Los vírgenes de la Ciudad de México

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Los vírgenes de la Ciudad de México

En tiempos donde todo te induce a tener sexo, mantenerse intacto es digno de un monje tibetano.

Hay gente que ha decidido, por las razones que sea, no tener relaciones sexuales. Follar con amor resulta estupendo y sin él, también. En tiempos donde todo te induce a tener sexo y pasan ante tus ojos millones de imágenes de pieles, bocas, culos y pliegues, mantenerse intacto es digno de un monje tibetano.

Actualmente, decir que no has tenido relaciones sexuales es considerado un tabú. Hace 60 años, decir lo contrario podía generar exilios y hasta muertes. Lo indispensable en esa época para complacer a tus padres —principalmente— era llegar castos y puros a la noche de bodas. Pero los fuegos artificiales no existen. Muchas de las chicas lo pasan peor que nosotros. No conozco a ninguna mujer que haya disfrutado su primera vez. Y para muchos hombres, lamentablemente, es importante ser los primeros. Puede ser por sentido de la propiedad, por machos o por imbéciles, por poder simplemente decir: «Fui el primero».

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No se trata de no haber tenido una sola relación sexual, sino de que hayas tenido miles y todavía sigan siendo una mierda. A unos les cuesta menos, a otros demasiado. Tal vez su educación y sus religiones no se lo han permitido. El sexo no te va a hacer más feliz; hacerlo bien, desde luego que sí. Ser virgen no es un problema, tampoco lo es no serlo.

Margarita Jiménez, 42 años

Margarita trabaja en casa de una familia como empleada doméstica a tiempo completo. Llegó ahí a los 25 años. Después de tres años, renunció al trabajo para regresar a su pueblo, donde se iba a casar con un hombre que había conocido en uno de los viajes a su casa materna. «Cuando llegué me dijeron que el hombrecito ya estaba casado y tenía una hija, así que cogí todas mis cosas y regresé a México. Decidí no casarme hasta encontrar a alguien mejor y desde entonces no he tenido pareja», me cuenta. No se cierra a la idea de que aún pueda casarse, pero ya no confía como antes. Le pregunto si sabe lo que es un orgasmo. Esconde una sonrisa de timidez y sin dudas contesta: «No, no me he tocado nunca. Me parece impuro hacerlo».

María Cortés, 92 años

A los 23 años conoció al hombre con el que pudo haber perdido la virginidad. Me cuenta que no pensaba entregarse hasta que él se casara con ella, y por otra parte, temía dejar sola a su madre. El hombre se fue a trabajar a una constructora en Tabasco y nunca se concretó el matrimonio. «Cuando regresó, ya venía con otra señora del brazo. Eso no me gustó y aunque me juró que no estaba casado, no lo creí. Desde entonces, opté por dedicarle mi vida a mi familia y a mi madre», me cuenta María, y añade: «Después de eso, nunca me interesó el sexo. Mira esta casa, aquí he recibido a todos y a todas y los he tratado con amor y cariño. He superado enfermedades y he sido feliz. Mi madre murió hace unos años y en el momento en que Dios quiera llevarme, estaré preparada y en calma, feliz de entrar en su regazo junto al de ella».

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Eduardo Bächtold, 19 años

«Quizá suene muy chapado a la antigua, pero no ha llegado esa persona con la que me sienta listo para dejar mi virginidad», me cuenta Eduardo. Y continúa: «Fui criado con esos valores y no pienso dejarme llevar por la liberación sexual de estos tiempos. Pienso que es una decisión que no debe tomarse a la ligera. En los años 50, 60 o 70 no había tanta información disponible, pero en pleno siglo XXI tenemos demasiada información acerca de los riesgos de un embarazo no deseado, que si uno lo planea me parece bien, pero una infección por transmisión sexual sí es un problema grave». Hace un gesto, sabe lo que le voy a contestar, se adelanta y dice: «Sí, claro, existen los condones, pero mira, yo estudio medicina y aunque sé que existe un 95 por ciento de efectividad en su uso, no quita que ese otro 5 por ciento sea una probabilidad que comprometa seriamente mi vida, por no decir arruinarla».

Le pregunto si sus amigos conocen su decisión y contesta: «Recibo comentarios positivos y me respetan. Bromean, por supuesto, pero siempre sin burlarse. Cada uno tienen derecho a vivir su vida como le plazca, por lo que no hago mucho caso de lo que pueda generar mi decisión».

Le comento que quizá al leer esto algunas chicas puedan acosarlo y reciba invitaciones o solicitudes para ser las primeras: «No sé, les diría que me inviten un café primero y luego ya vemos qué ocurre, pero el amor no se consigue tan rápido, ¿o si?»

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Mario Ortega, 28 años

Mario trabaja como personal de limpieza en una empresa de tecnología. «Nunca he sido infeliz por no tener sexo», me cuenta. «Cuando la gente se entera de mi decisión, me ven como un bicho raro. Ya estoy un poco acostumbrado y les explico que soy testigo de Jehová. No tenemos prohibiciones de ningún tipo, solo tenemos que creer en los mandamientos de nuestra religión. Aunque no hay que ser virgen para pertenecer a nuestra congregación, yo he preferido esperar a la mujer ideal, que debe estar en mi misma asamblea religiosa, pero aún no ha llegado».

Le pregunto si su mujer ideal debe ser virgen igual que él y asegura que no, que no es algo que importe, solo debe ser testigo de Jehová.

En la calle, internet y prácticamente en todos lados hay millones de fotografías e imágenes incitantes. Le pregunto cómo lidia con todo esto: «Hago ejercicio, medito, rezo y también, como todo ser humano, he tenido sesiones individuales», dice Mario al contarme cómo descarga su energía.

Cuenta que alguna vez una amiga suya quiso «hacerle el favorcito», pero él educadamente la rechazó. Cuando le pregunto por qué lo hizo, tímido y serio contesta: «Porque no era testigo de Jehová».

Francisco Moreno, 25 años

La religión católica, impuesta por sus padres y que prohíbe cualquier tipo de contacto sexual antes del matrimonio, marcó los primeros 15 años de la vida de Francisco. «Cuando abandoné dicha religión y acepté el hecho de poder tener relaciones sexuales fuera del casamiento, consideré que no se deben tener relaciones con cualquier persona, sino que ha de existir un vínculo afectivo entre los dos. Hasta ahora no he encontrado a la persona con la que tenga esa conexión lo suficientemente fuerte como para llevar a cabo el acto sexual».

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Le pregunto por su interacción con los demás y ya tiene la respuesta preparada: «Mi personalidad áspera, cortante y pesimista, y mi falta de convivencia social me imposibilitan conocer nuevas personas con las que pueda establecer al menos un enlace de confianza con el que me sienta cómodo para tener una relación normal, y mucho menos un acercamiento sexual».

Concluye: «Pienso que en la actualidad se le da demasiada importancia al tema. Supongo que es una experiencia más de la vida y, por lo tanto, no debe forzarse. Para poder disfrutarla debe ser espontánea y con personas que sean afines y se tengan mucho cariño. Ser o no ser virgen me parece irrelevante. No se debe catalogar a nadie, de forma negativa ni positiva, por esa condición. Lo importante de una persona son sus opiniones, sus creencias, sus ideologías y su inteligencia emocional».

Para continuar con este proyecto, Luis Cobelo sigue buscando gente que no haya tenido relaciones sexuales.

Deben ser mayores de edad y vivir en la Ciudad de México.

No vale ningún tipo de contacto íntimo, sexo oral o penetración, tanto vaginal como anal.

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