Foto vía Instagram de Mórbido Films.
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Halloween

Fui a la nueva casa embrujada de la Feria de Chapultepec

¿A quién no le gusta asustarse?

Este artículo fue publicado por VICE México en colaboración con Mórbido Fest.

Probablemente he visto una cantidad absurda de películas de terror en mi vida. Peleaba con mis padres para que me dejaran ver Nightmare On Elm Street sin importar mi edad. Incluso, mis viejos me llevaron a un psicólogo de niños porque tenía la misma pesadilla recurrente con Freddy Krueger. Recuerdo que una vez se asustaron porque les conté que en un sueño, yo estaba dando vueltas sobre una mesa blanca gritando: "¿Quién es mi padre? ¿Quién es mi padre?" Y al final del sueño volteaba y una figura roja con cuernos y forma de diablo decía: "¡Soy yo!". Ellos alegaban que tenía que ver con mi obsesión con las películas y series de terror.

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Luego de ese psicólogo, nunca más tuve esa pesadilla, pero hasta el día de hoy veo películas de miedo sin compañía, y me encanta poder asustarme. Por ejemplo: vi Hereditary solo en mi hogar a las dos de la mañana. Es como un auto sabotaje o masoquismo real. Siento que si las películas o series logran asustarme con algo que, evidentemente no es real —o eso espero—, es lo más parecido a un acto de magia que tendré en la vida real. Me divierten esas cosas. Me gusta salirme de la insoportable realidad. El terror en las películas es lo más cercano que voy a estar de vivir una fantasía y esto me emociona.

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Ahora, las casas embrujadas, son el Rolls Royce del terror para mí. Soy como cualquier niño, aunque tenga 29 años. Siempre he querido vivir lo que veo en las películas, entonces, cada vez que he tenido la oportunidad de asistir a casas embrujadas he ido emocionadísimo. No hay nada mejor para mí que explorarlas, salir asustado y hasta llorando, y para mi suerte, hace días me invitaron a la nueva casa embrujada que está en la Feria de Chapultepec, producida por Mórbido Films.

Personalmente, es más fácil que salga a este tipo de planes que a ver una película de superhéroes, entonces, dije que sí al instante. Para mí, las casas embrujadas tienen que tener todo. No se puede jugar con el terror, las personas y la decoración del lugar tienen que generar realmente miedo, porque es un mecanismo de defensa automático ante una situación de peligro, y, como condición, tiene que lograr que no quieras entrar en ella.

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La casa tenía buena pinta: tenebrosa y con actores que lograban que pensaras que podrían golpearte o morderte en algún momento. Además, desprendía un fuerte olor a azufre. Todo empezó bastante bien: un comandante militar le hablaba a todos los asistentes sobre el horror que iban a encontrar dentro. Cabe recalcar que además la casa está basada en Overlord, película de terror dirigida por J.J Abrams basada en la Segunda Guerra Mundial. El comandante se refirió a nosotros como los enemigos americanos. Todo bien.

Fui con mis compañeros de trabajo a la casa embrujada. Tuvimos la suerte —o mala suerte— de ser las primeras personas en conocer qué había dentro de la casa. Al entrar, un soldado con la cara bastante destrozada cierra la puerta y te da las indicaciones básicas: no tocar a nadie que veas adentro, sacar tus pertenencias mientras, con una voz bastante agresiva y una especie de arma en su mano derecha, golpeaba cualquier cosa que pueda para malviajarte y sientas que, realmente, "las cosas que están adentro no son sagradas", según sus propias palabras.

Cuando entramos, una especie de cura diabólico me hizo pararme en medio de una "iglesia" ya que yo era el líder del grupo. El valiente. El que sueña con Freddy Krueger. Ya saben. Nos dijo que subiéramos las escaleras bajo nuestro propio riesgo y, con una voz bastante rasgada, como si fuese un cantante de Death Metal, nos dijo "toquen la puerta tres veces". Caminé con todos mis compañeros de trabajo tomados de la mano, abrazados; realmente teníamos un chingo de miedo. Con una mano me tapaba los ojos y con la otra "guiaba" a los demás. Toqué la puerta tres veces y una criatura terrible soltó todo su aliento lleno de azufre en mi nariz. Nos gritó que camináramos y empezó el infierno a partirse en dos. Era un universo bastante feo. Como todas las casas embrujadas, tienes que caminar y no parar. Pero cada paso que das es como entrar dentro de un mar lleno de tiburones.

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La casa tiene varios salones y partes que recuerdan a otras películas: payasos, una chava que está encadenada a una cama gritando y tratando de escapar como si fuese Linda Blair en The Exorcist y muchísimos soldados caídos. Los actores lo hacen bastante bien, un recorrido que según los organizadores tenía que durar "no más de siete minutos" duró casi 20 por lo lento que caminamos: todos con los ojos tapados y gritando cada dos segundos. La adrenalina de todos se sintió en cada paso que dábamos y todos salimos de esa casa embrujada con la voz rota en mil pedazos. Y una cosa es la "sorpresa" que te da cualquier susto y otra el suspenso.

Además de los saltos obligados por cosas que no esperas, creo que lo más valioso de esta casa es el suspenso que genera en cada paso que das. No sabes qué diablos va a aparecerse o realmente dónde estás caminando.

Y con esto me quedo de la casa: más suspenso que sorpresas, y muchos brincos y saltos. Salimos bastante asustados. Cagados de risa y felices. Todos al final del día necesitamos la adrenalina que liberamos al asustarnos. La queremos. Hay días bien pinche difíciles.

Vayan a la casa y aprovechen para subirse a los demás juegos.

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