Arte vivo: la mujer que hace esculturas con bacterias de su piel
Microbiological Portrait.Photos courtesy of Mellisa Fisher

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Identidad

Arte vivo: la mujer que hace esculturas con bacterias de su piel

Oscar Wilde escribió la célebre frase, “La vida imita al arte mucho más de lo que el arte imita a la vida”. Sin embargo, en la obra “Microbial Me” de la artista Mellissa Fisher resulta difícil definir la línea que los separa.

Uno nunca se sabe cómo ni cuándo le va a llegar la inspiración, pero para la artista Mellissa Fisher, residente en el Reino Unido, fue durante un curso extracurricular al que asistió mientras estudiaba en la Universidad de Westminster. La clase, titulada "Broad Vision" ("Visión amplia"), ofrecía a los estudiantes la oportunidad de colaborar en diversas disciplinas y combinaba materias como la fotografía, la biología y la ilustración. Sorprendentemente, Fisher (que por aquel entonces cursaba la carrera de ilustración y comunicación visual) se sintió sobre todo intrigada por el componente de la biología.

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"La primera vez que miré a través de un microscopio", me explica en un email, "me sentí totalmente subyugada por el invisible mundo de los organismos vivos y las células humanas". Según sus palabras, lo que vio era tan bello que activó su ambiciosa imaginación y le hizo empezar a pensar a un nivel escultórico.

Aquel interés se manifestaría más tarde con mayor intensidad cuando alguien mostró a Fisher "placas de agar", es decir, placas de Petri que contienen algún tipo de caldo de cultivo (como el agar, que es una sustancia gelatinosa que se obtiene de las algas) empleado para cultivar microorganismos o pequeñas plantas. ¿Podía ella emplear el agar para hacer arte? Y, de ser así, ¿cómo lo haría? Descubrió que sí podía y el resultado es el más reciente proyecto de Fisher, Microbial Me ("Mi yo microbiano").

Fisher me explica que Microbial Me, una colección de esculturas que combinan el arte con la microbiología (creada en colaboración con los científicos Dr. Mark Clements y Dr. Richard Harvey), encarna la conexión existente entre "la naturaleza y el ser".

Para crear cada una de las esculturas, Fisher debe crear primero un molde de su cara empleando el agar en un proceso similar al que se sigue para hacer gelatina. El polvo de agar se disuelve en agua, la mezcla resultante se vierte en el interior de un armazón con la forma de su cara y después se deja enfriar a baja temperatura. La mezcla se retira del armazón una vez endurecida y así se obtiene el molde que servirá como base de su obra.

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Fisher eligió su propio rostro para estos autorretratos escultóricos porque "es una forma de visualizar los organismos que habitan sobre mi piel", afirma. Explica que centrarse en su cara fue una experiencia introspectiva ("Es como otra forma de llegar a conocerme a mí misma, a mi yo invisible", indica), pero también una manera de conectar con quienes contemplaran su obra: "El principal motivo por el que uso mi cara es conseguir que el público se identifique con ella", me cuenta. "Todo el mundo tiene un rostro".

Con el molde listo, Fisher frota con un hisopo varias zonas de su piel para recoger las bacterias que viven en ella. Según la artista, "mi rostro se convirtió en un campo interesante para cultivar bacterias, porque hay muchas que viven en esa zona y se transmiten a través de las manos, los teléfonos, etc". A continuación frota el material recogido sobre el molde de agar antes de colocarlo en una incubadora, que ofrece un entorno controlado y regulado para que se desarrollen sus cultivos microbianos. En unos tres días la escultura empieza a mostrar los primeros signos de crecimiento y cada escultura puede durar un plazo máximo de un año, cambiando con el paso del tiempo.

"Cress" ("Berros") muestra la diferencia que marca el paso del tiempo

Lo que más sorprende de este proyecto es la variedad de colores y texturas que van surgiendo conforme las bacterias crecen y se extienden en cada molde. Cada pieza comienza como un rostro monocromático con aspecto de estar hecho de plástico antes de comenzar a transformarse en una superficie con gran cantidad de bultos y hendiduras. En algunas de sus obras, la aparición de bultos con aspecto de moho recuerda a las frutas demasiado maduras que presentan ronchas de varios colores y tamaños por toda su superficie. Fisher explica que esto depende del tipo de agar que use.

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"En la ciencia hay cientos de tipos diferentes de agar, cada uno de los cuales desarrolla células de un tipo especial". El tipo empleado depende de la clase de bacterias o microorganismos que trate de cultivar determinado científico y algunos factores como el entorno y la temperatura también afectan al progreso de las bacterias. Para Microbial Me, Fisher optó por el agar UTIC (empleado generalmente para ayudar a diferenciar entre los diversos microorganismos que causan infecciones en el tracto urinario), lo que le permitió obtener resultados más impactantes y caóticos que también resultan visualmente más atractivos por el modo en que las bacterias interactúan con él.

En esencia, Microbial Me es un reflejo del ecosistema de nuestra propia vida representado de forma acelerada. Somos testigos del nacimiento de nueva vida, del modo en que se adapta e interactúa con determinado entorno y, conforme cada pieza madura y envejece, la belleza inicial se transforma en decadencia y finalmente en muerte. Al establecer conexiones entre la ilustración, la escultura y los organismos vivos, la obra Microbial Me de Fisher explora el cuerpo humano como paisaje para el crecimiento.

Teniendo en cuenta la mezcla de reacciones que surgieron cuando el proyecto se exhibió por primera vez —algunas personas lo consideraron poco atractivo mientras que otras comprendieron su carácter único—, Fisher planea seguir ampliando el proyecto y hacerlo evolucionar. Gracias a una residencia en Canadá el otoño pasado llamada "Biophilia—Where Art Meets Biology" ("Biofilia: donde el arte se encuentra con la biología"), Fisher ya ha comenzado a idear cómo va a utilizar los hongos en sus siguientes obras para un próximo proyecto denominado Immortal Ground ("Tierra inmortal"). Para él, Fisher afirma que utilizará el cuerpo como paisaje para crear un tipo de ecosistema diferente al del proyecto Microbial Me, empleando el hongo Reishi —denominado "hongo de la inmortalidad" en la cultura asiática— como elemento central.

Microbial Me (patrocinado por Thermofisher Scientific) está actualmente expuesto como parte de la exposición The Human Microbiome ("El microbioma humano") presentada por The Eden Project en Cornualles, Inglaterra. La obra de Fisher también será expuesta en la próxima muestra Unfolding Realities ("Realidades desveladas") que se inaugura el 25 de mayo en el Central Saint Martins de Londres, Inglaterra.

En cierto momento Fisher barajó la posibilidad de crear un molde de cuerpo entero en lugar de uno solo de su cara para el proyecto. "Microfloral Femunculus" es una versión más pequeña de esta idea.