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el retorno del rey

La forma en que LeBron James reescribió la historia en las Finales de la NBA | ES | Translation

El año pasado, LeBron James lideró a unos Cavs limitados para ganar dos juegos. Este año, con la ayuda de su equipo sepultó a un gran oponente. Así fue como todo sucedió.
Photo by Bob Donnan-USA TODAY Sports

LeBron James no se levantó esta mañana como un mejor basquetbolista que la mañana del Juego 7 de las Finales de la NBA. Habrá algunos apresurados por decir que este, su tercer campeonato, sella su legado como uno de los mejores basquetbolistas que la liga ha visto, pero no es cierto. Ya estaba ahí, y todos lo sabían. Es sólo que tenía asuntos por resolver —una misión que lo motivó desde aquella noche a finales de mayo de 2003 cuando los Cavaliers de Cleveland habían ganado la "lotería" de la NBA—. Casi logra dicha misión hace un año, después de cuatro años lejos de su equipo de casa, pero se vio afectado por la combinación de un plantel limitado y un oponente grandioso.

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La imagen que definió las Finales de 2015 fue ver a James, parado sobre el lado izquierdo de la duela, con el reloj de tiro por terminar y Andre Iguodala entre él y la canasta. Ambos se pasaron la serie al lado del otro, mirándose fijamente. Iguodala daba manotazos y presionaba, mientras que James tanteaba la duela e intentaba descifrar qué demonios hacer con el balón, consciente de que contaba con pocas opciones. Por culpa de las lesiones de Kyrie Irving y Kevin Love, esencialmente dependía de LeBron guiar a su equipo hacia la victoria por sí solo.

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Desde luego, James obtuvo cifras monstruosas, pero Iguodala se encargó de hacerle la vida de cuadritos. No pudo contener a James, porque nadie puede hacerlo. Simplemente se aseguró que James realizara su mejor esfuerzo en cada una de las posesiones de balón. Todo resultó en un porcentaje de tiros de 39.8, la tercera peor cifra que James ha logrado en cualquier serie de postemporada de su carrera, sólo por detrás de sus Finales iniciales en contra de los Spurs de San Antonio en 2007 y la primera serie que jugó ante los Celtics de Boston; aquellas fueron dos de las 15 mejores defensivas de la era de los triples. Al final de la serie, Iguodala fue nombrado, merecidamente, el MVP de las Finales a pesar de sólo arrancar de titular en tres partidos y promediar "sólo" 16.3 puntos por encuentro, la segunda media más baja de alguien tan honorable

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Iguodala se ganó el premio por su valentía de ponerse al tú por tú con James durante seis juegos, pero fue claro que LeBron fue el mejor jugador de la serie, sin excepción. Fue el líder de ambos equipos en puntos, rebotes y asistencias convirtiéndose en el único basquetbolista en la historia en acumular al menos 200 puntos, 80 rebotes y 50 asistencias en las Finales. Su talento provocó que se llegara a disputar un sexto partido. Fue el principal pivote, la primera opción para las jugadas pick-and-roll, ya sea como el encargado de la pantalla o de llevar el balón, y desempeñó un papel gigantesco para que Cleveland le bajara la intensidad a las transiciones de Golden State al ataque en los primeros tres juegos de la serie antes de que la alineación de la muerte se encargara de una vez por todas.

Cuando los medios se dan cuenta de tus logros. Foto por Cary Edmondson-USA TODAY Sports

Este vez James contó con un poco más de ayuda de sus amigos, lo cual le permitió jugar con una de las mejores calidades de su carrera. Todo el año, James (y el resto de los Cavs) insistieron que seguía siendo el mejor jugador del planeta, a pesar de que alguien más se había llevado por dos años consecutivos los premios de MVP. Desde el Juego 3 de estas Finales, James reafirmó esta verdad hasta un grado que fue simplemente innegable. Al ayudar a sus Cavaliers a sobreponerse de un déficit de 3-1 en las Finales, James ascendió a un plano de grandeza al que pocas veces se llega en la historia del deporte.

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Sus estadísticas finales de la serie son sorprendentes: 29.7 puntos, 11.3 rebotes, 8.9 asistencias, 2.3 bloqueos, y 2.6 robos de balón por juego. En los Juegos 5, 6, y 7, encestó 109 puntos, 35 rebotes, despachó 29 asistencias, y nueve robos de balón y bloqueos, de los cuales dos (ver abajo) deberían ser incluidos entre los mejores de la historia de la NBA. Y, de alguna forma, estas cifras históricas no capturan del todo el nivel en que James controló cada centímetro de la duela durante los 144 minutos que le tomó completar el épico regreso de su equipo.

El rango de sus tiros flotados regresó de su hibernación de un año en el momento exacto que los Cavaliers lo necesitaban más que nunca (incluso cuando en el Juego 7 no estuvo fino en este aspecto). El nivel de dificultad de algunos de sus pases es indescriptible.

Su forma de defender…¿Qué se puede decir? La postal de las Finales de este año fue esta jugada:

O esta:

James pasó la gran mayoría del tiempo forcejeando con Draymond Green, trabajando para contraatacar la mortal jugada pick-and-roll entre Curry y Green que le dio un dolor de cabeza a toda la liga en las últimas dos temporadas. Como (muchos) otros escribieron acerca de la serie, Golden State dejó de hacer esto en las Finales más que en cualquier otro momento. Mucho de ello tuvo que ver con la labor de James sobre Green. La tarea hizo que James cambiara entre Steph Curry y Klay Thompson conforme las serie fue avanzando, y él —junto con Tristan Thompson e incluso con Love— estaba listo para realizarla. Saltó las líneas enemigas como nunca en su vida lo ha hecho, transformando lo que parecía canastas en otra cosa.

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Y después aparecieron los bloqueos. James aplastó a Curry en el aro durante tres partidos consecutivos. Despejó aquellos tiros con desdeño supremo y sorprendente; James lanzó algunas miradas envenenadas por su desagrado ante el descaro de Curry por atreverse a intentarlo. En el Juego 7, en el momento más crucial, James clavó el intento de layup de Iguodala EN CONTRA DEL TABLERO, preservando el empate y preparando el terreno para el lanzamiento de Irving más celebrado en los 46 años de existencia de Cleveland.

Ese bloqueo será la joya final en la corona de los logros del rey, y hasta el momento podría ser la imagen definitoria de su carrera. El hecho que haya llegado a expensas de Iguodala, cuya labor defensivo plagó de problemas a James durante la serie, lo hace mucho más especial. Pero nos encontramos en un nuevo universo de lo "especial". James continuó su esfuerzo consecutivo de 41 puntos en el Juego 5 y 6, con 27 puntos, 11 rebotes, y 11 asistencias en el Juego 7; sólo dos jugadores habían logrado un triple-doble en el Juego 7 de las Finales. James Worthy lo logró y ganó, Jerry West lo logró y perdió. Ninguno de los dos fue como James, porque nadie ha sido como él.

Luego de que sus tiros flotados desaparecieran en toda la primera mitad, James anotó un crucial fadeaway sobre Shaun Livingston en el tercer cuarto, después uno más con las mira fija sobre Festus Ezeli en el cuarto. Una y otra vez se abrió camino entre los brazos y piernas de los Warriors sobre la pintura, aventando su cuerpo contra quien fuese que sea. Pasó por encima, al lado, y por debajo de los Warriors, y casi acaba con el mundo con la que habría sido la mejor clavada que el mundo ha visto. Convirtió uno de tres tiros libres, y fue más que suficiente.

James hizo todo esto ante el supuesto mejor equipo de la historia de la NBA, uno que se veía encaminado hacía una coronación de 4-1 con campeonatos consecutivos y con una temporada de 73 victorias. En su lugar, James no sólo realizó el sueño de toda su vida, sino que también cumplió la promesa de la ciudad de Cleveland cuando decidió regresar a los Cavs luego de cuatro años en Miami. En su carta de regreso anunció que el camino hacia el título sería largo, y lo fue. Dijo que sería un proceso, y lo fue. Hubo desvíos, luchas internas y mensajes ponzoñosos vía Twitter; se despidieron a entrenadores y los rumores de transferencias sonaron por todos lados. Pero de alguna forma todo terminó justo como James lo había planeado. No fue fácil, y nunca pareció serlo. Será recordado exactamente por estas razones.

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