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Cultură

Taxistas, prostitutas y botones de hotel: así funciona la mafia de las propinas de Barcelona

Pagar pequeñas cantidades de dinero por conseguir clientes está a la orden del día en muchos negocios relacionados con el turismo.
Imagen vía Wikipedia

Barcelona está repleta de pequeños Luis Bárcenas que defraudan diariamente con la intención de dar de comer a su familia o, en ocasiones, con objetivos más ambiciosos y no tan justificables. La cuestión es que en esta ciudad que busca ser –o seguramente ya es- la urbe en la que se fijen el resto de ciudades del Mediterráneo, las ilegalidades, trapicheos y tejemanejes se amontonan mientras tú lees este reportaje.

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Me reúno con un tío en un bar cualquiera, de los que no aparecen en las guías turísticas. Él es un taxista y de su sueldo depende su familia –su mujer y sus dos hijos-. Tiene ganas de hablar de las cosas que cree que no se hacen bien en su sector, que son muchas, como sucede en todos. Va vestido de forma humilde, pertenece a la clase media que en los últimos años ha resbalado hacia la clase baja y se toma un café con leche. Él, como todos los taxistas, es un termómetro de lo que ocurre en las calles donde conduce su vehículo de cuatro ruedas. Estos trabajadores, especialmente los barceloneses, saben mucho sobre los turistas. Y a veces hasta juegan con ellos.

Empieza a explicarme que los hoteles de la ciudad condal ganan una media de cinco mil euros al mes gracias a que los taxistas les dejan una propina de diez euros por conseguirles un cliente de hotel que haya que llevar al aeropuerto: un trayecto que normalmente cuesta entre veinte y veinticinco euros. Evidentemente, estas propinas no se declaran. A simple vista, puede parecer que en este asunto todo el mundo sale ganando. Pues no. Los taxistas no dejan perder diez euros así como así, como por otra parte es normal. Estos diez euros los acaban recuperando engañando al turista. Una opción es ponerles la bajada de bandera con un precio más alto del que tocaría; otra es darles una apetecible vuelta por Barcelona cuando no toca. Una tercera opción, la más rentable, es las dos anteriores realizadas simultáneamente. Además, los turistas, totalmente ignorantes, muchas veces dan propina a los taxistas por este viaje fraguado en el engaño. Los diez euros se recuperan, por supuesto.

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Con los restaurantes funciona al revés, me cuenta. Es el taxista quien recibe dinero del propietario del establecimiento a cambio de que le traiga clientes. La compensación puede ir de cuatro a siete euros por cliente, dependiendo del tipo de menú que se coma. Es decir, que en un viaje, si el coche va lleno, el taxista puede llegar a ganar veintiocho euros en propinas. Hay restaurantes que tienen unas tarjetas especiales para los taxistas que van rellenando cada vez que les traen algún cliente. Al rellenar las diez casillas invitan a cenar al taxista y a su mujer. Él mismo ha disfrutado de más de un manjar de este tipo gratuitamente.

Otro sector que trabaja con propinas con taxistas es el de las prostitutas. Los prostíbulos suelen dar unos diez euros a los taxistas por traerles un cliente. Pero no hay que olvidar el sector de las prostitutas particulares. Muchas de ellas trabajan en sus propias casas. Nuestro confesor cuenta que cuando empezó en esto del taxi cogió La Vanguardia y buscó los anuncios de contactos. Se pasó el día entero llamando una por una a las prostitutas explicándoles que él era taxista y que se encontraba que muchos clientes le preguntaban si conocía a alguien que les pudiera ofrecer placer sexual. Si llegaban a un acuerdo en cuanto a propinas, les podía traer clientes habitualmente. La mayoría de prostitutas aceptaron. En estos casos el 'conflicto' aparece cuando a la hora de cobrar esas propinas alguna prostituta ofrece al taxista una felación en vez de dinero. A algunos ya les va bien y aceptan. A él no.

A pesar de estas penurias, la buena voluntad de los taxistas sigue aflorando. Él mismo reconoce que cuando se encuentra a turistas a los que les han robado, que suele pasarle por lo menos una vez al mes, los lleva de forma gratuita a la comisaría por mucho que los turistas insistan en darle algo. Algún día le han obligado a quedarse a regañadientes un billete de cincuenta euros. Siempre van bien estos regalos, sobre todo si los recibe alguien que a duras penas consigue llegar a los mil euros al mes, a no ser que haga horas extra ilegales.

Un joven botones de hotel de lujo barcelonés confirma todos los trapicheos de los taxistas con los hoteles que anteriormente nos ha contado el taxista. Confiesa que cada mes él mismo se lleva unos trescientos euros en negro gracias a los tejemanejes ilegales de su establecimiento con las propinas. Y eso que solo hace media jornada. Sus compañeros se suelen llevar seiscientos euros. Aparte de las de los taxistas, algunas otras vienen de las comisiones que dan los restaurantes o los locales de espectáculos para que les lleven clientes. Otros, de la venta de entradas para partidos de fútbol como el Barça-Madrid cuando en los canales de venta habituales éstas ya se han agotado y los socios azulgrana que religiosamente pagan su carnet cada año se desesperan porque no han podido conseguir ninguna.

Durante nuestra conversación, llega un amigo suyo que también es botones de hotel, en este caso no de lujo. Admite que él también se lleva unas buenas propinas cada mes gracias a este tipo de prácticas. De hecho, bromean habitualmente sobre quién se ha llevado más en negro ese mes. Aunque a veces ellos también se convierten en víctimas de este tipo de jugadas. Como cuando un taxista lleva al cliente a uno de los peores restaurantes de paellas de La Barceloneta –porque tiene acordada con ellos una comisión- cuando les ha prometido que le llevaría a uno de los más conocidos por su calidad. El enfado del cliente, evidentemente, les cuesta un pedazo de su reputación.

Ahora, para finalizar, quizá sería momento de escribir la típica frase "mientras estás leyendo este reportaje se han cometido tantas ilegalidades en Barcelona", pero ni nadie sabe la cifra exacta ni creemos que tú, lector, merezcas ese mal trato. Muchas, son muchas las ilegalidades que se han cometido. Pero después iremos al bar de siempre y mientras nos tomamos un café con leche y un croissant le soltaremos al de al lado que qué sinvergüenzas son los políticos y los dirigentes que roban… Que si nosotros mandáramos otro gallo cantaría.