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Música

Nómade Colombia: la comunión musical de una región

Con un line up de curaduría excelente, conciencia terrenal y un lugar paradisiaco, el festival Nomade comenzó a correr la voz para su primera edición en Colombia. ¿Qué fue lo que ocurrió en esta aldea de celebración a la música?

Fotos por: Manuel Suárez

Siempre hay ansias antes de entrar a un festival de música. Ya sea por la emoción de saberse pronto a ver un acto que uno admire mucho, o por las simples ganas de bailar con música a todo volumen, festivalear siempre va a ser una experiencia que deja marca, y más aún cuando tienes que moverte de tu ciudad y cruzar mar y selva como en el caso del festival Nómade, que tuvo lugar este año en Colombia. Este evento, de origen chileno, decidió realizar en 2016 su primera versión internacional en nuestro país. Y desde la elección de la locación, el mensaje y el line-up, el Nómade se mostró como un festival que iba a salirse del marco que encerraba a los ocurridos en el país. Las respuestas de algunos de los organizadores del festival evidenciaban esto, cuando les preguntaba acerca de qué significaba un festival de música y sobre la propiedad privada.

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Natalie, asistente

¿Qué es un festival de música?

Es un encuentro de gente, de varios lugares, del mundo incluso. Se encuentran para escuchar, para aprender los unos de los otros y para escuchar buena música.

¿Qué es Propiedad Privada?

Algo de alguien que busca un beneficio personal por encima del beneficio común.

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Puerto de Necoclí, 7:00am. Ya se asomaba un pequeño grupo de personas de diferentes procedencias, pero con un fin común: abordar las embarcaciones que irían a Bahía Aguacate, cerca de Capurganá, lugar donde se llevaría a cabo la primera edición del festival Nómade Colombia.

Entre el equipaje de los asistentes se asomaban pinturas, instrumentos de percusión, carpas, alimentos, herramientas de construcción, hulas tc.

Ya embarcados y con un rumbo, la experiencia Nómade comenzó. Se escuchaban los gritos y aplausos, se sentía la energía, las altas expectativas. Luego el silencio. El paisaje era espectacular, los colores muy nuevos. Estábamos en el lugar donde los Andes entran al mar Caribe. Nadie musitaba palabra.

Capurganá, la población principal en las cercanías de Bahía Aguacate, queda junto al tapón del Darién, una región de Colombia situada en la frontera entre Chocó, Antioquia y Panamá. Una zona casi olvidada por el Estado, un olvido alimentado por la misma prensa, vilipendiada por la prensa, carente de los logos de instituciones estatales y al mismo tiempo, y quizá por esto mismo, una tierra muy libre, muy viva.

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¿Qué mejor sitio para celebrar nuestro continente?

Al desembarcar la pregunta fue general: ¿qué es este paraíso? Un prado corto rodeado por un mar pintado de varios tonos de azules; un silencio contemplativo que todos los asistentes compartían, y que se vio interrumpido por el grito de uno de los organizadores que, con rabia, les recordaba que no iba a ser tolerada la basura, el desperdicio. El "reguero" que tradicionalmente deja a su paso un evento de este tipo.

Rápidamente los grupos comenzaron a recoger sus cosas y siguieron el camino señalado. No eran más de 500 metros desde la zona de desembarque hasta el terreno donde se llevaría a cabo. En la colina que tocaba cruzar ya se podía ver la densidad de una selva inmersa en un mar de tonalidades verdes.

Ahí estaba el letrero "Festival Nomade" rodeado de todo tipo de símbolos y colores llamativos, un cráneo de vaca y varios atrapa sueños. Toda una simbología mística para entrar a este espacio: la puerta a tiempos y dimensiones ajenas, ahora accesibles por el acto casi chamánico que representa la música y el baile.

El lugar nos llamó mucho la atención. Estaba conformado por un terreno plano con un escenario de aproximadamente 20'000 watts (según me contaría más adelante Mauricio Mr. Toé, uno de los organizadores del evento). Diagonal estaba el bar, con puestos altos para sentarse y rodeado por canecas. Al seguir por ese camino aparecía una bifurcación: hacia un lado estaban las duchas y hacia el otro estaba el Tipi, una construcción de güadua con luces y telar que iba a ser el resguardo en estos días para todo tipo de actividades y talleres.

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Para acampar había un prado largo que acababa en una muelle cercano a un rompeolas con vista directa al mar turquesa. Había aproximadamente 40 carpas, dos playas y dos hostales cercanos al lugar del festival.

Durante nuestra estadía en Bahía Aguacate la población local tuvo una participación activa e importante. Conocimos indígenas Kuna exponiendo sus artesanías de diseño ancestral, las molas, que son tejidos hechos de líneas de colores. Sin embargo la mayoría de la población era afro. Estos pobladores organizaron puestos de comida alrededor del festival, desde donde vendían patacones, pescado frito, sancocho de gallina, arroz con coco, y demás preparaciones tradicionales de las dos costas colombianas que vendían a precio de turista, pero nada que a un bogotano víctima de la inflación le pareciera exagerado.

Una tarde, comiendo pescado frito, se nos acercó un hombre recién llegado a preguntarnos sobre el lugar, cómo nos parecía, y qué le recomendábamos comer. Hablamos un rato y siguió a dejar sus cosas. En ese momento entendimos la situación del festival: el hombre era Luis, uno de los tres integrantes de Matanza, acto principal del festival. Era un asistente más, no había fronteras entre público y músicos. Todos éramos invitados a esta zona paradisiaca, no cabía la diferenciación, ni las segregativas áreas "VIP", tan tradicionales en los festivales de la ciudad.

Esa primera el escenario no fue necesario. Espontáneamente empezaron a sonar los tambores, la flauta del artista Biomigrant, las gaitas y las guitarras de los músicos que se animaron con la presencia de los miembros de Matanza y de Emilsen Pacheco, tradicional músico del Bullerengue en el Urabá. Los tambores rodaron, mientras expertos en sintetizadores, Matanza, con cuerdas y tambores, compartían con músicos de cueros tradicionales, su voz, su ritmo y su canto.

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Will Sabo (DJ Sabo):

¿Qué es un festival de música?

Una reunión de personas con mentes similares que quieren reunirse, bailar y sentirse bien.

¿Qué es Propiedad Privada?

No sé, deberías preguntarle al gobierno.

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El segundo día en el paraíso comenzó con un sol cálido y la noticia de que los Gaiteros de San Jacinto ya habían desembarcado en el festival.

Durante el día la gente tomaba el sol, se metía al mar, meditaba, dormía. Preparaban sus cuerpos para bailar toda la noche, todo con mucha tranquilidad. Entradas las cinco de la tarde se subieron al escenario los representantes de la cumbia, ritmo que mueve a Latinoamérica, los Gaiteros de San Jacinto. Su repique de tambores puso a mover cadera a todo el festival.

La celebración de un continente, de los tiempos vividos y de los que vivirá, ya había comenzado.

Posteriormente el escenario fue de Biomigrant seguido de Mr. Toé, quien fue acompañado por dos acróbatas de telas y al que, a ratos, la selva le jugó una mala pasada con el sonido. Ahí los asistentes comprendíamos, sin querer, el contexto en el que nos encontrábamos.

Terminado Toé, se conectó al sistema de sonido Champetaman y tanto los habitantes de la región, como los europeos, todos se vieron aplastados por megatones de Champeta. En el par de horas que el fundador de Palenque Records puso música, se vivió la euforia comunal: ¡esto es Caribe!

La noche siguió su curso con beats tropicales de Bleepolar, sonidos salseros electrónicos de Galletas Calientes, el minimal del argentino Jackson en un set que permitió respirar después de toda la avalancha y Yabanko. Así cayó la noche.

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En la mañana del tercer día todo era tranquilidad. Playa, empanadas de pescado y alguna que otra cerveza o bareto mañanero se veían por ahí, junto a algunas personas que seguían con mucha fiesta en la cabeza.

Otra forma de mantener la fiesta en la cabeza fue con el taller de peinados afro, dado por jóvenes locales, además del taller de Bullerengue y percusión de Emilsen Pacheco, donde se vio a varios de los músicos que tocarían, aprendiendo de las experimentadas manos del urabeño. Yoga y baile también hicieron parte del conocimiento compartido en los talleres del festival, donde se comenzó a nutrir la unión entre sus asistentes.

Una duda que me surgió al comenzar a investigar acerca del festival fue la relación tecnología-locación. Estás en medio de la selva ¿qué haces si se daña el sistema de sonido?

Esa pregunta se respondió sola el día que decidimos ir a Capurganá, que quedaba a una hora caminando de Bahía Aguacate, y vimos que en la plaza del pueblo había tres picós, capaces de reemplazar el sistema de sonido del festival. Según me contó luego uno de los organizadores, el sistema de sonido para el festival lo consiguieron en Turbo, Antioquia. 20'000 Watts de poder que, según contaba Mauricio, el organizador, no era sino un tercio del total de la picó en Turbo. La cultura picotera del Caribe colombiano prestándole un servicio a nuevas manifestaciones musicales.

El line-up de la tercera noche se caracterizó por sonidos de vanguardia. Comenzó el show con un set de bienvenida por parte de Quixosis, el prometedor músico electrónico ecuatoriano, seguido de un DJ set de Rodrigo Gallardo, integrante de Matanza, quien cantó encima de las mezclas de su repertorio solista.

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Steffen Kirchoff continuo con un set que mezcló y contrastó beats electrónicos, cantos espirituales y sonidos místico-ancestrales. El alemán logró dirigir al público con su música a un ambiente donde se lograba una comunión con los alrededores, manteniendo el bpm lento y con melodías introspectivas.

El siguiente en subirse al escenario fue Sidirum. Después de dos largas noches de baile, el público estaba muy animado con el set del argentino. Se sentía un trance colectivo, cuando de repente comenzó a caer agua del cielo, un bálsamo divino. Dandara asumió la responsabilidad de continuar con la música mientras el agua seguía cayendo, su set fue un agradecimiento al terreno que nos rodeaba, cantos tradicionales de la región con beats que mantuvieron a todo el público bailando bajo la lluvia. Respetaba la tradición que dejaron en el escenario los gaiteros, pero llevándola al plano de la música electrónica. La curaduría de los artistas creo una curva para irse moviendo a través de diferentes regiones, pero siempre manteniendo vivo el beat.

Llegó el momento para que Matanza, los más esperados de la noche, subieran al escenario. Cada kick, cada frase de flauta, "Que he sacado con Quererte"; de Violeta Parra, cantada por Gallardo, además de sus temas más populares como Las Indias o Antigua América, cada pedazo de su set estuvo impecable. Y no podía ser diferente, dada la locación y la energía de la comunidad Nómade. Al finalizar el set se escucharon varios gritos cargados de pura emoción.

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DJ Sabo era el siguiente, pero una de las CDJs se dañó cuando iba a comenzar su set. Sin embargo, aunque lograron habilitar otro canal con un computador, al segundo o tercer track se fue la luz en el escenario. Estando en la mitad de la selva no había nada más que hacer. Se dio por terminada la noche.

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Mike, (Biomigrant)

¿Qué es un festival de música?

Pueden tener muchas formas, unas me gustan, otras no tanto. Básicamente, los que me gustan son celebraciones colectivas, donde hay un esfuerzo entre varios para recordar lo importante en la vida.

¿Qué es la propiedad privada?

Hay una canción popular estadounidense que dice "There was a piece of land with a sign that said no trespassing, but on the other side, it didn't said nothing." Creo que eso lo resume (risas).

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Amaneció otra vez. Algunos voluntarios recogían la basura de la noche anterior, mientras otros iban a las playas a tomar el sol, jugar voleibol o practicar para el taller de buceo.

Aunque los cuerpos de la comunidad ya estaban cansados, la gente se reunió desde temprano alrededor del escenario. A las dos de la tarde se dio la noticia, estaba arreglada la CDJ y el set de Sabo abría la programación del día. Su set incluyó remixes muy sólidos de Radiohead y Fela Kuti, que se integraron con la selva que nos rodeaba, y que lograron que la gente bailara otra vez, por cuarto día seguido. El brasilero DJ Nirso tampoco había logrado tocar la noche anterior, por lo que continuó la tarde con música de su país, que obviamente tenía que estar presente en la celebración de este continente. Se distinguían percusiones de samba y birimbaos entre su selección musical.

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En el último día del festival ya había desaparecido completamente la frontera entre el público y los músicos pues todo aquel que se considerara capaz de manejar unos CDJs estaba invitado a subirse al escenario y compartir su música con la comunidad Nómade. Sonó dub, algo de techno, house sudaca y trap. La noche y el festival los cerró Fata y Morgana desde Berlin, con tracks de alrededor de 100 bpm de naturaleza muy de avanzada, sintetizadores muy bien pensados. Sonidos que sorprendieron hasta a los excavadores de tracks más profundos del festival. Lo que sonaba no dejaba de sorprender a todos los asistentes, y quedamos pasmados tema por tema.

Al amanecer del quinto día, un aguacero forzó a los asistentes a recoger carpas, empacar y alistarse a la carrera para salir en las embarcaciones matutinas vía Necoclí. La despedida vio versos de Emilsen y algunas lágrimas de la comunidad Nómade, que lentamente volvía a dividirse entre residentes, organizadores, voluntarios, músicos y asistentes.

La comunión Nómade llegaba a su fin.

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Mauricio, organizador.

¿Qué es un festival de música?

Encuentro musical, de cultura, de intercambio, de dar y entregar. Generar sinergia y conectar a la gente de distintos puntos.

¿Qué es la propiedad privada?

Algo que tiene un dueño, por ejemplo, en este momento están en mi propiedad, que en este momento no es privada, sino colectiva. Entonces yo creo que depende de quién está detrás de la propiedad privada, ser consciente y sociabilizar el espacio con los otros.

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El festival abrió con la tradición de los gaiteros, y cerró con electrónica avant-garde. Me resulta imposible no recordar el título del único disco de la agrupación bogotana Los Eléctricos, en 1973, "tradición en transición" para resumir en pocas palabras lo que fue el Nómade.

La labor de los organizadores del Nómade merece mucho reconocimiento. Se atrevieron a sacar al festival de música de su ambiente urbano tradicional y lograron, no solo trabajar con, sino incluir a los locales de bahía aguacate en todo lo que fue el festival. No solo en logística sino también en la pista de baile.

Ya hemos normalizado el ver logos y marcas en los festivales de música, verlos como los responsables del acontecimiento y, seamos sinceros, muchas veces son los que hacen sostenibles festivales de dimensiones enormes. Pero la forma de concebir y organizar el festival Nómade fue más allá de la marca, más allá del simple ánimo de lucro. La preocupación mayor era el respeto al territorio y esto logró plantar un sentido comunitario que, personalmente, no había testificado en un festival. Todos van mucho a montar escenarios, vender marcas, cambios rápidos, comida rápida, acceso al festival rápido. Logística, logística, logística, acelerar procesos. Y hasta la música de las presentaciones queda empapada de esta lógica.

Es probable que no cubrieran gastos, que apenas hayan rozado ese margen, pues estamos en un sistema económico que promueve un maximalismo de ingreso posible en los eventos culturales, para lograr una "sostenibilidad". En el Nómade la prioridad fue otra, más real, más conectada a la tierra. Y esta consciencia hizo que, para mí, el Nómade superara a todos los festivales realizados en el país por darle importancia a este mensaje, al de ser conscientes de la cantidad de desperdicio que implica celebrar y de la responsabilidad de ser un invitado en un territorio. Una lección que como americanos vale la pena propagar.

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Me atrevo a afirmar que sus organizadores lograron demostrar que sí se puede salir de la lógica mercantil, en parte, sin sacrificar calidad y profesionalidad en un festival musical. Lograron inculcar valores de responsabilidad comunal frente al territorio con el respeto, conciencia y uso de los objetos propios, frente a la tierra que habitamos. Una comunión entre los que veníamos y los que estaban.

El Festival Nómade se celebró por primera vez en Colombia, creando a su paso una comunidad y, como me pasó a mí, devolviendo la fe en lo que realmente representa una celebración a la música: baile y comunión con conciencia terrenal, y unión mística lograda a través del sonido.

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Luis, Matanza

¿Qué es un festival de música?

Para mí un festival de música, más que un grupo de buenas bandas, tiene que ser un espacio que redefina lo personal y lo colectivo. No desde la cultura de la que venimos que es tan de la propiedad, tan como… Para mi es especial los espacios que se crean, los constructores. Generar este espacio de magia y despertar ese fuego que queda adentro nuestro todavía. Entonces al final es como un "Timeless Tribe Spot"

¿Qué es Propiedad Privada?

El principio del fin

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