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la hoz y el palo

Historia de una prohibición absurda: los comunistas vuelven a jugar al golf

El partido comunista chino puso trabas a la práctica del golf desde los tiempos de Mao Zedong y, tras varias decisiones contradictorias, ha decidido volver a abrir los campos a sus ciudadanos.
En Augusta no, pero en el Masters Europeo si que se atreven con el rojo del 'enemigo'. Foto de Sebastian Derungs, Reuters

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En el mundo moderno hay pocas cosas que no puedan encajar entre sí: uno de los ejemplos más claros era el del golf y el comunismo. Por una serie de evidentes motivos sociales, culturales y económicos, muy pocos comunistas practicaban este deporte y muy pocos golfistas se identificaban con la ideología.

¿Os podéis imaginar a Jordan Spieth repasando las páginas de La ideología alemana antes de empezar el hoyo 9? ¿O a Rory McIlroy poniendo a todo volumen La internacional en su carrito de golf? No, por supuesto que no.

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Las chaquetas del Masters de Augusta no son verdes por casualidad, y en todo caso jamás serían rojas. En el mundo del golf, las simpatías comunistas son un tabú.

Hasta esta semana, la misma regla se aplicaba respecto a la simpatía del mundo comunista hacia el golf: especialmente en China, el deporte 'de los pijos' ha vivido bajo el yugo de la prohibición y la censura.

El antiguo líder del partido comunista Mao Zedong prohibió la práctica de esta actividad tras calificarla como "un deporte para millonarios". Solo los descarriados, los lacayos de occidente y la burguesía capitalista —según el pensamiento del gran líder— eran capaces de distinguir entre un wedge para sacar la pelota del búnker y otro para golpearla en el green.

Imaginamos que tardó poco en colectivizar todos los campos de golf y reeducar forzosamente a los caddies.

A pesar de la prohibición, el golf volvió a China entre los ochenta y los noventa. Mientras el comunismo hardcore cedía el paso a otro estilo más flexible, empresarial y bueno-la-verdad-es-que-se-parece-mucho-al-capitalismo-pero-sin-la-innecesaria-libertad-individual, la élite política volvió a consentir la práctica de uno de los deportes más extendidos en el mundo.

Lamentablemente para los aficionados al golf, en 2015 el gobierno censuró la disciplina una vez más.

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El actual presidente de China, Xi Jinping, patea un balón… lo de la coherencia quizás no sea lo suyo. Foto de David Moir, Reuters

Como parte de la ofensiva anticorrupción del actual presidente Xi Jinping, el partido comunista decretó que los campos de golf eran un hervidero de especulación y sobornos. "Igual que el buen alcohol, el tabaco, los coches de lujo y las mansiones, el golf es una herramienta de relaciones públicas para el empresario que pretende engañar a los funcionarios", escribía un periódico del país asiático.

De la noche a la mañana, el golf se convirtió en un vicio detestable de la misma forma en que lo fue la industria privada.

Tan solo un año después, el Partido Comunista Chino ha vuelto a cambiar de opinión. A través de un artículo publicado en el diario oficial de la Oficina de Inspección y Supervisión de la Disciplina, el gobierno de Xi ha declarado que "como solamente es un deporte, ni está bien ni está mal jugar al golf".

A pesar de la prohibición del gobierno chino, los torneos profesionales nunca se han suspendido… otra contradicción. Foto de Aly Song, Reuters

Los mandatarios, eso sí, tampoco están animando a los chinos a lanzarse al campo, que sigue siendo un territorio políticamente ambiguo. Desde el 2004, el gobierno ha paralizado la construcción de nuevos campos y en marzo de 2015 anunciaron el cierre de 66 clubs ilegales.

En un intercambio cultural que solo podría beneficiar la estabilidad en el mundo, los golfistas y los comunistas podrán volver a dar unos golpes con relativa libertad. Si él lo quisiera, Danny Willett podría jugar unos hoyos con los mandatarios de la provincia de Xinjiang y —quién sabe— quizás aprender algo interesante sobre la producción nacionalizada de tractores.

A base de cooperación mutua, los golfistas y los comunistas podrían llegar a entenderse. Imaginad un mundo donde los campos de golf están repletos de maoístas; o una China inundada de golfistas con rebequita: no es una utopia, en la vida todo es posible.

Sigue al autor en Twitter: @W_F_Magge