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Así es currar como

Ligoteo, famosos y aburrimiento: así es ser presidente de una mesa electoral

Existen muchas formas de convertir un domingo en una pesadilla inenarrable, pero pocas como que te toque ser presidente en una mesa electoral.

Existen muchas formas de convertir un domingo en una pesadilla inenarrable, como por ejemplo pasar el día en un camping, en una boda o en una reunión de confraternización de empresa, pero ninguna puede competir, ni de lejos, con la de ejercer de Presidente o vocal de una Mesa electoral. No hemos sido entrenados psicológicamente para lidiar con según qué situaciones, y esta es una de ellas, un drama de dimensiones épicas que convierte cada elección, y sobre todo los días previos en que se realizan los sorteos para elegir representantes de mesa, en un via crucis de nervios, tensión y canguelo, un proceso en que cada golpetazo de timbre, cada visita del cartero, pone en estado de alerta al ciudadano medio.

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Hace unas semanas, en uno de mis grupos de WhatsApp más activos, clasificado bajo la etiqueta "Hienas", básicamente porque en él reina el pim pam pum, el jijijaja, el cuchicheo descarnado, el gossip incisivo y las ganas de convertir el pique en un arte perfeccionado, apareció una foto en la que se veía parte de la carta en que te comunican que te ha tocado ser presidente de mesa. En cualquier otra circunstancia servidor hubiera sido el primero en aprovechar el momento para hacer leña del árbol caído, pero tratándose de semejante marrón, del peor marrón posible, de mi teclado solo pudieron salir palabras de solidaridad y estupor. Y quizás como terapia, quizás como exorcismo, quizás como experimento para empezar a familiarizarme con una de esas putadas que sabes que tarde o temprano tendrás que soportar en tu vida, decidí aprovechar ese testimonio para contar qué se siente y qué supone pasar todo un domingo sentado en la mesa de un colegio comprobando nombres y apellidos, contando votos y viendo pasar las horas.

Nos dirigimos a un colegio de Santa Coloma de Cervelló, un municipio del Baix Llobregat, Barcelona. Ahí nos espera nuestro enlace, Marc Duocastella, Presidente de Mesa. Él, como el resto de integrantes de la mesa, está citado a las 8 de la mañana. Llega tarde. Malas caras. Que el presidente llegue tarde imagino que es como si en una excursión de alumnos de P3 llega tarde el profesor. Sobre todo porque hay suplentes con ganas de escaquearse rápido del tema y volverse a la cama, y hasta que no llega el presidente tienen que esperar sí o sí. A diferencia de una ciudad grande, donde es más difícil ser reconocido, aquí todo es familiar y no tengo claro que sea mejor o favorable: "Me da que ayer por la noche tuviste jaleo", le comenta uno de los interventores, con tono socarrón y buen grado de confianza. Hechas las presentaciones, todos para adentro, que hay trabajo.

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En el colegio hay dos mesas. Un presidente y dos vocales por mesa. A la pregunta de quién se ha leído el librito de instrucciones, formulada por una señora de la junta electoral con cara de malas pulgas, solo un integrante responde afirmativamente, una señora, vocal de "nuestra" mesa, que hoy ha tenido que faltar a su trabajo, una panadería, para pasar la jornada entre papeletas. Se nota que hay ganas, motivación, alegría indescriptible por estar ahí dentro. El otro vocal es un conocido del pueblo, famoso, dicen, por su pasión por los cigarros de la risa. Un triplete delirante y surrealista que tendrá que convivir amigablemente durante once horas, con la excepción de aquellos momentos en que uno de los tres pida permiso para salir a comer, merendar, fumar o ir al gimnasio. ¿De qué se habla en estas ocasiones? "Con mi vocal porreta básicamente de baloncesto y mujeres; con la señora no hay diálogo, demasiado gap generacional".

A las 9 de la mañana empieza la acción: un fiestero absolutamente roto que ha aprovechado los últimos efectos del alpiste para votar y quitárselo de encima antes de caer muerto en la cama; señoras y señores mayores que aprovechan la ocasión para ponerse al día en los asuntos del municipio; algún que otro runner, vestido como tal, que mata dos pájaros de un tiro y, lo que es más importante, desfile de gente a la que en tu día a día no saludas o evitas de forma deliberada y que aquí te tienes que comer con patatas. Un tema este especialmente preocupante para quien esto firma: la idea de reencontrarte con vecinos y conocidos a los que has negado el saludo durante años es aterradora. Y qué decir del cachondeíto familiar: llegan los padres de nuestro protagonista, que si "a este vigiladlo", que si ahora toco la urna para ver si sabes de qué va esto, que si ahora te trato de usted, que si ahora tengo que leer tus apellidos como si no te conociera.

De 12 a 13 h. se produce la mayor afluencia de gente; entre las 14 y las 16 h. no vota ni el tato. Marca España. La jornada avanza y va dando sus frutos. Una chica, con poco disimulo, acerca al presidente una papeleta del PP con su número de teléfono. Poco después, una señora mayor llega con su voto y el de su marido, fallecido la semana pasada. La señora supuso que como el marido ya había metido su voto en el sobre esta ya contaba, pero como ahora lleva los dos cerrados y los interventores le han dicho, con estupor y sorpresa, que no podrá votar doble tiene que volver a escoger papeleta porque no sabe qué sobre contiene su voto. Nos queda claro que el matrimonio votaba a distintos partidos. Todo muy digno, sin dramas ni shows.

Entre las 16 y las 18 h el goteo de votantes es mínimo: entre la siesta, el Giro de Italia i los telefilmes de sobremesa es difícil que la gente salga de casa para votar. A eso de las 18 h. lo hace un tipo, escoltado por un Mosso d'Esquadra, eso sí. Se trata de un viejo conocido del pueblo que hace ocho años se hizo famoso en toda España por una agresión a una chica ecuatoriana en un vagón de los Ferrocarriles de la Generalitat de Catalunya. Y como si fuera una broma del destino, pocos minutos después aparece Jordi Évole, dispuesto a doblar la apuesta de celebrities de la jornada.

Último rush. De 19 a 20 h. aumenta considerablemente la afluencia de votantes. Marca España II. Entre las mesas crece la rivalidad: la rivalidad de tener menos votos para liquidar esto cuanto antes. Cada votante que entra supone un duelo de miradas, un jijijaja si el votante se dirige a la mesa rival. Un voto más, unos segundos más de palmatoria. Toque de diana. Las 20 h. Le cierran la puerta del colegio a un votante tardío. En los morros. Ahí te quedas, socio. Empieza el recuento. Un voto nulo: "Putos fachas", ha escrito alguien en la papeleta del PP. En cincuenta minutos el trabajo está hecho. Son las 21 h. y la pesadilla llega a su fin. Balance del domingo: poco más de 62 euros, pagados en cash y en un sobrecito, cinco horas libres y remuneradas de tu jornada laboral (si eres autónomo te jodes, como siempre), el teléfono móvil de una desconocida, dos celebrity spot, decenas de reencuentros innecesarios y la sensación, aplastante y demoledora al salir roto del colegio, de haber perdido un día de tu vida.