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Cultură

Esta peli porno de los años 70 es un viajesote sobre una bruja y un pene parlante

'Belladona de la tristeza' se merece un lugar en la memoria cultural porque marca el momento en que la pornografía conoció la ternura del manga

Todas las imágenes son fotogramas de 'Belladona de la tristeza'. Cortesía de Cinelicious Pics.

La década de los 70 quizá fue una de las más asquerosas de todos los tiempos, una era en la que el flower power de la década anterior se pudrió y la cultura juvenil metida en la política y con una mente de protesta se disolvió en una atmósfera de decadencia hostil.

Para la época en la que The Joy of Sex, con sus ilustraciones de fornicadores peludos, llegó a las librerías en el año 1972, la liberación sexual ya había cedido el paso al celo lascivo estilo Henry Miller. Pese a toda su salacidad, la década que nos dio Deep Throat, Hustler y Plato's Retreat también fue la última vez en la que la experimentación dominó los medios convencionales en todas las artes, desde las películas de Hollywood y la consagración de la cultura de las drogas en el imaginario popular gracias al rock 'n' roll, hasta el espectáculo de un grupo de personas perfectamente normales leyendo Gravity's Rainbow. También fue la época de oro de la sexualidad en caricaturas: el animador Ralph Bakshi aprovechó el éxito de la caricatura para adultos Fritz the Cat para hacer alucinaciones con pantalones acampanados dibujadas a mano como Coonskin y Wizards, y la revista Heavy Metal acaparó el mercado con mujeres de pechos grandes montando dragones y dándole en la madre a los robots pervertidos.

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Pero el legado más grandioso de moda setentera de mezclar caricaturas con humor ácido fue en Japón, donde el anime superó al subgénero pornográfico 'violencia rosa' al combinar un contenido sexual explícito y transgresor — sobre todo en el caso del hentai— con un exceso sicodélico llamativo. La primera obra maestra del género fue Belladona de la tristeza (Kanashimi no Beradonna ), una película que tiene un estilo visual sui géneris que sólo se puede comparar con Plaza Sésamo si Plaza Sésamo fuera, como decía mi abuelita, un programa para reclutar fenomenoides en ácido para la Iglesia de Satán.


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Cuando Belladona de la tristeza se estrenó en 1973, dejó en bancarrota a su estudio, Mushi Production, casi de forma inmediata. Mushi fue fundada a principios de los años 60 por el mangaka Osamu Tezuka, creador de Astro Boy y Unico, y su estilo fue en gran parte el responsable de establecer esa tendencia de ojos grandes/boca pequeña en el anime. Pero, en realidad, el estilo visual de Belladona tiene mucho más en común con Aubrey Beardsley y el estilo parecido a las cartas del Tarot tan característico de Kay Nielson. Es como Bakshi en su momento más viajado. Pero estoy hablando de esta película como si no incluyera una larga escena de flora y fauna — jirafas, cocodrilos, naranjos, lo que sea— saliendo de los orificios de la gente como salido de una Hanna Barbara hecha por El Bosco y, lector, eso es justo lo que pasa.

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La trama se centra en una bruja de cabello morado llamada Jeanne y de cómo la seduce el diablo disfrazado de un pene pequeño que habla y le concede poderes sobrenaturales. Lo que resta de la historia, si se le puede llamar así, consiste en la venganza de Jeanne sobre los hombres responsables de su violación (en una secuencia aterradora que se vuelve todavía más incómoda por el increíble parecido del violador con Hordak de la caricatura She-Ra). Belladona es una parodia de Juana de Arco, un musical, una película de explotación, una película pornográfica, pero más que nada, es una excusa para una serie de montajes imponentes donde una Peste que canta y baila derrite rostros hasta dejar sólo el cráneo, los espectros caleidoscópicos de pop art norteamericano significan la consumación del pacto de Jeanne con el Diablo y un surtido de penes infernales realizan vicisitudes imposibles para cualquier pene humano, lo cual probablemente es la mayor contribución que ha hecho un estudio de animación a la sicología creativa desde que Cab Calloway cantó para Betty Boop en Minnie the Moocher.

Incluso con tanto pandemonio estilizado, resulta difícil ignorar la frecuencia con la que Belladona cruza la línea entre el porno pop transgresor y la clase de misoginia tan descarada que arruina muchas narrativas de venganza justificada por parte de la mujer. No obstante, los deseos profanos de Jeanne y la independencia de su marido pusilánime hacen que esta película sea mil veces más progresista que cualquier otra película occidental de 1972.

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Los montajes de la película están marcados por las ilustraciones de naturaleza muerta que se asemejan a los guiones gráficos del arte bruto sobre los que se habla en el diálogo. Estos episodios, con su figuración incompleta y esbozada de brujas y hechiceros —como si Egon Schiele dibujara un número de The Dungeon Master's Guide—, no son exactamente lo mejor de la película pero tampoco son peores que las caricaturas irregulares de Marvel en la década de los 60. Y de todos modos, la segunda mitad de la película se centra en la explotación sicosexual de Jeanne y su amigo diabólico, que incluso en su forma final mantiene su peinado fálico y le dice a Jeanne "Eres todavía más hermosa que Dios", una frase muy dulce, según yo.

Belladona de la tristeza se merece un lugar en la memoria cultural porque marca el momento en que la pornografía conoció la ternura del manga, y casualmente funciona como una antología de las modas del siglo 20, entre las que se encuentra la acuarela impresionista, el diluido geométrico al estilo Kandinsky y las portadas de los discos de rock progresivo. Partiendo del diálogo "¡Ignorar el estatus es ir en contra de Dios! ¡Es obra del diablo!", queda claro que la aceleración de la cultura pop japonesa era inminente, lo cual hace de Belladona un documento social y al mismo tiempo un punto de referencia en la narrativa visual. La hermosa restauración de la película que hizo Cinelicious y su estreno subsecuente en Norteamérica significa que está destinada a tomar su lugar en el mito personal del sector fanático de las cosas retro, de las cosas poco conocidas y del arte extraño, junto con los redescubrimientos recientes como Holy Mountain, Possession y Hausu.

En otras palabras, Belladona de la tristeza es una respuesta a las oraciones de aquellos cuyo gusto en el cine ha evolucionado hasta el punto en que se refleja en la réplica de Jeanne a Satanás, cuando éste le pregunta qué quiere hacer con su energía recién descubierta: "Cualquier cosa… mientras sea algo malo". Calígula habría llorado de alegría.