​Fotos por Paulina Munive.
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Tacos Meave: 300 kilos de carne en un trompo gigante que es leyenda en la CDMX

Más de cinco mil piezas vendidas a día, ocho empleados que lo hacen posible de lunes a domingo y una clara consigna: "su pastor no tiene madre".
PM
fotografías de Paulina Munive

Artículo publicado por VICE México .

Antes de vislumbrar el famoso trompo de pastor de hasta 300 kilos que ha hecho famosa a la Plaza Meave, en el centro de la Ciudad de México, se escucha reguetón. Uno pasos adelante, finalmente aparece la caseta metálica que mantiene absorta a una multitud de comensales. El ‘pastorero’ —o sensei encargado de cortar la piña y la carne— ejecuta una maniobra que acaba sobre una tortilla doble. J Balvin sigue por lo alto y, por fin, la postal de un día cualquiera en los Tacos Meave está completa.

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El lugar es un punto obligado de la capital de 10:00 a 20:30 horas, los 365 días del año, y se nota. Los ocho empleados de esa embajada carnívora, que impresiona a cualquiera que pasa caminando frente al número 81 del Eje Central Lázaro Cárdenas, apenas se dan abasto. Surten órdenes, convencen a los indecisos y destapan refrescos para aliviar los que sucumben ante la salsa de chile de árbol o la verde con guacamole.


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El sitio, que ha estado abierto desde 1993, es una calca fidedigna de lo ecléctica que puede ser la capital. Cuando recién abrió todavía no mataban a Colosio, ni ocurría el levantamiento de los zapatistas en Chiapas, ni entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC). La ciudad y el país mismo era otros.

Hoy, el sitio que alberga al establecimiento habla mucho de la capital mexicana. La Plaza Meave es un centro comercial —que nació al mismo tiempo que la taquería— en el que lo mismo se expenden tenis, que videojuegos, electrodomésticos, accesorios para autos y carcasas para celular. Su ambiente es pura música, gritos de puesto a puesto y tacos de 15 pesos en la planta baja. Reina la pluralidad.

Por eso no es raro ver merodeando por ahí a ingenieros en sistemas, aficionados de las consolas y artistas amantes del suadero, como el actor Carlos Benavides, mejor conocido como "Güicho Domínguez", o Arturo Peniche, protagonista de varias telenovelas mexicanas. Hay de todo, para todos, a toda hora.

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Radiografía de un taco

Alfonso González tiene diez años trabajando ahí: fileteando longaniza, picando cilantro, comprando cebollines en el mercado, cobrando las cuentas. Dice que, con todo, le sigue impresionando cuánto amor puede sentir un mexicano por los tacos. Y eso es algo que puede comprobar de primera mano, por el simple hecho de que los cientos de kilos de carne que preparan —entre pastor, bistec, suadero, longaniza y campechana— desaparecen diariamente convertidos en cerca de cinco mil tacos. De cuatro a cinco por cabeza, calcula él.

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“Aunque la verdad también nos ha tocado atender a estómagos grandes, a los que les caben muchos más. El récord lo tiene un chico que vino y se comió 28 de hilo. Ni siquiera estaba gordo. No entendemos cómo le cupieron. En otra ocasión recibimos un grupo de cerca de diez amigos que venían enfiestados; ordenaron 180 y se los acabaron todos", recuerda Alfonso.

Según él, la razón principal por la que la gente llega, pide con toda la confianza del mundo y se vuelve cliente frecuente, radica en tres razones: que el equipo de ocho que los hace posible es de amigos, antes que sólo de empleados; que compran carne del día; y que dejan preparados todos los aditivos taqueros desde una noche antes.


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“Nosotros terminamos con nuestro turno y cerramos el local a las 20:30 horas. A partir de ese momento, tres personas adicionales se encargan de lavar y picar las verduras, licuar las salsas, dejar listo el adobo de las carnes, así como impecables las instalaciones. A nosotros ya sólo nos queda volver a la mañana siguiente para empezarlo todo de nuevo", dice el mesero.

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300 kilos de leyenda en torno a su propio eje

Frente a una recién servida orden de cuatro coloridos ejemplares 'con todo', coronados por un nopal ligeramente pasado por la plancha, Daniel Coronado asegura que, a sus 22 años, aún recuerda cuando sus papás lo traían de niño a esa misma esquina de la plaza.

“En ese entonces no recuerdo que las personas que lo atendían vistieran de uniforme, como ahora, ni que hasta tuvieran maquinitas enfriadoras de las aguas frescas del día. Eso sí, si hay algo que no haya cambiado es la cantidad de gente haciendo fila para comer. Desde entonces siempre encuentro el lugar medio atascado. El antojo por lo que venden en aquí implica siempre hacerse a la idea de esperar un rato”, afirma el joven.


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Los Tacos Meave no tienen letrero. Ni redes sociales. Ni siquiera un número de teléfono. Si son tan exitosos es porque la publicidad de boca en boca ha hecho lo suyo a través del tiempo, y porque 300 kilos de carne dando vuelta sobre su propio eje es algo que difícilmente se pasa por alto.

“No sé si estén entre los mejores tacos de la ciudad, pero a mí me encantan. Podría comerlos del diario porque trabajo cerca, pero me mido porque tampoco quiero aburrirme de ellos un día. Ya me han preguntado qué es lo que tanto me gusta de ellos, y siempre contesto que hasta les puedo perdonar que pongan reguetón, pero que su carne al pastor no tiene madre”, afirma Daniel.

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