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A sus 36 años, Roger Federer continúa desafiando todo pronóstico

Anticipan su retiro desde hace siete años, al perder la cima con Nadal, porque el promedio de rendimiento del tenista en el nivel profesional llega a los 30, pero el hambre de éxito no le permite colgar la toalla.

Roger Federer celebra sus 36 años en Montreal, podría ya disfrutar del tenis en la tribuna, pero está en plena competencia. El miércoles, un día después de apagar las velas de su pastel, estará en la cancha para enfrentar a Peter Polansky, a quien le lleva 7 años y una larga lista de títulos. Jugará en Canadá después de seis años de ausencia porque no ha querido detenerse en el camino a su objetivo: el número uno del mundo, que podría alcanzar al final del año, si mantiene el nivel y los rivales más cercanos ceden un poco.

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Anticipan su retiro desde hace siete años, al perder la cima con Nadal, porque el promedio de rendimiento del tenista en el nivel profesional llega a los 30 y quizás un par más, pero el suizo ha retado a lo convencional no solo por mantenerse activo, por el éxito. Cerca de la hazaña de la presente temporada con dos títulos de Grand Slam estuvo Jimmy Connors, a los 39, cuando se quedó en la semifinal del US Open, pero su última final la había jugado a los 32. Federer ha buscado mantener el ritmo del papel protagónico que su juego y personalidad le han dado en esta época del tenis; junto a Nadal ha construido una rivalidad histórica en el deporte mundial -que parecía terminada- y en su tiempo ha coincidido también con la mejor época de Novak Djokovic y Andy Murray.

A Björn Borg se le acabó la pasión por el tenis a los 25 años. Difícil de entender en un atleta que había conseguido 11 títulos de Grand Slam en corto tiempo y prometía convertirse en el más grande de la historia. "Cuando sales a la cancha debes decir que esto es grandioso, estoy por pegarle a una pelota de tenis, voy a hacer todo lo posible para obtener todos los puntos. Si ya no sientes eso, es muy difícil jugar", dijo meses después del desconcierto. Borg tiene un sitio privilegiado porque a pesar de la apresurada despedida, que incluso John McEnroe buscó evitar, su legado lo coloca entre los mejores. En contraste, a Roger Federer lo caracteriza el amor por el tenis y la ambición de ganar, el sentimiento que lo ha hecho llorar en el pasado Wimbledon tras el impredecible título 19.

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Pete Sampras puso fin a los 32 años, dijo sentirse tranquilo de concluir un proceso de retiro que inició cuando notó que había perdido las ganas de jugar. En 2014, Federer tenía su edad y Pete, ahora observando la rivalidad entre Roger y Rafa como aficionado, manifestó el asombro por su nivel: "me sorprende cómo Federer sigue prendido en el circuito y lo fresco que está. Da la impresión de que quisiera jugar por cuatro o cinco años más, no sé cómo hace. A mí, a los 30 o 31 años ya me pesaba la rutina, los viajes, el jetlag. Me cansaba y me afectaba en la motivación". Ese enfrentamiento ha renacido en esta temporada, ambos aferrados a permanecer contra las lesiones y los rivales en un periodo de dominio dividido.

"Si las victorias no llegan, será el momento de hacer otra cosa. Estar en el circuito no es suficiente para mí. Voy a los torneos de Grand Slam sin ser el favorito, algo que antes no sucedía", dijo Roger en 2013 y es quizás la vez que más claro ha hablado sobre el retiro. Esa temporada la cerró en el torneo final en Londres al que clasificó con demasiadas complicaciones en el camino y una dura caída en Wimbledon, torneo que dominaba, ante el 116 del mundo en la segunda ronda.

Federer se volvió lento y sus movimientos eran predecibles. El momento de definición llegó con el final de año: en lugar del punto final eligió reescribir su juego, se separó de su entrenador Paul Annacone y firmó el vínculo con Stefan Edberg. La relación duró poco, perdió tres finales con Novak Djokovic, sin embargo, el periodo le sirvió para recuperar la intensidad. Se unió a Ivan Ljubicic, a quien califican como el "cerebro de su revés", el principal instrumento de castigo de un Roger Federer que no cede en el ataque y busca siempre hacer daño.

El suizo volvió a dejar en suspenso a sus aficionados el año pasado, las lesiones lo tuvieron siempre en desventaja y se aproximaron los rumores sobre la despedida. Una vez más, las circunstancias lo pusieron ante la decisión crucial. "Amo saltar al campo, viajar con la familia, hacer una vida de trotamundos, inscribirme en los torneos", dijo en abril y se mantuvo en la pelea contra su cuerpo. Paró por seis meses y volvió sin que alguien pudiera anticipar que a mitad de año tendría 2 títulos de Grand Slam para sumar: "Solo quería volver a estar sano".

Roger ríe ahora cuando le preguntan sobre el título 20 en el US Open y para nada hay anticipo del adiós. Cada que se despide de un torneo, promete regresar el año próximo. Tiene 36 y un físico capaz de vencer a cualquiera que le han puesto enfrente en la temporada. A esa edad, Andre Agassi dejó las canchas, tenía casi tres años sin un título de Grand Slam y su cuerpo necesitaba cuatro inyecciones en cinco días para soportar el dolor en la espalda. Terminaría por confesar el odio que le provocaba el deporte al que entregó sus mejores años a cambio de una fama que le fastidió la existencia.

Los más grandes han jugado hasta agotar la mente, el cuerpo y el corazón, a Federer le queda superar a Ken Rosewall, quien conquistó el Australian Open a los 37 años y dos meses. "Nadie ama más el tenis que yo", dijo en 2010 y la historia le da la razón. Si en su peor momento, eligió continuar, Roger alimenta las esperanzas de quienes no quieren ver el tenis sin él.