FYI.

This story is over 5 years old.

News

El memorándum confidencial en el corazón de la crisis financiera global

El juego de estrategia político que llevó a la crisis bancaria mundial de 2007 a 2009.

Cuando un pajarito coló el memorándum del Fin del Juego por mi ventana, su contenido era tan explosivo, tan demencial y abiertamente maligno, que no me lo pude creer.

El memorándum confirmaba todas las fantasías de los chiflados de las conspiraciones: que en los años 90, los más altos responsables del tesoro estadounidense conspiraron con un pequeño círculo de peces gordos banqueros para destruir la regulación financiera en todo el planeta. Cuando ves el 26,3 por ciento de desempleo en España, la desesperación y el hambre en Grecia, los disturbios en Indonesia y la crisis de Detroit, recuerda el memorándum del Fin del Juego, la génesis de la sangre y las lágrimas.

Publicidad

El funcionario de hacienda estadounidense que jugaba el secreto Fin del Juego de los banqueros era Larry Summers. En la actualidad Summers encabeza la lista de Barack Obama para Presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, el banco central del planeta. Si el memorándum confidencial es auténtico, entonces Summers no debería estar trabajando para la Reserva sino encerrado en algún calabozo reservado para los criminales dementes del mundo de las finanzas.

El memorándum es auténtico.

Tuve que volar a Ginebra para obtener confirmación y arreglar un encuentro con el Secretario General de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Pascal Lamy. Lamy, el generalísimo de la globalización, me dijo,

“La OMC no se creó como un oscuro círculo de multinacionales que negocian en secreto planes en contra de la población… Aquí no hay ricos banqueros dementes negociando y fumando puros”.

Entonces le mostré el memorándum.

Todo empieza con el esbirro de Larry Summers, Timothy Geithner, recordándole a su jefe que llame a los peces gordos de los bancos para ordenar a sus armadas de personas influyentes y poderosas para que se pongan en marcha:

“A medida que entramos en la fase final de las negociaciones con los servicios financieros de la Organización Mundial del Comercio, creo que sería una buena idea que empezara usted a tantear a los presidentes…”

Para evitar que Summers tuviera que llamar a su oficina para obtener los números de teléfono (algo que, bajo las leyes estadounidenses, tendría que aparecer en los registros públicos), Geithner hizo una lista con las líneas privadas de los que entonces eran los cinco presidentes más poderosos del planeta. Y aquí están:

Publicidad

Goldman Sachs: John Corzine (212)902-8281

Merrill Lynch: David Kamanski (212)449-6868

Bank of America: David Coulter (415)622-2255

Citibank: John Reed (212)559-2732

Chase Manhattan: Walter Shipley (212)270-1380

Larry estaba en lo cierto. No fuman puros. Adelante, marca los números. Yo lo hice y sí, recibí un alegre saludo de Reed; alegre hasta que revelé que yo no era Larry Summers. (Nota: los otros números fueron desconectados con toda prontitud. Y no se puede contactar con Corzine ya que en la actualidad se encuentra afrontando cargos criminales).

No es el pequeño grupo de confabulados reunido por Summers y los banqueros lo que resulta tan turbador. El horror reside en el mismo propósito del “fin del juego”.

Dejen que lo explique:

El año era 1997. El Secretario del Tesoro estadounidense, Robert Rubin, estaba presionando por la desregulación de los bancos. Eso requería, en primer lugar, derogar el Acta Glass-Steagall para desmantelar la barrera entre banca comercial y banca de inversión. Era como reemplazar por ruedas de la fortuna las cámaras acorazadas de un banco.

En segundo lugar, los bancos querían tener derecho a jugar a un juego de alto riesgo: el “comercio de derivados”. JP Morgan por sí solo no tardaría en registrar como “activos” en sus libros un billón de dólares de estos seudo-valores.

El Vicesecretario del Tesoro, Summers (que pronto reemplazaría a Rubin como Secretario), obstaculizó personalmente cualquier intento de establecer un control de los derivados.

Publicidad

Pero, ¿qué sentido tenía convertir los bancos de los EU en casinos de derivados si el dinero volaba a naciones con leyes bancarias más seguras?

La respuesta que concibieron los Cinco Grandes Bancos: eliminar los controles bancarios en todas y cada una de las naciones del planeta de una sola vez. Tan brillante como increíblemente peligroso.

¿Cómo pudieron sacarse de la manga esta carta? La jugada de los banqueros y Summers consistió en emplear el Acuerdo de Servicios Financieros (ASF), una abstrusa y benigna adenda a los acuerdos de comercio internacional controlados por la Organización Mundial del Comercio.

Hasta que los banqueros iniciaron su juego, los acuerdos de la OMC consistían únicamente en el comercio de bienes: mis coches a cambio de tus plátanos. Las nuevas reglas elaboradas por Summers y los bancos obligarían a todas las naciones a aceptar el comercio con activos tóxicos como los derivados financieros.

Antes de que los banqueros reorientaran el ASF, cada país controlaba y regulaba los bancos dentro de sus propias fronteras. Las nuevas reglas del juego obligarían a todas las naciones a abrir sus mercados a Citibank, JP Morgan y sus “productos” derivados.

Y todos y cada uno de los 156 países miembros de la OMC tendrían que acabar con sus propias divisiones Glass-Steagall entre bancos de ahorros y bancos de inversión que jugaban con derivados.

El trabajo de convertir el ASF en el ariete de los banqueros se le dio a Geithner, que fue nombrado Embajador de la Organización Mundial del Comercio.

Publicidad

BANQUEROS AL ABORDAJE

¿Y por qué carajos aceptaría un país, cualquier país, permitir que su sistema bancario fuera abordado y controlado por piratas de las finanzas como JP Morgan?

La respuesta, en el caso de Ecuador, son los plátanos. Ecuador era, a todos los efectos, una república bananera. El fruto amarillo era el producto de cambio indispensable para conseguir divisas. Si rechazaba firmar el nuevo tratado del ASF, Ecuador ya podía ir dándoles sus plátanos a los monos y volver a la bancarrota. Ecuador firmó.

Y con modos coercitivos parecidos todas las naciones fueron obligadas a firmar.

Todas las naciones menos una, hay que decir. El nuevo presidente de Brasil, Inácio Lula da Silva, se negó. Según otro memorándum confidencial al que he tenido acceso, el comisario de la Unión Europea para el Comercio, un tal Peter Mandelson, amenazó a Brasil con un virtual embargo de sus productos en represalia. La postura de rechazo de Lula redundó en beneficio de Brasil, de entre todas las naciones del hemisferio occidental la única que sobrevivió y prosperó durante la crisis bancaria de 2007-2009.

China firmó, pero a cambio obtuvo su pedazo de pastel. Abrió una grieta en su sector bancario pero obtuvo en contraprestación acceso y control de los repuestos de automóviles y otros mercados en Estados Unidos. (Dos millones de puestos de trabajo estadounidenses volaron rápidamente a China).

El nuevo ASF abrió la tapa de la caja de Pandora del comercio mundial de derivados. Entre las más turbias transacciones que se legalizaron: Goldman Sachs (donde el Secretario del Tesoro, Rubin, había sido copresidente) arregló un intercambio de seudo-derivados con Grecia que, a corto plazo, destruyó ese país. Ecuador, con su propio sector bancario desregulado y demolido, estalló en tumultos. Argentina tuvo que vender sus compañías petroleras (a los españoles) y sistemas hídricos (a Enron) mientras sus maestros de escuela buscaban comida en los cubos de basura. A continuación los banqueros enloquecidos de la Eurozona se zambulleron de cabeza, y sin saber nadar, en piscinas de derivados, y ahora el continente está siendo vendido a precio de saldo a Alemania en pequeñas piezas.

Publicidad

Por supuesto, no fue sólo con amenazas con lo que se instauró el ASF. También jugó su papel la tentación. Después de todo, no hay mal que no empiece con un mordisquito a una manzana ofrecida por una serpiente. La manzana: las relucientes montañas de oro que la ASF reservaba para las élites locales. La serpiente se llamaba Larry.

¿Procede todo este dolor y mal de un sólo memorando? Por supuesto que no: el mal era El Juego en sí mismo, tal como lo jugó la camarilla de banqueros. El memorando únicamente revelaba su estrategia para hacernos jaque mate.

Y el memorándum revela mucho sobre Summers y Obama.

Mientras miles de millones de desafortunados siguen sufriendo en todo el mundo por culpa del desastre provocado por los banqueros, a Rubin y Summers no les fue tan mal. La desregulación bancaria de Rubin permitió la creación de una monstruosidad financiera llamada “Citigroup”. Al cabo de unas semanas de dejar su oficina, Rubin fue nombrado director, y más tarde presidente de Citigroup… que terminó en bancarrota mientras se las trataba de arreglar para pagarle a Rubin un total de 126 millones de dólares.

Y entonces Rubin adoptó otro puesto: el de benefactor clave en la campaña electoral de un joven senador, Barack Obama. Apenas unos días más tarde de su elección como Presidente, Obama, a insistencia de Rubin, le dio a Summers el extraño puesto de “Zar de la economía” estadounidense e hizo a Geithner su zarina (es decir, Secretario del Tesoro). En 2010 Summers renunció a su túnica real para volver a la “consultoría” para Citibank y otras criaturas de la desregulación bancaria, cuyos pagos han aumentado el capital de Summers más de 31 millones de dólares desde el memorando del “fin de juego”.

Publicidad

Que Obama, a petición de Robert Rubin, escogiera ahora a Summers para dirigir la Junta de la Reserva Federal, significa que, por desgracia, todavía estamos lejos de ver el final del juego.

Gracias especiales a la experta Mary Bottari, de Bankster USA, sin cuya ayuda nuestra investigación ni siquiera habría empezado.

La película de mi encuentro con Lamy, de la Organización Mundial del Comercio, se creó originalmente para Ring of Fire, presentado por Mike Papantonio y Robert F. Kennedy Jr.

Puedes encontrar más información sobre los documentos que le presenté a Lamy en “The Generalissimo of Globalization”, capítulo 12 de Vulture’s Picnic, de Greg Palast (Constable Robinson 2012)

Sigue a Greg en Twitter: @Greg_Palast