20 horas de fiesta dura en el BAUM PARK
Foto: Julián Gallo

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Música

20 horas de fiesta dura en el BAUM PARK

Casi 7.000 personas bailaron sin piedad en la primera edición de este nuevo festival de Baum.

3:02 de la mañana y unos claps de 909 beligerantes inundan la pista donde casi tres mil personas andan desquiciadas. La luces disparan a cada rincón de la carpa y la melodía gorda y resonante del track 'Roots PT.2' de Petter B está a segundos de estallar. Filtro arriba, filtro abajo y ¡BANG! … se libera un grito unísono orquestado por Benjamin Klock, el residente de Berghain.

Unas gigantes carpas circenses hicieron de invernadero para las casi 7.000 almas de todo el país que bailaron durante 20 horas en la primera edición del BAUM PARK, la nueva propuesta festivalera de Baum. Un evento que se anunció en junio y que sufrió importantes modificaciones en su desarrollo, principalmente el cambio de la locación original, de Nilo Cundinamarca a las afueras de Bogotá, sobre la calle 80: es decir, de tierrita caliente al frío del altiplano, dato que sin embargo no importó para que miles de personas hicieran presencia en la pista el pasado domingo 13 de noviembre.

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El festival prometió experiencias alternativas más allá de la que pueden ofrecer los DJ's, desde un toro mecánico hasta una especie de salto bungee, ofreciendo camas y puffs para que los ravers descansaran pies y cabeza de tantas horas de farra. Fue positivo, como siempre, la promoción del consumo responsable, involucrando a la gente de Échele Cabeza, quien resolvió dudas y analizó dulces por las centenas. No lo fue tanto algunos detalles de producción, como por ejemplo que se haya acabado el agua en algunos puntos, o el hecho de que la fiesta en el stage principal se detuviera por prevención pasadas las cuatro de la mañana, mientras tocaba DJ Tennis, debido a desajustes en una de las estructuras de la carpa.

Pero vamos de nuevo hacia la pista, a lo que nos convoca.

Fue un cartel largo con más de 50 nombres, entre los que se destacaron la presencia de la nave nodriza piloteada por el dúo de Detroit, Octave One, con su techno originario de segunda generación, el debut colombiano del pelado alemán Kobosil y del neoyorquino Anthony Parasole del sello Ostgut Ton, estampa del techno contemporáneo. El diamante de la corona vino por cuenta del anuncio de Konstantin como reemplazo del dúo Mind Against, que canceló un día antes por cuestiones familiares. En cuanto a Dubfire, el hombre perdió su vuelo y no pudo llegar a Bogotá.

Respecto a la estampa de ídolos de la escena nacional como Klock, Tennis y Camea, que este, este y este video se pronuncien.

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Sin duda el live de los hermanos Lenny Burden y Lawrence Burden fue mágico por su despliegue de ritmo, melodía y ejecución perfecta de la máquinaria, más aún cuando nos elevaron con su icónico 'Black Water'. Y en cuanto a Konstantin, una de las mentes maestras detrás del sello alemán Giegling, colectivo que en los últimos años ha subvertido la manera en la que se puede presentar la música, justo centrándola en la experiencia y el viaje sonoro más que en el flash de las cámaras y los likes, presentó un set menos ecléctico que el de su firma habitual, pero de igual manera suficiente para ser el más estilizado y aséptico del día. Entre otras, quizás fue el único en el stage principal que puso un track cortado, el 'NGC6826 (Blinking Eye)' de el Inigo Kennedy, además de tirar un techno con pretensiones más elevadoras e introspectivas.

También resultó valioso que se reuniera mucho talento nacional, además esta vez bastante descentralizado, alejando nociones vagas de que la escena solo puede darse en Bogotá. La propuesta de BI'MOL Project involucrando vocales en su set, el b2b crudo y algo roñoso que salió de Lunate y Markovich, o el house infeccioso del venezolano radicado en Colombia Leeon, establecieron moods ideales para lo que vino: techno y tech house 4/4, en su mayoría genérico, llevado a clásico por la energía inagotable de los asistentes que, firmes en su intención de bailar hasta el mañana, se movieron por horas maratónicas al tronar de beats que casi siempre oscilaron entre los 128 y los 130 bpm, emancipados por unos bajos que apretaban el pecho de manera brutal, gracias al imponente sistema de sonido, atenuada la experiencia por la envolvente producción de luces y visuales.

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Al igual que en su contraparte del primer semestre, el Baum Festival, la fiesta estuvo muy a la colombiana: 'aletosa', como dirían muchos, quizá carente de la sofisticación o el trasfondo sónico que solo el puñado de actos mencionados destilaron. Fue imposible estar en los tres escenarios para escuchar la mayoría de los DJs. Durante mucho tiempo en la segunda carpa, se escuchó un tech house formulado, pero aún así bastaba para que el público se entregara por completo a gente como Lee Foss. En la carpa principal, también hubo unas largas tres horas en donde el método fue el mismo: breakdown, efectos, white noise y estalle, una y otra vez de las manos de wAFF y Gaiser, este último con un live que no ha cambiado su sustancia en al menos cinco años. Y sin embargo, el monstruo bailó sin piedad a cada artista que subió al booth para domarlo. Y sin embargo el monstruo bailó durante 20 horas sin descanso.

Hacia las once y media de la noche nos cruzamos con Konstantin. Andaba con una sonrisita extraña mientras sonaba un track sin veneno y sin alma de wAFF.

–"Mira cómo está la gente, la energía que tiene", nos dijo. "Esto no pasa en Alemania… y es emocionante", concluyó.

Es lo que es. Una fiesta dura y contundente.

Una fiesta a la colombiana.

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Todas las fotos por Julián Gallo.

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