Por si albergaba yo alguna duda de que ir a ver a Helmet ahora es un acto de nostalgia con todas las letras, la mezcla de público (media de edad: treintaylargos) que llenaba la sala fue la prueba definitiva. No se me ocurre ahora mismo ningún otro concierto en el que puedan coincidir gente del Ruta 66, jarcoretas que no veía desde un bolo de Nomeansno, un cantante histórico del grindcore patrio, un batería de rock progresivo, y camisetas de Minor Threat, Down y los malditos Deftones. Todos estos tíos (porque no había apenas mujeres) tenían en común única y exclusivamente que en 1992 eran jóvenes y que el sonido machacón, fibroso, nervudo y saltarín de Page Hamilton y compañía les pilló de lleno. Como a mí.
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No soy de apuntarme el repertorio de los conciertos –ni de pelearme por robar el folio con el tracklist del suelo– pero juraría que cayó algún tema del Strap It On, el Meantime de cabo a rabo (con un sonido y una ejecución impecables), y algún tema posterior (tirando a chungo). Page Hamilton y sus jóvenes secuaces convencieron prácticamente a todo el mundo. Y a mí me sirvió para recordar lo mejor y lo peor de los años 90. Por momentos, me pareció ver cómo trazaban una línea que va de AC/DC a Glenn Branca pasando por el NY hardcore; y en otros momentos, se me atravesaron algunas melodías que me recordaron lo que llegó a influir este grupo en la terrible movida nu-metal que arrasó después. Pero vamos, que al final todo el mundo quería abrazar a Hamilton y comérselo a besos, y yo me lo pasé en grande, así que todo bien, supongo.Fotos: Eric Altimis
