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Cultură

IN-EDIT 2009: PHIL SPECTOR Y NEIL YOUNG

Arrancó hace unos días la séptima edición del In-Edit, certamen barcelonés que brinda la oportunidad de ver en pantalla grande films documentales de los que quizá jamás habríamos tenido...

Arrancó hace unos días la séptima edición del In-Edit, certamen barcelonés que brinda la oportunidad de ver en pantalla grande films documentales de los que quizá jamás habríamos tenido noticia. O tenido que resignar a ver en casa, en pantalla diminuta. El pasado año Vice aportó a la programación Heavy Metal In Baghdad, y de la fiesta posterior conservamos recuerdos fragmentados. En esta nueva edición aportamos nuestra humilde presencia en las proyecciones que mejor encajan en nuestro horario laboral, y puntuales reseñas de las películas vistas, que iremos publicando aquí en Viceland a lo largo de estos días. Empezamos hoy con las dos que cayeron durante el fin de semana: The Agony And The Ecstasy Of Phil Spector, centrado en la figura del famoso productor pistolero, y Don’t Be Denied, una panorámica sobre la trayectoria discográfica de Neil Young. 3, 2, 1…

Viéndole desgranar recuerdos con olímpica parcialidad y soltar improperios con ácido sentido del humor, resulta difícil no simpatizar con Phil Spector, vejete él, con sus tembleques y sus pelucones imposibles. Tamizan la corriente de simpatía el hecho de que Spector sea, siempre lo ha sido, un megalómano y un paranoico con manías persecutorias. Y que su perfeccionismo tenga mucho que ver con su obsesión por el control. Y que su costumbre de solventar las disputas artísticas y amorosas por la vía rápida, pistola en mano, haya dejado un fiambre por el camino; un crimen que actualmente purga en la misma penitenciaría, fíjate tú, en la que cumple su condena Charles Manson. Que el hombre caiga más o menos bien o mal no es lo importante de The Agony And The Ecstasy Of Phil Spector; no, lo que cuenta es que, incluso pasando de largo lo sesgado de la mirada del interesado (damnificados: Brian Wilson, McCartney, Tony Bennett y Scorsese, entre otros), el pistolero es un titán absoluto, autor de un buen puñado de canciones sencillamente perfectas y arquitecto del famoso “muro de sonido”, una monofónica torta aural que todavía hoy saca el cerebro por las orejas y te deja turulato. Los insertos de Ike & Tina, Righteous Brothers y Ronettes nos lo dejan clarísimo, como si no lo tuviéramos ya, y las peroratas de Spector sobre lo mucho que el mundo le debe y sus contínuas referencias al canon artístico clásico acaban moviendo a risa, pero por lo bajini: todos sabemos que el muy cabrón, en el fondo, tiene razón. Spector merece una estatua en la plaza mayor de cada ciudad y, probablemente, también su pena en el trullo por homicidio, lugar en el que fue a recalar tras un largo proceso judicial del que aquí se muestran varios extractos. Son estos momentos los más tediosos de una película que, en lo musical, exulta, como no podía ser de otra manera, y que si bien apenas rasca en la superficie de Spector, lo poco que se ve (pero lo mucho que se intuye) bajo la corteza da fe de una personalidad que hasta a Freud dejaría patidifuso. Por cierto, el subtitulado también nos dejó a todos los presentes bastante patidifusos. Quizá se encargó Alfred Jarry de la traducción, no sé.

Y de un titán pasamos a otro: Neil Young, un tipo capaz de hacer un disco como Zuma pero también otro como Landing On Water, de cargar sobre sus hombros con la responsabilidad de concienciar a la ciudadanía de la necesidad de impugnar a Bush hijo y de casi rebanarse un dedo preparándose un bocadillo. Se menciona Zuma y lo de Bush en Don’t Be Denied, se nos ahorra Landing On Water y el episodio del cuchillo y el bocata, pero es que el film dura alrededor de una hora. Comprimir la fecunda carrera del canadiense en tan breve lapso era poco menos que imposible, y pese a todo salen airosos sus responsables pues se habla aquí de lo que debía hablarse y de forma rápida pero sin atropellos: los inicios en Canadá, su mudanza a California, la formación y disolución de Buffalo Springfield, Crazy Horse, su relación con Crosby, Stills y Nash y el inicio de su carrera en solitario. El análisis de lo que dieron de sí sus años 70, ¡y mira que dieron!, ocupa la mayor parte del film, pasando el resto de puntillas por los años 80 (su zigzagueante paso por la discográfica Geffen) y obviando prácticamente los 90 y lo que llevamos de milenio. Una lástima, puesto que un documental que se supone más centrado en la discografía de Young que en su peripecia vital nos escatime más de la mitad de sus discos arroja un duchazo de agua gélida en los huevos del espectador en plena y palpitante erección. Don’t Be Denied calienta, permite juegos preliminares y algo de penetración, pero luego se retira dejándote con una agridulce sensación de anticlímax. Ocasión perdida, pues. El documental definitivo sobre ese poliedro que es Neil Young me temo que aún está por llegar. Y también la revelación del por qué de que Stephen Stills se parezca cada vez más a Fernando Esteso.