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¡a la mierda la vergüenza!

Así es correr los cien metros lisos cuando pesas más de cien kilos

¿Qué pasa cuando cambias de especialidad deportiva y pruebas algo totalmente opuesto? Estos tres atletas tirando a grandotes lo intentaron... y los resultados fueron ciertamente curiosos.
Imagen vía Reuters

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La vergüenza es de los sentimientos más volátiles que existen. Algunos sienten vergüenza cuando tienen que pedir la hora en el metro; otros, al hablar por primera vez con alguien que les gusta.

Me podría pasar el día entero poniendo ejemplos, pero adonde quiero llegar es que hay cierto tipo de gente —por no llamarles héroes— a quienes no les importa una mierda lo que piensenlos demás. Un caso de estos fue el de Eric Moussambani, de quien ya te contamos la historia cuando se presentó a una prueba de natación de unos Juegos Olímpicos sin saber nadar.

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Estos relatos acostumbran a tener un patrón común: las protagonizan deportistas que compiten en pruebas de las que no solo no son expertos, sino en las que más bien parecen diseñados para fracasar.

Esta vez nos trasladamos de la piscina hasta la pista de atletismo para conocer a tres corredores de Samoa Americana que, a pesar de sus más de cien kilos de peso, decidieron correr los cien metros lisos: Savannah Sanitoa, Trevor Misipeka y Sogelau Tuvalu son los protagonistas que se atrevieron a correr la carrera de velocidad por antonomasia.

Empezemos por Savannah Sanitoa, que compitió en los Campeonatos Mundiales de Atletismo de Berlín de 2009 en la prueba de los 100 metros. La atleta, que entonces tenía 22, años corrió una de las primeras series —donde que compiten los atletas que tienen peores registros— y paró el cronómetro en 14,23 segundos.

Su especialidad era el lanzamiento de martillo, pero consiguió una invitación para la prueba reina del atletismo y no dudó ni un instante. Más allá de aprovechar para correr con auténticas profesionales de esa prueba, Savannah lo hizo porque simplemente le apetecía. Mejor motivo no puede haber.

Otro soñador samoano que tuvo la oportunidad de correr en unos Mundiales de Atletismo fue Sogelau Tuvalu. Con solo 17 años, el joven atleta se presentó a la salida de la prueba de 100 metros lisos con una camiseta de aficionado y unas zapatillas que ni siquiera eran de tacos.

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Los pocos espectadores surcoreanos que se animaron a presenciar las primeras series de la prueba no dudaron ni un momento de que Sogelau no tenía ni la más mínima opción de clasificarse. El joven samoano, sin embargo, empezó a correr con el sonido de la pistola y no paró hasta cruzar la meta. Lo hizo con un tiempo de 15,66 segundos y una sonrisa en la cara: no se clasificó ni de lejos, pero cumplió su sueño.

No quedó claro si la de los Mundiales de 2011 celebrados en Daegu, Corea del Sur, fue la mejor marca de Sogelau… pero seguro que es la que mejor recordará durante toda su vida.

No todos los ejemplos, sin embargo, son por perseguir un sueño hasta el final. Trevor Misipeka viajó desde Samoa Americana hasta Canadá para participar en la prueba de lanzamiento de martillo de los Mundiales de Atletismo de 2011. Un cambio repentino de la normativa, sin embargo, le dejó sin inscripción: como había hecho el viaje, su federación decidió aprovecharlo… y le apuntaron a los 100 metros lisos.

Trevor no supo en ningún momento cómo funcionaba la carrera, pero igualmente participó en la prueba. A pesar de finalizarla en un tiempo de 14,28 segundos, superó a diversos corredores en el tiempo de reacción.

Después de hacerse famoso en la prueba canadiense, Misipeka trabajó en la panadería de su padre y jugó a una variante del fútbol americano en la que solo compiten ocho jugadores por equipo. Entre los aficionados, el buenazo de Trevor se ganó el sobrenombre de 'la Tortuga'. Cuánta crueldad.

Ninguno de los registros de estos tres atletas samoanos es el peor de la historia en los 100 metros lisos, puesto que Kim Collins, un velocista de la colonia británica de Saint Kitts & Neviss, corrió la prueba en 21,73 segundos en los Mundiales de Atenas '97debido a problemas físicos. Cabe decir que seis años más tarde, sin embargo, Collins ganó el oro en París.

La historia de los tres samoanos nunca acabó con un oro al cabo de unos años. Sus vidas volvieron a la normalidad, y cada vez menos gente recuerda los divertidos episodios en que corrieron 100 metros de una pista de atletismo, persiguiendo un sueño o aprovechando un viaje… pero, sobre todo, sin vergüenza: ¿qué puede haber mejor que eso?

El autor es más fácil de seguir en Twitter que de perseguir en la vida real… aunque no mucho, para ser sinceros: @21pauriera