopeta Benelli M2 de 12 cartuchos. Esas son las que traje, las otras están en casa”.

Hace poco más de un año, Big Nick no tenía una sola arma. Cómo pasó de cero armas a un arsenal virtual, es la historia de muchos entusiastas de armas. Una vez que compras una, las quieres todas. Y la facilidad con la que se pueden comprar en Florida, lo convierten en uno de los mejores estados para coleccionistas.

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Después de disparar algunas de las armas sugeridas por Big Nick, me preguntó si quería probar su AR-15, el cual acaba de adaptar con una mira telescópica. Cargué el cartucho de 30 balas que hace apenas ocho años, bajo la Prohibición de Armas de Asalto, habría sido ilegal. Después de reposicionar el bipié y ajusta la mira, estaba listo para disparar. Respiré hondo dos veces, y exhalé mientras me enfocaba en el objetivo al final del campo. El rebote fue mínimo, y mi primer tiro cayó un poco desviado. Volví a intentarlo, y di en el perímetro del punto rojo en el centro de mi blanco. Aunque disparé armas con frecuencia en mi juventud, me considero un novato. Mi puntería no es terrible, y puedo dar en el blanco en el campo de tiro, pero no cuentes conmigo cuando algún maniático te esté usando de escudo humano.

Mike, el director general de un bar local en la playa, trajo una colección más pequeña, pero igualmente impresionante, la cual incluía un AR-15 estratégico, más apropiado para disparar a distancias cortas que el rifle de Big Nick. Le pregunté a Mike si había escuchado sobre la reintroducción de la Prohibición de Armas de Asalto.

“Algunos legisladores quieren prohibir lo que consideran ‘rifles de asalto’”, me dijo. “Creo que algunos de ellos están confundidos y creen que por tratarse de un AR, eso quiere decir ‘rifle de asalto’, lo cual es incorrecto. AR viene de ArmaLite, la compañía que las diseña”.

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Eddie me mostró sus armas, una Springfield Armory XD .40, una Wilson Combat 1911, una escopeta H&K FP6 de 12 cartuchos, y una Sig Sauer 522 (un modelo de entrenamiento del arma favorita de SWAT, la SIG556, con toda y su culata colapsable y un supresor falso, pero modificada para disparar balas .22 LR).

Vi cómo Eddie se concentraba para disparar sus armas, fue evidente que el hombre sabe cómo manejar una variedad de armas y que respeta su poder. Seguimos disparando hasta que cerraron el campo a las cuatro de la tarde. Habíamos utilizado casi todas nuestras balas.

Después de empacar, manejamos hasta Sarasota Trap, Skeet, and Clays, a un kilómetro de distancia, donde planeábamos pasar la tarde disparando discos.

El hijo de 12 años de Eddie, Shawn, es un experto en tiro de disco.

Montados en un carrito de golf entre las estaciones del campo arbolado de discos de tiro, finalmente pude hablar con Steve, el quinto miembro de nuestro grupo, quien ha vivido en Sarasota durante unos nueve años. Tenía una playera con una bandera estadunidense en negro y blanco, y las palabras, “recibiría una bala por ella”. Steve estuvo ocho años en el ejército, incluyendo un turno como médico de combate en Irak de septiembre de 2008 a septiembre de 2009, y me dijo que mientras crecía en Ohio, siempre tuvo un gran respeto y admiración por las armas de fuego, resultado de sus prácticas de tiro en un club local con su padre.

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Poco después de llegar al campo, llegó el hijo de 12 años de Eddie, Shawn, quien recibió un aventón de la novia de Eddie para un buen rato padre-hijo disparando armas. Es un pasatiempo estadunidense, más viejo que jugara la pelota en el jardín; un padre le enseña a su hijo lo esencial sobre las armas de fuego y, con suerte, las virtudes del respeto. Y Shawn, descubrí más tarde, es un excelente tirador. Eddie tuvo que confesar que con frecuencia es superado por su hijo en el circuito de discos de tiro. Le pregunté a Shawn qué opinaba sobre las armas de fuego, y me respondió: “Me gustan, supongo”.

Me asusta pensar en la precisión de Shawn con un rifle AR- 15 y me imagino un futuro con drones controlados a distancia por pequeños pubertos. ¿Estaríamos mejor que ahora?

La primera vez que disparé un arma tenía 11 o 12 años. En ese momento, estaba inscrito en una estricta escuela de artes marciales, y mi sensei era un veterano de Vietnam que amaba sus armas. Cada tanto, invitaba a sus estudiantes más avanzados a un campo de tiro privado, y después de conseguir mi cinta negra me pidió que lo acompañara a su siguiente sesión. Recuerdo estar parado en medio de un pastizal abandonado, tratando de mantener mis manos firmes mientras disparaba una magnum calibre .357, una AK-47, y otras armas con la capacidad para infligir mucho daño. Incluso mi madre, quien odia las armas, no tuvo problema con que me enseñaran las “bases sobre el manejo seguro de armas”. Al menos así fue como se lo planteó mi sensei cuando le preguntó; dudo que haya mencionado el cuerno de chivo.

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Mientras crecía en Sarasota, presencié muchos enfrentamientos violentos que contradecían su imagen paradisiaca. Si todavía viviera ahí, o en cualquier lugar de Florida, tendría un arma. No porque sea un lugar particularmente violento. Más bien por tradición: todos tienen una. Es una lógica que no tiene sentido hasta que terminas involucrado en una situación en la que lo tiene. Y por alguna razón, tuve varios de esos incidentes durante los 25 años que viví en el estado. Golpes que salen volando, navajas desenfundadas e incluso me golpearon en la cabeza con un palo de golf mientras me viajaba en ácido en una fogata de la escuela, cuando un pequeño ejército de pandilleros adolescentes llegó a buscar a la novia de alguien, con quien uno de mis conocidos se estaba acostando. Atacaron a todos en la propiedad sin discriminación alguna (tuve una conmoción cerebral, pero me mantuve de pie el tiempo suficiente para golpear a mi atacante en la garganta con todas mis fuerzas). Sin embargo, nunca me han apuntado con una pistola; pero tengo muchos amigos a los que sí.

Pero al parecer, las cosas están mejorando en Florida, y así ha sido durante algún tiempo. Algo que no encontrarás muchas de las “noticias extrañas” del estado es que 2011 fue el año con la menor tasa de violencia en 20 años.

Jon H. Gutmacher, Esq. es autor del libro, Florida Firearms: Law, Use & Ownership [Armas de Fuego en Florida: Ley, uso y propiedad], ahora en su séptima edición. Me dijo que, en su opinión, muchas de las leyes sobre armas de fuego (a veces confusas) en el estado de Florida fueron escritas con la intención de prevenir crímenes violentos.

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“Creo que mientras haya más gente con permisos para armas ocultas, siempre y cuando entiendan la ley, y muchos de ellos probablemente no la entienden, mejor estaremos todos”, me dijo. “Realmente creo en la autodefensa. Para ser honesto, es la vieja historia. Si ocurre una tragedia y no estás armado, no podrás prevenir nada. En ese momento te conviertes en un blanco más”.

Aunque las leyes de armas en el estado no han cambiado drásticamente desde que expiró la Prohibición de Armas de Asalto, Jon actualiza su texto de manera rigurosa al menos un par de veces al año para tenerlo siempre al corriente. Es, literalmente, el hombre que escribió el libro sobre armas en Florida, y la razón por la cual tantas tiendas en todo el estado venden, con mucho orgullo, su manual de 350 páginas. Le pregunté a Jon si creía que la administración Obama tenía planeado reintroducir algún tipo de prohibición sobre las armas de asalto. “Es posible que intenten restablecer la Prohibición de Armas de Asalto”, me dijo, “pero no creo que pase por el congreso. No veo cómo, en un ambiente donde el número de armas de asalto en manos del público ha aumentado diez veces, esto haría alguna diferencia; excepto por empujarnos a elegir un congreso y un senado completamente republicanos en las próximas elecciones”.

Steve Norton, ex médico del ejército y el autor usan un carrito de golf para trasladarse entre las estaciones del campo de tiro Sarasota Trap, Skeet, and Clays.

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Si se aprobara dicha prohibición, pregunté, ¿las armas compradas antes de la prohibición seguirían siendo propiedad de sus compradores? ¿O el gobierno intentaría confiscarlas?

“Quedarían exentos”, me respondió. “Porque, de lo contrario, el gobierno las tendría que comprar. De acuerdo con la Constitución, estarían obligados a comprarlas a precio de mercado. Eso le costaría dinero al gobierno… No va a pasar”.

Jon dedica la primera parte de su libro a examinar la precaria relación entre la constitución estadunidense, las legislaturas estatales, la Segunda Enmienda y el derecho de los ciudadanos a “portar armas” y formar milicias “bien reguladas”, “necesarias para la seguridad de un estado libre”. Esta última parte fue uno de los puntos más debatidos en el artículo antiarmas de Jill Lepore, “Battleground America”, que apareció en el número de abril de la revista New Yorker a principios de año. Aunque Jill tiene algunos puntos válidos sobre el control de armas, algo que tuve que cuestionar mientras leía su artículo fue si estaba jugando a la política con su interpretación de las milicias.

“Las armas de fuego utilizadas por una milicia bien regulada, cuando se escribió la Segunda Enmienda”, escribe Jill, “eran principalmente armas largas que, igual que un pequeño arsenal de pistolas, podía dispararse una sola vez antes de recargarse. En términos de tamaño, velocidad, eficiencia, capacidad y apariencia, la diferencia entre un mosquete del siglo XVIII y la pistola que [el asesino de Trayvon Martin] George Zimmerman usó, es un poco como la diferencia entre la primera laptop (la cual, sin contar el módem externo y la batería, pesaba diez kilos) y un iPhone”.

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No me malinterpreten: el tipo de personas que organizan milicias de estado extremadamente paranoicas, sólo porque Alex Jones les dice que el nuevo orden mundial es inminente, son una bola de desquiciados y no deberían tener acceso a armas de alto poder. Además, la guardia nacional tomó el lugar de las milicias hace años. Pero la razón por la que todavía hablamos de aquellos viejos adinerados que escribieron el documento legal más importante de nuestra nación, es por su profética visión. ¿Quiénes somos nosotros para cuestionar aquello que nuestros padres fundadores, en su momento, definieron como “milicia” y “armas”? ¿Y quién sabe que pasaría si una bomba radioactiva estallara u ocurriera algún tipo de cataclismo en tierra estadunidense? ¿Acaso el gobierno, como piensan los más paranoicos entre nosotros, impondría sobre su propia gente un estado de emergencia e implementaría una ley marcial totalitaria? Poco probable, pero parte de lo que define a Estados Unidos, es que el pueblo es dueño del lugar, y este pueblo puede elegir organizarse y levantarse en armas contra cualquier tirano en caso de ser necesario. Este tipo de mentalidad tan pesimista es la razón por la que muchas personas creen que los autores de la Constitución eran tan brillantes. Cuestionar esos derechos, aunque vengan acompañados de implicaciones extremadamente negativas, puede llevar a un terreno peligroso.

“Nunca he visto una razón para formar una milicia en la época actual”, dijo Jon. “Las cosas han cambiado de manera radical desde el siglo XVIII, cuando las milicias eran la principal línea de defensa contra invasores locales y extranjeros. Esa era la parte clave. Parece que la guardia nacional era… Tenías distintos tipos de milicias, y las milicias más pequeñas eran las que regulaba el estado. Muchas milicias eran reguladas a nivel local. Las armas y los uniformes eran proporcionados por los individuos. De hecho, si vemos la historia, antes era un crimen no ayudar a perseguir criminales. Mucha gente no sabe esto. Puedes ser acusado de un crimen por no ayudar o unirte a un grupo armado o algo así”.

Recordé las palabras de Eddie sobre lo fácil que era comprar una pistola en un estacionamiento, y la afirmación de Tom sobre la falta de regulación en las transacciones privadas de armas de fuego en Florida, le pregunté a Jon si mi entendimiento de la ley era correcto: es perfectamente legal que un residente compre un arma en Walmart y después se la venda a cualquiera que asegure ser residente del estado de Florida. Sin papeleo ni recibos, y si al día siguiente el comprador decide descargar su arma y volarle la cabeza a alguien, el vendedor quedaba prácticamente exento de toda responsabilidad, a menos que él o ella tuviera alguna razón para sospechar del comprador: que éste no fuera apto para cargar con dicha arma, o que existiera la posibilidad de un crimen.

“No puedes venderle a una persona prohibida”, me dijo. “A menos que se te notifique [antes de la transacción], no tienes por qué hacer otras preguntas además de: ‘¿Eres una persona prohibida? ¿Eres del estado de Florida?’ Si preguntas esto, y la respuesta es: ‘Sí, soy del estado de Florida, y no soy una persona prohibida’, a menos que haya algo sumamente evidente, puedes venderle”.

Seguía sin creer que fuera así de fácil, pero estaba decidido a corroborarlo.

La Sig Sauer P238 que Eddie compró a través de la página Florida Gun Trader. La clandestina operación se llevó a cabo en el estacionamiento de un Lowe’s a las 10PM.

A la mañana siguiente, contacté a Eddie para preguntarle si estaría dispuesto a participar en una compra clandestina en un estacionamiento si yo pagaba por ella. Ya no soy un residente de Florida, así que sería ilegal que yo hiciera esa transacción. Eddie, por otro lado, podía pasar media hora en Florida Gun Trader (una página de la que me habló Eddie, básicamente un Craigslist de armas) y recoger una pistola nueva ese mismo día sin problema. Me dijo que estaba más que dispuesto.

Después de poner un límite de 550 dólares y hacer algunas llamadas que no llevaron a nada, encontramos a un vendedor con una pistola compacta, una Sig Sauer P238, con caja y balas expansivas como “bonus”. Eddie contactó al vendedor y le dijo que estaba muy interesado. El vendedor aceptó verlo a las 10PM ese mismo día, después de cenar con su esposa, en el estacionamiento de un Lowe’s cercano. Le pregunté a Eddie que tan clandestina le parecía la compra, en una escala del uno al diez.

“Nueve y medio”, me dijo. “Comprar una pistola a las diez de la noche es un poco… sospechoso. Pero creo que, mientras tengo el dinero en mano, me la venderá”. Le sugerí que calentara las cosas, insinuando que podría ser un criminal. Una vez más, Eddie no dudo en aceptar.

Treinta minutos más tarde, estaba estacionado a unas filas de una pickup negra, viendo por el parabrisas mientras esperaba a que Eddie llegara en su motocicleta. Sentí que trabajaba como policía encubierto, pero lo que estaba a punto de ocurrir era completamente legal.

Vi cómo Eddie entraba al estacionamiento, se estacionaba junto a la camioneta, y caminaba a la parte trasera para inspeccionar el arma. Antes de salir, le había colocado un micrófono inalámbrico a Eddie, y después de algunos minutos de lo que me pareció una conversación muy extraña, pude ver la pistola mientras Eddie la acercaba a su cara.

“Mi teléfono ha estado sonando toda la noche, hermano”, escuché que el vendedor le decía a Eddie. “Si no la compras, alguien más lo hará”.

“No, me la llevo”, respondió Eddie. “Vine hasta aquí, ¿cierto? Sólo quería cerciorarme de que no hubiera sido usada en un crimen, y que tú no fueras un criminal”.

“No, hermano, no que yo sepa. Yo no soy un criminal, y el tipo al que se la compré no es un criminal”.

“Está bien, estoy muy seguro de que yo no soy un criminal. Creo que abandonaron todos los cargos”.

El vendedor no se inmutó; Eddie le dio el dinero y guardó la pistola. También le pedí a Eddie que pidiera un recibo escrito a mano, y el vendedor (quien trabajaba como prestamista) aceptó hacerlo después de la transacción. No pidió ninguna identificación, pero ya que Eddie había dicho que era de Florida durante la primera llamada, seguía siendo una venta legal. En Florida, sí es así de fácil.

Y para ser honesto, Florida no es un lugar único cuando se trata de armas. Aunque se trate del estado con más permisos para portar arma oculta en el país, en términos per cápita, no está ni cerca de Utah, donde el 20 por ciento de los residentes tienen estos permisos (en Florida estamos hablando del cinco por ciento). Veinticuatro estados tienen leyes “defiende tu posición” similares a la de Florida: todas dicen que si la víctima de un asalto siente que su vida o seguridad corren peligro, no es necesario que retroceda antes de disparar contra un atacante. Y aunque en otros lugares quizá no sea tan fácil comprar un arma en un estacionamiento a altas horas de la noche, te aseguro que, no importa dónde estés ni quién seas, adquirir, legal o ilegalmente, una de las 270 millones de armas de fuego en Estados Unidos no es tan difícil. Quizá lo único en lo que los estadunidenses están de acuerdo cuando se trata de armas, es que estarán con nosotros largo tiempo.

Sin importar tu posición sobre este asunto, podemos decir que la situación representa lo que Horst Rittel y Melvin M. Webber definieron como un “problema perverso” en su tratado de 1973 sobre el tema. Un problema perverso es aquel que no se puede resolver, ni describir, de forma objetiva; dar una definición clara y breve de un “problema perverso” es en sí un problema perverso. Este tipo de dilemas “no tienen un número definido (o exhaustivamente descriptible) de soluciones posibles, y tampoco existen un número claro de operaciones permisible que pueda ser incorporado en el plan… Todo problema perverso es esencialmente único… Todo problema perverso puede ser considerado un síntoma de otro problema”.

Igual que con el aborto, el matrimonio entre homosexuales o cualquier otro problema legal así de polémico, es casi imposible convencer a alguien que su postura es incorrecta. Incluso si ocurriera que, en alguna dimensión bizarra en la que se ha impuesto una ley marcial, el gobierno intentara prohibir y quitarle sus armas al pueblo, la gente seguiría acumulando más y más, hasta que ya no puedan hacerlo. ¿Quién se los va a impedir? ¿La guardia nacional? ¿La policía local? Esto se lo puedes plantear al propietario de un arma como si se tratara de un chiste.

Fuera de regulaciones más estrictas sobre los chequeos de antecedentes y de evitar que las armas caigan en menos de enfermos mentales, no hay una respuesta al debate sobre las armas de fuego que satisfaga a todos. Sólo sé que, en mi experiencia, no es muy brillante hacer enojar a alguien con una pistola. Es una muy mala idea.

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