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Mucha, mucha gente considera a la Recording Industry Association of America [Asociación de la Industria Discográfica Americana] una enorme y peluda excrecencia que le ha salido en el cuello a la industria de la música. Más aún: muchas personas creen...

ENTREVISTA DE ROCCO CASTORO

FOTOS DE BRAYDEN OLSON Y CORTESÍA DE LA RIAA

GRACIAS ESPECIALES A PIANOS BEETHOVEN

Mucha, mucha gente considera a la Recording Industry Association of America [Asociación de la Industria Discográfica Americana] una enorme y peluda excrecencia que le ha salido en el cuello a la industria de la música. Más aún: muchas personas creen que, en los últimos tiempos, este tumor maligno y desagradable ha extendido lentamente su cancerígena cólera al terreno del dominio público. Durante la década pasada, la RIAA interpuso demandas a las siguientes personas por emplear, según acusó la organización, medios ilegales para descargar música: una abuela de 66 años de Boston a quien acusaron de echar el guante a miles de canciones rap, pese a que su ordenador no tenía suficiente potencia para hacer funcionar el software que supuestamente estaba utilizando; una estudiante de 12 años que vivía con su familia en un piso de protección oficial en Nueva York; un anciano de 79 años que no tenía ordenador ni sabía utilizar uno y a quien se acusó de compartir en la red más de 700 canciones de grupos como Linkin Park y Creed; una anciana de 83 años que ya había fallecido y un hombre sin hogar que vivía en un albergue. No fueron estos los únicos demandados, pero son nuestros favoritos.

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La historia temprana de la RIAA contradice, no obstante, su reputación actual. La organización se fundó en 1952 con la misión principal de establecer una curva de ecualización estándar para los discos de gramófono. Antes de que la RIAA se formase, cada compañía discográfica utilizaba su propia ecualización. Muchos sellos empleaban diferentes frecuencias de reproducción, dándose así el caso de discos que sólo podían escucharse en reproductores concretos. Unificando el proceso de grabación, la RIAA logró un importante incremento en las ventas de discos, algo sin duda positivo.

La RIAA le prestó otro servicio muy apreciable a los músicos cuando, en 1958, creó un programa de certificación-y-recompensas con objeto de tener constancia de las copias vendidas de cada disco. Este proceso evolucionó hasta las actuales designaciones de disco de plata, oro, platino y diamante con que se premia a los álbumes que hayan vendido de las 100.000 hasta las diez millones de copias, y ha servido para hacer populares discos clásicos, atemporales, esos que cada generación debería inexcusablemente escuchar. A partir de este programa se han generado otros sistemas que permiten a los artistas estar al corriente de sus cifras de ventas.

No fue hasta hace una década que la tecnología musical, precisamente aquello para lo que nació la RIAA a efectos de su estandarización, se convirtió en algo demasiado poderoso como para poder controlarla. Dos juicios en concreto—

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A&M Records Inc. contra Napster y MGM Studios Inc. contra Grokster Ltd.

—se convirtieron en referencias y fueron desencadenantes de una serie de acontecimientos que cambiaron la industria de la música para siempre. El juicio contra Grokster llegó hasta el Tribunal Supremo, donde 28 de las más grandes compañías del mundo del entretenimiento (unificadas por la RIAA y su contrapartida en la industria del cine, la MPAA) intentaron poner fin de una vez por todas al debate sobre el intercambio de archivos. La Corte dictaminó que Grokster y otras compañías podían efectivamente ser demandadas por el intercambio ilegal que se llevaba a cabo en sus redes, pero tal dictamen dejó a la RIAA poco menos que oliendo a mierda. Obligar a las compañías de desarrollo de software de intercambio a que hicieran de policías de sus propios usuarios era algo que simplemente no iba a poder ser, de modo que la RIAA inició una agresiva campaña de persecución que se convirtió en el que, muy probablemente, haya sido el peor desastre jamás infligido por ente alguno a su propia imagen pública hasta que hace unos meses BP (vale, con una ayudita del gobierno) transformara el Golfo de México en el pozo de brea más grande del mundo.

Cary Sherman lleva trece años trabajando en la RIAA, detentando actualmente el cargo de presidente de la junta directiva. Estudió en la Escuela de Leyes de Harvard, toca el piano y, lo que es más importante, afirma ser un verdadero amante de la música. Debido al impopular método de protección de sus arcas que practica la RIAA (poner querellas a diestro y siniestro), a menudo se tiene a Mr. Sherman como el rostro visible de un Behemot opresivo y totalitario con poder potencial para meterte entre rejas y/o multarte hasta reducir tu vida a una horrible sucesión de pagos aplazados por descargarte refulgentes ejemplos de cultura popular como “California Gurls”, de Katy Perry con Snoop Dogg (#1 en el Billboard Top 100 cuando escribo esto). Afortunadamente, los pleitos han llegado a su fin.

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A finales de 2008, la RIAA cambió de táctica (algunos dirían que a resultas de la presión pública). En vez de perseguir a gente que hubiera descargado música ilegalmente a título individual, cargaron a los proveedores de servicios en internet con la responsabilidad de monitorizar y avisar a sus clientes de la ilegalidad de piratear música y otros contenidos mediante el sistema “tres errores y estás fuera”. Menos de un mes después de que la RIAA declarara haber adoptado este nuevo enfoque, varios de los más importantes proveedores de servicios se plantaron, diciendo que en cuestión de monitorización obedecerían únicamente sus propias políticas internas. No es de extrañar que, desde que eso ocurriera, la RIAA haya estado haciendo todo lo posible por pasar desapercibida; resultó por tanto una agradable sorpresa que Mr. Sherman accediera a concederme esta entrevista. Incluso respondió a todas mis preguntas sin oponer objeción alguna, lo cual he de admitir que es algo que no me esperaba. ¿Es este hombre un terrible monstruo cuyo único afán es denunciar a adolescentes que descargan los discos con canciones de letras explícitas que sus padres no les dejan comprar en las tiendas? Qué va. ¿Es un funcionario que ha perdido contacto con la realidad de cómo la música (especialmente en sus variedades independientes) se escucha, recomienda, crea y distribuye en el siglo XXI? ¿O simplemente está haciendo su trabajo, ni más ni menos, actuando de la forma que estima correcta y más beneficiosa para los músicos? Dejaremos que seáis vosotros quienes decidáis.

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Vice: Empecemos con algo relativamente reciente y que no termino de entender: el Decreto HR 848 sobre Derechos de Ejecución, que se presentó en febrero de 2009 y sigue a debate en el Congreso. Entiendo que su objetivo es eliminar la disparidad entre pagos de royalties dependiendo de la plataforma de difusión, pero, ¿es cierto que las emisoras de FM pagan menos por emitir música que las radios que emiten por satélite y en internet? Parece un contrasentido.

Cary Sherman:

Ese acta tiene como objetivo que las estaciones de radio terrestre paguen royalties. Hasta ahora han estado exentas. Actualmente recibimos royalties por las emisiones por satélite y webcast y los servicios de noticias por cable. Los recibimos también cuando se trata de una emisión simultánea entre radio y web, pero no recibimos nada cuando la emisión se hace únicamente a través de las ondas. Puesto que este tipo de emisión constituye un negocio plenamente establecido, es una anomalía que los medios recién llegados tengan que pagar mientras que el gran gorila no tiene que pagar nada.

Lo que encontré más interesante fue que se opusiera gente como Jesse Jackson, declarando que esa medida perjudicaría a las emisoras de radio minoritarias. ¿Qué opina usted?

Declararse minoritarias fue básicamente una hábil táctica por parte de muchas emisoras para sustraerse de pagar royalties, pero eso se acabó cuando la NAACP [“National Association for the Advancement of Colored People”, Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color—ndt] empezó a calificar el acta como Ley de Derechos Civiles para los Músicos. Pensaban que la esclavitud había sido abolida, pero en lo tocante a la radio los músicos aún seguían trabajando sin cobrar. Si una emisora es lo bastante grande como para tener unos ingresos que abarquen toda la escala posible de royalties, entonces está obligada a pagar como todo el mundo.

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La alternativa al sinsentido de las emisoras de radio son los dispositivos de almacenamiento y reproducción. Es irónico, porque aunque estoy seguro de que la RIAA ha ganado mucho dinero gracias al iPod y a iTunes, estos son también los medios preferidos para escuchar música pirateada. ¿Diría usted que estos inventos han hecho su vida más fácil o más difícil?

La han hecho más interesante, eso seguro. Lo más increíble de este trabajo es que nunca sabes cómo el mercado va a evolucionar o qué nuevos e insólitos ángulos sobre cualquier aspecto del negocio se van a presentar. Lo que actualmente me preocupa es el auge de los discos duros de un terabyte. Y al mismo tiempo que se están dando estos avances en la tecnología de almacenamiento, el mercado se está decantando por el streaming y la computación en nube. Todo el mundo quiere tener acceso a cualquier cosa y en cualquier momento y desde cualquier aparato que esté utilizando.

Supongo que tiene usted un iPod.

Varios.

¿Cuál es su forma preferida de escuchar música?

En casa tengo un sistema Sonos, que me ha ido fenomenal porque con él tengo toda mi música en un dispositivo que puedo activar en cualquier habitación o en

todas

las habitaciones al mismo tiempo. Da igual qué te apetezca escuchar, está ahí, y eso antes de Pandora y de las radios en internet. Cuando viajo suelo llevar un iPod conmigo, pero también escucho música en mi iPhone, que tiene una fenomenal calidad de sonido. Con unos auriculares Bose supresores de ruido, es excelente durante los viajes.

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¿Recuerda la primera vez que oyó hablar de los programas de intercambio de archivos o vio uno en funcionamiento? ¿Le dio un vuelco el corazón?

No puedo decir que recuerde el momento concreto. La verdad es que hay que poner esto en contexto: era 1999 y yo me reunía con regularidad con empresas que presentaban nuevos proyectos relacionados con la música digital. Las compañías venían de todas partes para darse a conocer y explicarnos las soluciones que tenían para la industria en relación con la piratería, nuevos modelos de negocio y nuevas tecnologías que harían más fácil escuchar música, la interoperabilidad y la DRM.

DRM [Digital Rights Management], la gestión de derechos digitales.

Nos llegaron muchos proyectos relacionados con la DRM. Napster, cuando apareció, era simplemente una cosa interesante más. Recuerdo haber creado en mi ordenador una subcarpeta—no juzgué importante crear una carpeta entera—para los emails relacionados con Napster. No fue hasta más tarde cuando me di cuenta de que aquello iba a crecer. Al principio no era evidente porque había muchas cosas nuevas apareciendo al mismo tiempo, pero en poco tiempo Napster había barrido con todo.

¿Cómo calcula la RIAA la potencial pérdida de beneficios a causa de las descargas ilegales?

No lo hacemos.

¿No lo hacen?

No, nunca. Nosotros no tenemos capacidad de medir y calcular todo lo que sucede en internet. Tenemos que confiar en terceras partes, pero es que es algo muy difícil bajo cualquier circunstancia. Nosotros no tenemos capacidad para hacerlo, no podemos estar navegando por la red tratando de detectar determinado tipo de cosas. Y, por otra parte, es muy, muy complicado hacer un cálculo de los efectos destructivos que las descargas ilegales tienen en absolutamente

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todos

los estratos de la industria.

Ya imagino.

Todos sabemos que las descargas ilegales tienen un enorme impacto negativo en la industria, mermando la posibilidad de que los músicos vendan sus productos y, por tanto, tener ingresos por sus grabaciones en vez de estar obligados a salir constantemente de gira para subsistir. Muy pronto decidimos que fueran terceras partes las que se encargaran de evaluar el alcance del daño, pero daba igual que el debate girara en torno a los 5.000 millones de dólares o los 20.000, porque fuera como fuese la cifra sería altísima y a eso nos teníamos que enfrentar. Nunca nos hemos empeñado en cuantificar de forma exacta el impacto.

¿Cree que los juicios y demandas pueden haber atraído más atención sobre los programas de intercambio, contribuyendo así a ampliar su base de usuarios? ¿O es una idea absurda?

No, no es absurda, de hecho es algo en lo que pensamos constantemente. Cuando algo nuevo susceptible de causar problemas aparece, pensamos mucho si una actuación por parte nuestra le atraerá más atención de la que recibiría de forma natural. Con Napster no fue esa la cuestión. Piensa en la velocidad a la que creció y en la naturaleza viral de su influencia. No hubo necesidad de demanda nuestra para que Napster adquiriera notoriedad, la obtuvo por su propia cuenta.

Napster fue el primero de su clase, pero las cosas han evolucionado. ¿Le preocupa la naturaleza descentralizada de algo como el BitTorrent?

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Bueno, es distinto, pero eso no significa que no se pueda rastrear a los usuarios. Los estudios cinematográficos tienen el BitTorrent como su principal objetivo. Al igual que nosotros, los estudios pueden identificar las infracciones online de forma relativamente fácil, hacerlas públicas y enviar citaciones a quien corresponda.

Hay quien diría que la diferencia está en que un sitio como OiNK [una legendaria web BitTorrent clausurada en 2007 por el equivalente británico de la RIAA] era una fuente de música mucho mejor que iTunes y servicios similares. Muchas páginas BitTorrent, por así decirlo, ilegales, contienen material que nunca, nunca estará a la venta para el consumidor ocasional. Están básicamente orientadas a los completistas que se han pasado años buscando discos raros. Por supuesto, también hay gente buscando la sensación del momento, pero el desarrollo de los MP3 y el software de intercambio han provocado un significativo aumento del número de gente que escucha música y del tiempo que dedican a ello. ¿Cree que existirá alguna vez un programa “legal” mediante el cual el usuario pueda descargar hasta el último bootleg de cualquier grupo que se les ocurra? Conozco un montón de gente que pagaría gustosa por algo así.

No sé cuánto sabes de la industria, pero he de decirte que eso es muy complicado debido a las diferencias entre las distintas titularidades de derechos. Los compositores y editores tienen un estatuto de derechos totalmente distinto al de las compañías discográficas y los artistas, y tanto unos como otros tendrían que ponerse de acuerdo y convenir un nuevo modelo de negocio. Llevó tiempo alcanzar el punto en el que estamos ahora, con 8 millones de canciones disponibles individualmente para descargar en extraordinaria alta calidad, posibilidad de elegir tasa de bits, etcétera. La gente puede encontrar legalmente casi cualquier cosa que desee. ¿Habrá excepciones, como discos piratas y cosas por el estilo? Sí, pero mi trabajo no consiste en preocuparme por las excepciones sino por el conjunto, y en si la industria se mueve en una dirección que satisfaga las demandas del consumidor. Está fuera de dudas que la demanda de música es ahora mismo más alta que nunca. Estuve consultando datos el otro día y, en Estados Unidos, el 43 por ciento de nuestros ingresos provienen de la venta digital. ¡El 43 por ciento!

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Hace unos años la RIAA cambió de táctica. En vez de presentar querellas contra la gente que pirateaba música, decidieron hacer responsables a las compañías proveedoras de servicios. ¿Hasta qué punto fue exitosa esa transición?

Había llegado el momento de pasar a una estrategia más efectiva. Los pleitos crearon controversia, evidentemente, pero lo cierto es que en aquellos momentos la mayoría de la gente no tenía ni idea de que lo que hacía era ilegal. Hicimos investigaciones e iniciamos campañas para informar al público de este hecho. Consideramos todo tipo de opciones para tratar de cambiar esa cultura de intercambios ilegales y nos dimos cuenta de que, 1) ninguno de nuestros mensajes tuvo resonancia, y 2) prácticamente nadie había considerado jamás que descargar canciones fuera ilegal o incorrecto. Esto cambió de la noche a la mañana cuando empezamos a querellarnos. Causó una impresión enorme y generamos un montón de conversaciones a la hora de comer acerca de lo que se puede y no se puede hacer con un ordenador. Creemos, por tanto, que fueron tremendamente efectivos marcando a fuego en la mente del público, en general, que tal vez obtener todo ese material gratis no fuese legal después de todo.

Pero la opinión pública mayoritaria rápidamente se volvió en contra de las compañías discográficas y de los artistas de más éxito, ¿no? Lars Ulrich, sin ir más lejos, actuó como si temiera no poder volver a comprar unos platos Zildjian nunca más.

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Al cabo de un tiempo, el público empezó a pensar que las personas que estaban siendo llevadas a juicio eran X y que la música gratis era Y. Necesitábamos movernos hacia una estrategia que concediera algo más de margen. Dar a la gente la oportunidad de educarse y de recibir una primera advertencia; una que tuviera consecuencias sólo en caso de que el usuario persistiera en su comportamiento ilegal. Y para eso necesitábamos la colaboración de los proveedores de servicios, cuya actitud previa era, “Eh, nosotros somos intermediarios. No tenemos nada que ver con este conflicto. Este problema es vuestro”. Entonces el intercambio de archivos empezó a ocupar un porcentaje tremendo de ancho de banda, impidiendo a los mismos usuarios gozar de un servicio de internet fiable: un sólo descargador a gran escala podía interferir en el envío y recepción de emails de todo un vecindario. Llevamos cierto tiempo en conversaciones con los proveedores de servicios, con el objetivo de desarrollar un programa con el que todo el mundo esté conforme. Un programa justo, equilibrado, y cuya meta sea educativa. Los proveedores están enviando mensajes a sus abonados avisándoles de que lo que están haciendo es ilegal, que cuando lo hacen no son en absoluto anónimos y que están corriendo un riesgo. Esto ha tenido bastante éxito en lo que se refiere a extender el alcance del programa, y confiamos en que producirá un profundo cambio de actitud en lo referente al intercambio de archivos.

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¿Es justo decir que las acciones emprendidas por la RIAA durante los últimos diez años han supuesto una pesadilla de enormes proporciones para su departamento de Relaciones Públicas?

Cuando nos metimos en esto ya sabíamos que iba a ser impopular. No queríamos parecer vengativos pero sí que nuestras acciones tuvieran resonancia. Ser fuertes y con la determinación de proteger los derechos de propiedad de los creadores. Por impopular que nuestras medidas fuesen, estábamos preparados para llevarlas a cabo.

He oído que hay trabajadores de la RIAA que han llegado a recibir amenazas de muerte. ¿Es cierto?

Tiempo atrás nos quedamos anonadados por el inquebrantable derecho que la mayor parte de la gente creía tener a obtener gratis toda la música que quisiera. “¿Queréis interferir en mi derecho a coger lo que quiera de internet? Si está en internet, es gratis. No tenéis derecho a intentar impedírmelo”. Y sí, hubo amenazas de muerte. Y ciber-ataques, y más cosas, pero la verdad es que todo eso ya pertenece al pasado. Internet se ha convertido en un ámbito un poco más civilizado. Creo que la gente, gradualmente, se ha ido concienciando de que internet no es un buffet libre. Y todo el mundo admite que a los artistas se les tiene que pagar; lo que pasa es que siempre esperan que sea otro el que pague. El de la música no era el único negocio afectado, también el de la prensa escrita. Y los estudios de cine acusaban el bajón en las ventas de DVD’s. También los libros se pirateaban. Repentinamente no era sólo esta industria la que “no sabía adaptarse a los nuevos tiempos”. En términos de distribución, se trataba de un cambio radical para todas las industrias creativas, y todo el mundo quería sobrevivir.

Muy bien, sólo me quedan unas cuantas preguntas de tipo personal que me gustaría hacer. He leído que usted mismo es músico. ¿es cierto?

Sí, aficionado. Toco el piano.

¿Soñaba cuando era joven en convertirse en músico profesional?

Sí, pero no tardé en hacerme a la idea de que, con mi habilidad, llegaría como mucho a músico de bar Mitzvah. Era lo máximo a lo que podía aspirar. Decidí que lo mejor sería estudiar la carrera de abogacía.

Apuesto a que a sus padres les alegró mucho su decisión. ¿Cuáles son sus grupos y artistas favoritos?

Tengo gustos muy variados, mi iPod es muy potente. Me gustan Howie Day, Jack Johnson, Melissa Manchester, U2. La otra noche estuve escuchando a Billy Joel y recordé lo mucho que me gustan él y Elton John. También estuve escuchando a Owl City. No podrás encasillarme en nada.

Una última pregunta: ¿recibe actualmente o ha recibido música gratis durante los años que lleva trabajando en la RIAA?

Solían enviarme CD’s, pero ya no. Compro toda la música que escucho. La compro. Pago por ella.