Encontrando la positividad de la negación

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Encontrando la positividad de la negación

Espetar un “no” significa abrazar la libertad y apostar por un contundente y enorme “sí”. Vamos, digamos “no” para conseguir lo que realmente queremos.

Un buen "no" puede ser muy positivo. Es una forma de afirmar sin miedo lo que piensas, de salir ganando. La cerveza Epidor de Moritz nos ha retado a plantearnos cómo el "no" mejora nuestras vidas para que nos animemos a decirlo más. Busca tu propio "no" y compártelo en epidor.cat

Estas cosas pasan: salir a la calle y empezar a ver gente con zapatillas blancas, especialmente ese modelo con acabados verdes; también está toda esa gente que decide coger el coche para transportar su cansado cuerpo hasta su trabajo mientras escuchan RAC1 en la radio y, claro, todos conocemos como mínimo a diez personas que se hayan largado a Japón de vacaciones este último año. Visto desde fuera, estas costumbres mimetizadas parecen totalmente ridículas e inofensivas pero todos y cada uno de nosotros somos víctimas de inercias similares pese a que intentemos con todas nuestras fuerzas tener cierto grado de personalidad.

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Esta lucha puede adoptar distintas proporciones. A veces nos negamos a asumir ciertas ideas políticas, religiosas o morales que han impregnado el inconsciente colectivo, pero en otras ocasiones, nos encontraremos con problemas más cuotidianos que merecerían ciertos debates psicológicos internos —sobre todo en relación a la interacción con otras personas.

La negación puede asumir varias formas, siendo la más evidente la corriente nihilista, que pese a que siempre se ha entendido como algo negativo, no es más que un enorme "sí". El nihilismo niega, en efecto, pero lo hace para que uno mismo pueda llegar a afirmarse a sí mismo. Este sirve para mejorar la existencia de los individuos, para que estos tomen el control de nuevo, liberado de cualquier prejuicio o modelo implantado. Nietzche hablaba de las tres transformaciones y la transmutación de los valores y del espíritu, todo eso de la tríada del camello-león-niño. El camello simbolizaba a ese individuo que lleva todo el peso de la sociedad, las tradiciones y la religión a sus espaldas; el león actuaba como metáfora de ese momento agresivo del despertar en el que el individuo dice "no". Finalmente, el niño, representaba al individuo libre, puro, ese ser más allá del bien y del mal. Ese "no" del que estamos hablando va vinculado a todos esos prejuicios —educación, cultura, religión…— y todo lo que moldea al ser humano desde su nacimiento hasta su muerte. El nihilismo busca hacer ese reset.

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De la misma forma, a nivel psicológico, encontramos eso llamado la asertividad. Algo que nos viene muy bien para manejar la negación en de las relaciones humanas. Según la psicóloga psicoterapeuta Sonia Wilt del Villar, la asertividad vendrían a ser el conjunto de habilidades sociales mediante las cuales se expresa y se exige a los demás el respeto mutuo. Muchas veces sacrificamos nuestra propia libertad o nos dejamos influenciar demasiado por opiniones externas que hacen que, volviendo al principio, empecemos a calzar zapatillas blancas o decidamos largarnos a Japón. "Aunque pueda parecer innato en algunas personas, la habilidad para relacionarse con los otros es algo que se va adquiriendo a través de experiencias que nos moldean; las habilidades sociales típicas de la asertividad serían saber transmitir las actitudes internas de que se es respetuoso y se es respetable; saber expresar los propios intereses; y, saber negociar las diferencias", afirma la psicóloga.

La aceptación constante de las ideas y acciones terminaría con la muerte del pensamiento propio. El individuo se alienaría, se angustiaría y terminaría idealizando la fuente alienante (ya fuera religiosa, política, ideológica, científica o de otro tipo). Para revertir esta situación, la asertividad, como el nihilismo activo, dirigiría la negación hacia un mensaje positivo; ese "no" realmente esconde un gran "sí", y, de hecho, todos los que están diciendo "sí" (los que aceptan los modelos impuestos), en realidad están diciendo "no".

La asertividad y ese valorar la opinión propia no debería suponer una pérdida de empatía, tampoco debería ocasionar ningún rechazo social por parte de los demás. Este egoísmo —en el sentido positivo que le otorgaban Kropotkin o Nietzsche— ofrece un absoluto poder de decisión a las personas y ayuda a no estar subyugado a poderes externos y, por lo tanto, es una herramienta de reafirmación.

Aun así, acogernos siempre a nuestras propias opiniones, leyes morales o ideas también podría privarnos de ciertas experiencias que enriquecerían al ser humano. Es necesario "contemplarse en la diferencia y valorar esta como fuente de riqueza y estímulo" afirma Wilt. "Seguir las corrientes sociales tiene mucho que ver con la aceptación social y la deseabilidad social. A mayor aceptación de la persona en su grupo de referencia mayor será su grado de valoración de sí mismo y mejor será su ejecución en cualquier proyecto personal. La aceptación social en ámbitos como el cultural, el ideológico o el sexual es muy relevante para la autorrealización del individuo como tal", nos comenta la psicóloga.

De todas formas, estas negaciones de realidades hacen que aceptemos otros grupos sociales de opinión, en los que nos sentimos mucho más identificados pero que no dejan de ser tendencias de pensamiento colectivo, haciendo que sigamos formando parte de un relato más grande que nosotros. Estos sistemas pueden adoptar muchos nombres —"empoderamiento", "revolución"— pero siempre significarán la negación de un orden preestablecido hacia algo nuevo.

Ni que sea en cosas supuestamente pequeñas —como las bambas blancas, escuchar RAC1 o viajar a Japón— nuestras decisiones tendrán su propio valor, pues, en estos casos, resulta evidentemente que estos factores nos retratan como individuos inmersos y ahogados en un capitalismo salvaje que genera deseos y miedos exacerbados. Empezar a decir no a estas pequeñas liturgias podría suponer el comienzo de un cambio mucho mayor.