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Baseball

El final nunca es el adecuado, hasta siempre David Ortiz

David Ortiz no podía controlar la forma en que se despediría, pero al final del día es lo menos importante.
Greg M. Cooper-USA TODAY Sports

Las películas promueven una terrible mentira. Por lo general, los partidos de beisbol no terminan con una célebre caminata después de un cuadrangular, conectado por el jugador que todos quieren que sea el héroe. Incluso si esta escena especial sucediera más seguido —perdería su esencia por la repetición— nuestra catarsis no quedaría detenida en el tiempo como pasa en el cine. A nosotros no nos ponen créditos al final. La vida sigue.

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La noche del lunes, los Red Sox fueron eliminados de la Serie de División de la Liga Americana por Cleveland, dando así fin a su temporada 2016 y a la carrera de David Ortiz. Todo parece demasiado precipitado, y nos trae a la mente las últimas palabras de Pancho Villa: "No me dejen morir así, digan que dije algo". Y sin embargo, fue el final más honesto que Ortiz pudo tener, incluso si no es como lo imaginamos. No hay forma fácil o correcta de parar, y no hay negociaciones con el final cuando ha llegado la hora.

Pensemos en Babe Ruth en 1935: Obeso, deprimido, enfermo, pasándola mal en un equipo sin vida. El 25 de mayo de ese mismo año, conectó tres cuadrangulares en Pittsburgh. A pesar de que sabía que debió haberse retirado en ese momento, siguió jugando sin resultados hasta que un día se peleó con la directiva para tener una excusa para renunciar. "Las terminas me han acabado", le dijo a un ex compañero de equipo en las últimas semanas de su vida, sufriendo de cáncer y culpa. El gran home run o cualquier cuadrangular en realidad, estaba muy lejos de ser conectado.

Ortiz tampoco tuvo la oportunidad de circular las bases mientras aparecían los créditos en la pantalla. En los tres partidos contra Cleveland, tuvo 1de 9 oportunidades al bate, y cuando todo terminó, lucía desesperado desde el dugout; había sido sustituido por un corredor en las entradas anteriores. Ortiz tiene 17 cuadrangulares en 84 partidos de postemporada, lo cual se traduce en un home run cada 18 oportunidades al bate; no luce como una gran estadística pero es más que suficiente para imaginarse que habría podido tener su gran momento si los Red Sox hubiesen permanecido con vida. No lo lograron, y sin importar tu aprecio por la historia, el sentimentalismo o la poesía, fue una forma dolorosa para el final de una gran carrera, especialmente porque Ortiz había sido tan buen jugador este año.

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Luego de conseguir su misión histórica de convertirse en uno de los agentes encargados de dar fin a la larga sequía de campeonatos de Boston, y ahora haber decidido que ya no podrá ser parte de la historia próxima, Ortiz se ha ganado su lugar. Octubre ahora le pertenece a Cleveland —ciudad que ha esperado desde 1948, cuando derrotaron a los Red Sox para avanzar a la Serie Mundial en un partido de eliminación— o a los Cubs de Chicago, quienes han estado en esperado mucho antes de que la quilla del Titanic fue ensamblada. O tal vez hay algo que aún desconocemos. Siempre hay algo que no esperamos.

Ortiz se marcha del diamante después de la mejor temporada de despedida. Seguirá siendo blanco de una discusión como futuro miembro al Salón de la Fama que se centra alrededor del valor de la carrera de un bateador designado —es una posición oficial que le permitió a Ortiz tener más valor del que habría tenido; lo sabemos, Edgar Martínez debería estar en primer lugar, pero la discusión seguirá por un buen rato— y la duda de una prueba antidopaje positiva que nunca fue verificada. Sólo podemos esperar que los comentarios recientes del comisionado sobre la veracidad de los resultados, cual quiera que sea, dé fin a los cuestionamientos de la efectividad de un jugador que vio sus mejores años bajo el protocolo actual y nunca tuvo problemas.

Ha llegado el día para Ortiz. Para la mayoría de los fans, el beisbol tiene que ver con el ahora, con el equipo de este año. Ortiz siempre será amado en Boston, pero la atención estará sobre la próxima campaña de los Red Sox. Ortiz no tendrá que ver con ello, al igual que Carl Yastrzemski y Jim Rice. En algún punto se le dedicará una placa en su honor en Cooperstown, y entonces podrá formar parte de la posteridad. Nada convierte a un jugador en un hecho histórico como su votación para el Salón de la Fama.

Más pronto de lo esperado, nadie se interesará por la manera en que los Red Sox del 2016 cerraron su campaña. Esto es lo que recordarán, hasta los fans de los Yankees: Un jugador que los Twins de Minnesota no quisieron que conectara 541 home runs. Un hombre que, a pesar de no haber nacido en los Estados Unidos, eligió convertirse en ciudadano estadounidense, y en abril 20 de 2013, después del ataque terrorista en el Maratón de Boston, agradeció y motivó a toda una ciudad. No puedes predecir en qué parte del mundo nacerá el próximo gran beisbolista o el próximo gran ciudadano. Ortiz es prueba de ello.

Corpulento. Gran sonrisa. Big Papi. Tal haya jugado para Boston, pero con el tiempo nos daremos cuenta que estuvo del lado de todos. El tiempo es muy cruel para los beisbolistas que intentan terminar sus carreras de manera soñada, pero es generoso con nosotros por las mismas razones.