El poder sublime del rave: exorcismo, anarquía y catarsis
Ilustración: Záfaraz | THUMP Colombia

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Música

El poder sublime del rave: exorcismo, anarquía y catarsis

ENSAYO | "La cultura rave es una versión contemporánea de la danza antigua y los rituales con drogas de los chamanes tribales", Shaman Anarchy*.

La experiencia de bailar al ritmo de música repetitiva toda la noche no solo me ha hecho entrar en estados de trance, sino que también me ha hecho sentirme conectado con algo más profundo". Esta reflexión, que extrajimos de la biografía de Gavin Russom, uno de los integrantes de LCD Soundsystem, es una que seguramente muchos hemos fabricado en nuestras mentes o que incluso hemos compartido con amigos.

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Ni Russom ni aquellos que sostenemos haber tenido vivencias parecidas estamos solos. En un comunicado de prensa de 2012, rescatado por Pitchfork, Dan Snaith, el productor e integrante de Caribou, dijo que se "ha sorprendido por el número de momentos trascendentales que ha vivido sobrio en las fiestas en los últimos años, como DJ y como asistente". También añadió que todo apunta a que "los clichés acerca de la consciencia colectiva en el rave parecen tener sentido en algunos casos especiales".

A Russom, a Snaith y a mí se nos unen los rumores que suscita desde hace cinco años el rave de Garden Underground en Pereira: la energía y la trascendencia que se experimenta en sus fiestas es irrepetible. Las movidas underground, como la de 'El pequeño antro', son admiradas en la movida electrónica colombiana como producto de afirmaciones como la de Julia, una asistente del Garden: "El Antro y su música son un lugar que te permite hacer nuevas conexiones con gente que no conoces, pero son conexiones no verbales. El público de Garden entiende el techno y, a diferencia de otras fiestas, aquí sí se entregan cien por ciento a ella. Aquí no se trata sobre el 'yo', es una liberación colectiva".

En la próxima edición de la revista VICE, nuestro editor de música, Juan Pablo López, publicará una crónica sobre Garden. López nos relata con minucia el misticismo de la experiencia que viven quienes van a ese club y acompaña en repetidas ocasiones su narración con adjetivos como "la comunión", "el ritual", "el trance", "el altar". A esto se suma que la última adquisición del legendario lugar es un mural cuyas líneas van así:

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"El arcano sin nombre representa la transformación, el paso de un estado a otro. Es la purificación, necesaria para la evolución. El esqueleto labra la sustancia negra del inconsciente para una nueva siembra, para el nacimiento de un ser nuevo".

Las confesiones de Russom y Snaith, junto a la admiración que produce Garden, muestran que en el rave se gestan posibilidades: posibilidades, a su vez, que tienen poder de transformación, de sublevación, de purificación.

Cuando bailamos nos exorcizamos:

sacamos demonios al compás de la música para salir purificados del encuentro sonoro. Después de todo, "la fiesta es una operación cósmica: la experiencia del desorden, la reunión de los elementos y principios contrarios para provocar el renacimiento de la vida." Esto lo escribe el nobel mexicano Octavio Paz en su ensayo 'El laberinto de la soledad'. Y también dice esto: "Un regreso a un estado remoto e indiferenciado, prenatal o presocial".

Paz no es el único que explora el tema de la fiesta como una comunión en que suceden cosas invisibles a los ojos. En su libro Call Me the Seeker: Listening to Religion in Popular Music, Michael J. Gilmour sostiene que la música rave fue fabricada para crear tensión entre la tortura y el placer.

Gilmour cuenta que el DJ, al hacer las veces de chamán, "tortura" a los asistentes con la venida de los bajos (el drop), generando así una antesala de un clímax cada vez más poderoso. "Viéndolo de esta manera, es algo muy similar a lo que sucede en los rituales de posesión", escribe. Todo esto con el fin de cautivar la atención del público, hacer estallar la música y llevarlo a una especie de orgasmo que lo pone en "un nivel de conciencia más alto".

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A Gilmour y Paz se les suma la revista inglesa de antropología Durham, cuyo texto Psychedelic Trance: ritual, belief and transcendental experience in modern raves sostiene que esto de la fiesta electrónica abarca cosas más profundas: "los sonidos producidos por los DJs, el acompañamiento de baile sin pausas, los sentimientos de euforia y éxtasis (…) crean una atmósfera que es percibida como mística y por ende puede ser similar a los tambores rituales chamánicos". Esos estados de trance y euforia que hemos experimentado en los raves son reales.

"La música rave fue fabricada para crear tensión entre la tortura y el placer", Michael J. Gilmour

Recuerden esta sensación: estar en primera fila, casi que saboreando el metal de las bardas que separan el escenario del público; sonreír tanto que los músculos de la cara duelen, que las manos empiezan a entumecerse: el cuerpo, más ligero de lo pronosticado, se mueve desobediente al ritmo de lo que acontece. Cuando los ojos se cierran, los huesos se evaporan: uno pasa a ser parte del aire que todos respiran. Se prenden y se apagan las luces, los párpados reaccionan con vida propia, viene el grito inevitable. Los puños suben, los cuerpos golpean el espacio, se convulsiona en completa armonía con los beats que salen de los decks, se deja de tener un nombre, una dirección, un trabajo, un parche de amigos.

Explicar con palabras lo que uno acaba de vivir es casi que cometer un sacrilegio. Simplemente existe una sensación de ligereza, la cabeza es menos turbia. De pronto los términos "exorcismo" y "despojo" son los adjetivos que se adecuan más a la experiencia. Si alguno de ustedes niega haberse desprendido de la tierra de semejante forma, alguna vez estando de fiesta, sabría que están mintiendo.

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Eso que sintieron es real, y no es algo nuevo: estamos repitiendo arquetipos ceremoniosos que nos anteceden. Este tema de la fiesta como ritual tiene una historia larga en las comunidades humanas. Por ejemplo, según para varias comunidades tribales, como las africanas del este o las de las islas de Balí, la danza que deriva en trance es un mecanismo esencial para unirlos con las fuerzas que controlan el universo. Esto según libros antropológicos como "Function of Dance in Human Society" y "Shamanic Healing and ritual Drama", escritos por grandes nombres de la antropología como Åke Hultkrantz y Franzcisca Boas. Hultktrantz, siendo profesor de la Universidad de Estocolmo y una autoridad en relación con las religiones nativas americanas y el chamanismo, y Boas, una impulsora del baile como activismo y pionera del baile como terapia.

Collage por Dani Senior

Si queremos centrarnos en celebraciones indígenas latinoamericanos, podemos referirnos a casos como el Intiraymi, el festival del sol de los Incas o El Dorado, la ceremonia Muisca que tenía lugar en la Laguna de Guatavita. En estas ceremonias, la danza, el canto y las ofrendas en pro de inducir trances o exfoliaciones espirituales han estado presentes.

En la actualidad, en Colombia, existen tradiciones que siguen el modelo de las ceremonias rituales ancestrales. Cuentan con ofrendas, disfraces, música (tambores), y sustancias que alteran la consciencia. Entre estas se encuentran el Carnaval del Diablo en Riosucio, Caldas; el Carnaval de Negros y Blancos de Pasto, y el Carnaval de Barranquilla. En estas fiestas es común ver que, en la rígida y tradicionalista patria colombiana, los hombres pueden vestir de mujeres, los santos de diablos, el negro del blanco. La comunidad subvierte el orden del status quo.

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Es que es eso: la fiesta podría tener la capacidad de subvertir el orden, quebrar las jerarquías, intercambiar los sexos, romper los gremios y borrar las distinciones sociales. En el festival electrónico actual estas rupturas también se ven: la mayoría nos disfrazamos para el ritual, sacamos el cuero y las transparencias, nos adornamos con accesorios que nos distancian de la cotidianidad y maquillaje que nos resalte o confunda con el entorno. Nos paramos frente al chamán que domina los decks y nos dejamos hipnotizar, algunos con sustancias psicoactivas, otros a punta de baile.

El hecho de salir de la cotidianidad y burlar el orden nos lanza inmediatamente una realidad distinta, nos abre la posibilidad de entrar en trance.

Y cuando despegamos el alma de esta tierra y dejamos que el cuerpo flote desobediente es cuando entramos en esa dimensión desconocida a la fiesta tiene el poder de engendrar, y como diría Paz "todo se comunica; se mezcla el bien con el mal, el día con la noche, lo santo con lo maldito. Todo cohabita, pierde forma, singularidad y vuelve al amasijo primordial".

La fiesta es un espacio para ensuciarse y limpiarse, para sublevarse, resistir, liberarse. Menos pudor, menos vanidad, más anarquía.

Sí es posible. De pronto no ahora, depronto no en estos espacios que se nos están presentando, pero prometámonos ese "algún día".

Para los descreídos cuyas corazas son duras de romper, por ahí se encontrarán por casualidad en un día cualquiera, como me pasó a mí, con una sticky note desteñida pegada en una pared. En una caligrafía medio alargada y algo descuidada se podía leer: "la cultura rave fue una versión contemporánea de la danza antigua y los rituales con drogas de los chamanes tribales. La escena rave es el primer paso hacia el despertar." Junto a un asterisco al final aparece el nombre "Shaman Anarchy*".

Eso me bastó para quedarme mirando al vacío mientras se construía una metrópolis de ideas en mi mente. Intenté dar con el origen de la cita, y aunque no lo encontré, supe que había centenares de líneas por el estilo. En las noches de baile desenfrenado se esconde un poder oculto. Es necesario salir a explorarlo.