La salud sí tiene precio: ¿qué pasa cuando ricos y pobres enferman?
Ilustraciones por Eduardo Ramón/VICE News.

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VICE News

La salud sí tiene precio: ¿qué pasa cuando ricos y pobres enferman?

Hay familias que pueden ir a Boston con tal de salvar a sus hijos, pero hay padres a quienes se les han muerto por falta de atención adecuada. Personas de Venezuela, Dominicana y Ecuador nos narran el 'viacrucis' en los hospitales de sus países.

Esta publicación forma parte de una serie a la que titulamos 'Desiguales. Realidades Injustas', en la que planteamos una pregunta específica a personas de estrato alto, medio y bajo, de tres países de América Latina. La intención es visibilizar cómo el ingreso de la gente determina la manera en que se enfrentan a un problema o situación de la vida cotidiana.

VENEZUELA

Laura Santé Palma. Ingreso alto.

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— 46 años.
— Accionista de empresas familiares: fábricas de extractores y rejillas.
— Ingreso aproximado mensual: más de 100 millones de bolívares.
— Los Naranjos, municipio El Hatillo, Miranda.

Por el momento hemos corrido con la suerte de tener un seguro de salud y vida que hasta ahora nos ha servido. Sin embargo, el problema viene con la escasez, ya que los medicamentos oncológicos no se están consiguiendo en el país. Mi mamá tuvo cáncer en el año 2015, afortunadamente sobrevivió a la enfermedad y está en control, pero mi padre falleció, después de padecer penosas enfermedades.

Mi papá sufría de hipertensión, problemas con la próstata y le dieron tres accidentes cerebrovasculares. Pasó diez años mal y murió de cáncer. Muchas medicinas me las trajeron de afuera, incluso de Rusia. A todos mis amigos que viajaban les daba la lista de las medicinas de alto costo que no se encuentran aquí.

En el caso de mi mamá corrimos con la suerte de conseguir todavía el tratamiento de quimioterapia de alto costo, en el seguro social y las vitaminas en las farmacias. Había algo de desabastecimiento, pero no como ahora. Con mi papá fue distinto, este 2017. En el seguro social no conseguí absolutamente nada.

Una doctora me dio unas pastillas de radioterapia que no llegaban ni a 20 días de tratamiento. El resto de los medicamentos oncológicos me los trajeron unos amigos de España. La última vez que me trajeron medicamentos del exterior, tuvimos que pagar un impuesto de entrada de un millón 600 mil bolívares al organismo tributario venezolano, porque no está permitió traer medicinas de otro país, por decreto presidencial, y si no pagábamos las decomisaban.

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Preferí hacerlo porque eso era un medicamento esencial de mi papá. Cada año progresaban sus enfermedades y a pesar de tantos exámenes le diagnosticaron el cáncer de próstata por un problema en los huesos y era la metástasis. Lo mismo pasó con el cáncer de mi mamá, cuando le hicieron una histerectomía le descubrieron órganos afectados.

Bajo las actuales circunstancias sería mejor salir del país a tratarse una enfermedad grave, creo que es la única opción.

Yenitze García Logaldo. Ingreso medio.

— 53 años.
— Propietaria de estudio de maquillaje, maquillista profesional, periodista y productora audiovisual.
— Ingreso aproximado mensual: seis millones de bolívares.
— Las Palmas, municipio Libertador, Distrito Capital Caracas

Soy una mujer emprendedora. Trabajé durante mucho tiempo en medios de comunicación de mi país, pero hace cinco años, cansada de la alta conflictividad política decidí iniciar mi propio negocio y abrí un estudio de maquillaje en un conocido centro comercial al este de Caracas.

Pero ni así me alcanza para costear yo sola el problema de salud de mi madre que tiene 85 años de edad y padece desde hace más de diez años de una obstrucción en la arteria carótida. Mi mamá está medicada de forma permanente desde entonces.

A mí y a mi familia se nos hace cada vez más difícil conseguir en el país la medicación de mi madre. La escasez y el alto costo de las medicinas pusieron en vilo a mi familia, mis dos hermanas también tienen que mantener sus hogares, además de ayudar a mamá que toma alrededor de diez medicamentos diarios.

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Mi día transcurre entre buscar por internet páginas de donación de medicamentos, donde algunas veces consigo, y realizar llamadas telefónicas a las grandes cadenas de farmacias, a ver si aparece alguna de las medicinas.

Tengo tres trabajos: mi estudio de maquillaje, los artículos y reportajes que realizo por encargo y algunas producciones que de forma independiente hago para televisoras.

Hace pocas semanas le realicé un examen de control a mi mamá, el cual determinó que la obstrucción en la arteria ha avanzado, razón por la cual el médico dio la opción de operar. Al consultar en la clínica el precio de la intervención quirúrgica determinamos que era muy difícil alcanzar el pago de 100 millones de bolívares, de los cuales el seguro de salud cubre solamente tres millones.

Los médicos entonces nos dieron otras alternativas con medicamentos que estrictamente deben ser comprados en el exterior, ya que a Venezuela simplemente no llegan.

Es muy estresante vivir esta situación, cuando sabes que una persona de edad avanzada que necesita esas medicinas para vivir, tiene que estar contando cada pastillita que le queda, para poder mantenerse fuera de peligro.

Zoila Geraldo Álvarez. Ingreso bajo.

— 52 años.
— Empleada doméstica.
— Ingreso aproximado mensual: 400.000 bolívares.
— Las Brisas de Turumo, municipio Sucre, Miranda.

Debo ir siempre a revisión médica, porque tuve cáncer en la mama izquierda hace siete años. El tratamiento fue de quimioterapia, una operación y luego la radioterapia, en ese entonces conseguí todo el tratamiento, sin ningún problema.

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Este año, a través de una biopsia, me diagnosticaron cambios reactivos secundarios al tratamiento de radioterapia, dermatitis crónicas superficiales. Me mandaron a tomar antibióticos (Ciprofloxacina), por el riesgo de infección interna, y analgésicos (Ibuprofeno), para el dolor.

Buscar medicinas se ha convertido en un viacrucis en este país, nunca encuentro las medicinas que necesito, en ninguna farmacia. Las pastillas para el dolor son las que a veces consigo, pero el antibiótico para la infección no, por lo que he recurrido a pedir ayuda de mis jefes que me hacen el favor de comprarlas a un conocido que las vende a precios impagables para una persona asalariada como yo. No he ido a los establecimientos farmacéuticos del Estado, porque no hay nada.

Cuando me hice exámenes en un hospital, tuve que llevar mis propias inyectadoras y agujas, no tienen ni siquiera compresas, una señora me regaló unas gasas que le sobraron, para usarlas después de realizarme una biopsia. Hay un problema y no quieren solucionarlo. Me gustaría que el Gobierno se encargara de abastecer este país de medicinas e insumos médicos.

Es triste no conseguir un medicamento y estarse muriendo, eso es triste. No creo que se trate de bloqueo internacional, hay corrupción en Venezuela.

***Debido a la severa devaluación de la moneda en Venezuela, así como a la hiperinflación de 2.616% que afecta al país, decidimos en este caso, no hacer la conversión de bolívares a dólares para evitar imprecisiones.

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REPÚBLICA DOMINICANA

*Héctor. Ingreso alto.

— 44 años.
— Comerciante.
— Ingreso mensual: 10.000 dólares (185.000 pesos mexicanos).
— Urbanización Los Cacicazgos, Distrito Nacional.

Tenemos un médico como quien dice de cabecera y el pediatra. Cuando es algo más grave entonces uno busca irse fuera del país. Uno tiene seguro médico local, que es el de ley, y uno internacional.

Nuestra hija más chiquita, cuando tenía siete años, una cirujana se dio cuenta de que tenía en el lado derecho, en la cervical, en el cuello, una bola. Se le hizo primero una sonografía y cuando el médico vio lo que había le mandó a hacer una placa. Tenía una masa ósea que no se movía, en el cuello -un osteocondroma-. El médico nos dijo que tenía que tratarla un especialista en neurocirugía.

Nos movimos en Boston, conseguimos un neurocirujano pediatra y un ortopeda. Nuestra necesidad básica de irnos fue por la complejidad de lo que ella tenía. Salió de la operación; la recuperación fue dura en esas primeras horas. Todo fue normal, no tuvo ningún tipo de secuela, gracias a Dios.

Pensé que la operación iba a ser de 200.000 dólares, pero al final no fue quizás ni la mitad, quizás menos de 100.000. A final de cuentas, el gasto de nosotros del bolsillo en esas tres semanas que estuvimos fuera fueron como 15.000 o 20.000 dólares, fuera de lo que el seguro cubrió.

Si uno no hubiese tenido ese seguro uno no sabe realmente cuál hubiese sido el resultado. Uno tiene empleados y ve cómo aquí (en Dominicana) se maneja la medicina, y el poder salir fuera es un privilegio que no todo el mundo tiene.

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*El entrevistado prefirió que no fuera público su apellido.

Gyssel Calderón. ingreso medio.

— 37 años.
— Empleada privada.
— Ingreso mensual: 1.166 dólares. (21.571 pesos mexicanos).
— Las Enfermeras, municipio Santo Domingo Este, provincia Santo Domingo.

Tenemos un seguro, yo tengo un plan especial de un poquito más. Uno recurre al centro y a la cobertura del seguro, y la diferencia la cubres con tus ingresos. Mayormente mi seguro cubre 80 por ciento, ya sea en medicamentos como en internamiento, en algunos centros me cubre casi 100 o 90 por ciento.

Se me presentó una emergencia y a raíz de eso detoné en hipertensión. Como no se me bajaba la presión por ninguno de los medios inmediatos, tuvieron que ingresarme a cuidados intensivos. Me ingresaron mediante el seguro y mi esposo tuvo que dejar la diferencia hasta mi salida, como 147 dólares.

Si el médico considera que debo hacerme otro Holter fuera de los que ya tengo establecidos por parámetro, tengo que pagar la diferencia o hacer algún tipo de manejo con el doctor para que me lo autorice. Si no tuviera la cobertura del seguro el estudio me costaría de 84 a 105 dólares.

Mi papá es diabético. Ha habido situaciones en las que han tenido que hacerse depósitos fuertes. Él tiene un seguro. El seguro es la vida; después de Dios, eso es la vida.

Griselda Medina. Ingreso bajo.

— 38 años.
— Ama de casa.
— Ingreso mensual: no tiene ingresos propios. Vive de la caridad y a través de donaciones, recibe 209 dólares. (3.866 pesos mexicanos).
— Barrio Valle del Este, municipio Santo Domingo Este

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Mis niños son falcémicos (anemia falciforme), eso es heredado. Su papá (fallecido) era falcémico, yo soy falcémica y mi mamá. No sabíamos que teníamos el mismo problema y los niños salieron con ese problema. Se les ha ido complicando.

Se me murieron dos hijos: la niña tenía 12 y el chiquito 8. De los que me quedan, el varón tiene 16 -que está en tratamiento-, la hembra 15 y el chiquito 5. Al varoncito los medicamentos no le hacen nada, hay que estar a cada rato transfundiéndolo, todo eso le afecta el corazón. Como está de los riñones, hay que estar dializándolo todos los días, 12 horas.

También lo ve el médico del azúcar porque es diabético. Consigo dinero de ayudas que la gente me da. Necesito cualquier medicamento, le digo a la gente y me lo consiguen, porque no puedo trabajar, tengo dos años que no trabajo porque la enfermedad del niño no me lo permite, tengo que estar atada hasta que Dios quiera.

Hay tratamientos que son costosos; se queda sin recibirlos porque no puedo comprárselos, cuestan mil y pico (unos 27 dólares). Él los necesita porque son para mantenerle los valores bajitos como el potasio y la PTH. A veces los médicos me hacen la diligencia, me los consiguen, sacan de sus bolsillos para comprármelos cuando les digo: 'Ya no puedo'.

Es igual con la sangre, que es costosa. Cuando no tengo esa sangre me pongo a llamar, a tocar puertas. No consigo ayuda del Gobierno. La gente me ayuda, me dan una parte para el alquiler, yo 'joseando' (tratando de conseguir dinero) busco la otra. La iglesia me ayuda mucho, me da 5.000 pesos mensuales (105 dólares) para la casa. No puedo quejarme, Dios ha sido muy bueno conmigo.

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ECUADOR

Antonio Luis Goetschel Arias. Ingreso alto.

—38 años.
— Gerente General en una empresa especializada del sector automotriz.
— Más de 12.000 dólares mensuales (222.000 pesos mexicanos).
— Sector Bellavista, Norte de Quito.

Hace tiempo tuve un accidente fuerte en motocicleta y quedé en coma dos semanas. Me fracturé siete huesos, aparte del trauma craneoencefálico. Como mi familia tiene contactos en los cuerpos médicos especializados, sabía a quién acudir. Fui atendido por los mejores doctores de Ecuador. El costo de mi accidente fue de 21.000 dólares y solo estaba asegurado por 17.000. Uno piensa que nunca va a tener nada que supere esos montos, pero tuve que pagar adicional al seguro. A raíz de este accidente, me cambié a otra aseguradora privada con una cobertura mucho más alta.

He tenido bastantes accidentes en mi vida. Nunca ha sido un problema conseguir una ambulancia que me traslade a una clínica de mi preferencia y ser atendido por doctores de confianza. El Seguro Social funciona bastante bien, aunque creo que la sanidad privada es mejor. Si tienes acceso a ese servicio de mayor calidad, pues ¿por qué no? Además soy papá y cuando tienes un hijo te preocupas mucho.

Hay algunos seguros privados con los que he tenido malas experiencias. Eran más baratos y aparentaban que la cobertura era mayor. Pero no siempre se lee la letra chiquita. Cuando uno tiene una enfermedad, los seguros buscan la forma para decir: “No, esto se originó antes de que se hiciera la póliza”. Te dejan colgado con algo que esperabas y que nunca llega. Eso le pasó a mi papá cuando le diagnosticaron cáncer. En esos momentos, lo último que quieres es pelear con abogados. Lo único que quieres es que tu papá se cure. Pagas lo que te piden.

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René Troya Cruz. Ingreso medio.

— 53 años.
— Profesor de secundaria en el Colegio Mejía.
— Ingreso mensual: 800 dólares (14.800 pesos mexicanos).
— Barrio La Clemencia, sector El Recreo en el Sur de Quito.

Por estrés en el trabajo, sufrí una trombosis en un ojo y un derrame en el otro. Fue hace cinco años. Pensaba que me iba a quedar ciego. Tardaron dos o tres horas en atenderme en un hospital público. Al final me ingresaron, pero los especialistas no me atendieron hasta pasados tres días.

No culpo a los médicos: son muy pocos y tienen que atender a muchos pacientes. Me dijeron que la solución era una cirugía con láser. Estuve un mes hospitalizado pero, lastimosamente, no recibí un tratamiento médico eficaz, solo inyecciones para bajar la presión ocular. Reclamaba y me decían que ya mañana o pasado mañana. Nunca me dieron una fecha concreta. La atención médica debería ser más humana.

Mi angustia hizo que pidiera el alta voluntaria, aunque seguía teniendo esa deficiencia, ese problema en mi vista. Fui a un hospital particular. El tratamiento me costó 3.000 dólares. Fue un desembolso muy fuerte, pero no tuve más remedio que endeudarme y pasar un poco de penurias. Mi familia y yo tuvimos que hacer ajustes en el hogar. Después de la operación, fui recuperando paulatinamente la vista. Hoy, tengo un 75 por ciento de visión, he mejorado bastante.

Podrían haberme operado en un hospital público totalmente gratis, pero en ese mes que estuve hospitalizado, no tuve la atención adecuada. Creo que en Ecuador, la gente cuando enferma recurre primero a la farmacia. Para nosotros ir a un hospital es un trámite muy dificultoso: hoy hacemos la cita y nos atienden uno o dos meses después.

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Rocío Navarro Naranjo. Ingreso bajo.

— 63 años.
— Vendedora en la calle de manteles.
— Ingreso mensual: 200 dólares (3.700 pesos mexicanos).
— Sector Chillogallo, Sur de Quito.

Hace unos 16 años me caí. Tengo desviada la columna, y como trabajo, estoy empeorando. También tengo un dolor fuertísimo en la pierna izquierda. Fui al médico hace poco y solo me mandaron pastillas. Le rogué que me diera rehabilitación, pero me dijo que no, que tengo que cuidarme y no cargar mercancía. Que no barra ni lave en la piedra. Me dijo que si no me cuido, puede que más adelante me tengan que hacer una cirugía riesgosa.

Poco después fui a un médico particular; me costó 15 dólares. Me dijo que necesitaba inyecciones de ozono, que valen 30 dólares y me calman el dolor durante uno o dos meses. También me mandó rehabilitación diaria durante tres meses, pero cuesta cinco dólares cada sesión. Sinceramente, con lo que ando yo vendiendo no es para hacerme todos los días la rehabilitación. Días vendo, días no vendo.

Cuando no tengo dinero, voy a la farmacia y compro unas pastillas. Me dieron unas en el hospital público, pero no me hacen mucho efecto. También hago los ejercicios que me enseñaron los médicos. Si estoy sentada, estoy tranquila; cuando ando, es un dolor insoportable. Pero como vendo en la calle, cuando viene la policía tengo que irme corriendo.

Ahora tenemos centros de salud en casi todos los barrios. La sanidad es gratis y ha mejorado, aunque tendría que mejorar un poquito más. Necesitaría que la rehabilitación para mi columna fuera gratuita. Creo que además deben operarme los ojos, a ver cuánto se demoran. Tengo que estar bien para mantenerme a mí misma, que vivo solita, hasta que Dios me diga: 'Ahora sí, vamos, ya te vienes conmigo'. Si me enfermo, no puedo trabajar.

***Para la delimitación de los tres estratos socioeconómicos en que dividimos el perfil de los entrevistados, decidimos basarnos en el indicador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), cuya fórmula combina el ingreso con indicadores demográficos, educativos y de condiciones laborales. De esta manera, los entrevistados de un total de 18 países de América Latina fueron divididos en tres segmentos que muestran, a través de sus testimonios, el contraste respecto a la manera de resolver o enfrentar diversas situaciones de la vida cotidiana. Para el perfil de personas en situación de pobreza o vulnerabilidad, el rango de ingresos fue de 37,5 a 300 dólares mensuales (693 a 5.550 pesos mexicanos). El rango de ingreso para el perfil de la clase media va de 300 a 1.500 dólares mensuales (5.550 a 27.750 pesos mexicanos) y finalmente para el estrato alto se determina un ingreso superior a los 1.500 dólares mensuales; sin embargo siempre se intentó buscar a personas con un ingreso mucho mayor para evidenciar estos contrastes.

***El proyecto #Desiguales. Realidades Injustas —integrado por 9 entregas— fue posible gracias a una colaboración entre VICE News y Oxfam. Créditos: Jefa de Contenido, Laura Woldenberg. Editora de VICE News, Karla Casillas Bermúdez. Coordinación Editorial, Vania Pigeonutt. Ilustraciones, Eduardo Ramón.

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