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CONCACAF, el ‘chiquero’ del futbol mundial

El problema en CONCACAF no viene del México-Panamá, sino de los graves problemas internos que hay desde hace meses.
Foto: Matthew Ashton - Getty

La CONCACAF huele a putrefacción, hiede a burla y apesta a ridículo. La actual Copa Oro solo constata el chiste que se ha convertido la región más corrupta y vulgar de todo el planeta futbolístico.

En los últimos años hemos visto cosas descomunales en los distintos continentes, pero hoy la nota, con palomita y estrellita en la frente, se la lleva la CONCACAF, una de las confederaciones con el peor nivel futbolístico que existe, y que gracias a las 'negociaciones' de sus dirigentes, cuenta con tres boletos y medio para acceder a un Mundial (podrían ser cuatro en un futuro).

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El 'FIFA-gate' solo llegó a constatar que la mierda la tenemos en nuestra propia recamara, y que con el paso de los años, se ha ido acumulando hasta que la casa reventó. ¡Qué pinche asco!

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Lo visto durante la etapa final de la Copa Oro es para indignar a cualquier persona, no solo si es mexicana o panameña, sino a todo personaje que guste del deporte de la pelota.

Para quien cree que somos doblemoralinos o nos damos de golpes en el pecho con una biblia, está en un gravísimo error. La descomposición de la CONCACAF viene a través de un tobogán que tiene como sitio de inicio a Suiza y como bandera a la FIFA. ¿Verdad, Joseph Blatter?

La necesidad y necedad de poder por parte del patriarca suizo tuvo en directivos de CONCACAF a sus más poderosos peones. Si en FIFA, el voto de Alemania tiene el mismo poder que el de Haití, uno de los países más pobres del mundo, entenderemos cuánta es la fortaleza de un maletín cargado de euros.

Si el nombre oficial del escándalo fue 'FIFA-gate', su derivado bien podría conocerse como 'CONCACAF-gate'. Cinco de los siete detenidos en Suiza, pertenecían a nuestra confederación. Eso sin sumar al 'soplón' del chisme. Seis en total.

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De esos directivos detenidos y que tienen línea directa a la silla de oro de la FIFA, encontramos los puestos más altos de la CONCACAF, encabezados por Jeffrey Webb, Jack Warner, Eduardo Li y nuestro querido 'topor', Chuck Blazer. Gente corrupta que desvió líneas hacia los intereses que más le convenían con tal de generar dinero y engancharse de más poder.

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Foto: Szilard Koszticsak / AP

Bajo ese contexto ha vivido una región en su mayoría pobre que ha tenido que transitar deportivamente bajo el yugo del dinero. Por eso mismo, su máximo torneo se juega siempre en los Estados Unidos bajo la única finalidad de sacar mayores beneficios económicos sin importarle la sana competencia y la mejora del nivel de la región.

Aprovechando los millones de mexicanos que viven en la Unión Americana, han creado en un silencio que todos escuchamos a grito pelado, la necedad de siempre tener en la final a México y Estados Unidos.

No sabemos si hay arreglos de partidos. Quien lo afirme, que lo compruebe, todo menos es un simple chisme. A lo que nos referimos es la triste manera en la que la organización de la Copa Oro acomoda a los Estados Unidos y a México para que no se vean las caras en el torneo hasta la final. Es innegable que hay una poderosa protección a estas dos naciones.

Todo era y es dinero. Antes, el nivel no le daba a los equipos de la región para meterle un susto a los dos autonombrados 'gigantes', pero todo inicio tiene fecha de vencimiento, y el dominio de Estados Unidos y México se terminó en el instante que el resto decidió sublevarse y retar al desgraciado destino en el que vivían. Costa Rica, Honduras, Panamá, Jamaica o Trinidad y Tobago ya no son flanes, y esto es precisamente, lo que ha jodido con todas las palabras a la CONCACAF.

Hay países que ya no se conforman con un maletín de dólares. Tampoco se quedan callados y bajan las manos, esos tiempos ya se acabaron. Hoy piensan, gritan y exigen, y sobre todo, se dan cuenta de las tristes miserias y las grandes verdades que envuelven a la mentira que se ha convertido la CONCACAF.

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Como mexicano, me parece terrible lo que se vivió ayer en Atlanta. Vergüenza es la palabra que sentí al ver el desenlace del partido de semifinales. Soy consciente que el jugador azteca es el menos culpable de lo que pasó, pero lo que vi ayer, es algo que nunca olvidaré y que siempre me dará tristeza. La mierda que estaba en la recamara, se salió de la casa y ahora, nos invade como nos tiene sometidos la corrupción. Es hora de gritar basta, porque como mexicanos, estamos tan cansados de ella, que ya nos cansamos hasta de cuando nos beneficia.

CONCACAF tiene que renacer y relanzarse. Debe investigar, ya no solo a los directivos encerrados, sino a las personas cercanas a ellos, tiene imperativamente que limpiar las recamaras para que la casa quede limpia y que la mierda se deje de desbordar hacia fuera. Tiene que dejar de proteger a México y a Estados Unidos y pensar un poco más en el resto de los países que la integran.

Es estúpido que haya dos Copas Oro entre un Mundial y otro. En ningún sitio del planeta se juega el torneo más importante de una confederación en un solo país y tampoco se tarda tanto en replantear a la cabeza y figura de la región.

Tras los 90 o 120 minutos del México-Panamá, no resta pedir disculpas, exigir venganza o señalar sin pruebas. El Fair Play debe unificarse bajo un solo camino y no solo para el trayecto que un día nos conviene y al otro no. De no hacerlo, el chiquero se mantendrá y ya no sabremos diferenciar de lo correcto y la mierda que hay y que tristemente, hoy reside al interior de CONCACAF.