El porno de los años veinte era más hardcore de lo que imaginas
Imágenes de la colección personal de Albert Steg. Fragmentos de "Getting His Goat" (de los años 20), "The Hypnotist" y "The Modern Magician" (de los años 30), "Masque Girls" y "Nylon Man" (de los años 40)

FYI.

This story is over 5 years old.

Sexo

El porno de los años veinte era más hardcore de lo que imaginas

Y el arte del NSFW está desapareciendo.

Sin haberla visto, seguramente no te sorprendería conocer la trama de la película sexualmente explícita The Casting Couch. En ella, una joven entra en el estudio de un productor para hacer una audición y al poco rato la convencen de hacer una sesión de sexo a cambio de un papel en el próximo estreno de la productora. Un tema quemado hasta el aburrimiento, tanto que prácticamente se ha convertido en un subgénero en sí mismo. Sin embargo, hay algo sorprendente en The Casting Couch: se trata de una película porno muda y en blanco y negro que fue grabada alrededor de 1924.

Publicidad

Esta es una de las miles de películas porno duro que se grabó en los comienzos del cine y se perdió en el olvido durante la época dorada del porno, que se inició a finales de los sesenta y tuvo su apogeo en los setenta. Estas grabaciones solían durar entre cinco y diez minutos y mostraban breves escenas en las que se mezclaban de forma caótica secuencias de penetración, embestidas, “planos de carne” y, a veces, pequeños fragmentos de sexo oral y eyaculaciones. Curioso, ¿verdad?


Lea también:


Existe la creencia, comprensiblemente extendida, de que la tolerancia y la apertura sexual aumentan de forma lineal con el tiempo, según Albert Steg, coleccionista de películas y aficionado a este género. Debido a esto, las películas porno de los años 20 constituyen novedades de disonancia cognitiva: uno tiene la sensación de que no corresponden a su tiempo.

Sin embargo, estas películas no son tan raras y constituyen una interesante ventana al elemento de la sexualidad y las relaciones sociales de comienzos del siglo XX, del que poca constancia se tiene y que aportan un componente humano complejo y visceral de la historia.

Este tipo de películas frecuentemente se confunden con las primeras películas de desnudos y de cierto contenido sexual, pero son más que eso, según el historiador de medios Joseph Slade. Estas producciones eran ilegales y se realizaban de forma anónima fuera del circuito cinematográfico.

Publicidad

En 1968, las clásicas producciones sexuales desaparecieron por completo y dieron paso a largometrajes con guiones más elaborados y una serie de convenciones.

Se cree que la primera de ellas data aproximadamente de 1915, pero nadie sabe a ciencia cierta cuándo se originaron. Se produjeron más durante la década de 1920, con la comercialización de las primeras cámaras accesibles para el público general y los proyectores. Con la más que probable ayuda del crimen organizado, los emprendedores que vieron una oportunidad de negocio comenzaron a grabar estas películas y a traficar con ellas en ciudades en las que había asociaciones de hombres como los Elks, los Legionnaires, los Rotarians o fraternidades que celebraban fiestas en las que proyectaban estas películas.

Era un buen modelo de negocio, y los principales productores no tuvieron necesidad de innovar en sus películas durante décadas, consolidando un estilo silencioso, caótico y en blanco y negro.

En la década de 1960, los productores dejaron de centrarse en las convenciones de hombres. Las nuevas tiendas para adultos crearon una infraestructura de cabinas que proyectaban en loops escenas de sexo en 8 mm, y posteriormente llegaron el sonido y el color al porno.

En 1968, las clásicas producciones sexuales desaparecieron por completo y dieron paso a largometrajes con guiones más elaborados y una serie de convenciones, como la de presentar escenas sexuales coherentes y no un batiburrillo de cortes sin orden ni estructura delimitados por una narrativa de introducción y de cierre.

Publicidad

Una década después, pese a haber desaparecido del imaginario social, los historiadores seguían manteniendo su interés por las películas explícitas de los años 20. Algunos, como los historiadores aficionados Al Di Lauro y Gerald Abkin, aseguran que estas películas son un registro de nuestro auténtico, feliz y mayoritario oculto pasado sexual. Además de ser un capítulo esencial en la evolución del porno moderno y una mirada a la historia del trabajo sexual, el papel de las mujeres en el mismo y el consumo de sexo.

Pese a su valor, este tipo de producciones resultan difícil de encontrar. No hay ningún catálogo de todas las películas hechas a lo largo de la historia, ni registro de sus autores. No hay forma de saber cómo encajan entre sí las piezas de este rompecabezas ni si los investigadores las tienen todas.

El único archivo conocido de películas porno antiguas es el que creo el investigador sobre sexualidad Alfred Kinsey, de la Universidad de Indiana de Bloomington. Entre 1948 y 1956, Kinsey y su equipo se dedicaron a comprar copias de estas producciones donde y cuando podían, anotando información sobre los hombres que se las vendían. También hicieron tratos con la policía de todo Estados Unidos para que les enviaran todas las copias que incautaran en sus redadas. El administrador del archivo Shawn C. Wilson calcula que a día de hoy tienen 1.600 cintas.


Lee también:


Wilson asegura que el archivo de Kinsey está bien cuidado: todas las películas están en buen estado, han sido digitalizadas y son usadas regularmente por visitantes y académicos. También señala que la colección sigue creciendo gracias a los aportes de la gente.

Publicidad

Sin embargo, Slade y otros historiadores de medios que dependen de este archivo para sus investigaciones afirman que es muy poco accesible y que algunas de las películas están tan deterioradas que prácticamente no pueden verse. Por su parte, la Indiana University parece estar orgullosa de Kinsey y a la vez un poco incómoda con su colección, teniendo en cuenta que solo la ha exhibido públicamente una vez en 2003, con motivo del aniversario número 50 de Comportamiento sexual en la mujer, de Kinsey.

Linda Williams, teórica del porno en los medios de la Universidad de California, Berkeley, y autora del libro Hard Core (1989), señala que “Kinsey no buscaba que su colección sirviera como representación de la pornografía” o de las prácticas sexuales de la época. Él coleccionaba de forma indiscriminada, por lo que no se puede tomar el archivo como un registro definitivo y fiable de la historia de este género o de su contenido.

Nuestra única esperanza es que los coleccionistas privados publiquen su material

Slade explica que el Instituto de Estudios Avanzados sobre Sexualidad de San Francisco y el Museo del Sexo de Nueva York también disponen archivos con este tipo de películas, aunque la mayoría está sin catalogar, lo que dificulta su consulta. Esta situación suele ser similar al del resto de museos de sexo o de grupos de preservación de películas.

“La mayoría de los mejores archivos, aunque ninguno sea tan completo como el de Kinsey, están en manos de particulares”, señala Slade. Y es que la tarea de buscar este material es increíblemente difícil. Mike Vraney, de la distribuidora de Seattle, Something Weird, empezó a coleccionar estas cintas y películas de la era dorada del porno en 16 y 8 mm a principios de la década de 1990 y hasta su muerte, en 2014, llegando a acumular cientos de piezas, según me cuenta su viuda, Lisa Petrucci. Su afición comenzó cuando encontró una pequeña colección en un almacén abandonado. A partir de ahí, la colección creció con algunas cajas que se encontraba por casualidad o buscando en eBay.

Publicidad

Nico Bruinsma, de la distribuidora de Los Ángeles, Cult Epics, también dice que la mayoría de sus hallazgos fueron totalmente casuales en tiendas de segunda mano o al verlos en las colecciones de otras personas.

"Nylon Man" (años cuarenta). Imagen vía via Albert Steg. | VICE US

Los coleccionistas privados que también se dedican a la distribución intentan poner sus colecciones a disposición del público para monetizarlas. Sin embargo, la mayoría suelen editar las cintas para crear loops, como ocurre con los 14 volúmenes de dos horas de Grandpa Buckey’s Nauhty Stag Loops and Peeps, de Something’s Weird.

A veces incluso mezclan estas escenas con otras de épocas posteriores o con escenas de desnudos hechas paralelamente a las películas explícitas de principios del siglo XX, añadiendo así más confusión sobre lo que define a este género. Otras veces añaden una banda sonora moderna o, en palabras de Slade, [añaden] “comentarios tontos”, cambian los títulos o no aportan información sobre el origen o contexto de las imágenes.

Estas modificaciones les ayudan a llegar al público moderno, se traducen en ventas y potencian el componente nostálgico y de rareza de estas películas, pero son de muy poca ayuda para quienes quieren conocer estas cintas tal como eran y conservarlas.

Todo esto hace que crear un archivo exhaustivo y accesible sea prácticamente imposible. Slade calcula que probablemente la mitad de estas películas ya se habrán destruido, ya sea en redadas de censura de la época, por el deterioro que causa el paso del tiempo o por la negligencia de sus dueños. Los archivos existentes son caóticos y difíciles de consultar y la búsqueda de nuevas piezas es complicada por la absoluta falta de rastros para seguir. Por eso, esta se limita a la comprobación en eBay cada cierto tiempo con la esperanza de dar con algo valioso.

Publicidad

“Tengo pocas esperanzas de conservar este tipo de películas”, se lamenta Williams. “Nadie parece dispuesto a pagar para contribuir a conservarlas”.

Nuestra única esperanza es que esta amenaza de desaparición lleve a académicos, coleccionistas y entusiastas de la historia a presionar a los archivos y coleccionistas privados para que publiquen su material. Además de que unan sus fuerzas e impulsen labores de investigación y restauración. A fin de cuentas, en eso consiste el trabajo de un verdadero coleccionista, según Steg.

“Es más divertido buscar algo que no sea fácil encontrar. Le da sentido a esto”, señaló. “Estás evitando que algo acabe en el olvido”.

Sigue a Mark Hay en Twitter.

Este artículo apareció originalmente en VICE US.