"Nos tratan como la basura que botan": los aseadores que limpian Rock al Parque
Foto: Santiago Sepúlveda | NOISEY Colombia

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Música

"Nos tratan como la basura que botan": los aseadores que limpian Rock al Parque

CRÓNICA | Hablamos con esas personas vestidas de verde que dejan el Simón Bolívar nítido después de cada jornada de música.

Vea aquí todo nuestro cubrimiento de Rock al Parque 2017.

Ya están en silencio las tarimas de Rock al Parque. Ya se fueron las miles personas que llenaron el Simón Bolívar. El parque está vació, y el espacio que hace unas horas servía a la farra ahora está ocupado por un grupo personas de uniformes verdes. Es un grupito que casi nadie nota, pero que recorre el parque todo el día entre las sombras. Lo recorre de forma anónima: sus gruesos overoles, sus capuchas y sus tapabocas ocultan las identidades de quienes lo conforman. Pero la labor de esta gente es vital: se dedican a limpiar las porquerías, pequeñas o grandes, que los asistentes al festival dejamos botadas por ahí.

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Si usted es de los que madruga al festival, tal vez se habrá dado cuenta que al llegar en el piso nunca hay un solo papel: así la noche anterior hubiera habido a más de 30.000 almas dejando su energía y sus desperdicios en el parque. Esto se lo debemos a quienes ocasionalmente vemos barriendo las calles de la ciudad y que trabajan en la Empresa de Acueducto, Alcantarillado y Aseo de Bogotá. Se trata de hombres y mujeres que camellan los tres días de festival en tres turnos: de 6 de la mañana a 1 de la tarde, de 2 de la tarde a 9 de la noche, y de 10 de la noche a 6 de la mañana.


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Los que trabajan en los dos primeros turnos recorren el parque, bolsa en mano, recogiendo la basura y vaciando las canecas. Corre la noche del domingo 2 de julio, y me acerco a un joven que vacía un contenedor de basura cerca de las zonas de comidas.

Me dice que comenzó a trabajar en esto hace cuatro días. Nunca había estado en un Rock al Parque y, confiesa, no le gusta para nada. Pero se dice "sorprendido" porque pensó que el parque iba a estar más cochino: "La gente es más cívica de lo que esperaba". Después empieza a reír y cuenta algo que le pareció curioso: es sobre todo en la noche que la masa amorfa que asiste al festival se descontrola y contamina más. "Supongo que es porque en la oscuridad no tienen que aparentar nada", dice. Luego sigue sacando de la caneca vasos usados y platos de cartón sucios. Mi interlocutor tiene unos 25 años, y su trabajo es relativamente fácil. Termina a las 9 de la noche y se va a la casa. Pero lo complejo, según me cuenta, es aguantar el sol y caminar permanentemente de lado a lado por el Simón Bolívar.

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La parte dura le toca al turno nocturno: la cadena humana de chaquetas fosforescentes que evacúa el parque. Ahí emerge la gente de limpieza, y con rastrillos, escobas y sopletes comienza su labor. Me acerco a un hombre flaco de gafas que barre el pasto lleno de colillas de la gradas. Lo hace con evidente entusiasmo y me saluda amablemente. Dice que le gusta trabajar de noche porque puede concentrarse "para dejar esto sin un solo papel". Le pregunto qué es lo más duro de su trabajo, y me dice que nada. Disfruta lo que hace porque ama limpiar su ciudad.

Foto: Santiago Sepúlveda | NOISEY Colombia

Pero al otro lado de la plaza una compañera suya opina otra cosa. Es una señora de cara bonita y ojos tristes. No habla mucho, pero me cuenta que le dan miedo los pedazos de vidrió regados en el pasto y que le da duro el cansancio que le produce estar agachándose durante tantas horas. El frío de la madrugada no le preocupa porque siempre está en movimiento.

Aquello de los vidrios en el pasto se debe a todas esas botellas de trago encaletado (y posiblemente adulterado) que muchos beben sin pensar. Terminan en el suelo y pisoteadas por la masa. El vidrio queda desparramado, y las personas del aseo deben recogerlo a mano. Juntan lo que pueden en pequeñas pilas. De ahí lo pasan a las bolsas con sus dedos. Un hombre, que aparenta más de 40 años, mueve una escoba en la mitad del plaza mientras me dice que "esos vidrios son lo peor": siempre hay algún cortado. Y costarse con basura es sumamente peligroso.

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La mujer de los ojos tristes dice que ha visto compañeros suyos terminar con los dedos amputados. No sé si exagera. Espero que sí.

Le pregunto por su música favorita. "Me gusta de todo", me responde de forma seca. Es tímida, y la noto un poco incómoda. Con un tono melancólico me dice que no les dejan escuchar música mientras trabajan. Vaya paradoja. Y cuando le pregunto qué es lo más duro de su trabajo, se suelta e responde indignada: "Que la gente nos trata como la basura que bota".


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La gente nos trata como la basura que bota

Es verdad.

Uno ensucia sin pensar que alguien recoge eso. Uno rompe vidrios sin considerar que unas manos apenas protegidas por unos guantes de cuero los recogen. Uno va por la vida produciendo desperdicios sin darse cuenta que hay alguien que debe eliminarlos para que podamos bailar en Rock al Parque en un espacio limpio, bonito y aseado. "En el festival hay mucho desorden", dice con fastidio el hombre mayor de 40. Se nota que odia el rock.

Esta gente trabaja durante horas por unos cuantos pesos. La mayoría prefiere no decir cuánto gana, pero con base en un par de comentarios concluyo que el monto debe oscilar entre 30.000 y 50.000 por jornada. La paga varía porque cuando es puente y de noche se gana más. Pero hay que restar lo del transporte.

Antes de despedirme, el hombre de las gafas me dice: "El que no es capaz de trabajar en esto, no es capaz de trabajar en nada". Y sí, hay que ponerle mucha energía a la vida para ser como este hombre que se siente orgulloso de barrer este parque y estas calles ingratas, que ama a su ciudad a pensar de que esta lo ignore y lo mire mal.

No queda más que decirle a la gente que se ensucia las manos por Rock al Parque: ¡Muchas gracias!

Foto: Santiago Sepúlveda | NOISEY Colombia

Foto: Mateo Rueda | NOISEY Colombia

Foto: Mateo Rueda | NOISEY Colombia