FYI.

This story is over 5 years old.

activismo

Necesitamos saberlo: ¿somos más activistas que nunca?

Consultamos con un experto en movimientos sociales y un especialista en opinión pública.
Una mujer protestando en la huelga feminista del pasado 8 de marzo en Valencia. Heino Kalis/Reuters

Cada vez somos más los que escribimos que somos veganos en nuestra biografía de Instagram. O los que ponemos el símbolo de Venus, que representa a la mujer y por ende al feminismo, o nuestra orientación sexual o si creemos que el capital o el racismo son una mierda.

Cada vez somos más los que comprobamos cómo nuestros padres discuten en Facebook con sus amigos, o comparten a modo de denuncia publicaciones en las que se ve cómo agreden a animales, o peticiones de Change.org para que las enfermedades raras tengan la atención y la cobertura pública sanitaria que merecen los que las padecen.

Publicidad

¿Somos más activistas que nunca o es simplemente que nos hemos vuelto más turras? ¿Cada vez nos comprometemos más con nuestra sociedad y su mejora o es que Twitter se ha convertido en el Sálvame de la justicia social? ¿Qué papel ha cumplido Pepsi y sus anuncios con manifestaciones como gancho o Dior vendiendo camisetas con el "Todos deberíamos ser feministas" de Chimamanda Ngozi a 300 euros y de qué manera afecta la mercantilización de las ideologías a los colectivos y sus causas? ¿Pierden las reivindicaciones su radicalidad cuando se masifican y se convierten en tendencias? Pedimos a dos expertos que reflexionen sobre estas cuestiones.

Sergio D'Antonio Maceiras, Investigador Social, experto en Cultura Digital y Movimientos Sociales, no tiene claro que estemos viviendo un auge del activismo ni de las luchas sociales. "Sí parece que se detecta un poco un cambio o un aumento en lo que se podría decir que es un hartazgo generalizado. Pero no tengo claro que estemos viviendo un auge de las luchas sociales en general. La manifestación feminista del 8 de marzo, por ejemplo, sí que representó un gran cambio respecto a las de años anteriores, pero en el movimiento feminista se puede ver una línea ascendente dentro de la importancia que va cobrando en la sociedad española".

Xose Ramón Rodríguez Polo, Doctor en Comunicación y experto en Opinión Pública, piensa que, aunque no hay más activismo en general, sí que hay más causas que nos comprometen. "Vivimos, quizás, en un período de progresivo abandono de la razón por un sentimentalismo desaforado. Y en este clima cualquier cosa puede convertirse en una amenaza para nuestros sentimientos, algo contra lo que luchar", comenta.

Publicidad

"Lo que tiene el activismo de clic sobre todo es que no compromete a una coherencia"

Y quizá esa ofensa a la que se refiere, ese "sentimentalismo desaforado" y ese activismo basado en la identidad tenga que ver también con que cada vez con más frecuencia encontremos los límites del humor y Twitter se eche encima de personas que no los contemplan, como le ocurrió recientemente a los presentadores de La Vida Moderna, que tuvieron que pedir perdón por hacer chistes sobre el autismo y el asperger.

Pero el humor y si se le debería poner o no cerco no es el tema que nos ocupa, aunque quizá tenga que ver con la reflexión sobre si realmente vivimos en una sociedad tan comprometida como pensamos o es, simplemente, que somos más turras que nunca.

Una mujer protestando en la huelga feminista del pasado 8 de marzo en Madrid. Susana Vera/Reuters

Quizá sea que lo políticamente correcto, lo socialmente aceptado ahora sea comprometerse con algo, y por eso nos vemos casi en la obligación de posicionarnos continuamente en las redes, sin plantearnos si ese posicionamiento es realmente efectivo o lo llevamos a cabo también en el mundo analógico.

"El activismo del clic es una dinámica relativamente habitual que se viene dando desde hace bastantes años ya, antes del 15-M incluso. En Twitter, por ejemplo, es muy sencillo tener esa presentación activista ante el mundo y sumarse a ciertas causas. Y lo que tiene el activismo de clic sobre todo es que no compromete a una coherencia. Una persona puede estar en contra del maltrato animal, por ejemplo, y hacer toda su compra en grandes superficies. Protestar contra las corridas de toros, o contra el uso de pieles en la industria textil es mucho más sencillo de hacer en redes porque no conlleva un compromiso con la coherencia", afirma Sergio.

Publicidad

"Yo asocio este activismo de clic, de baja intensidad, a un activismo en el que la adhesión no es tan fuerte como en otras circunstancias. Y hay que tener en cuenta que esto constituye una victoria de los movimientos sociales, de las luchas y de los colectivos, pero se trata de cuestiones que, dentro de determinados rangos de edad, son lo políticamente correcto. Creo que el antirracismo, el animalismo o el feminismo forman parte de lo que es polite, incluso de lo que es guay, si me permitís la expresión, para los menores de 35", concluye el experto en movimientos sociales.

Xosé Ramón, experto en opinión pública, va un paso más allá, y comenta que "las redes se han convertido en una esfera de actuación y participación donde se forma la opinión pública. Pero en ellas el debate es furibundo, y especialmente agresivo con aquellos que manifiestan posturas contrarias a las ideas dominantes. Pocos son los que se enfrentan a la masa rabiosa. Lo más común es que la gente evite pronunciarse, o termine asumiendo como suyas esas posiciones simplemente por seguir contando con la aceptación de los demás, y no sufrir la cólera de la masa en las redes".

"Lo más común es que la gente evite pronunciarse, o termine asumiendo como suyas esas posiciones simplemente por seguir contando con la aceptación de los demás, y no sufrir la cólera de la masa en las redes"

Precisamente esa cólera en masa de las redes fue analizada por el periodista Juan Soto Ivars en Arden las redes, un libro donde pone de manifiesto, entre otras cosas, la persecución moral y el linchamiento en el ámbito digital que ejercen a veces los denominados peyorativamente por la derecha americana social justice warriors.

Publicidad

Pero, más allá de los linchamientos, las redes sociales también son una herramienta para reafirmar las identidades, según Sergio D'Antonio. "Que la gente se ponga 'vegan' o 'feminism' en la bio de Instagram tiene que ver con la modificación de las identidades, de la presentación de nosotros mismos que tenemos en la actualidad. A mí, por ejemplo, que tengo más de 30, no se me ocurre decir si soy o no vegano, o hablar de mi identidad sexual en mi biografía de Instagram. Es decir, por más que defina mi identidad o que tenga cargas importantes dentro de mis cuestiones identitarias, no tendería a presentarme así ante el mundo", comenta.

"Evidentemente la carga que tienen las redes sociales en mi entorno o en la definición de aquello que soy es también menor a la de la gente más pequeña, los adolescentes o gente más joven. En ese sentido, lo que hacen es una especie de proyección que antes se hacía de otra manera, mediante las tribus urbanas, por ejemplo. Antes te posicionabas mediante la apariencia, hacíamos este tipo de cuestiones en analógico: con nuestra vestimenta, asistiendo a determinados sitios, a determinado tipo de bares… la diferenciación se realiza en este tipo de canales", concluye Sergio.

Además de las redes, las marcas también han puesto su granito de arena para que sintamos a veces que vivimos en un ambiente de protesta continua pero descafeinada. "Cuando es el sistema mismo el que te anima a ser rebelde, lo hace asumiendo posiciones socialmente aceptadas. Sería interesante al respecto comprobar en qué medida campañas publicitarias como la de Pepsi y las manifestaciones se desarrollan igual en países cultural y políticamente muy diferentes", apunta Xosé Ramón Rodríguez Polo.

Publicidad

Sergio D'Antonio considera que "las marcas generan y producen tendencias por el efecto amplificador que tienen. Coca Cola por ejemplo tiene una publicidad ahora que es claramente feminista. Y las campañas de marketing lo que tienen es que no surgen desde el vacío. Es decir, cuando una marca representa una lucha social, busca identificarse respecto a una serie de valores que quieren transmitir, y a través de eso los amplifican. Pero el fin es siempre vender. Hasta cierto punto, que empleen esos discursos es un indicador de la no radicalidad de determinado tipo de demandas, o de la articulación de ese tipo de demandas dentro de un contexto de democracia capitalista".

"Que las marcas empleen esos discursos es un indicador de la no radicalidad de determinado tipo de demandas"

Porque, ¿de qué manera influye la mercantilización de las causas sociales y de los valores asociados a ellas en la consecución de los objetivos de estas causas sociales? ¿Pierden radicalidad a medida que se hacen mainstream?

"Digámoslo así, cuando las luchas sociales cobran una masificación se pierde la concreción de su mensaje y se produce el fin de la comunidad. El fin del movimiento justifica una alta inclusión, pero conforme se van sistematizando esas luchas, se van avanzando o se van perfilando una serie de matices. Por ejemplo, con el feminismo ocurre que la historia de gran parte del movimiento tiene un componente que en conclusión lo que viene a reclamar es que es el sistema capitalista el que orienta y el que está en la base del tipo de desigualdades por el que protestan. Entonces en ese sentido, claro, en la medida en la que se masifica y hay personas que desarrollan teorías, o no las desarrollan sino que lo hacen desde un punto de vista más intuitivo ocurre que, aunque pueden estar de acuerdo con las demandas iniciales de determinada causa, pueden también no asumir el resto de recorrido que plantea el movimiento. En ese sentido pueden ocurrir que se instrumentalicen las demandas", opina Sergio.

Publicidad

Ante esta perspectiva, solo cabe plantearse si ese activismo de clic, si poner que somos antirracistas en la biografía de Twitter o compartir vídeos de granjas en las que se cometen atrocidades contra los animales en el muro de Facebook tiene una continuidad en nuestra vida más allá de las redes. Sobre las generaciones más jóvenes, que son las que más hacen uso de estas redes sociales, los expertos opinan lo siguiente.

"Algunos profesores detectamos en las nuevas generaciones universitarias una gran sociabilidad. Suelen ser personas afables que tienden a compartir entre ellos preocupaciones y anhelos. Esa actitud permite llegar a construir marcos de acción colectiva: compartir, organizarse, reivindicar…", cuenta Xosé Ramón.

"Pienso a veces que, las personas con veintipocos, tienen muchísimos posicionamientos, pero no resuelven las contradicciones, no se las plantean o no saben resolverlas"

Sergio, por su parte, considera que los más jóvenes articulan su conjunto de demandas en torno a políticas identitarias, pero rara vez se toca el tema de fondo, que es la profunda desigualdad y la estafa que fue la crisis económica en la que nacieron y crecieron.

"Pienso que a veces, las personas que tienen veintipocos, tienen muchísimos posicionamientos, pero no resuelven las contradicciones, no se las plantean o no saben resolverlas. Un caso muy puntual pero muy bruto que pongo en clase es que si estamos en contra del trabajo esclavo, por qué compramos en grandes cadenas. Es muy sencillo".