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Madrid

Gente de Malasaña nos dice qué piensa del cierre del Palentino

Hoy cierra el Palentino. Y su cierre no es solo el cierre del Palentino: es el reflejo de un barrio que está delirando del éxito.
Todas las imágenes por la autora 

"Harán una tienda de segunda mano, un restaurante de cereales o, con suerte, un chino", conjetura Dani, que lleva cuatro años viviendo en Malasaña, cuando le pregunto en qué cree que se reconvertirá el local del Palentino. Tras la muerte de Casto, uno de sus socios, uno de los bares más míticos —si no el que más— de Madrid echa el cierre.

"Se lleva consigo un trocito de la historia del barrio, de todos los que hemos vivido y hemos hecho el barrio", cuenta con pena Rocío, que vivió durante diez años en Malasaña pero decidió irse porque "todo estaba cambiando mucho".

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Porque el problema es precisamente ese: que todo está cambiando mucho -y muy deprisa- en Malasaña. Que cierran mercerías y abren tiendas de helados o restaurantes de grupos hosteleros millonarios decorados con palés, que los precios del alquiler empiezan a ser inasumibles para la gente del barrio, para los que lo hacían diferente y especial, que Espíritu Santo bien podría ser una calle de Kreuzberg, Dalston o Gràcia.


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El problema es que, en lo que va de año, El Palentino es el tercero de los bares genuinos, de los bares "de toda la vida" que cierra en Malasaña. Antes fueron el bar Prado y el Lozano. Y sus vecinos saben que esos cierres de bares castizos no son solo cierres de bares castizos. Que tienen mucho que ver con que sus alquileres hayan subido estrepitosamente, con que en las terrazas de la Plaza de Joan Pujol haya colas los domingos o con que ya apenas queden fruterías ni carnicerías.

El cierre del Palentino, del Prado y del Lozano no son solo el cierre del Palentino, del Prado y del Lozano: son el reflejo de un barrio que empieza a delirar del éxito, de un barrio "en el que quien no se muere se va", según cuenta una de las vecinas que me encuentro paseando por sus calles. Antes de despedirse añade "bueno, no se va: le echan".

Le preguntamos a algunos de los que resisten en Malasaña cómo se sienten ante el cierre del Palentino y qué subyace tras esos cierres.

Leo, 27 años, fotógrafo y realizador

VICE: ¿Qué hay, Leo? ¿Cuánto tiempo llevas viviendo en Malasaña?
Leo: Dos años y medio.

¿Conocías El Palentino?
Claro. El Palentino fue el primer bar de Malasaña al que fui cuando estudié en Madrid, antes de vivir incluso en el barrio. Creo que su cierre, el cierre de este tipo de bares, dice mucho de lo que está pasando en el Malasaña. Va emparentado con la subida del alquiler, ya sea porque particulares deciden sacar tajada o porque fondos de inversión se estén haciendo con edificios enteros, y su consecuencia es parecida: que el barrio se convierta en un barrio para gente adinerada o para turistas con dinero.

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¿Te planteas irte?
No inmediatamente, pero sí que me planteo hacerlo. Creo que se nos está explotando, no solo por el aumento del precio de la vivienda, y no es sostenible. Ante esta perspectiva, me planteo no ya irme del barrio sino de la ciudad porque me planteo si quiero seguir sosteniendo el ritmo de vida de una capital.

Aquí se cuentan las cifras macroeconómicas, aquí están las empresas enormes que explotan a la gente, a la que después explota el propietario de los pisos con el alquiler, o un fondo de inversión… y a veces dudo si quiero o no meterme en esa rueda.

Laurin, 40 años, hostelera

VICE: ¿Qué hay, Laurin? ¿Cuánto llevas en el barrio?
Laurin: Cuatro años, tengo un negocio aquí.

¿Sabes que hoy cierra El Palentino?
Sí, claro. Y me da mucha pena. Al final esto va a acabar convirtiéndose en El Born [el barrio del centro de Barcelona que ha sido totalmente gentrificado]. El local lo cogerá un grupo hostelero, quizá no una gran franquicia pero sí alguno de estos grupos hosteleros de restaurantes medio chulos para hacer otro restaurante medio chulo más. Y en realidad molaría que lo cogiera alguien que quisiera seguir con el bar tal cual. Bueno, tal cual tal cual quizá no. Quizá cambiando esa luz que si no te has depilado el bigote se ve, o ese sótano…

Hoy ha sido el Palentino, pero desde que arrancó el año han cerrado otros dos bares míticos, el Lozano y el bar Prado. ¿Qué te hace pensar?
Que se deberían proteger. Igual que se protegen los edificios, considero que hay determinados negocios que, aunque hayan nacido como negocios privados, deberían convertirse en algo así como Patrimonio de Madrid. Si no al final, dentro de 20 años, todo van a ser cadenas. No va a haber ni un sitio "de verdad", todo serán fotocopias. Y a los barrios le ocurrirá lo mismo que le ha ocurrido a los centros de las ciudades: que estás en Gran Vía y podrías estar en Oxford Street, o en el centro de París.

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José, 61 años, autónomo

VICE: Hola, José. ¿Desde hace cuánto vive en Malasaña?
José: 36 años.

Supongo que el barrio habrá cambiado mucho en esos años.
Ha cambiado muchísimo, no te imaginas cuánto. Yo salgo y no reconozco mi barrio, sobre todo por los negocios, por los locales que hay ahora, que no tienen nada que ver con los que conocí yo. Eso se llamaba bar Urecia, eso era una casa de legumbres, este era el bar de Escalada, esto era una casa de codillo y después se puso la croissantería, donde está el chino había una casa de electrodomésticos que se llamaba Radio Fado, donde esta pizzería había una pescadería… Ahora son todo tiendas en las que nunca he comprado porque son para los que vienen a visitar el barrio. Si te digo la verdad no estoy a gusto. Estoy de acuerdo en que la gente se mueva, pero es que ahora mismo no queda nadie, han obligado a mucha gente a irse subiendo los precios de todo, del alquiler, de los bares… el barrio está irreconocible.

¿Qué relación tenía usted con El Palentino?
En el Palentino tengo muchos recuerdos. Llevo toda la vida allí. Trabajaba mucho en la calle Madera e íbamos mucho, como a todos los bares del barrio. Siempre he trabajado en estas calles y me conoce todo el mundo, o todos los que quedan. Vi que cuando Casto se murió pusieron velas y flores y todo, era un hombre muy querido.

¿Se ha planteado irse del barrio? Seguramente podría sacarse un buen dinero vendiendo su casa
Sí, lo sé. Cuando reformamos la casa este verano le dije a mi mujer que vendiéramos y que nos fuéramos a vivir a otro sitio donde tener más campo y otro ambiente. Pero ella no quiere. Yo soy andaluz pero ella es gata [autóctona de Madrid]. Nació en Divino Pastor, dos calles más arriba de esta. Nació y creció en este barrio, y además mi nieta está en el colegio aquí, así que no vamos a irnos.

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Patricia, 25 años, trabaja en telemarketing

VICE: Buenas, Patricia. ¿Cuánto llevas en Malasaña?
Patricia: Llevo viviendo un año, pero siempre he venido mucho porque me encanta el barrio.

Mañana cierran El Palentino.
No sabía que iban a cerrarlo. Sabía que uno de los dueños había muerto, pero no que ya no continuarían con él. Pero bueno, cerró hace poco el bar Prado también, el Lozano… Me da mucha pena porque eran de los pocos bares que hacían que el barrio no hubiera perdido su esencia, su encanto. Alrededor del Palentino, por ejemplo, hay un montón de locales con precios que son una locura, y el Palentino siempre había seguido la misma línea en sus precios.

¿Tienes algún recuerdo especial allí?
Pues me pasó un día una cosa muy curiosa. Estaba con mi abuela y fuimos allí después de comer. Yo pedí una copa, ella se pidió un vino y le dio un chungo a la pobre. Un chungo gracioso; se empezó a marear un poco por el vino porque no estaba acostumbrada. También iba mucho con mis amigos.

Dani, 26, estudia restauración y es ilustrador

VICE: ¿Qué tal, Dani? ¿Cuánto tiempo llevas en el barrio?
Dani: Cuatro años.

¿Has probado alguna de las delicias del Palentino?
Sí, claro. Fui varias veces a comer los bocadillos de Casto. Pepitos de ternera, sándwiches mixtos… El otro día me hizo gracia porque la camarera portuguesa del Red Bar me dijo: "Ni se os ocurra hacerme a mí lo que habéis hecho con Casto, ¿eh? Yo cuando me muera no me traigáis velas y carteles aquí a la puerta". Le respondí que claro que lo íbamos a hacer. Da esperanza que ocurran cosas como esta. Hace pensar que todavía hay gente "haciendo barrio", pero se percibe en momentos muy puntuales, como cuando se muere Castro o como cuando cierran el Compañeiro. Solo tenemos esos detalles de barrio cuando se muere alguien o cierran un bar histórico, y los podríamos tener todos los días.

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¿Tú los tienes? ¿"Haces barrio" aquí en Malasaña?
Lo intento. Intento hablar con los camareros, conocer a quien me vende la fruta o a quien me vende el tabaco. Pero muchas veces me planteo muy en serio el hecho de que yo sea un agente gentrificador. E intento hacer esfuerzos para dejarlo equilibrado. Hablando con Edu en el Red Bar, yendo a los bares de siempre, a las fruterías que aún quedan….

Rocío, 49 años, veterinaria

VICE: ¿Cuánto tiempo llevas en Malasaña, Rocío?
Rocío: Viví aquí durante diez años, pero me fui justo hace diez años. Vengo cada día porque sigo trabajando en el barrio.

¿Por qué te fuiste?
Porque todo estaba cambiando mucho, los precios subían… y por los niños, no es un barrio muy cómodo para vivir con niños.

Dices que todo ha cambiado mucho, pero, ¿de qué manera?
Perdiendo su esencia. Al final, los que no mueren porque son ancianos, se van. Les echan por los precios, porque no es ya solo el alquiler, son los supermercados, los bares de toda la vida que cierran y se convierten en cafeterías con cola para sentarse en la terraza… los sitios clásicos del barrio están cerrando, y con ellos se va la esencia de Malasaña. Esto que tenemos detrás se llamaba el bar Escalada, estaba regentado por tres señores y era un sitio para tomarte unas tapas maravillosas. Ya no queda casi nada del barrio castizo que fue Malasaña.

¿Qué sientes por el cierre de esos locales, como El Palentino?
Pena. Me da mucha pena que se pierda lo que hacía especial a Malasaña. Sus locales, sus vecinos… es muy triste.