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Euro 2016

La selección de Islandia o cómo tener éxito con dos entrenadores a la vez

¿Cómo ha conseguido colocar a su selección en una Eurocopa una isla con menos población que Bilbao? La respuesta la tienen los dos co-seleccionadores de Islandia.

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En noviembre de 2013, el equipo nacional masculino de Islandia estaba a punto de conseguir una sorprendente clasificación para el Mundial. Un par de meses antes, Islandia había acabado en el segundo lugar de su grupo clasificatorio para el Mundial, lo cual —siguiendo las extrañas normas de clasificación europea para la Copa del Mundo— significaba que tenían que jugar la repesca como desempate contra otro segundo clasificado de otro grupo.

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Les tocó Croacia, un equipo formado por jugadores del FC Barcelona, del Bayern de Múnich o el Real Madrid. Del lado de Islandia en ese momento el más destacado era Gylfi Sigurdsson, que tuvo la suerte de jugar en el Tottenham Hotspur; la mayoría de sus compañeros actuaban en algún club en los países escandinavos. Las probabilidades no estaban a favor de Islandia.

Más deportes: Cómo Islandia se convirtió en el país con la mejor selección de fútbol por habitante del mundo

En el primer partido de la eliminatoria, en la fría y oscura Reykjavik, Islandia consiguió un empate 0-0. Normalmente esto no sería nada que celebrar, pero el resultado favorecía a Islandia: el valor doble de los goles en campo contrario significaba que el equipo podía clasificarse si empataba en la vuelta.

En Croacia, sin embargo, las cosas no fueron bien. Mario Mandžukić, el chico malo tatuado que entonces jugaba en el Bayern, anotó el primer gol a los 27 minutos. Más tarde le expulsaron, cosa normal si sigues yendo de chico malo, pero Islandia no acertó presionando con un hombre de más. En realidad, lo hizo peor: Darijo Srna marcó el segundo tras el descanso e Islandia se quedó a dos goles de jugar un Mundial.

"Croacia fue mejor. Eran mucho más experimentados, jugaron sus armas y ganaron", dijo entonces el exazulgrana Eiður Guðjohnsen, seguramente el mejor futbolista que haya tenido nunca la isla.

Tenemos que estar orgullosos de lo que hemos hecho en esta clasificación para la Copa del Mundo

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Eiður Guðjohnsen, orgulloso futbolista islandés

Guðjohnsen tenía razón. Fue un momento agridulce: una dura derrota para Islandia que al mismo tiempo confirmaba el mejor momento de la selección isleña en toda su historia. Un grupo de jugadores seleccionados de entre una población de aproximadamente unas 323 000 personas había hecho historia… y aún tenían la oportunidad de seguir superándose.

Desde aquella noche en Zagreb, el equipo ha ido creciendo aún más. Los islandeses han jugado dos partidos de la fase de grupos de la primera Eurocopa masculina a la que se han clasificado —el equipo femenino lo ha logrado ya en dos ocasiones— y han logrado dos empates: si ganasen el miércoles a Austria, los islandeses pasarían a octavos.

Que el equipo ha mejorado es una verdad como un templo, y si no mira la clasificación mundial: ahora están en la posición 34, mientras que en abril de 2012 estaban en la 131. Lo difícil, sin embargo, es saber el porqué de este cambio.

Islandia todavía juega con el mismo robusto y efectivo 4-4-2 que utilizó contra Croacia; la alineación también es casi idéntica. Casi todos los jugadores que participaron en la derrota ante Croacia también formaban parte de la convocatoria que ganó 1-0 a Holanda en Ámsterdam dos años más tarde y que selló la clasificación para la Euro.

Una cosa que sí que cambió, sin embargo, fue el cuerpo técnico: Islandia no echó a Lars Lagerbäck, su veterano entrenador sueco, sino que ascendió a Heimir Hallgrímsson, que había sido ayudante de Lagerbäck. Hoy, Islandia no tiene un entrenador: tiene dos.

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Un equipo de fútbol con dos entrenadores es extremadamente raro. Solo me vienen a la cabeza otros dos ejemplos. El primero también implica a Lagerbäck, quien co-dirigió a Suecia en una ocasión. El segundo ejemplo es el del Liverpool de 1998, que fue entrenado durante cinco meses por un tándem formado por Roy Evans y Gérard Houllier.

A primera vista, la gestión de un vestuario por dos entrenadores parece casi ridícula. Es la antítesis de la estructura jerárquica de poder de tipo militar mediante la cual están organizados la mayoría de equipos. Piénsalo: los entrenadores se supone que son líderes intocables en su pequeño mundo. ¿Cómo podrían ganarse el respeto de sus jugadores y tener la autoridad absoluta si no fueran jefes supremos?

Piensa en algunos de los entrenadores más famosos: José Mourinho, Pep Guardiola o Sir Alex Ferguson. ¿Puedes imaginar a alguno de ellos trabajando en tándem? Cuando David Beckham desafió a Ferguson en 2003, el escocés dio una patada a una bota de Beckham y lo golpeó en el ojo. Casi llegaron a las manos: en la siguiente temporada, Beckham se fue.

Seguramente se trate de un caso extremo, pero está claro que no es un buen negocio desafiar a Sir Alex… ni, en general, a cualquier técnico de superélite.

Lars Lagerbäck, el entrenador que más tiempo lleva en el banquillo de Islandia. Imagen vía EPA

Islandia, sin embargo, no es el Manchester United, ni el Real Madrid o el Bayern de Múnich. El equipo no puede comprar y vender jugadores cuando lo considere oportuno: solo puede seleccionar lo mejor de lo que su población produce. Históricamente, además —y con la excepción de Guðjohnsen, eso sí—, los mejores jugadores de Islandia no han sido muy buenos; en la última década, sin embargo, el país ha abrazado el fútbol con una pasión desconocida hasta la fecha.

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Parte de la revolución de Islandia es tecnológica. De acuerdo con Hallgrímsson, casi todos los clubes y cada escuela del país tienen ahora un campo de césped artificial; hay más de media docena de campos de fútbol sala —piensa en un hangar lleno de niños gritando y de pelotas botando sin parar—, incluyendo uno en la ciudad natal de Hallgrímsson en la isla de Heimey, con una población de poco más de 4 000 personas.

"El fútbol islandés ha pasado de ser una liga de verano a un deporte que se puede jugar todo el año", explicaba Hallgrímsson en 2014.

Aparte del césped artificial, Islandia ha logrado muchas más cosas: la primera es que se toman los entrenamientos muy en serio. El país cuenta con más entrenadores certificados por la UEFA por cápita que Inglaterra; por poner un ejemplo, Ómar Smárason —el director de comunicación de la Federación de Fútbol de Islandia— tiene tres hijos menores de nueve años que juegan al fútbol. Cada uno es dirigido por personas con el título de UEFA A o B.

La licencia de la UEFA A no permite entrenar equipos de primera división en las grandes ligas de Europa, pero cualifica a los entrenadores para trabajar en cuerpos técnicos de élite. En otras palabras, los entrenadores que trabajan con los niños de Ómar tienen las mismas credenciales que los entrenadores asistentes del Arsenal, el Bayern de Múnich o el Paris Saint-Germain.

Incluso con este auge de entrenadores, sin embargo, Islandia no sería capaz de clasificarse sin más. Cuando la población de un país es más pequeña que Bilbao, no hay mucho entre lo que elegir para hacer la alineación titular del equipo.

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Para obtener el máximo rendimiento de un equipo como este, pues, es necesario pensar de una manera diferente: hace falta plantearse la misma estructura del equipo… desde cero.

Los aficionados al fútbol de Islandia hablan de Lagerbäck con reverencia, como si todavía no se creyesen que accediera a entrenar al equipo. Con 67 años, planea retirarse tras la Euro para pasar más tiempo con amigos y familiares: "No tengo una vida social normal con este trabajo", dijo en una rueda de prensa a principios de mayo.

Me quedan pocos años por delante como entrenador

Lars Lagerbäck, co-seleccionador de Islandia

Un periodista preguntó a Lagerbäckqué pensaba hacer tras su retirada de la selección islandesa.

"¡Brasi!l", gritó alguien del público, provocando risas entre los asistentes.

"¡Necesitaremos a un nuevo presidente para el país!", gritó otra persona.

"Eso estaría bien, por supuesto", respondió Lagerbäck con una sonrisa en los labios. "Pero no deseo al pueblo islandés la mala suerte de tenerme como presidente. Tampoco tengo el mejor pasaporte para eso", bromeó.

Es curioso que Lagerbäck aceptara el trabajo en 2011, cuando llevaba años entrenando a selecciones mucho más grandes, como las de Suecia y Nigeria. El entrenador sueco había entrenado en Mundiales y Eurocopas y había trabajado con profesionales de primerísimo nivel como Henrik Larsson y Zlatan Ibrahimović: Islandia era poco más que un páramo futbolístico cuando llegó.

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"He jugado 27 veces con la selección y solía perder todos los partidos", recordó Bjarki Gunnlaugsson, un exjugador islandés, tras el último partido de 2015. Para Bjarki, pasar los años 2000 con su equipo nacional fue una experiencia reveladora.

"Vivíamos en un ambiente amateur y sabíamos que perderíamos antes del partido", rememora el antiguo futbolista, que en su momento álgido llegó a jugar para el Preston North End inglés. En los partidos en casa apenas había 4 000 personas… y todo el mundo se alegraba mucho si empatábamos".

Lagerbäck, sin embargo, encontró algo interesante después de conocer un poco al equipo mientras le daba vueltas a la oferta de trabajo. El equipo sub-21 de Islandia había participado en campeonatos de Europa: el talento estaba de camino. Los sub-21 no lo hicieron muy bien en la Euro y acabaron terceros en su grupo, detrás de Suiza y Bielorrusia, pero la mera clasificación para el torneo ya había sido un milagro.

El núcleo del equipo actual de la selección islandesa está formado por jugadores de ese plantel sub-21. Tienen mucha resistencia y mucho talento; los dirige Gylfi Sigurdsson, un centrocampista ofensivo que también mueve los hilos en el Swansea City de la Premier League.

Cuando acepté el trabajo pensé que sería interesante ver qué se podía hacer con un equipo tan joven

Lars Lagerbäck, seleccionador de Islandia

El reto no es difícil de entender: la posibilidad de poder entrenar y moldear un equipo joven es rara en la carrera de un entrenador con experiencia. La pregunta a la que se enfrentó después de aceptar el trabajo fue la siguiente: ¿cómo se llega a exprimir los puntos fuertes de un equipo de jóvenes? Y más importante, ¿cuáles son sus puntos fuertes?

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"Realmente somos un equipo perdedor", dice Lagerbäck. "No tenemos a jugadores técnicamente sobresalientes. En Suecia, y obviamente en Nigeria, aprendí que se tiene que encontrar la fuerza para poder vencer a los 'grandes elefantes', por así decirlo".

Antes que Lagerbäck pudiera encontrar esa fuerza tuvo que centrarse en la mentalidad del equipo. Los jugadores no se arrugan en los partidos, pero a la vez es fácil de entender que no estén jugando en los mejores clubes de Europa. Lagerbäck es realista: nunca saldrán ganando si se les compara jugador por jugador con Alemania o con España.

El seleccionador tenía que encontrar algo que hiciera destacar el equipo y no fuera la calidad futbolística… así que se centró en la organización.

Heimir Hallgrímsson, el co-entrenador de los islandeses. Imagen vía EPA

Islandia no es el primer perdedor que trata de superar la falta de habilidad con el trabajo en equipo, pero su enfoque es un poco diferente: no se trata solo de trabajar juntos, que no haya ningún ego por encima del equipo y la palabrería habitual. Tanto Lagerbäck como Hallgrímsson me dijeron, en repetidas ocasiones, que creían que Islandia era el equipo más organizado del mundo.

"Lo podemos ser incluso sin tener los mejores jugadores", afirma Lagerbäck. Los islandeses trabajan constantemente para ser un equipo que actúa como una unidad estructurada y coherente en el campo. Al centrarse en ser el equipo mejor organizado, los jugadores perdieron el complejo de inferioridad que Islandia arrastraba desde siempre.

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Esta organización pronto se vio reflejada en los resultados. Antes de anunciar el equipo, Lagerbäck hizo una presentación de diapositivas cortas a la prensa: se detuvo en una diapositiva y detrás de sus gafas de montura negra se podía casi se podía ver una expresión más radiante que el sol.

La diapositiva de Lagerbäck que durante la clasificación para el Mundial se quedaron con la portería a cero en tres ocasiones. Durante la clasificación de la Euro lo consiguieron hasta en seis ocasiones.

Lagerbäck ya tenía el equipo confiado y organizado: ¿sería eso suficiente? El mundo está lleno de equipos organizados y con confianza. Si nos fijamos en el mejor de ellos, sin embargo, también vemos que tienen identidad, una personalidad: el juego de posición de España, el catenaccio italiano o el fútbol total de Holanda.

Como entrenador que llega a un país extranjero, Lagerbäck no se tenía que centrar solo en la preparación táctica: el sueco también tuvo que conocer a la gente. Tenía que averiguar cómo trabajaban juntos y en que destacaban.

Islandia es única ya que tiene una característica que lo define por encima de todo los demás: su pequeña población. En términos futbolísticos esto es una desventaja; en términos culturales, sin embargo, no está tan claro.

"Si nos fijamos en la sociedad en general y también en la familia del fútbol vemos que todo se convierte en blanco y negro", dijo Lagerbäck cuando se le preguntó acerca de la población de Islandia. "No importa si se trata de un problema o algo positivo"

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La relación en Islandia es muy estrecha entre todos, vengan de donde vengan y sean quienes sean

Lars Lagerbäck, seleccionador de Islandia

Lagerbäck hizo lo que todos los entrenadores convencionales hacen: creó su propio cuerpo técnico y organizó amistosos. También sabía, sin embargo, que el equipo tenía que ser algo más que organización para tener éxito: tendrían que confiar en él y creer en sí mismos.

Así que, en lugar de llegar como un dictador extranjero, Lagerbäck eligió trabajar como un mentor. Durante la clasificación para la Copa del Mundo, Lars no se limitó a delegar tareas a su ayudante: cogió a Hallgrímsson —un entrenador semi-profesional que había trabajado como dentista— bajo su supervisión y le convirtió en su pupilo. Esto hizo las cosas más fáciles a Lagerbäck.

Además de entrenar, Lagerbäck se había pasado media carrera como profesor de entrenamientos, primero en la Asociación Sueca de Fútbol y más tarde en la UEFA, donde a menudo dio seminarios en los cursos de entrenamiento por toda Europa. Él y Hallgrímsson, de hecho, se conocieron por primera vez cuando Heimir estaba estudiando para sacarse la licencia UEFA Pro antes de unirse al equipo nacional de Islandia.

Cuando Heimir habla de Lagerbäck, su voz denota el enorme respeto que le tiene. Lagerbäck le dio la oportunidad de vivir el sueño de convertirse en entrenador profesional en un país donde la liga es semi-profesional. "No es un sitio donde se pueda ir al estadio más próximo y ver un entrenamiento de un equipo profesional. Esto no pasa en Islandia", explica Hallgrímsson.

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Lagerbäck le enseñó a su protegido cómo frenar la ambición y que ser seleccionador es un proceso de pequeños y uniformes cambios.

"Creo que es realmente vital para un país pequeño como el nuestro trabajar para asegurarnos continuidad", reflexiona Hallgrímsson. "Así que no podemos decir una cosa hoy y cambiarla mañana, tenemos que construirlo todo poco a poco"

La decisión de ascender a Hallgrímsson la tomó el propio Lagerbäck. Después de la clasificación para el Mundial, la federación islandesa ofreció a Lagerbäck un nuevo contrato; el sueco sugirió a Heimir que firmara un contrato de cuatro años como primer entrenador, mientras que él firmó solo para dos años.

Parte del ascenso era para asegurar la continuidad del proyecto: así, Hallgrímsson heredará la estructura del sistema y el equipo que Lagerbäck ha creado.

El ascenso, sin embargo, se produjo también por otras razones. Los entrenadores dicen que el ascenso de Heimir no es un gran problema. El flujo de trabajo es el mismo y las decisiones todavía se toman en grupo. Si hay alguna separación de funciones es que Heimir se centra en los ejercicios ofensivos y Lagerbäck en la defensa. Le restan importancia, sin embargo, lo hacen más que nada de manera simbólica.

El equipo que construyó Lagerbäck está basado en la confianza y el trabajo duro de todos para encarar las situaciones difíciles. ¿Qué mejor manera de demostrar esa confianza que mostrar que se ha preocupado de que cuando el se vaya alguien siga con su legado? Los jugadores y entrenadores lo saben y lo ven con buenos ojos.

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La pregunta a la que Islandia se enfrenta ahora es: ¿hasta qué punto se atreven a soñar? Una de las rarezas de haber sido siempre un perdedor es que siempre estás agradecido y contento de jugar, aunque sepas que hay partidos que no puedes ganar; Lagerbäck y Hallgrímsson, sin embargo, piensan que han conseguido cambiar esa mentalidad.

"Tratamos de repetir siempre cuáles son nuestros puntos fuertes y ponerlos en práctica. Cada equipo tiene que tener algún punto fuerte y exprimirlo al máximo", revela Lagerbäck. "Nunca te tienes que creer mejor de lo que realmente eres: solo debes centrarte en imponer tus fortalezas y disimular tus carencias".

"No estamos diciendo que esté bien perder", puntualiza Hallgrímsson.

Los aficionados islandeses no están acostumbrados a ocupar una posición de privilegio. La gente está hablando en todo el país sobre si las expectativas son demasiado altas o bajas; se enfrentan a la disyuntiva de creer demasiado en su joven equipo o preparase adecuadamente para un final inevitable.

Ambas partes tienen razón… y el grupo que le ha tocado a Islandia en la fase de grupos solo hace que empeorar las cosas. Una cosa sería que Islandia jugara contra Inglaterra, Francia y Alemania; además de Portugal, sin embargo, Islandia juega contra Hungría y Austria. Las tres selecciones tienen en sus espaldas más historia del fútbol y están más arriba en la clasificación mundial, pero pueden perder fácilmente… o, como hemos visto, no ganar a Islandia y sufrir para empatar.

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Tal vez todo el mundo está perdiendo el punto de vista correcto. Tal vez el progreso y el orgullo no sea lo que hace llegar los buenos resultados, ni siquiera haberse clasificado para el torneo: quizás todo tenga que ver con cómo juega el equipo, con cómo los jugadores luchan juntos y para todos.

El estadio del IBV en la isla de Heimaey, lugar natal de Hallgrímsson. Foto de Brian Blickenstaff

Este es un equipo que nace de una roca en el Atlántico Norte, prácticamente en el círculo polar ártico. Es un lugar tan inhóspito y de tan difícil acceso que los humanos no se establecieron allí hasta el año 874. En Islandia no existen las malas apuestas para ganar: aquí, las malas apuestas se llaman vida. En Islandia vives y te desarrollas a través de la planificación y la dura ejecución de los planes, y el trabajo es duro: si no, directamente no puedes vivir.

Hallgrímsson sabe esto mejor que la mayoría. Cuando tenía sólo cinco años, su ciudad natal en la isla de Heimaey fue el epicentro de una gran erupción volcánica. Una fisura formada en un campo cerca de la ciudad llegó a contar con más de un quilómetro y medio de longitud. Una pared de roca fundida voló hacia afuera como si se tratase de un chorro de la fuente de Montjuïc. Seis kilómetros cuadrados alrededor del volcán fueron evacuados en pocas horas.

La familia de Hallgrímsson no regresó a casa durante más de un año… y cuando lo hicieron, no fue a la Heimaey que conocían, sino que parecía el decorado de una película de desastres naturales. La isla era casi un 20 por ciento más grande de lo que era antes, y tenía una nueva cima: el volcán Eldfell, ahora inactivo, cuyo pico es hoy de unos 200 metros por encima del antiguo campo.

La ciudad también era diferente. Habían desaparecido más de 60 casas, enterradas 20 metros bajo la lava endurecida. Había ceniza por todas partes. Incluso el puerto había cambiado su entrada, que ahora era más pequeña. Durante gran parte del año pasado, la lava amenazó con cerrar la entrada del todo: si lo hubiera hecho, se habría hundido la flota pesquera más importante de Islandia. Unas 300 personas, después de la erupción, trabajaron por turnos para bombear agua de las rocas fundidas con el objetivo de abrir la entrada al puerto.

Los habitantes de Heimaey lucharon y ganaron al volcán.

Visité la isla en mayo y vi jugar al antiguo equipo de Heimaey. Tras el partido le pregunté a uno de sus ex jugadores cómo era él como entrenador.

Su juego estaba basado en como es la gente de la isla: trabajar duro, jugar duro

Jugador del IBV de la isla de Heimaey

Lagerbäck se aprovechó de su experimentada astucia sueca para sentar las bases de la revolución en Islandia, pero la influencia de Hallgrímsson ha ayudado a acabar de moldear el espíritu de la selección. El equipo que está jugando la Eurocopa tiene algo que nunca antes había tenido: una identidad en consonancia con su país de origen.

Con la marcha de Lagerbäck, el más apropiado para seguir es Hallgrímsson, un islandés que llevará al equipo hacia adelante. Los dos hombres se entristecerán cuando su fuerte unión se rompa: este torneo, sin embargo, no es el final de su viaje, sino el traspaso de la antorcha. Es el siguiente escalón en el plan que los dos entrenadores idearon hace años.

Para Islandia, la Euro 2016 es solo el principio.

El autor es un fan irrediento de Islandia y de su fútbol, así que puedes seguirle en Twitter para descubrir más al respecto: @BKBlick